Negligencia médica: Odisea de una madre con preeclampsia

Negligencia médica: Odisea de una madre con preeclampsia 

Autoras: Keyla Ramos y Natalia Sánchez.

Facultad de Humanidades y Artes

Esta enfermedad es una de las principales causas de muerte materna y neonatal 

Fue un embarazo deseado, de una hermosa princesa, que la familia anhelaba con gran ilusión. A pesar de las dificultades que tenía la pareja para concebir, lo habían logrado. Fue un milagro que permitió a la pareja experimentar la etapa más feliz de su vida. 

“Para todas aquellas mujeres que estén en embarazo, ante cualquier síntoma o anomalía que tengan, recurran a un centro médico. Si no las quieren atender, luchen por sus derechos, tienen prioridad en cualquier espacio público o privado, para que no les ocurra lo mismo. Demanden y luchen, su vida vale y la de sus bebés también”, finaliza Mary. 

Controles, citas y ecografías fueron la rutina durante 38 semanas de embarazo, que preparaban a los futuros padres para tan importante acontecimiento. La médica Jessica Fory, de la EPS SOS en Puerto Tejada, Cauca, fue quien acompañó a la madre durante todo su proceso.  El correcto avance del embarazo alegró a la madre, la enfermera Mary Zolandy González, “la doctora me decía que todo estaba bien, no había gran preocupación a pesar de que yo sentía irregularidades en la presión arterial”, relató Mary.  

Por tratarse del último control, a un mes del nacimiento de la bebé, Mary Zolandy y su esposo, Jhon Viáfara, viajaron a Cali para monitorear los últimos detalles, antes de finalmente tener a su niña en brazos. La gestante fue atendida en la clínica Versalles. “Yo ingresé sola porque no dejaban pasar a mi acompañante, entonces mi esposo esperó afuera”, contó Mary.  

Fue cuando se descubrieron posibles complicaciones que representaban un peligro para el embarazo y empezó el momento oscuro que podría desembocar en una tragedia. En la espera de realizarse varios exámenes, pidió el acceso de su esposo, para ser acompañada a urgencias y recibir los esperados resultados. Así, pasaron tres días y la ansiada respuesta aún no llegaba.  

En esos días Mary manifestó su inconformidad con la atención recibida en la clínica, al estar días enteros sentada, en un sillón, junto a otras madres gestantes, en la agónica espera, siendo testigo de un desolador escenario donde, de forma inhumana, en cualquier rincón de la clínica nacieron bebés, y algunos otros no corrieron con la misma suerte, porque, según ella, murieron.  

Su hermana, Keren González, llegó a la clínica para relevar al futuro padre. Horas después, pasada la medianoche, recibieron los exámenes, que dictaminaron preeclampsia.  

La médica de turno le indicó que su parto iba a ser inducido en ese mismo momento; frente a esto, Mary manifestó que la mejor opción sería practicarse una cesárea que someterse al riesgo que podría correr en un parto natural, dada su vulnerable condición y sus conocimientos de enfermera.  

— No, usted está programada para un parto normal — dijo la doctora.  

“Ingresé a la sala de parto y debía prepararme para empezar con el proceso de tener a mi hija. La doctora me dio la orden de pujar con cada contracción y eso hice. Luego de tres pujos, la doctora salió y solo quedamos mi hermana y yo ahí. Ella regresó al momento, y asomándose por la cortina nos dijo que todo iba bien, al escucharse los latidos del corazón de mi niña”, explicó Mary. Pero un instante después, sintió la incertidumbre de que algo malo había pasado. Los latidos se silenciaron y el personal médico comenzó a rodearla, lo que para ella fue una señal alarmante de que algo no andaba bien.  

“Vi la mirada llorosa de un doctor; sin necesidad de mediar palabra, lo entendí todo. Mi mente quedó en blanco, todo se nubló”, agrega.  

