“No somos delfines, somos más bien los huérfanos de la esperanza de todo un país”.


Juan Manuel Galán nació entre periodistas –sus padres Luis Carlos y Gloria Pachón-, pero le llegó la adolescencia en medio de campañas políticas y muchas dificultades de seguridad, derivadas del ataque frontal de su padre a fenómenos como el narcotráfico y la corrupción. Cuando apenas iba a terminar el bachillerato, tuvo que enfrentar el asesinato de su papá y huir del país con su mamá y dos hermanos menores, a Francia, donde el duelo, el nuevo idioma y una cultura diferentes marcaron –para bien, sobre todo- a los descendientes de Luis Carlos Galán.


Hoy, dos de ellos, Juan Manuel y Carlos Fernando, están dedicados a la política. Y en medio de la polarización que aqueja a Colombia, hay sectores que los responsabilizan de hechos de corrupción que ellos ruegan tajantemente, y les dan el calificativo de delfines, por el solo hecho de ser hijos de Galán.

Olga Behar conversó con Juan Manuel Galán sobre estos temas.

¿Cómo caracteriza Usted la figura del ‘delfín’ político y de qué manera ha funcionado en Colombia?

La palabra delfín viene del francés ‘le delfin’, que era, en las cortes francesas, el heredero del trono, el heredero del poder; por definición, un delfín es un heredero de poder. Y sobre todo de unas estructuras de poder político, de poder económico en general, en donde estas estructuras necesitan una solución de continuidad y buscar a quién dejarle esa herencia. Son unas estructuras construidas a base de clientelismo, a base de poder económico derivado de cooptar el Estado y el poder público a nivel local, a nivel regional y nivel nacional.

Y muchas de esas estructuras son fruto de lo que yo he llamado el narcotráfico en Colombia como un proyecto político. El narcotráfico en Colombia, para poder ser entendido realmente en su dimensión, no se puede reducir a la mirada de un simple proyecto criminal, un grupo de criminales que delinquen y que exportan cocaína, y que utilizan su poder para intimidar y para corromper. No, realmente, cuando hay dominio territorial y dominio poblacional, por definición estamos ante un proyecto político. Y eso es lo que ha sido el narcotráfico en nuestra historia, en las últimas décadas.

Pero además, el narcotráfico ha buscado financiar campañas políticas, con el fin de avanzar ese proyecto político. Y esas campañas se han financiado a todo nivel, desde un edil, que aspiran a una Junta Administradora Local en Bogotá, o en Santa Marta, o en Barranquilla, o en Cartagena, donde hay distritos y donde hay ediles; pasando por un concejal, pasando por diputados, pasando por representantes a la cámara y senadores. Lo mismo, alcaldes, gobernadores y presidente de la república, porque sistemáticamente, los dineros del narcotráfico han estado rondando y han estado circulando, sobre todo en efectivo, en campañas electorales.

 Luis Carlos Galán, durante la campaña presidencial. Foto tomada de El Pilon.

} ¿El narcotráfico y la corrupción se han convertido, pues en elementos cruciales para el deterioro de la política en Colombia y para reproducir el dominio de esas castas gobernantes regionales?

Si. Por ejemplo, las masacres y la violencia también han sido un instrumento privilegiado por el narcotráfico, y lo que estamos viendo de esos asesinatos de jóvenes, esas masacres de jóvenes en Samaniego, en Antioquia y en varios departamentos del suroccidente del país, son masacres hechas con sevicia, como ejemplarizantes, para que la población entienda quién manda aquí, quién es el que ordena ya quién le tiene que hacer caso.

Entonces, ese es un tema importante para entender esa figura del llamado delfinazgo político, que es la política en cuerpo ajeno, y es que, a medida en que caen figuras políticas por sus vínculos con ese proyecto político del narcotráfico, con esa violencia tan atroz , y con tanta sevicia, necesitan buscar quién asuma esas estructuras clientelares, políticas, que han construido a lo largo de los años, porque ya terminan encartados en procesos judiciales y se ven inhabilitados para para continuar, entonces, para la supervivencia de esta estructura necesitan que asuma un miembro de la familia, una esposa, una hija, un hijo, una sobrina, un primo, una prima, y ​​eso ha sido tradicionalmente la costumbre o la manera de actuar de esas estructuras.

De todas maneras, también hay una acción política que se ha ido pasando de generación en generación. Por ejemplo, Alfonso López Michelsen fue el heredero de las ideas de su padre, López Pumarejo; Álvaro Gómez Hurtado recibió un legado de su padre, Laureano Gómez. Y así vemos, en los partidos tradicionales, este fenómeno, para el cuál, los padres preparan a sus vástagos.

