XIX SEMANA DE LA PUBLICIDAD Y LA COMUNICACIÓN

“El contenido es líquido, narrativas transmedia”

Del 24 al 28 de octubre de 2016

La XIX Semana de la Publicidad y la Comunicación, tiene como lema “El contenido es líquido, narrativas Transmedia”. Este evento académico está orientado a  promover reflexiones en torno a los desafíos contemporáneos en la producción de contenidos digitales y narrativas transmediáticas, tanto en el campo publicitario como en los medios de comunicación y organizaciones de todo tipo.

La Semana de la Publicidad y la Comunicación de la Universidad Santiago de Cali, es uno los eventos más antiguos de la región y el país, que en todas sus versiones, ha logrado traer como conferencistas y talleristas a destacados profesionales en diferentes campos. Para la XIX Semana de la publicidad y la Comunicación, a realizarse del 24 al 28 de octubre, se contará con la participación de Andrés Mompotes (Subdirector de Información de Casa Editorial El Tiempo-Bogotá); Mariana Cárdenas ( Planificadora estratégica de la Agencia Ogilvy&Mather); Fredy Leyton (Publicista, planning y miembro del Comité Académico de la IAB); Hugo Mario Cárdenas (Periodista, Editor Unidad Investigativa del Periodico El País); Juan David Saab (Cofundador de Luabooks, arquitecto de información y consultor en experiencia de usuario); Carlos Mario Jaramillo (Director de Asuntos Corporativos de Harinera del Valle y consultor en agencias de comunicación); Hector Miranda (Director general de Innova Brand); Jorge Oswaldo Páez ( Editor gráfico del periódico El País); Felipe Cardona ( Master en sociedad de la Información y el conocimiento, docente USC); Hernán Rodríguez ( Experto certificado por google, consultor en aplicaciones para marketing empresarial); Olga Behar ( Periodista, politóloga y escritora colombiana. Docente y Directora de Unimedios USC).

Así mismo, en la agenda de la XIX Semana de la Publicidad y la Comunicación,  XVI Muestra Audiovisual VEO; XVII versión del Taller de Creatividad Bajo Presión; III versión del Show Room de Unimedios y el Speed Networking.

El evento inicia el lunes  24 de octubre a las 10:00 a.m, en el Auditorio Pedro Elías Serrano ( Bloque 4, piso 3).

Para participar en el evento, deben diligenciar la inscripción tanto para las  conferencias como para los talleres.

La facultad de Publicidad y Comunicación invita a estudiantes, docentes, investigadores, egresados y empresarios a participar en la versión XIX de la Semana de la Publicidad y la Comunicación

ENTRADA LIBRE

Liliana Marroquin / Directora programa Comunicación Social 

  @LiliMarroquin 

Lanzamiento de la novela ‘Más fuerte que el Holocausto’

Lanzamiento de la novela ‘Más fuerte que el Holocausto’, de la periodista Olga Behar

Martes 25 de octubre 8:45 a.m. Auditorio Pedro Elias Serrano (Bloque 4 piso 3) Universidad Santiago de Cali

La reconocida periodista, escritora y docente de la Universidad Santiago de Cali, Olga Behar, escudriña en la memoria histórica de Bruno y Karolina Teicher, para narrar las vicisitudes de una pareja que logró sobrevivir a la barbarie que vivieron durante la persecución Nazi contra los judíos y su llegada a Colombia.

 La novela muestra que en medio de la crueldad de la guerra, el amor fue más fuerte que el Holocausto. Se trata de una historia traída de una experiencia real, que fue tomando forma en un exhaustivo proceso de investigación periodística, basado en entrevistas en profundidad y revisión documental de archivos personales de los protagonistas, entre los que se destaca el diario de guerra que celosamente escribió y guardó Karolina Teicher, quien a sus 92 años, decidió en compañía de sus hijos y en memoria de su amado esposo Bruno, romper el silencio para relatar su historia.

“Más fuerte que el Holocausto”, es la segunda obra de ficción que Olga Behar realiza, en la que apelando a la riqueza del lenguaje literario, encuentra un modelo para  narrar la paz y el posconflicto, logrando  relatar una historia que debe ser contada por la importancia que tiene reconstruir la memoria y contar los hechos para que no se repitan.