Keren se halló en un momento de desesperación, gritando a los médicos que la responsabilidad de la muerte de su sobrinita era de ellos. El sabor amargo se intensificó y la desconsolación inundó sus vidas. Las lágrimas inundaron sus mentes y corazones, y revivieron el doloroso recuerdo de la muerte de su madre, que un año atrás les había traído ese sentimiento de perdida. Nada se sentía bien, su mundo se había derrumbado, la felicidad se esfumó por completo en cuestión de un instante.  

“Presentar cifras de presión arterial alta o preeclampsia, durante el embarazo, es una de las principales causas de muerte prenatal”, indicó Sara Teresa Panameño, médica general. Debido a sus implicaciones y alto riesgo de muerte, tanto de la madre como del bebé, es fundamental tener las precauciones necesarias para prevenir cualquier desafortunado desenlace.  

Después del trágico acontecimiento, decidieron finalmente practicarle a Mary una cesárea para extraer el cuerpo sin vida de la bebé. Fue entonces, cuando lo que pudo haber evitado el fallecimiento de Emely llegó después de que la vida se había desvanecido de su pequeño cuerpo.  

No todo salió mal en esa clínica 

Nathalia Urbano tuvo a su bebé el 4 de febrero del 2023, en la misma semana y en la misma clínica donde Mary perdió a la suya. Ella también tuvo complicaciones en su embarazo, a causa de “problemas en el corazón que debía manejar con precaución para no sufrir ningún riesgo en mi embarazo, además de que el peso de mi Sahiara, no era el óptimo para ese tiempo”, según relató Urbano. Para su fortuna, la bebé nació saludable y sin ningún diagnóstico médico preocupante. 

Las secuelas de la pérdida 

Frente a esta situación y en medio del dolor, la familia que sufrió la difícil pérdida decidió asesorarse legalmente, ya que, para ellos, fue un caso de negligencia médica. Sin embargo, los abogados consultados les dijeron que pasar por una demanda parecía algo imposible, por lo que decidieron desistir del caso.  

La abogada Johanna Mosquera explica que, para evitar llegar a estas instancias no deseadas, es útil tomar acciones preventivas que favorezcan el proceso como “que la persona en embarazo siempre tenga un acompañante que le permita sortear cualquier dificultad que se presente y esté en una constante comunicación con el médico tratante”. También, “como paciente, tiene derechos y obligaciones y las instituciones prestadoras del servicio de salud son responsables de darlos a conocer a los pacientes para que así, puedan reclamarlos, cada vez que sientan que están siendo vulnerados. Sus derechos les permiten tener acceso a acciones constitucionales como el derecho de petición y la acción de tutela, en caso tal de no estar recibiendo el servicio adecuado”, agregó.  

La fortuna de que una familia crezca y reciba su anhelado hijo puede destrozarse, a pesar de todo, por la desafortunada falta de responsabilidad y ética profesional del personal médico encargado, que deja una herida imborrable en las vidas afectadas. Es pertinente destacar la importancia de la integridad, el compromiso y la responsabilidad en todas las áreas de la vida, especialmente en aquellas donde están en juego la salud y el bienestar de los demás.  

“Para todas aquellas mujeres que estén en embarazo, ante cualquier síntoma o anomalía que tengan, recurran a un centro médico. Si no las quieren atender, luchen por sus derechos, tienen prioridad en cualquier espacio público o privado, para que no les ocurra lo mismo. Demanden y luchen, su vida vale y la de sus bebés también”, finaliza Mary. 

La frustrada madre quedó sumida en una honda tristeza, pero afortunadamente, en la EPS de su ciudad está siendo atendida por el servicio psicológico. Ella y su esposo anhelan volver a intentarlo al cerrar el círculo del dolor y poder por fin agrandar la familia. 

Fue un embarazo deseado, de una hermosa princesa, que la familia anhelaba con gran ilusión”.

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 El lenguaje del amor   

El lenguaje del amor   

Autoras: Valentina Martínez Ome|María Camila Pineda.

Facultad de Humanidades y Artes

Una familia sordomuda desafía las barreras lingüísticas con afecto, ingenio y determinación. 

“En la primaria, mi mamá acostumbraba a preguntarles a los maestros sobre mi rendimiento académico; un día, una de las docentes, al ver las señas que realizaba, la miró de manera despectiva y la ignoró. Mi madre reaccionó articulando una grosería, lo que hizo que ella y el resto del salón se burlaran”.