En el caso de personas que han crecido, se han formado dentro de un ambiente político, electoral, que han aprendido a querer el oficio, a querer incursionar en la política, pero porque sienten una vocación, inculcada directa o indirectamente por sus progenitores, recorren un camino de preparación, de formación intelectual, recorren un camino político, que les permite ir escalando unas posiciones de reconocimiento, con un desempeño para mostrar y unos resultados, que son los casos que tú has mencionado, de Alfonso López Michelsen y de otros, hasta el caso de Andrés Pastrana.

Creo, entonces, que habría que hacer una distinción muy clara entre estructuras ligadas al proyecto político del narcotráfico, a la corrupción, al clientelismo, a buscar apoderarse de la contratación pública, de privatizar criminalmente la contratista pública, para direccionarla hacia uno u otro contratista que representa el poder económico, para financiar la estructura clientelar, la estructura a nivel local y regional, asociada a intereses del narcotráfico; esto es una cosa. Y otra cosa es el delfinazgo de personas que han estado en la presidencia de la república y sus hijos deciden seguir el camino.

Carlos Fernando (izq.) Y Juan Manuel (der.), Dos de los hijos de Luis Carlos Galán que heredaron su pasión por la política. Foto tomada del medio Silla Vacía

Ese pudo haber sido el camino de ustedes, si a Galán no lo hubieran matado y hubiera podido llegar a la presidencia de Colombia. Pero como no fue así, ¿cuál podría ser la explicación de que los llamen también delfines?

En el caso nuestro y en el caso de muchas personas, que vieron asesinados a sus padres, por enfrentar precisamente ese proyecto político del narcotráfico y denunciar el clientelismo, en denunciar la corrupción y la manera como se aprovechaban de la contratación pública, se apoderaban de los cargos públicos para su beneficio personal o de grupo o del clan, pues es muy diferente. En el caso nuestro, más que delfines somos huérfanos, huérfanos de una esperanza que fue asesinada, y era la esperanza de toda una generación de colombianos, que se sintió representada, interpretada por Luis Carlos Galán, por su movimiento, el Nuevo Liberalismo, que representaba una amenaza para el statu quo, una amenaza para el establecimiento tradicional de la política colombiana ligada a ese proyecto político del narcotráfico, ligado a esas prácticas clientelistas.

Además, Luis Carlos Galán fue una amenaza aún mucho mayor que los grupos armados ilegales, porque el levantamiento en armas de algunos grupos guerrilleros que combatían también esas estructuras, de alguna manera perdía legitimidad, por ser un levantamiento violento a través de las armas. Pero lo que demostró mi papá es que se podía hacer por la vía de la no violencia, por la vía institucional, así el camino fuera de mucho más desigual, mucho más demorado, mucho más difícil, con muchos tropiezos y obstáculos.

Entonces, cuando él llegó a tener opción de poder, a finales de la década del ochenta, aproximándonos al año 89 y al año 90, se dieron cuenta de que políticamente no podría tenerlo, y por eso tomaron la decisión de asesinarlo, generando una gran frustración en esa generación de clase media profesional urbana, que no se sintió representada por las opciones tradicionales de los partidos liberal y conservador, pero tampoco le gustaban mucho los grupos de izquierda, todavía ligados todavía de una manera ambigua a la lucha armada. A pesar de que muchas de esas personas que integraban esos grupos de izquierda, eran personas genuinamente idealistas, que creían en la democracia y que querían luchar por esos ideales que defendía la guerrilla, pero en el escenario democrático, en el escenario legal nacional, y también terminaron siendo asesinados.

Entonces nosotros, lo que recibimos como herencia de mi padre, no fue un poder económico, porque mi papá nunca tuvo negocios, nunca tuvo propiedades, no tuvo fincas, no tuvo acciones, no tuvo empresas sino, simplemente, vivía de su quehacer, primero como periodista y luego como senador, como congresista; obviamente, con el apoyo de mi mamá, que con su labor periodística también contribuía al sostenimiento del hogar. Tampoco mi papá montó una estructura política clientelar, clientelista, el Nuevo Liberalismo tuvo representación política, sobre todo en Bogotá, donde fue muy activo y donde tuvo un apoyo del voto de opinión muy importante. Pero nunca esos cargos de representación política que tuvo el NL como partido fueron utilizados, como esas otras mafias, para sacar provecho de la contratación, para robar, para generar una dependencia indignante,

Entonces, lo que heredamos, realmente, fue un cariño, fue un aprecio de la gente, un reconocimiento que es extraordinario que en un país sin memoria, o de escasa memoria, como Colombia, después de 31 años aún perdure ese reconocimiento, ese cariño y ese afecto de la gente por lo que representaron Luis Carlos Galán, el NL y sus ideas políticas.