El evento de lanzamiento de la novela “Más fuerte que el Holocausto”, hace parte de la agenda de actividades de la XIX Semana de la Publicidad y la Comunicación, organizada por la Universidad Santiago de Cali y está programado para el martes 25 de octubre a las 8:45 a.m., en el auditorio Pedro Elías Serrano, Bloque 4 piso 3. ¡Entrada Libre!

Otras obras de la periodista y escritora Olga Behar:

‘Las guerras de la paz’, ‘Noches de humo’, ‘Penumbra en el Capitolio’, ‘El caso Klein’, ‘El clan de los doce apóstoles’ y ‘A bordo de mí misma ’

Para mayor información sobre agenda XIX Semana de la publicidad y la Comunicación http://semanadelapublicidadylacomunicacion.com.co  

 Liliana Marroquin / Directora programa Comunicación Social 

  @LiliMarroquin 

Capítulo entero de la nueva novela de Olga Behar ‘Más fuerte que el holocausto’

Una enternecedora historia de amor y esperanza en medio del odio y la desesperanza en Polonia ocupada por los nazis es el tema de la nueva novela de Olga Behar, periodista, novelista, politóloga y directora de nuestro medio Utopicos.com.co. “Más fuerte que el holocausto” saldrá al público este viernes en Bogotá, Colombia. Publicamos con autorización exclusiva un capítulo de este conmovedor drama humano: La boda. Ventas fuera de Colombia desde la página Icono Editorial. 

La boda

Había transcurrido un año desde el aciago día en el que se habían unido para siempre. Las horas que debían haber sido las más felices de sus vidas, terminaron por confirmar su desgraciada realidad.

Apenas un mes antes de la boda, Tashi había llegado precipitadamente al Lager, el campo de trabajo contiguo a la planta refinadora de petróleo Galitzia, instalado por los nazis luego de la invasión triunfante al este de Polonia y del consecuente dominio total sobre toda la nación europea.

El Lager era un lugar frío, gris, a punto de caerse a pedazos por el hacinamiento. El patio central era en realidad una calle de piedra grisácea que separaba varios edificios que podían ser de hasta tres pisos, en donde se organizaron las barracas con literas en las que vivían los judíos que trabajaban en la refinería, sin remuneración ni mínimas garantías laborales.

Lo encerraron con verjas altas para que nadie pudiera escapar. A la izquierda, estaban las mujeres, obligadas a asear todo el lugar, preparar la comida de los alemanes, lavar sus ropas y prestar los servicios que fueran solicitados. Algunas limpiaban también las oficinas de la refinería. Al lado este se levantaba el alojamiento de los varones. Solo con algunas excepciones se podía conseguir algún permiso para salir, pero siempre eran los jefes que integraban el Consejo de Gobierno interno –llamado Judenrat– quienes lo otorgaban, pues los alemanes nunca concederían el «privilegio» de andar por las calles.

Los judíos allí confinados vivían una auténtica hambruna. Debían conformarse con cáscaras de papa y otras sobras. Si lograban intercambiar con los campesinos ucranianos (vecinos del campo) una camisa, un pantalón, alguna pertenencia que aún conservaban, podían disfrutar de un poco de arroz o de unas hojas de té.

Pero Józef Pollak, el joven de veinticinco años que había logrado un cupo en la fábrica gracias a sus habilidades en mecánica de motores, tenía la convicción, como muchos otros judíos que ya estaban allí, de que solo en un campo de trabajo podría sobrevivir. Para los invasores era imperativo refinar gasolina y así garantizar la operatividad de su maquinaria de guerra. Estar allí era, pues, una gran oportunidad a la que no muchos judíos podían aspirar. La mayoría de la población judía de Drohobycz –la ciudad natal de Józef y Tashi– había sido reunida en un gueto ubicado en uno de los barrios más populosos del centro y, al promediar 1943, los nazis parecían haber llegado a la conclusión de que debía acometerse una solución definitiva para tanta gente «inservible». Por eso, a lo largo y ancho de Polonia, comenzaron a ser liquidados los guetos y la gran mayoría de sus habitantes fue trasladada a campos de concentración.