Cuando solo tenía 5 años de edad, Claudia Londoño Meneses estaba sentada en la sala de la casa y gritaba “mamá, mamá”, pero ella nunca acudió. Fue cuando se dio cuenta de que tendría que convivir con señas por el resto de su vida. 

En ese entonces, la familia de Claudia vivía en una casa pequeña pero acogedora, en el barrio El Vergel del distrito de Aguablanca (Cali). Aunque tenían una vida normal, lo que los hacía únicos y peculiares era su forma de comunicarse, pues los padres de Claudia eran sordomudos. Sus señas no limitaban su amor ni su conexión; por el contrario, los fortalecía, creando un mundo de gestos y miradas que solo ellos, como hijos, entendían, pues no manejaban el lenguaje de señas oficial, sino uno creado por su propia familia. 

A pesar de tener una pérdida auditiva del 100%, Aurora, la madre, tiene muy buena articulación, pues produce los sonidos de las palabras más comunes. En cambio, su padre, Jorge, es tartamudo y solo escucha algunos sonidos.  

Sus primeras palabras 

La familia fue un pilar importante en la vida de Londoño, pues la convivencia con sus tíos y primos dentro del mismo hogar permitió que ella desarrollara correctamente su etapa cognitiva y de lenguaje, que incluía palabras y muchas señas. 

Desde ahí su corazón se dividió en dos, pues su tía Rosa era la representante de todo lo relacionado con la salud y los tramites familiares. A su vez, su tía Estella era la encargada de su estudio y de su formación individual.  

A pesar de su condición, sus padres fueron personas muy trabajadoras y responsables, nunca les faltó nada y tuvieron todo lo necesario para cumplir con las necesidades básicas.  

Claudia es la hija mayor; era una niña vibrante y curiosa que tejió una red de comunicación que abarcaba mucho más que las palabas. Desde pequeña aprendió a entender el lenguaje de sus padres con fluidez, convirtiéndose en la intermediaria entre su familia y el mundo exterior. 

Durante su infancia enfrentó ciertas situaciones que, como era de esperarse, no eran iguales a las que vivían otros niños: “En la primaria, mi mamá acostumbraba a preguntarles a los maestros sobre mi rendimiento académico; un día, una de las docentes, al ver las señas que realizaba, la miró de manera despectiva y la ignoró. Mi madre reaccionó articulando una grosería, lo que hizo que ella y el resto del salón se burlaran”, relató un poco afligida.  

Debido a las diferentes situaciones que se presentaban dentro de la escuela, su tía Estella optó por imponer reglas que salvaguardaran la salud mental y física de Claudia. Una de ellas era que no podía ir a las casas de sus compañeros para hacer tareas, todos los trabajos los hacía de manera individual, pues debido a su condición hubiera sido imposible comunicarse con sus padres si algo sucedía.  

“Cómo dos hijos de personas sordomudas, que se rebuscan día a día pueden aspirar a ser alguien en la vida y mucho menos a ser profesionales”, fue uno de los comentarios negativos y prejuiciosos que rondaron la vida de Claudia.  

Haciendo caso omiso a todo esto, a medida que crecía Londoño enfrentó obstáculos cada vez más desafiantes, pero su determinación y su amor por su familia la impulsaban hacia adelante. En cada acción plasmaba su gratitud y su amor por aquellos que le habían dado tanto. 

Soñaba con ser médico, pero por cuestiones económicas debía empezar por un técnico de enfermería, que estudiaba simultáneamente mientras estaba en bachillerato; su familia lo financiaba con lo que obtenían en trabajos informales del día a día, es por esto por lo que ella contribuía siendo la mejor en todo. 

“Después de recibir mis dos títulos, mi vida laboral fue toda una travesía, inicié siendo circulante de cirugía y al pasar el tiempo, mi tía Estella nuevamente me impulsó hacia mi futuro, lo que hizo que me inscribiera a una carrera profesional”. 