Dos de los tres hijos de LCG se decidieron por la política, en algunas etapas han estado en partidos diferentes -y controversiales- y ahora son más independientes. En todo caso, las críticas se fundamentan en la idea de que ustedes han utilizado esa imagen impecable de su padre, y que en ese sentido, son delfines. ¿Cómo ven ustedes esta crítica?

Nosotros decidimos que nuestras carreras iban a ser de servicio público, en el sector público y no solamente hemos estado en contiendas electorales, en donde democráticamente la gente ha podido determinar si nuestros perfiles, nuestra trayectoria, las ideas que hemos defendido, les gustan o no . Hemos tenido también experiencias en el Ejecutivo, como nombramientos en cargos públicos, pero además hemos desempeñado esos cargos con excelencia, con resultados. Desde que yo fui viceministro de la juventud, director del programa presidencial Colombia Joven y estuve de segundo en la embajada de Colombia en Londres, ahí están los resultados del trabajo, ahí están las realizaciones, y que además nunca hemos tenido escándalos o cuestionamientos, porque nunca hemos hecho negocios desde el sector público, nunca hemos querido enriquecernos,

Esa ética nos la enseñó mi papá y la hemos seguido, él decía que los negocios y la política son como el agua y el aceite. O uno se dedica a hacer política y al servicio público, y para poder defender el poder público y el interés general tiene que tener independencia de intereses particulares, privados, de negocio; o uno se dedica a los negocios, que también es absolutamente legítimo, porque los empresarios son necesarísimos en cualquier país, en cualquier democracia, para que generen empleo. Pero mezclar política con negocios, que es por ejemplo lo que tiene enredado a Donald Trump –además de muchas otras cosas de su personalidad y de su talante como gobernante-, lo que lo tiene enredado de fondo es esa mezcla entre negocios, intereses particulares, y política.

En Colombia tenemos varios casos, que tienen que ver con mezclar indebidamente los negocios y la política. Nosotros decidimos dedicar nuestra vida al servicio público, porque pensamos que tenemos vocación política y mi papá nunca hizo negocios, como lo mencioné antes, propiedades, acciones, riqueza, ni fincas, y menos, so pretexto de ser “emprendedor”, buscar por ejemplo volteo de tierras, o buscar zonas francas en ciertos sitios de la Sabana de Bogotá, para de esa manera y desde una posición privilegiada, utilizando el poder, o abusando del poder, lo cual es por definición corrupción –corrupción es ante todo abuso de poder – buscar hacer negocios particulares desde esa posición privilegiada.

 Aquí, con sus padres, ambos periodistas. Foto tomada de el Espectador

´Siembra’, película caleña, desde hoy en cines.

Cada vez son más los productos cinematográficos colombianos que no solo generan expectativas entre el público nacional sino también en el internacional, como lo es ‘’Siembra’, una película dirigida por Ángela Osorio y Santiago Lozano que se estrena hoy, 14 de abril.


‘Siembra’ nació del trabajo de grado de los directores, junto a dos compañeros más en la Universidad del Valle. Se enfocaron en entender el concepto de desplazado y el desplazamiento y después la investigación la convirtieron en un guion literario, que daría inicio de esta producción.

La película se desarrolla en el Distrito de Aguablanca, en un barrio conocido como ‘’Cuatro Esquinas’,’ donde el protagonista, Turco, un pescador de la costa pacífica colombiana añora regresar a la tierra que abandonó tres años atrás, a causa del conflicto armado, en compañía de su hijo Yosner.

Turco vive en la ciudad, atrapado por un sentimiento de desarraigo mientras su hijo encuentra en ella un futuro posible. La ilusión del padre por regresar se rompe con la muerte de Yosner. Turco se ve confrontado por el dolor y la impotencia ante ese cuerpo inerte que se ha convertido en un obstáculo más para volver a su tierra. Mientras se celebran los rituales tradicionales de velación, Turco se distancia y deambula por la ciudad para realizar su propio duelo, pero el tiempo pasa y tiene que encontrar un lugar para enterrar a su hijo.