El gueto de Drohobycz no fue la excepción. Allí vivía la familia de Józef y también la de su enamorada, Natalie Gluckman.

De solo veinte años, Natalie –a quien todos llamaban cariñosamente Tashi– era una joven muy agraciada. Sus cabellos rubios caían sobre los hombros en ondas perfectas, sus ojos eran azul cielo y, aunque era bajita –a lo sumo 1,58 de estatura– tenía un cuerpo armonioso. Pero lo que más lo cautivaban eran su gracia e inteligencia.

Apenas había comenzado a cortejarla cuando la guerra trastornó todos sus planes. Y ahora que la liquidación del gueto era inminente, se sentía obligado a salvar su vida.

—Trae a tu enamorada, Józef, aquí haremos hasta lo imposible para cuidarla. Hay mucho trabajo en el Lager.

—Me da miedo, Cecylia, tal vez salvemos su vida pero, ¿y si alguno de los comandantes intenta sobrepasarse con ella? ¡Yo no lo soportaría!

—No te preocupes, que los alemanes nos desprecian.

Se sintió aliviado. Si lo decía Cecylia, una joven de unos diecisiete años, que ya llevaba varias semanas allí, debía ser cierto.

Tomó entonces la decisión de llevarse a Tashi al Lager. Habló con uno de los consejeros y le rogó por un cupo de aseadora para su novia.

—Tráela ya. Pero no te tardes, porque en cualquier momento pueden venir esos a hacer un conteo sorpresa.

El viento golpeó con fuerza su rostro. Al respirar, podía ver el vaho surgir de su boca. No había tiempo qué perder. Durante veinte minutos caminó –casi corrió– por las calles que separaban el Lager del gueto. La vigilancia no era muy fuerte, «estarán ocupados en otras fechorías», pensó. Atravesó un par de cuadras más y unas cuantas zancadas lo ubicaron frente a Moshé, el padre de Tashi.

—Señor, buenas noches. Vine para hablar con usted.

—Es peligroso, Józi. Dime, pero rápido —le advirtió mientras le servía un agua caliente desteñida que parecía ser té. —

Gracias. Necesito su permiso para llevarme a Tashi. Según rumores, van a liquidar el gueto y no quiero que ella pase dificultades. Ya averigüé en el Lager y hay una plaza en la refinería. Le prometo cuidarla.

—No hay tiempo qué perder. Confío en ti, Józef; sé que serás un caballero con mi hija y, si han de vivir y estar juntos, tienen mi bendición.

Con apenas una cartera que contenía su peineta, una muda de ropa y un reloj de pulso pequeñito, pero fino, Tashi salió del cuarto familiar. Entre sus pechos había alcanzado a guardar algunas fotografías. Tenía esperanza de vida, la ilusión de enfrentar los peligros al lado de su enamorado; pero tenía el corazón roto. Con agilidad, se puso las botas gruesas, ya raídas por el esfuerzo de tres inviernos, y salió de la mano de su Józi. En la puerta, su padre levantó un brazo en señal de despedida, mientras con el otro intentaba cubrir parte de su rostro para que la tercera de sus cuatro hijas no viera las lágrimas que nublaban la última mirada que dirigió a las siluetas que se perdían entre las tinieblas.

* * *

Se marchaba con la certeza de que no volvería a ver la mirada tierna de su padre, de que sus cantos juveniles serían sepultados por la horrenda realidad del exterminio, como le había sucedido a la primogénita de la familia, a su pequeño sobrino y, seguramente, también a sus otras dos hermanas. Solo unos cuatro kilómetros separarían a Tashi de su padre. El camino a la fábrica se hizo rápido, en solo veinte minutos atravesaron la reja e ingresaron al Lager. Allí, Tashi fue recibida por Samuel, el jefe judío del campo, quien le hizo una pequeña evaluación y la envió a una pieza del segundo piso para que ocupara una de las veinte literas apiñadas en el estrecho espacio, no sin antes explicarle:

—Vas a empezar en las oficinas administrativas de la refinería. Al jefe de personal le interesa que tengas habilidades en secretariado y contabilidad. Pero no esperes que te asignen solo las cuentas y la correspondencia, lo más posible es que tengas que limpiar y acatar todas las órdenes que te den.