Su primera opción era el programa de enfermería, pero luego de un diálogo con amigos y familiares decidió estudiar derecho, una carrera que se alejaba de todo lo que ella quería.  

A medida que los años transcurrieron, Claudia se forjó como abogada. Sin embargo, su mayor éxito no residía en los tribunales, sino en su habilidad para comunicarse con el mundo y con aquellos que la rodeaban. No fue a través de palabras, sino a través de los silencios que hablaba con elocuencia y profundidad. 

Enfrentando las dudas de sus padres sobre la utilidad de su carrera, Claudia tomó la iniciativa creando ‘Señas Legales’ (@se_legales), una cuenta en Instagram, donde divulga leyes y noticias jurídicas en lengua de señas, adaptando así el derecho a la comunidad sorda. 

 “No escogí mi carrera, me la puso Dios y fue su voluntad”, Claudia asegura, al tratar de explicar cómo, a pesar de los obstáculos, ha logrado integrar de manera única y maravillosa sus dos mundos. Profundamente agradecida por la familia que la vida le ha otorgado, ahora se proyecta con el propósito claro de continuar ayudando a personas con esa condición, desde su área profesional. 

No escogí mi carrera, me la puso Dios y fue su voluntad”.

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Desafíos y fortalezas en el camino de la comunidad LGTBI hacia la igualdad 

Desafíos y fortalezas en el camino de la comunidad LGTBI hacia la igualdad 

Autoras: Valentina Salazar|Nicoll Perea.

Facultad de Humanidades y Artes

Al aceptar su identidad LGBTIQ, muchos estudiantes universitarios enfrentan desafíos únicos en entornos marcados por la religión y la familia. Algunos, conscientes de las expectativas familiares arraigadas en la fe cristiana, mantienen en silencio su verdadera identidad desde la infancia. Otros, criados en hogares conservadores, luchan internamente por aceptarse mientras enfrentan la homofobia en sus propios hogares. Estas historias, aunque distintas, reflejan la importancia del amor y la aceptación familiar en el camino hacia la autenticidad y la felicidad. 

Las experiencias dejan ver la inmensa complejidad de las batallas que luchan aquellas personas pertenecientes a la comunidad LGBTI+; más aún cuando es en busca de igualdad y respeto.

Erik Fabián Montenegro, un estudiante de música, de sexto semestre, en la Universidad Icesi, lleva consigo una historia de lucha y autodescubrimiento en un contexto marcado por la religión y la familia. Desde su infancia, Erik sintió que no encajaba con los otros niños, pero el temor a la reacción de su familia, arraigada en la fe cristiana, lo mantuvo en silencio. Conocedor de las expectativas familiares, ocultó su verdadera identidad a su madre Nataly Jiménez y su padre Sandro Montenegro. 

La pandemia de COVID-19 profundizó la crisis de identidad de Erik. Al verse confinado con su familia y siendo incapaz de expresarse libremente como parte de la comunidad LGBTIQ, encontró el valor para compartir su verdad con su hermana Saray, quien le brindó su apoyo incondicional y lo alentó a revelarla a sus padres. En junio de 2020, Erik enfrentó el desafío y les confesó su orientación sexual. Mientras su padre aceptó la noticia con comprensión, su madre lo rechazó, sumiéndose en un largo silencio de cinco meses. 

A pesar de las dificultades familiares, Erik logró completar sus estudios en el año 2021 y continuar su carrera musical con el apoyo de su padre y hermana. Sin embargo, la relación con su madre se deterioró aún más, y Erik tomó la decisión de mudarse con su tía, quien lo respalda plenamente. Fue la intervención de su tía, al recordarle que el amor de Dios no discrimina, la que reestableció la relación entre Erik y su madre. Nataly buscó a su hijo el 18 de febrero de 2022, extendiéndole una mano de aceptación y reconciliación. 

                                                                      

Una historia similar es la de Santiago Fernández, un estudiante de arquitectura en la Universidad Autónoma. Él creció en una familia conservadora, donde la homofobia estaba arraigada. Con un padre distante y una madre que siempre sospechó su verdad, pero guardó silencio para protegerlo, enfrentó el rechazo de su familia y la lucha interna por aceptarse a sí mismo. 

