ATESORADOR DE SONIDOS E HISTORIAS

En el centro de Cali, entre joyerías y una ferretería, se encuentra un local que a  simple vista no se ve, pero en su interior esconde un contenido en el que se puede evidenciar el paso del tiempo. Allí están encerradas memorias, pasión y amor por uno de los primeros formatos de grabación de música que se popularizó a partir de 1950 y aun sigue vigente en el siglo XXI.

Este rincón que atesora música con sus sonidos, sabrosura e historia, esta ubicado frente a la estación Petecuy, por toda la calle 15 con carrera 8ava y ha permanecido por más de 45 años gracias a la constancia de Rodrigo Sánchez.

Como vendedor de acetatos, Sánchez ha dedicado toda su vida a distribuir desde salsa, hasta vallenatos pasando por baladas, electrónica y dance, entre otros. Por cierto, no escucha ninguna de ellas, pero sí las recomienda a ojo cerrado solo por el hecho de ser elepés; sus melodías de preferencia son las carrileras, montañera y corridos que son, irónicamente los menos vendidos.

Este comerciante disfruta el placer de promover el trueque entre turistas y otros melómanos de la ciudad que lo buscan con el objeto de obtener nuevas melodías para enriquecer su oído y el gusto que adquirió cuando tenía tan solo 15 años entre fiestecitas con amigos y reuniones familiares.

Su fidelidad y amor por “la pasta”, como suele llamarla, nace desde el momento en que se da cuenta que ha sido el mejor formato para conservar el sonido. En su juventud se destacaba por tener el mejor tocadiscos del barrio y sus alrededores, la mejor salsa, bailable y brava, que sin embargo nunca se atrevió a danzar.

Su negocio empezó cuando personas de diferentes lugares de la ciudad y del país empezaron a contactarlo para intercambiar música o solo para tener el deleite de percibir la sinfonía que solía escuchar con sus amigos de copas los fines de semana.

Y así sin más ni más y década tras década se aferra a la música por su contexto social, condición de vida y vigorosidad que lo hace compartir y ser pionero en la conservación y recuperación de los elepés de la ciudad, participando en eventos muy prestigiosos como el Encuentro de Melómanos en Cali, donde deleita y comparte su pasión musical con cientos de personas.

“El Míster”, como es conocido en el mundo musical, es propietario y vendedor de discos elepés de 45 y 78 RPM  (revoluciones por segundo) con 12 pulgadas, que almacena en una colección de más de 5.000 discos de Larga Duración.

En el proceso de almacenamiento, “El Míster” es muy exigente pues debido a la ubicación del local, el sol da durante todo el día y debe tapar con una funda nada llamativa los fuertes rayos que son su única amenaza para la preservación apropiada de estos.

  • En su juventud se destacaba por tener el mejor tocadiscos del barrio y sus alrededores, la mejor salsa bailable y brava que sin embargo, nunca se atrevió a bailar.   

 Por: Alejandra Espinosa

  @NEGRURAESPINOSA

El abrazo del oso: una Santiaguina en Berlín.

Un viaje de más de 24 horas, la mayoría de ellas en el aire. Tres escalas, la primera, Cali – Bogotá, hasta ahí nada grave; pero la segunda era la que más temor me despertaba, porque me habían dicho que demoraba cerca de once horas.

Berliner Dom, la catedral más grande de Berlín.

Bogotá – Frankfurt me abría la puerta a una de las mayores experiencias de vida como estudiante, tener la posibilidad de conocer otro país, otro continente, otra cultura de la que poco o nada sabía, además de la barrera del lenguaje, algo difícil pero no imposible de sortear, pues el inglés se ha convertido en el idioma universal para los alemanes. Todo salió bien y el tercer vuelo, Frankfurt – Berlín de solo una hora, fue la culminación del largo viaje.

Berlín me recibió en primavera, lo que suena muy bonito y hasta poético, pero en realidad no me imaginaba qué era estar en esa época del año, pocas veces vi el sol, la mayor parte del tiempo el pronóstico indicaba una temperatura entre 1 y 5 grados centígrados, acompañados a veces de viento y lluvia. Debía ponerme cinco capas de ropa para lograr adaptarme, algo impensable bajo nuestro maravilloso sol caleño.