—Muchas gracias, señor Samuel.

—Ah, y no te dejes alterar por la forma de ser de esos tipos. Si los contradices, se te acaba el trabajo y de pronto hasta la vida.

Abrazados, como solo podían hacerlo al interior del pequeño cuarto donde funcionaba el Judenrat, murmuraron promesas de amor, mientras Tashi sacaba de entre su falda una bufanda a rayas grises y negras, medio raída.

—Józi, hace mucho frío, y acá las noches deben ser más heladas todavía. Te servirá para abrigarte. La tejí en el gueto con dos agujas y un poco de lana que reutilicé de un saco grueso que logramos llevar. Estaba un poco maltrecho, por eso lo desbaraté para reutilizar lo que todavía servía.

—Más que para abrigarme, mój skarb [mi tesoro]. Tiene tu aroma, aroma de ángel.

—Bueno, ya, cada uno para su «casa» —sentenció Samuel.

—¿Puedo llevarla? —preguntó Józef,implorante.

—No te tardes. Ya casi apago la luz.

Atravesaron el patio sin pronunciar palabra. Tomarse de las manos y caminar tan lento como les era posible fue suficiente para sentirse felices. Por pocos instantes, parecieron olvidar su condición de esclavos; la realidad de haber perdido contacto con sus respectivas familias. Un beso rápido y la mano tosca, pero cálida, sobre el rostro helado de Tashi fueron la despedida por esa noche.

En la puerta del edificio de las mujeres estaba la pequeña Cecylia. Sin mucho protocolo, la condujo por una oscura escalera hasta la segunda planta donde fue recibida con enorme cariño por quienes, a partir de ese momento, serían como hermanas y madres para ella.

No todas eran jóvenes, pero la mayoría sí tenía la fuerza suficiente para trabajar como mula. Rápidamente la acomodaron en la litera que había dejado –quién sabe para ser llevada a dónde luego de que los nazis la sacaran de la fila, el día anterior– la mujer a quien Tashi reemplazaría desde la mañana siguiente.

—Aquí tienes esta toalla. Enróllala y te servirá de almohada… o de cobija si sientes mucho frío —ofreció una de ellas.

—Toma, acá hay un poco de té caliente. No sabe a nada, pero te ayudará a sentirte mejor —le brindó otra.

—Józef es un buen muchacho, siempre está pendiente de nosotras —agregó otra de las más jóvenes—. Mucho gusto, soy Adela.

Tashi sonrió agradecida. Durmió sin sobresaltos, se sentía más segura que en el gueto. Si su Józi la había llevado allá, era porque le convenía, porque era la mejor opción para estar juntos y a salvo.

* * *

El camino diario de ida y vuelta era muy peligroso, en cualquier momento uno de los oficiales o soldados podía intentar agredirlos o descargar sus arrebatos de rabia. Los trabajadores eran trasladados desde el Lager en grupos grandes, hombres y mujeres separados, y custodiados por tres o cuatro milicianos bien armados.

¿Cómo te sentiste hoy, querida? —le preguntó Józef, mientras tomaba sus manos y las besaba, al ingresar al patio central, después de la primera jornada en la refinería Galitzia.

—Trabajé duro, pero eso no es problema para mí. En la fábrica puedo aguantar. Lo que me da miedo es la caminata. Hoy, a lo lejos, vi cómo azotaban a un hombre, solo porque andaba un poco más despacio. Ojalá me pudieran dejar acá en el Lager.

—Haré todo lo posible. Me llevo bien con el señor Samuel. Ya me hizo dos grandes favores: me dejó traerte y conseguirte trabajo. Pero esta misma noche hablo con él. Gracias a esa «palanca», Tashi fue reasignada a las labores de aseadora interna.

—El trabajo es mucho más duro, Natalie —le explicó Samuel—. Debes lavar los pisos, primero con cepillo y luego secarlos con trapos.

—Lo que usted ordene, le agradezco mucho.