A pesar de las enseñanzas de su familia, Santiago comenzó a explorar su identidad. Hablaba con chicos que le gustaban, pero la culpa y el miedo lo atormentaban cuando volvía a casa. Al comienzo de la adolescencia intentó reprimir sus sentimientos, incluso tratando de forzar su atracción por mujeres, hasta que un día una de ellas lo rechazó y le dijo: “Santiago, pero tú eres gay, yo realmente no te gusto; simplemente no te rehúses a sentir lo que realmente sientes”, y así fue confrontado con la verdad por alguien más. 

Pasó el tiempo y a los 15 años, Santiago finalmente se armó de valor y confesó su orientación a su madre. Para su sorpresa, ella ya lo presentía y lo apoyaba plenamente. En un giro inesperado, su madre compartió su propia verdad, revelando que también era bisexual y estaba en una relación seria con otra mujer desde hacía varios años. Este momento de sinceridad fue una catarsis para ambos, fortaleciendo su vínculo y mostrándole a Santiago que no estaba solo en su camino hacia la aceptación y la felicidad. 

Una historia contraria a las anteriores es la de Miguel Rojas, estudiante de química farmacéutica en la Universidad Icesi. Un día de su adolescencia le contó a su abuela, su mayor confidente, su orientación sexual. La abuela guardó el secreto durante siete años, pero antes de morir, ella les confesó a su hija y a su yerno que Miguel era gay y que, así como ella lo había apoyado durante este tiempo, era hora de que ellos hicieran lo mismo. La mamá de Miguel lo tomó súper bien y lo apoyó totalmente, al contrario de su padre, quien, de la rabia, lo agredió físicamente hasta dejarlo inconsciente.  

Miguel cuenta que después de eso se fue de la casa, ya que el respeto se había perdido, pero seguía en contacto con su mamá. El tiempo pasó y su padre volvió a agredirlo físicamente en múltiples ocasiones; actualmente, esta historia con su padre no se termina de contar, pues, aunque su padre lo aceptó, no está de acuerdo con su expresión física (pintarse las uñas, su cabello, la ropa que usa). La lucha constante por la igualdad y el respeto es aquello que mantiene viva la esperanza de Miguel, quien desea con ansias que algún día su padre vuelva a apoyarlo y estimarlo, como lo hacía antes de conocer su orientación sexual.  

UN ENFOQUE RELIGIOSO 

Javier Espada, un pastor cristiano, dio su punto de vista desde su religión hacia la comunidad LGBTQ+. 

                                                                           

El pastor Espada relata que en su religión Dios nos ama a todos por igual, pero él no ama el pecado que el ser humano puede crear: “el estado de homosexualismo es un estado de pecado, eso no lo ama Dios”, asegura. 

Espada se enfoca en el Génesis (el primer libro del Antiguo Testamento de la Biblia) y explica que en allí dice que Dios creó Hombre y Mujer para que todos nos reproduzcamos: “esta es una de las obligaciones mientras estamos en este paso terrenal, básicamente es el fin para que estamos en este mundo”. El pastor Javier critica el matrimonio del mismo sexo: “¿Qué puede salir de dos hombres? Nada, o ¿Qué puede salir de dos mujeres? nada; no hay fruto para Dios” 

“Todo lo que hay de las leyes LGBTI y todo lo que ellos han conseguido, es más una ideología de género, una ideología de ellos. En esa ideología, por tratarse de incluir ellos mismos se empiezan a excluir”, reflexiona.  

El pastor cristiano asegura que cuando un homosexual empieza a estudiar la biblia y a “darse cuenta y confrontarse” de que lo que él practica no es agradable para los ojos de Dios, “se sale de la religión o termina aún peor”. Concluye que esta es la razón por la que hay tanta ideología de género, pues en el mundo natural no pueden crear normas basadas en su expresión, el mundo positivista es el que los acoge a su igualdad y respeto de género.  