Gerylee Polanco, productora de la película, afirma que ‘Siembra’ crea un imaginario de todas esas historia que se tejen entre lo urbano y cuenta la experiencia del desarraigo, pero también del destierro, en un país como Colombia donde el conflicto armado ha reconfigurado las ciudades, por la migración de las gentes del campo.

María Camila Márquez  

@decolorhormiga

CINE ACCESIBLE PARA TODOS

En la sala de sistemas Hellen Keller de la Biblioteca Departamental hay seis personas, todas concentradas en un trabajo que realizan en los computadores. Saludo con un muy buenos días y nadie me mira. Pregunto por Juan Gabriel Soto y una voz responde ¿quién lo necesita?… una situación extraña para quienes nos relacionamos con videntes.


Luego de la incertidumbre inicial, me dirigí a todos para invitarlos a un interesante curso sobre historia del cine colombiano.

El Taller de Cine Incluyente, realizado por la Universidad Santiago de Cali para personas con discapacidad visual, ha sido la oportunidad para conocer a estos seres humanos y la forma como se las han arreglado para llevar sus vidas de manera eficaz. No conocía la apropiación que tienen de las nuevas tecnologías y el aporte que éstas hacen a sus existencias.

En esta ocasión, estos funcionales diversos pudieron apreciar obras cinematográficas gracias al sistema de audiodescripción de las películas proyectadas. Esta técnica consiste en compensar la carencia de captación de la parte visual contenida en cualquier tipo de mensaje, suministrando una adecuada información sonora que la traduce o explica, de manera que el receptor (discapacitado visual) perciba dicho mensaje como un todo armónico y de la forma más parecida a como lo percibe un individuo que ve.
Los asistentes al taller escuchan con atención la película. Ríen, se sorprenden y la comentan al igual que los facultados para ver. Luego, en el debate, Juan Gabriel habla de otras experiencias del sistema de audiodescripción, como la realizada en Europa a películas y series televisivas, gracias a la norma UNE 153020 publicada en España en el año 2005.

Aunque los estudiantes de este curso de cine incluyente aplauden esta iniciativa por parte de la Universidad y de Min Cultura, algunos manifiestan que faltan políticas públicas que exijan a las casas de cine tratar las películas nacionales y extranjeras con procesos de audiodescripción.

MARISOL JORDÁN/ DOCENTE.

DELFINES POLÍTICOS Y EL SISTEMA PATRIMONIALISTA COLOMBIANO

DELFINES POLÍTICOS Y EL SISTEMA PATRIMONIALISTA COLOMBIANO

Autor: Sin autor.

Facultad de Humanidades y Artes

Para cerrar la serie sobre los delfines en las nuevas generaciones de políticos en Colombia, Utópicos le pidió a la abogada y exdiplomática Clara Inés Chaves Romero un análisis sobre este fenómeno que ha marcado la vida política colombiana durante más de ochenta años de vida republicana.

La corrupción se ha institucionalizado en el poder, enquistándose a través de las casas políticas regionales que, con la compra de votos en las distintas elecciones en el país, plagian uno de los pilares de la democracia, el derecho que tienen todos los colombianos a votar libremente por el candidato de su preferencia.

El sistema patrimonialista sigue vigente en muchos países. Es decir, es la gobernabilidad concentrada en el poder personal absoluto de la oligarquía, comprendida por unas familias que detentan el poder y que se lo traspasan entre ellos. Este poder fluye directamente del líder. Se compone principalmente de una mixtura entre los sectores público y privado. Estos sistemas autocráticos excluyen del poder a las clases media y baja y, en ocasiones, a la clase alta, y se caracteriza también porque las fuerzas armadas son leales al líder, dejando por fuera a la población.

Este sistema no es ni bueno ni malo, depende de las circunstancias y del análisis del país en su momento histórico y de la manera como se maneja el poder en beneficio del bien común de toda la colectividad, de la consolidación de la democracia y de la gobernabilidad, construyendo el futuro con bases sólidas.  Para Weber, las monarquías patrimoniales y formas similares de gobierno eran proyecciones del patriarcado (la regla del padre dentro de la familia) sobre un conjunto más amplio de relaciones sociales. Hay dos formas principales de patrimonialismo en el análisis de Weber de la autoridad tradicional (dominación). Una forma se caracteriza por una estructura descendente en la que el emperador o sultán gobierna sobre la base de su propia autoridad legítima a través de funcionarios burocráticos tradicionales (por ejemplo, eunucos).

