No hay camino, se hace
camino al andar

Autor: Pedro Pablo Aguilera

Es un hecho ampliamente aceptado que la Inteligencia Artificial está teniendo un impacto en el periodismo, publicistas y personas relacionadas con la transmedialidad. No se detendrá y nos cambiará mucho la profesión.

La Inteligencia Artificial generativa es una realidad que se volverá cada vez más común e integrada en productos cotidianos, como software, motores de búsqueda, redes sociales y dispositivos tecnológicos.

Las implicaciones probables son:

En primer lugar, muchos periodistas, publicistas y transmediales producirán más contenidos a menor costo en un mundo donde la mayor parte de los contenidos tal como las conocemos son información pura y no análisis o creación, son, empaquetamientos desechables del día a día. Esto sin duda, deprecia al profesional, salvo casos con competencias diferenciadas que por ahora la academia  en muchos  casos no ofrece.

La IA satisface las necesidades y deseos de las personas, manteniéndolas informadas  y cubriendo sus necesidades en tiempo casi real, sin depender de  especialistas o expertos. Somos más autónomos e independientes en parte a esta tecnología. Es un hecho.

Frente a esto los periodistas y demás creadores tendrán un papel cada vez menos destacado en donde son suplantados por un número creciente de actores o agentes como son influenciadores, instagramer, tiktoker, youtuber, DJ o creadores en cualquier campo, que experimentarán agresivamente con el uso de IA generativa.

La perspectiva del periodismo, el publicista y el transmedial es según los especialistas más reconocidos lo siguiente:

A corto plazo, se cree que es exagerado lo que puede pasar y que esto será una burbuja que estallará, yo soy dudoso en esto, aunque es un deseo de muchos.

Claro que  hay resistencias iniciales, pero la Inteligencia Artificial continuará su avance imparable, teniendo un impacto significativo a medio plazo, aproximadamente en 5 a 7 años.

Pero la innovación tecnológica es tan acelerada con la IA en sus formas más diversas del campo o los campos asociados a la comunicación, que tendremos una brecha entre los que si puedan experimentar y los que les estará limitado el uso de esos avances, La pregunta es ¿cómo podrían los periodistas, publicistas y transmediales competir si están fuera de esas capacidades que optimizan los resultados que esperan los públicos?

 ¿Nos quedamos en la idea de ser oficio cuando en el siglo XXI somos es que seamos gerentes y estrategas de la información-comunicación?

Unos defenderán la “exclusividad” de decir hecho con cerebro humano 100%(algo que dudo harán muchos). Otros, buscarán adaptarse y hacer una adaptación mixta entre IA y humanización en los procesos creativos. Aquí me sitúo personalmente.

Aun así, habrá quien desee optar por hacer de la IA el centro para “vender” más a menos costo y responder a la creciente demanda de contenidos. Y en esto seamos sinceros, existe una gran demanda pública y presiona a las grandes empresas de medios y a los llamados independientes. Las leyes del mercado entre oferta y demanda existen y funcionan.

Repetiré, el llamado cuarto poder fue diluido primero con internet, luego con las redes sociales y ahora con la IA. Simplemente no existe. La fuerza de la opinión está en nosotros, en cada uno de nosotros si comprendemos el algoritmo, pero el poder está en nosotros.

El mundo de la comunicación ha perdido todo control en la distribución e incluso en el control de las fuentes de información y para colmo, la IA tiene la capacidad generativa de titular, hacer copy, guionizar, musicalizar, verificación de fuentes, redacción, palabras claves, diseño de estrategias de medios, evaluar y caracterizar públicos, programación automática de mensajes y de gestión de redes. Finalmente hace control de calidad y ofrece plan de mejoramiento.

La IA es un hecho, pero hay espacio para nosotros. Así como en los alimentos, hay en comunicación públicos específicos que quieren no ser mercantilizados, tecnologizados, que buscan una comunicación “sana”, “orgánica”, “no contaminante” y “sostenible” en donde se potencie que lo escrito, lo visto o escuchado sea humano “100% humano”. Ese público existe. Es esencialmente muy disperso y los datos dicen que no es urbano. Es limitado en numéricamente, pero real.

Frente a ese purismo, casi ludista, que protestan por el uso de la IA hay un mundo pragmático que sigue avanzando y creo es muy mayoritario.