Sin embargo, confiesa que debe trabajarse por la aceptación, pues “Dios quiere que todos seamos salvados y que conozcamos de él y nos arrepintamos de todos nuestros pecados, es una parte importante y no se puede rechazar a nadie por su condición de homosexual”.  

Las experiencias dejan ver la inmensa complejidad de las batallas que luchan aquellas personas pertenecientes a la comunidad LGBTI+; más aún cuando es en busca de igualdad y respeto. Sin embargo, también destacan la importancia del amor y la aceptación familiar en el camino hacia la autenticidad y la felicidad, así como la necesidad de respeto e igualdad para todos, independientemente de su orientación sexual. 

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Los motorratones y el transporte legal en Jamundí: dos caras de la movilidad local

Los motorratones y el transporte legal en Jamundí: dos caras de la movilidad local

Autoras: Katherin Tapias|Valentina Flórez.

Facultad de Humanidades y Artes

En las calles del municipio de Jamundí, la movilidad está marcada por una dualidad única, entre los intrépidos motorratones y el transporte legal. 

El motivo principal por el que las personas prefieren esta alternativa es por el valor y la flexibilidad que brindan en sus tarifas, ya que el transporte constituido legalmente por el municipio tiene precios fijos y más elevados.

Con el paso del tiempo y el crecimiento de esta localidad, los motorratones se convirtieron en una parte integral de su paisaje urbano. La destreza de los conductores de las motos, su habilidad para navegar a través de las calles con rapidez y la percepción sobre sus tarifas más baratas promueven una opción de primera por la comunidad.  

Precisamente, los intrépidos motociclistas promueven un viaje aventurero y brindan servicios como repartir encomiendas y transportar pasajeros, lo que los ha convertido en la primera opción confiable de todos los jamundeños. 

Daniel Serna vive en Jamundí. Luego de sufrir una lesión en su brazo y estar incapacitado por dos meses decidió salir con su motocicleta a las calles jamundeñas para buscar ayuda monetaria, transportando a residentes del municipio. Siendo una alternativa temporal mientras terminaba de curarse, Serna explica por qué esta labor se convirtió en su oficio permanente: “Comencé a trabajar de motorratón y me amañé, porque me va mucho mejor que en el trabajo donde estaba”.  

Desde sus inicios en ese transporte informal han pasado 7 años, Según Serna, “el único riesgo que corro es que de pronto un guarda de tránsito me pare y me prohíba seguir transportando pasajeros”. 

¿Ilegal pero conveniente? 

El motivo principal por el que las personas prefieren esta alternativa es por el valor y la flexibilidad que brindan en sus tarifas, ya que el transporte constituido legalmente por el municipio tiene precios fijos y más elevados. Sin embargo, este también desempeña un papel crucial en la movilidad de Jamundí; está constituido por autobuses y taxis, que ofrecen una opción segura y confiable para los residentes y visitantes de la ciudad. Operados por conductores especializados y siguiendo las regulaciones establecidas por la ley 769 de 2002- Código Nacional de Tránsito-, el transporte legal propone una alternativa tranquila y ordenada para aquellos que prefieren un viaje más convencional y tradicional, como Bertha Ospina, residente en ese municipio, quien señala que “yo sí prefiero mi transporte de taxi porque esos motorratones son muy imprudentes y una vez me cobraron hasta más que un taxi”.  

Desde la perspectiva del transporte legal, se considera que el informal representa una competencia desleal y un riesgo para la seguridad de los ciudadanos. Eduard Zuñiga, conductor de una buseta en Jamundí, menciona que “los operadores informales no están sujetos a las mismas regulaciones y estándares de seguridad que tenemos nosotros como conductores formales”; aparte, al evadir impuestos y licencias, los operadores informales contribuyen a la informalidad económica, afectando negativamente a la comunidad en general.  

Las autoridades suelen tener una postura rígida frente al transporte informal, una actividad que viola las normas y leyes de tránsito; además, que suele poner en riesgo la seguridad de los pasajeros. El policía Andrey Chincangana, indica que “el transporte informal no se debería permitir en estos momentos porque no hay un control sobre los motorratones”, aunque reconoce que a veces no hay más alternativa que dejarlos laborar en su motocicleta, porque no tienen otras oportunidades laborales, pero deberían, al menos, cumplir con algunas de las normas: “se les debería obligar, a los que laboran en transporte informal, a sacar un seguro adicional para daños a terceros”.  