En principio, la Iglesia católica es patrimonio en este sentido tradicional, con el Papa como el Gobernante Patrimonial. La otra forma de patrimonialismo todavía está de arriba hacia abajo, pero se acerca al tipo ideal del feudalismo occidental europeo, con una base para la autoridad legítima fuera de la autoridad del gobernante central. En Francia o Inglaterra del siglo XII, por ejemplo, podría haber consistido en la aristocracia caballeresca. Esta forma feudal de patrimonialismo evolucionó finalmente en Monarquía Constitucional. El Senado de los Estados Unidos es un vestigio de la Cámara de los Lores en Inglaterra. Francis Fukuyama, politólogo de Stanford, lo describe como reclutamiento político basado en los dos principios de selección de parientes y altruismo recíproco.

Colombia no se ha escapado a este sistema gobernado por élites familiares, las cuales presentan características que indican similitudes y diferencias entre los linajes presidenciales, más allá de la filiación política tradicional bipartidista que gobernó al país por décadas, es decir: entre liberales y conservadores. Existen particularidades importantes dentro de estas élites a tener en cuenta, que han sido factores indispensables para su posicionamiento en el país, como son: el origen del linaje, el pensamiento político, las actividades económicas, la formación académica y el padrinazgo político.

En cuanto  a la procedencia del linaje responde a su ascendencia a la élite colonizadora, es decir a España y su fortaleza política nace en la época de la colonia; por ello, me referiré a las familias que gobernaron en el siglo XX en Colombia.

En este sentido, el abolengo de la familia Ospina viene de manera ininterrumpida desde el siglo XIII. Ellos llegaron con la conquista y con la creación de municipios en el país, fortalecieron su presencia al interior de la burocracia estatal, adquiriendo reconocimiento, prestigio social y posteriormente político.

En relación con la familia Lleras se encontraron vestigios del siglo XVIII y es a partir de la línea genealógica de Mateo Lleras Acuña y Josefa Alá y Tome, que se encuentran referencias por su origen catalán que le permitieron ingresar a la elite política del país en la época colonial, obteniendo posiciones públicas, uniones maritales e ingreso a la academia.

Por su parte, el linaje de la familia López viene por el sastre del Virrey Jerónimo López en el siglo XIX, que hace referencia a las clases profesionales en ascenso  que le permitieron obtener un desarrollo financiero e industrial del país durante los siglos XIX y XX, lo que facilitó la conformación del poder político del linaje presidencial. 

La familia Pastrana no tiene antecedentes españoles, por lo que su ingreso a la élite política colombiana se dio a través de actividades económicas y a un padrinazgo político. 

Estas élites políticas tradicionales tienen un soporte económico y una actividad alterna al ejercicio público; es así como la familia Ospina tuvo actividades relacionadas con la minería, la agricultura y el urbanismo. Los López se caracterizaron por sus actividades con la banca desde la época de Pedro A, López  y con empresas transnacionales de bienes.  

Por su parte, los Lleras se conocieron por sus actividades en medios de comunicación, en las leyes, como profesores en universidades prestigiosas del país, lo que les facilitó un conocimiento con la realidad colombiana, y tanto Alberto Lleras como Carlos Lleras Restrepo se caracterizaron por ser abanderados de la moral del país. 

Por su parte, los Pastrana se concentraron en distintas actividades heterogéneas, como en impulsar la Corporación Financiera Colombiana de Desarrollo Industrial, participar en la Cámara de Comercio Colombo-Americana, la creación de CAFAM; la introducción de las tarjetas de crédito en Colombia, con el establecimiento de Diner’s Club en el país. 

En torno al pensamiento político, estas élites se destacaron por pertenecer y conformar los partidos tradicionales del país: el liberal y el Conservador.

En el siglo XX, los liberales se caracterizaron por grandes reformas, las cuales perduran hasta hoy, como fue la Revolución en Marcha, Ley 200 de 1936, por la tecnificación y especialización de las instituciones del Estado y por las reformas administrativas, como la que se dio en 1968 bajo la presidencia de Lleras Restrepo, entre otras. 

Por su parte, los conservadores representados por los Pastrana y los Ospina, se identificaron por una filosofía social-conservadora en la que reforzaron el sector agroindustrial y minero, con la creación del ministerio de Agricultura y Ganadería y algunas obras de infraestructura.  

La concentración del poder político del país en el siglo pasado se caracterizó por la presencia de cuatro linajes que se consolidaron en el Frente Nacional, como respuesta al padrinazgo político que se dio en su momento en el que se renovó la élite política y se rotó el poder entre estas 4 familias. 