Cada revolución tecnológica es un paso de avance, y la IA, puede apoyar a una comunicación a brindar una mejor experiencia cuando se involucran tecnología y creación humana responsablemente. Eso es ubicarnos estratégicamente en un mundo donde la IA existe por obra humana.

¿Qué será  y es de hecho un mundo diferente? Sí; pero esa es la vida.  Por ello el título de esta columna, recordando al poeta Antonio Machado cuando escribió “caminante [periodista-publicista-transmedial] no hay camino, se hace camino al andar”.

Goodfellas y los lavaperros
de la sucursal del cielo

Autor: Sandro Buitrago Parias

La primera vez (sí, la primera porque la he visto muchas) que vi la película Buenos Muchachos, de Martin Scorcesse, no pude evitar aguantar la respiración, observar con la boca abierta, y admirar a un Director que era capaz de jugar con varios narradores, diseñar y realizar unos planos secuencia asombrosos, en medio de una historia de Gangsters con actores talentosos y reconocidos.

Una buena traducción al español latinoamericano, The Goodfellas, los panas, muchachos, amigotes. Un filme que habla no sólo de la mafia norteamericana, sino de la lealtad (o falta de ella) la adicción a las drogas, y una época como los años 70 y 80 donde se consagró la ambición y la codicia como un valor que aún rige nuestra sociedad.

Ambientada en una Nueva York dominada por familias italianas que controlan los negocios turbios, Buenos Muchachos se me hacía entonces una representación cercana a algunos aspectos de mi vida en Cali, Colombia, durante los años 90. Una ciudad, que al igual que aquella Nueva York, padecía de unas familias de narcotraficantes que controlaban los negocios sucios de la urbe, y unos “lavaperros” que deseaban ser parte de los “duros”, los ascendidos, tal como Tommy De Vito, el personaje de Joe Pesci, que al igual que muchos de estos aspirantes a narcos locales, termina muerto de manera cruel.

La diferencia es que en la diégesis de los filmes de Scorcesse, los delincuentes mantienen cierto código de honor, sólo ciertas personas podían ser ascendidas. En el caso del personaje de Ray Liotta, Henry Hill, al ser de ascendencia irlandesa y no italiana, le negaban la oportunidad de volverse un Capo, o como diríamos en nuestra tierra “un duro”.

En Cali, cualquier mandadero de narco se creía (o cree aún) con derecho a llegar a un lugar y esperar ser atendido como Rock Star, intimidar, y coquetear con cualquier mujer del lugar, bajo la premisa de que quien se oponga sentirá el rigor de su maldad. Me remonto entonces a esa Cali de los años 90, donde la cantidad de delincuentes de poca monta que se regodeaban en la crapulencia de una ciudad sin Dios ni ley, la hacían invivible para los ciudadanos comunes y corrientes.

Personas que sólo iban a sus trabajos toda la semana y tal vez deseaban divertirse en un bar o discoteca los viernes y sábados, pero se encontraban con espacios lúdicos atiborrados de bandidos, mujeres trofeo y hasta lamebotas de los mandaderos de turno. Una situación que podría haber sido bien retratada en la película Lavaperros del cineasta caleño Carlos Moreno, pero no lo fue, pues su argumento se fue por otro lado, tal vez menos interesante. El ambiente mafioso de las calles de Cali, se podía sentir en restaurantes, gasolineras, supermercados, la Calle 5ª, la Avenida 6ª, y especialmente en las tiendas de ropa, donde quienes atendían se creían también “duros”, porque atendían a “duros”.

Esta es una historia que nuestro cine no ha contado. Se ha repetido hasta el cansancio la historia de los narcos, de sus mujeres, de los traquetos, pero no la de la gente de a pie que se hizo cómplice del narcotráfico, que lo acogió y lo adoptó con brazos abiertos, con ambición, sin ética y sin pudor. Una historia que represente esa ciudad más cercana a Ciudad Gótica que a la “Sucursal del Cielo”, más cercana a los personajes de Goodfellas, a esos jóvenes clase media, como Alias Chupeta, que dejaron de estudiar porque el narcotráfico brindaba un acceso más rápido al dinero.

Hace falta ese retrato de toda una generación que como Henry Hill en Goodfellas, desde pequeños sólo se dijeron a sí mismos “desde que tengo memoria, solo quise ser un gangster”. * Dedicado a la imagen de la mafia italiana en el cine.