Hincada durante horas enteras, se esmeraba para no tener que aguantar los gritos de los nazis si se les daba por revisar. También debía lavar la ropa de los trabajadores y tender las literas con las escasas frazadas que todavía conservaban. Los piojos invadían el lugar y laceraban las pieles de los famélicos habitantes del Lager. No había manera de erradicarlos, pues las condiciones de aseo eran muy precarias, y lavar las cobijas y sábanas hubiera sido un sueño imposible de cristalizar, porque eran demasiadas y, además, porque el jabón escaseaba.

En el invierno, el agua corriente apenas bajaba como un hilito en los chorros instalados en los lavamanos de la primera planta del edificio por lo que, en innumerables ocasiones, debían romper hielo de la parte posterior de la fachada y calentarlo de alguna manera para lavar la ropa.

Como si fuera poco el trabajo que tenían las veinte mujeres, les adicionaron el oficio de pelar papas, que ingresaban en grandes toneles. El destino de los cientos, miles de tubérculos, era el Ejército. Los esclavos judíos nunca tendrían la oportunidad de recibir una papa entera para comer. Debían conformarse con las cáscaras, que hervían con agua y sal, para hacer un remedo de sopa que tomaban los agotados y gélidos trabajadores cuando regresaban de la extenuante jornada en la refinería.

Solo lograban sentir, de vez en cuando, que eran seres humanos cuando Mundek, el hollinero del Lager, las premiaba con un poco de agua caliente para lavarse durante las heladas noches de invierno, o para preparar una tacita de té, si es que podían conseguir alguna hierba aromática.

—Rápido, traigan pronto un balde limpio para echarles el agua. Y un plato hondo, que voy a raspar la olla de la sopa.

Es que Mundek, un joven pelirrojo, de unos veinte años –que debía haber sido grande y fuerte pero ahora era a duras penas un bulto de huesos y piel–, era quien encendía la estufa para preparar las comidas de los alemanes y polacos que custodiaban el área y conducían –ida y regreso– a los esclavos que trabajaban en la fábrica.

Con el paso de los días, comenzaron a conocerse más, unas y otras. No todas eran solteras; varias de ellas eran madres que habían perdido el rastro de sus hijos. También había hermanas, otras eran primas; todas ignoraban qué había sido de sus seres queridos. Pero la mayoría estaba, como Tashi, y también Cecylia, la más joven de todas, solas allí.

—¿De dónde vienes, Natalie? —preguntó una de ellas en una de esas noches oscuras en que terminaron durmiendo de a dos –y hasta de a tres–, debido al frío que calaba hasta los huesos.

—De Drohobycz.

—Qué cerca estás de tu familia. La mía está un poco más lejos, en Boryslaw —comentó Cecylia. —Cuéntanos de tus padres, Natalie. —Tashi, díganme Tashi, por favor. Durante más de dos horas, les relató algunos detalles sobre ellos.

* * *

Moshé Gluckman era uno de los hombres más bellos que solían caminar por las calles de Drohobycz. No era alto ni muy fornido, pero su piel blanca con textura de durazno y sus ojos de un azul profundo lo hacían ver algo diferente a los demás judíos del barrio, casi todos de cabellos cobrizos y ojos pardos.

De joven, se dedicaba a la venta de telas en su pequeño negocio ubicado no muy lejos de la céntrica calle de Mickiewicz. Pero su familia había logrado ganar mucho dinero en el comercio, el suficiente como para comprar una pequeña planta refinadora de gasolina, una de las muchas que habían surgido en la región de Galitzia gracias al hallazgo de grandes pozos de petróleo a finales del siglo xix. Alcanzó a hacer algunos estudios de ingeniería en una universidad de Cracovia para convertirse en el director de producción de la planta.

No era precisamente un judío ortodoxo, pero sí tradicionalista, de aquellos que solían asistir con su familia al templo cada sábado para la lectura de la Torá y la celebración del día consagrado al descanso. Las fiestas religiosas eran motivo de grandes celebraciones en la familia Gluckman, que se reunía para la preparación de comidas opíparas, en las que se cantaba, se rezaba un poco y, sobre todo, se disfrutaba de la unión y del cariño que les había enseñado –casi exigido– a todos el patriarca.