Actualmente, los policías solo pueden aplicar “las medidas correctivas que están enmarcadas en la ley 1801 del 2016 (Código Nacional de Policía y Convivencia), que determina los comportamientos contrarios a la convivencia, porque ya para inmovilizaciones o comparendos automovilísticos le corresponde al tránsito”.  

Eduardo Hernández es un guarda de tránsito que labora hace 8 años en Jamundí. Para él, “el motorratón siempre será piratería y no va a cambiar en nada, porque eso lo regula es la secretaria de Movilidad, quienes son los encargados de los seguros en caso de un accidente, porque el transporte informal no cubre la seguridad en caso de un accidente. La infracción de tránsito de ellos es la D12 que sería por piratería”. Este artículo se refiere a “Conducir un vehículo que, sin la debida autorización, se destine a un servicio diferente de aquel para el cual tiene licencia de tránsito”. 

Voces de los pasajeros 

¿Qué opinan los residentes de Jamundí? ¿Qué medio de transporte prefieren utilizar? Se les preguntó a 10 residentes al azar y 8 de ellos afirman que prefieren los motorratones. Varias pasajeras, entre ellas Isabella Olaya, Stefany de Los Ríos, Katherine Zúñiga y Danna Rosero coinciden en que los motorratones se han convertido en la opción de transporte preferida por una gran parte de la población, superando en popularidad a los tradicionales taxis y autobuses, por su comodidad económica y velocidad en los tiempos de llegada a sus destinos. 

…Los motorratones se han convertido en la opción de transporte preferida por una gran parte de la población“.

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Descuido médico: Entre la esperanza y el desamparo

Descuido médicoEntre la esperanza
y el desamparo
 

Autoras: Nathalia Sánchez Motato|Camila Torres.

Facultad de Humanidades y Artes

Desde diagnósticos erróneos hasta tratamientos mortales, una historia de errores y ciega confianza en el equipo médico. 

El 2 de julio del 2008, Mady Erazo despertó creyendo que ese sería un día como los anteriores. Se levantó de su cama y se arregló para irse a la Institución Educativa José María Córdoba, donde cursaba tercero de primaria, sin saber que tendría que enfrentarse a una crisis que la marcaría de por vida. 

Era una de esas mañanas en las que los rayos del sol se filtraban suavemente sobre la ventana de la habitación de Mady. Mientras ella se apresuraba para salir, caminó hacia su tocador y se maquilló rápidamente, como si su cuerpo ya supiera detalladamente la rutina. Estaba un poco distraída, pensando en las tareas que debía realizar durante ese día. Cuando ya creía estar lista, observó su blusa y se percató que se veía desarreglada. Al ajustarla, su mirada se detuvo en el reflejo del espejo. 

Fue entonces cuando Mady detalló la cicatriz que marcaba su abdomen, una línea vertical definida que se extendía por su tórax. Ese segundo de distracción se sintió eterno para Mady, al reencontrarse con el recuerdo del 2 de julio.  La prisa se desvaneció en un instante y su mente llena de pensamientos se quedó en blanco. 

Dando pequeños pasos y con un suspiro profundo, se sentó en la cama. Ese mismo vacío que envolvía su mirada retornó hacia ella, haciéndola desaparecer de su alrededor.  

Recordó ese día como si hubiera pasado ayer. Las luces blancas del hospital y las voces de los médicos a lo lejos la atormentaron por un instante, lo que trajo consigo un torrente de emociones. “Es inútil seguir escondiéndola y pretender que no está ahí”, dijo, mientras observaba una vez más la cicatriz. 

 El día que le cambio su vida 

El 2 de julio del 2008, Mady Erazo despertó creyendo que ese sería un día como los anteriores. Se levantó de su cama y se arregló para irse a la Institución Educativa José María Córdoba, donde cursaba tercero de primaria, sin saber que tendría que enfrentarse a una crisis que la marcaría de por vida. 