Todo era impactante, al salir del aeropuerto tomé un bus articulado cuyo piso casi tocaba el andén, de tal manera que los viajeros podíamos subir la maleta sin mayor esfuerzo; además, sin sentirme como sardina enlatada y a punto de ebullición. Me llevó a una estación de tren con dirección a Rudow y de ahí hasta la Berliner Strasse, la calle donde estaba ubicado el hostal donde me hospedé durante los 28 días de mi pasantía.

Los paisajes, la gente, las calles, estatuas de osos por doquier, los enormes edificios que se alzaban imponentes, me obligaban a las comparaciones, pues a diferencia de los países de América Latina que crecen de manera horizontal, Alemania crece verticalmente, lo que le permite abrir calles amplias, repletas de árboles a lado y lado.

Celebración del día del trabajo en la puerta de Brandemburgo.

Algo que fue inevitable sentir a la llegada fue  la tranquilidad y seguridad que ofrece a propios y visitantes, Berlín te abraza y te ofrece esa sensación de no tener que preocuparte por un robo, la gente deja sus bicicletas sin candado en plena calle y nada les pasa, ni un rasguño.

Ni qué decir del sistema de transporte público, ya lo anhelaríamos en Cali, es tan efectivo que cuenta con subterráneo (Uban), tren de superficie (Sban), buses articulados de dos pisos, tranvía y taxis, la posibilidad de tener varias alternativas o rutas para llegar a un mismo sitio, además tiene ciclo rutas por toda la ciudad y senderos peatonales. Esta ciudad fue pensada para ser recorrida por todos, nada de trancones, cero huecos.

Berlín es un gigante que se levantó después de pasar por dos guerras mundiales y la división de un muro por 38 años entre orientales y occidentales. Cargado de memoria, cientos de monumentos cuentan en presente la magnitud del horror que dejó la guerra, el impacto de las masacres, el monumento a los judíos caídos, el cementerio Ruso, el memorial a los Soviéticos, la casa memorial de Wannsee, el campo de concentración Nazi Sachsenhausen, un kilómetro del muro que aún sigue en pie, por mencionar algunos. Con cada uno de ellos podría contar una historia que marca y eriza la piel.

Un mes entre libros, más de lo habitual.

Mi vida estuvo llena de libros por un mes, tal vez más que de costumbre; la idea era hacer una revisión bibliográfica en el Instituto Iberoamericano de Berlín, que cuenta con más de un millón de libros en español, de toda América Latina. Es una pequeña muestra de la información que alberga Alemania; justo al lado queda  el gran edificio de la Biblioteca Pública de Berlín que tiene no menos de doce millones de libros en todos los idiomas y acceso al conocimiento sin restricciones.

En el instituto se entrelazan varias culturas, tiempo compartido entre argentinos, uruguayos, mexicanos, peruanos, chilenos, colombianos, gente de todas partes desarrollando investigación sobre América Latina desde Europa.

Junto al docente José Fernelly Domínguez, tomando un buen café después de la jornada de trabajo.

Esta experiencia me ha permitido pensar en la investigación como una forma de producir pequeños cambios, especialmente desde el campo de la memoria social, esa que fue posible descubrir en un país que ha conocido la crueldad de la guerra, donde los alemanes de uno y otro bando han sido participes de la construcción de una nueva sociedad, esa que parece ser nuestra gran meta como colombianos y que ahora nos muestra una posibilidad con el proceso de paz.

Por: Érika Aristizábal 

  @1989earisti 

EL CIELO ESTÁ AHÍ

Saliendo del bus, cansado pero sonreído por la esencia chibcha en la querida hora pico, mi mente-cual película- se apartó de la bulla y se concentró en una lágrima silenciosa que generó un gran eco en mi alma. Me acerqué a secarla y pregunté a la fuente de aquel rocío:


 -¿Qué le pasó doñita, por qué llora?

Desde su silla de ruedas, acomodando su caja de pequeños productos (chicles, bombones, bananas), dice:

-Porque estoy cansada de que me ignoren y humillen; me han corrido del MIO muchas veces y además aquí nadie para, usted es el primero y son las 5 de la tarde. Chamo, no es fácil que la gente no te determine y súmele que no tengo donde dormir; ¿no le parece que es suficiente para llorar?