Se dieron alianzas familiares en las que repartían la burocracia del país, pues en el siglo XX existieron cuatro presidentes que gobernaron dentro del Frente Nacional: Alberto Lleras Camargo, Guillermo León Valencia, Carlos Lleras Restrepo y Misael Pastrana, cuyos descendientes tienen hasta la fecha una influencia en la vida política del país.

Estas alianzas se llegaron a dar incluso en el plano residencial, pues estas familias habitaron el mismo barrio, sincronizándose de esta forma, pues mucho se conoció que a través de la familia Ospina, que creó el barrio Teusaquillo en la capital del país, muchos de estos clanes residieron en este sector.

De otra parte, el debilitamiento de los partidos políticos tiene una relación con las castas familiares que se transmiten el poder de padres a hijos, e incluso a nietos y sobrinos, quienes crean lealtad entre ellos, para no perder sus privilegios ni los favores, con los cuales construyen plataformas políticas que les permiten perpetuarse en el poder y apropiarse  de los recursos y del Estado. 

Hasta la llegada de Álvaro Uribe Vélez al escenario político, perteneciente a una nueva casta de poder, caracterizada por liderazgos personales que aprovecharon el contexto político del momento, pero que debido a los escándalos de corrupción de posibles alianzas con los narcos y los paras, su asentamiento en el poder se ha dado de una manera carismática y personalista, que va más allá de un linaje proveniente de un ancestro en el poder. 

Ahora su hijo, Tomás Uribe pretende posicionarse como su delfín, simplemente por el hecho de que su padre ve la amenaza de perder su investidura de intocable, pues ha pretendido dominar las ramas del poder público, concentrando su poder en su figura patriarcal, y en la actualidad se ve obligado a responder por innumerables presuntos delitos, asunto a lo que no está acostumbrado. 

A pesar de que pertenece a la casta política de la familia Santos, Juan Manuel Santos llegó a la presidencia, no por su linaje sino promovido por el carisma de Uribe Vélez, debido a las circunstancias socio políticas de ese momento. 

En el Siglo XXI, surgen nuevas figuras que no pertenecen a las castas políticas, pero que sí parecería que pueden ser alternativas de llegar al poder, como es el caso de Gustavo Petro. Pero, difícilmente se podrá consolidar esta expectativa, debido a que difiere totalmente del sentir de las élites políticas, que a pesar de que se encuentran debilitadas, no lo están tanto como para perder el control de los hilos del poder. 

Por su parte, Iván Duque llegó como el delfín de Uribe, que lo puso en el poder como candidato de su partido, pero que no demuestra las características de un líder que podría sobrevivir a largo plazo sin su padrino político. 

Sergio Fajardo se perfila como un candidato independiente que deberá rehacer su alianza con alguna élite del poder, para poder ser parte de las élites que siempre han gobernado al país, si quiere consolidar su aspiración presidencial. 

Aunque algunos expertos consideran que el surgimiento de nuevas figuras en la escena política colombiana es un respiro y que ponen en dificultades a las castas políticas del país, no lo es tanto, si los programas de gobierno que promueven estas nuevas figuras van en contravía de los intereses de conservación de esas élites.

Por todo lo anterior, algunos han considerado que este sistema patrimonialista es el secuestro del Estado, que conduce al debilitamiento de la democracia, en el que no se permite en la práctica real el surgimiento de nuevos partidos políticos, al menos si estos no son de las corrientes ideológicas tradicionales.

La corrupción se ha institucionalizado en el poder, enquistándose a través de las casas políticas regionales que, con la compra de votos en las distintas elecciones en el país, plagian uno de los pilares de la democracia, el derecho que tienen todos los colombianos a votar libremente por el candidato de su preferencia.

Además, a este sistema oligárquico de concentración de poder se le atribuye el debilitamiento del campo, debido a las distintas políticas que han fortalecido el latifundio sin función social, quebrantando la razón de ser de la propiedad según lo establece la constitución colombiana, y haciendo quizás inviable el desarrollo de uno de los puntos del acuerdo de paz, la reforma rural integral, porque, al parecer, toca los intereses de la oligarquía, que es el control del territorio a través de grandes extensiones que se utilizan para la ganadería y para consolidar su poder per sé.

…Algunos han considerado que este sistema patrimonialista es el secuestro del Estado, que conduce al debilitamiento de la democracia, en el que no se permite en la práctica real el surgimiento de nuevos partidos políticos, al menos si estos no son de las corrientes ideológicas tradicionales.

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