Había nacido nueve años antes, el 3 de enero de 1999 en Cali. Era la hija menor de una familia yumbeña, y la más inquieta de todos sus hermanos. Como era amante del azúcar, no era nada raro que sus padres la encontraran comiendo dulces todo el tiempo. Justamente, se comió toda una bolsa de chocolates que su abuela Lida le había dado a escondidas para que los distribuyera durante la semana.  

Luego de disfrutar de los dulces, Mady sentía su estómago muy inflamado, y con pequeñas pulsaciones en su abdomen, que alertaron a su abuela. Después de revisarla y darse cuenta de que la bolsa que le había dado llena de golosinas estaba totalmente vacía, Lida les avisó a Maritza y Juan, padres de Mady, quienes la llevaron al Hospital La Buena Esperanza de Yumbo, sin saber que de ‘buena esperanza’ no tenía mucho la entidad de salud. 

Esperaron sentados para ser atendidos, en esas sillas metálicas que caracterizan a cualquier hospital. Finalmente, luego de dos horas, en el altavoz se escuchó cómo llamaban a Mady al consultorio 1. Un médico la reviso con poco detalle mientras que Maritza y Juan, atentos, esperaban el diagnóstico.  

No tiene nada, solo son parásitos, deben purgarla, dijo el doctor.  

Los padres soltaron un suspiro de alivio y confiaron ciegamente en el especialista mientras le recetaban el medicamento. 

Hora cero 

Su padre salió en busca del purgante y recorrió todas las droguerías de yumbo, pero, “por cosas de Dios” no pudo encontrarlo. Se resignó y volvió a la casa en la noche, encontrando a su hija más enferma. Mady tenía muchas manchas de sangre por todo su cuerpo y no se podía mover por su delicado estado. Decidieron llevarla de nuevo al Hospital, en donde la atendió otro médico, quien les dijo que su dolor era muy confuso y que no podía hacer nada por ella. Así que la remitió a urgencias a la clínica Tequendama, en Cali, donde le sacaron exámenes y llegaron por fin a un diagnóstico certero: Mady tenía peritonitis y tuvo que ser remitida a la clínica Rey David, de mayor complejidad, para ser operada de emergencia, porque su apéndice ya se había reventado. Su recuperación fue dolorosa y las secuelas, tanto físicas como emocionales, que Mady atravesó fueron muy fuertes.  

Tanto el diagnostico como la formulación del medicamento fueron totalmente erróneos, pues el doctor hizo el diagnóstico sin exámenes previos y puso en riesgo la integridad de Mady ,al ignorar la llamada ‘hora vital’. 

Secuelas en salud mental y física 

Al pasar los años se convirtió en toda una adolescente, le emocionaba salir con sus amigos y vestir acorde a su edad. Pero veía a sus amigas con blusas cortas, enseñando su abdomen y recordaba que nunca podría llegar a verse igual a ellas. Su complejo la atormentaba cada instante, verse al espejo y sentir que no es feliz con su cicatriz le recordaba por siempre el doloroso día que le cambió la vida. 

“Cada ser humano es un mundo diferente, todas las patologías tienen diferentes presentaciones clínicas, pero si no se tiene claro cuál es el diagnóstico del paciente al ingresar a nuestro servicio se debe contar con un protocolo de acción para cada síntoma establecido y de esa manera tomar los paraclínicos adecuados para aclarar el diagnóstico”, indicó el médico General Doiver Rosero. Por el grave estado en el que se encontraba Mady, si no se cumplía con el protocolo adecuado, existía una gran posibilidad de sufrir secuelas permanentes en su salud física y mental. 

Con el pasar de los años, Mady ahora ve todo con otros ojos, cree entender el propósito de esa marca en su piel y la acepta sin dolor o tristeza, pues, para ella, es su razón de seguir con vida.  

                                                                 

Mady ahora ve todo con otros ojos, cree entender el propósito de esa marca en su piel y la acepta sin dolor o tristeza”.

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