Con el corazón en la mano le digo que nadie la puede hacer sentir menos sin su consentimiento, que es muy valiosa para Dios y que a partir de aquel día tendría un pana, un caramelo, una llavería que le ayudaría a encontrar puertas; acto seguido oramos y sus lágrimas desaparecieron.

Sabía que en aquel momento la señora vivía un desierto y yo, aunque no tuviera el agua cristalina que ella demandaba, podría ser un río. Esa promesa me perseguía cada vez que salía del MIO. Entonces se volvió parte de mi rutina, antes de llegar a casa, hacía una última parada que llamé “la esperanza”. Llegaba, le contaba de mi día, de las clases, de mis gustos y le pedía consejos de conquista; ella, siendo una poeta con calle, siempre la tenía lista. Le conté de mi rap y le gustó, por eso cuando estaba triste le cantaba y ella hacía los coros, así nos convertimos en unos panas sin peros, sin esperar nada a cambio que no fuera una sonrisa sincera.

 Cuando el alma mira, la comunicación es pura.

Con el pasar de los días estaba yo hablando de ella, cuando ¡oh sorpresa!, no me sabía su nombre. No se si fue por elevado o porque cuando hablan las almas los títulos sobran; lo cierto es que siendo protagonista de mi vida tenía que saber cómo llamarla. Le pregunté. Su respuesta me dejó frío:

-Me llamo Cielo.

Mi corazón interpretó su nombre como la realidad más pura en el mundo hoy: el cielo está ahí, al lado, esperando que la gente se acerque; pero el ser humano es frío e ignora el humilde y glorioso tesoro que vive en lo impredecible, lo amable, lo indescifrable.

En diciembre de 2015 había comprado unos pequeños detalles para mi familia. El 23, quedé en verme con Cielo y no podía aparecerme con las manos vacías; así que decidí llevarle lo que pensaba poner en el árbol de casa (Perdón familia, les debo sus regalos). Con el gozo en cada paso llegué donde mi socia, ella me esperaba con una tarjeta de navidad y un llavero, a lo que yo sonrío y le entrego su regalo con quizá el más sentido “Feliz navidad” de mi vida. Nos quedamos compartiendo, comiendo, cantando y, sobre todo, gozando.

Pero allí no terminaba la sorpresa, cuando ya estaba satisfecho por la jornada, la vida me dio una gran lección a través de aquel personaje. Antes de irme, me entregó una bolsa con un jean como el que había estado buscando todo diciembre en las tiendas.

No la creí y al principio fui esquivo:

-No, véndalo y con ello se hace lo del cuarto de hoy.

A lo que dice

– No me lo desprecie, recíbalo y se lo vacila mañana.

Su gozo al dar me obligó a recibir, diciendo:

-Me lo llevo sólo porque esto es un párrafo imborrable en mi vida.

Una charla que no se vende, el Cielo habla y sorprende.

Así, aquel 24, mientras compartía con mi familia con el jean vacilao, entendí que la vida a través de la doña me enseñaba que el cielo está ahí, al alcance de todos, donde menos lo imaginamos, escondiendo invaluables tesoros.

Por: VJ

  @vjrecreo 

Un vistazo a la realidad

La última clase de la materia Géneros y Formatos Periodísticos fue sin duda la más memorable para los estudiantes que la cursaron; tuvieron la oportunidad de hacer una visita empresarial al diario el país, que es el lugar al que muchos desean llegar a desempeñarse como periodistas.

 Registro bibliográfico del periódico el País.

 En su visita fueron recibidos por Luisa Jaramillo, una egresada de la Universidad Santiago de Cali, quien les hizo un pequeño recuento de su experiencia al salir de la universidad y entrar en ‘el mundo real’. Junto a ella también estaba Diego Polanco, quien actualmente es practicante dentro del diario.

 El país Online.

Ambos concuerdan en que ser parte de un periódico con tanto prestigio como ‘El País’ ha sido una de las experiencias más enriquecedoras que han vivido.

Registro fotográfico del periódico el País.

Claudia Bedoya, también egresada de la USC, les contó un punto de vista diferente; al tener más experiencia pudo contar un poco los cambios que ha vivido el periodismo a lo largo de los años que lleva ejerciendo; uno de ellos, y de los más significativos, son las nuevas tecnologías; como anécdota relató que antes, para encontrar a un periodista, tenían que ir hasta su casa, cosa que ahora se puede hacer fácilmente con un mensaje a su celular.