Fela, su afortunada esposa, no le dio el hijo varón que cualquier hombre hubiera deseado en esas épocas. «¿Cuatro mujeres?», les preguntaban con frecuencia con no poco asombro. Y él, orgulloso, aseguraba que era el rey del hogar, el más consentido y atendido del mundo entero.

—Y yo soy la tercera de esas cuatro niñas. Mi hermana mayor se casó y tuvo un hijo. Pero esa es otra historia que, por cierto, no tiene un final feliz. Mejor durmamos, porque nos espera un día de mucho trabajo. Con el triste recuerdo de Dina y su sobrinito, Tashi secó sus lágrimas y se quedó dormida.

* * *

Las oportunidades para encontrarse con Józef en el Lager eran más bien escasas. Pero cualquier instante de conversación, o una simple mirada furtiva, eran suficientes para alimentar ese gran amor.

A pesar de que una cerca dividía el edificio de mujeres del de los hombres, podían verse por un breve espacio, todos los días, en el patio, cuando ellas aseaban los dormitorios masculinos, o cuando otras se dirigían a la entrada para ir con los hombres a la refinería. A veces, Tashi lograba camuflarse, por unos instantes, en ese grupo.

Como podía pasar hasta media hora antes de que comenzara la marcha, incluso podían tener rápidas conversaciones.

—¿Cómo te sientes en la fábrica?

—¿Sabes? Cuando estoy allá tan ocupado con las máquinas, me siento como cualquier trabajador y a ratos se me olvida lo que estamos viviendo. Pero cuando el día se termina y tenemos que organizarnos de nuevo en las columnas para venir al Lager, vuelvo a la realidad. Solo me consuela saber que de pronto te voy a ver cuando llego.

A través de miradas, pequeñas notas y uno que otro pedacito de alimento que lograba conseguir, Józef fue formalizando cada vez más la relación. El cortejo aumentaba cuando podía dispensarle atenciones especiales, como subirle los baldes de agua para que ella no tuviera que cargarlos, desde la primera planta, por los altos escalones que conducían al segundo y tercer piso.

Tashi se sentía feliz con el amor que Józef le profesaba, pero temía alimentar su ilusión; debía evitar que él fuera más adelante. Para qué casarse en semejante situación. No podrían vivir juntos, cada día sería más difícil aspirar al disfrute cotidiano de pareja y –lo peor– la abrumaba el temor de quedar embarazada. ¡Cómo iba a traer un niño al mundo, encerrada y con la vida pendiendo de un hilo todo el tiempo!

Pero el destino iba a determinar un plan diferente. Pocas semanas después de la llegada de Tashi, Samuel Baumstein, el presidente del Consejo de Administración del campamento, decidió convertirse en el celestino de la enamorada pareja. Una tarde llamó a Tashi a su oficina:

—Bueno, creo que es hora de que formalices tu relación con Józef.

—Pero, señor Samuel, yo no quiero casarme.

—Jovencita, este amigo tuyo es más que amigo; debes pensarlo bien.

De verdad, no quería un matrimonio en las circunstancias que afrontaban. Pero, por otro lado, Tashi siempre se guiaba por lo que pudiera pensar su padre. «Si mi papá me dio el permiso para venir al campo con Józef, creo que piensa que está bien que haga mi vida con él. Voy a aceptar», decidió.

Tal vez, en el fondo de su corazón, abrigaba la esperanza de que algún día pudieran tener una vida normal, que la guerra no duraría mucho más. Porque se rumoraba que el Ejército soviético liberaba al país de los nazis y que la invasión duraría días, o tal vez semanas. Cuán equivocada estaba.

Baumstein no supo de las dudas que albergaba la joven pero, al notarla indecisa, optó por buscar a Józef a la hora del descanso nocturno.

—¿Tienes planes serios con Natalie? Esto hay que organizarlo si quieres hacer vida con ella.

—Mis intenciones son las más serias del mundo. Sin embargo, señor Samuel, aquí sabemos cómo estamos hoy, pero no mañana. Vivimos el presente con intensidad y solo le puedo asegurar que la quiero más que a mi vida.

—Pues, entonces, vamos a casarlos, eso es lo que tenemos que hacer.