Los estudiantes recorrieron varias secciones dentro de las instalaciones del periódico, entre ellas la sala de diseño y el espacio donde se guardan los archivos del periódico. Fue la oportunidad para que explicara cómo se almacenaban las fotos antes de la era digital.

También visitaron las instalaciones del Q’hubo, donde se hizo un pequeño contraste entre este y el periódico.

 Mural entrada periódico el Q’hubo.

Tuvieron además, la oportunidad de hablar con varios de los periodistas presentes, quienes les contaron un poco del día a día que se vive dentro del periódico, cómo se preparan para hacer una noticia, cómo es el funcionamiento general y cómo les toca correr contra reloj diariamente.

Por: Alejandra Salazar Jordán 

CONOCIENDO UN MUNDO TOTALMENTE DIFERENTE

Cuando escogí la materia de Periodismo Social para cursar en este semestre tenía la incertidumbre de  saber cómo se desarrollaría; por chismes de pasillo sabía con antelación que iría al Centro de Formación Juvenil Buen Pastor de Cali, también era la primera vez que tendría que ver clase con la  docente  Olga Behar, quien es una eminencia dentro de la comunicación y el periodismo a nivel local, nacional e internacional. Tenía muchas dudas de asistir a esta clase, mi prejuicio sobre Olga es que debía ser una profe muy  pesada y exigente,  lo que me creaba una sensación de miedo.


El día de la primera visita, la experiencia del primer contacto con los jóvenes que están recluidos allí fue totalmente fuerte, mucha timidez, miradas pesadas por parte y parte, y un ambiente frío  y de expectativa, fue lo que pude percibir en aquel día. Luego entramos en confianza y comenzamos a interactuar con los chicos, unos eran muy alegres, otros muy tímidos, siendo muy cortantes en sus respuestas cuando cada algunos de los compañeros les preguntaban sobre algo.

Con el pasar de las clases, a través de las interacciones, cada vez salían más historias y nuevas cosas por contar por parte de los jóvenes. Entre risas y chanzas, yo iba entiendo mi rol dentro de este curso, todo era muy nuevo para mí y la confrontación entre mi realidad y la realidad de ellos fue tan fuerte que me invitó a reflexionar y a ir motivado a cada uno de los encuentros con los adolescentes.

Un inconveniente que nos hizo replantear el proceso que ya llevábamos adelantado tuvo que ver con el grupo de muchachos que trabajó con nosotros,  les llego un brote de varicela lo cual los hizo entrar en cuarentena marginándolos del proceso haciendo que se entorpeciera el buen desarrollo de las actividades, pero esto no impidió que siguiéramos adelante con el propósito de seguir trabajando con los chicos, inclusive en una de las sesiones tome la decisión de ingresar a la casa donde había comenzado el brote de esta enfermedad para saludarlos y saber cómo seguían después de tanto tiempo sin salir.

Para el día final del curso se organizó un evento muy simbólico pero que dejó, en estudiantes USC y adolescentes Buen Pastor una huella muy importante. Presentación musical, menciones de honor y, entre otras, ver las caras de felicidad de los familiares de estos jóvenes me hicieron entender que dentro de todo lo negativo, siempre habrá espacio para lo positivo.

Por un rato, entre el baile y la recocha hicimos olvidar a estos chicos del momento tan complejo que atraviesan y esto también los hace comprender que existe una alternativa, un camino que podrían tomar y que los haga sobreponerse a su vida antigua, haciendo que ellos se interesen por estudiar, trabajar, formar un hogar y divertirse dentro de lo bueno que les ofrece la vida.

Esta experiencia me dejó marcado, porque ignoraba totalmente que existiera un centro de formación juvenil donde los chicos permanecían recluidos por sus actividades delictivas, que este centro hace trabajos de tipo social, psicológico y de acompañamiento para que los jóvenes comprendan la magnitud de sus errores y entren en conciencia para resocializarse  y no  reincidir.

Como comunicadores, es importante seguir en el camino de ayudarles a estos chicos y sentir el espíritu de ayudar a los que más lo necesiten, desde la comunicación. Particularmente, me quedan las ganas de seguir apoyando estas causas, es satisfactorio ser parte de un grupo de ciudadanos que aportan un granito de arena que puede contribuir al mejoramiento de nuestra sociedad.

Por: Jerry Mitchell

  @chocojerry