Estaba por terminar el invierno. No era fácil conseguir un objeto para simbolizar la unión; es más, ni siquiera una flor para pedirle matrimonio. A la mañana siguiente, 1º de abril de 1943, mientras marchaba hacia la máquina limpiadora de crudo que le habían asignado vio, en un extremo del andén, el verdor de unas maticas silvestres y unas cuantas florecitas blancas. «Ojalá estén allí esta tarde, ojalá nos conduzcan por el mismo camino, ojalá se distraiga el guardián». Tantos ojalás… Estaba seguro de que no tendría nada que regalarle a su amada Natalie.

Pero la suerte estaba de su lado. La oscuridad del atardecer confundía la carretera con los bordes del césped naciente, pero Józef recordaba con exactitud la ubicación del ramillete. En un descuido del vigilante arrancó tres tiernas flores blancas, observó los escasos pétalos y los pistilos amarillentos. Para él lucían como el mejor ramo de rosas. Y seguro Tashi lo vería así también.

Samuel lo esperaba en la entrada del Lager. Dos o tres pasos atrás, distinguió a la más bella de las mujeres que había visto en su vida. Con un vestido blanco, que no imaginaba de dónde podía haber salido –luego sabría que Baumstein lo había encargado a una ucraniana unos meses antes para otra boda y lo había guardado con mucho celo– y un pañuelo bordado adherido a su cabello corto, Tashi esperaba impaciente a su novio.

No hubo, pues, oportunidad para pedir su mano ni para el compromiso. El ramo de la novia fue nada más ni nada menos que el atado de hojas silvestres y las tres flores blancas de pistilos amarillos que Józef había cortado para sellar la unión.

El señor Baumstein oficiaría el matrimonio. Presentó a dos testigos y al amanuense que copiaba lo que el jefe del Lager dictaba. Pronunció lo más rápido que pudo las siete bendiciones, «sheva berajot», bendijo una copa con agua –en lugar del tradicional vino pero, ¿quién podría haberlo conseguido en semejantes circunstancias?– que bebieron los contrayentes.

—Te tomo como esposa, Natalie Gluckman. Prometo cuidarte con mi propia vida, amarte y respetarte. Que Dios y la vida nos permitan sobrevivir y formar el mejor de los hogares judíos —expresó el emocionado novio.

Con lágrimas en los ojos y la voz ahogada por una mezcla de felicidad y dolor, Tashi respondió: —Te tomo por esposo, Józef Pollak. Prometo amarte y serte fiel hasta que la muerte nos separe… Y después de ella también, en todas las vidas que Dios me dé.

Un simple papel hizo las veces de ketuvah, el contrato matrimonial. Bajo un manto improvisado fueron declarados «marido y mujer». Enseguida, el oficiante le entregó a Józef un pañuelo blanco que contenía un vaso de vidrio. Lo puso sobre el piso del salón y, de un pisotón, lo quebró con fuerza. En medio de una mezcla de emociones –alegría inmensa por unir sus vidas y un gran dolor por la forma como se celebraba la boda– los presentes recordaron la destrucción del Templo de Jerusalén hacía casi dos mil años.

Con la venia del señor Baumstein, los contrayentes se besaron con ternura y, sin más oportunidad, escucharon la orden:

—Ahora, cada uno a su barraca. Ya tendrán ocasión de celebrar, si Dios lo quiere, algún día.

Escoltada por sus solidarias amigas, y bañada en lágrimas de tristeza, Tashi ingresó en el edificio, no sin antes volver su cabeza para ver cómo su amado se alejaba. Las miradas se cruzaron y los besos tirados al viento fueron la despedida. No hubo noche de bodas; menos, luna de miel. La desilusión y la desesperanza abatieron a los adoloridos contrayentes, que se juraron en silencio que harían hasta lo imposible para estar siempre juntos.

LA REUNIÓN DEL PRESIDENTE CON SANTOS

Uribe pondrá como si fuese el presidente, las condiciones de cualquier desbloqueo. Santos, como si no fuese el presidente, tendrá que aceptarlas la mayoría de las condiciones. No importa que fuesen inamovibles en los acuerdos fallidos de La Habana. Santos será ahora no el Jefe de Estado, será el negociador principal de Uribe ante las FARC… triste y vergonzoso, pero cierto.


Hay muchas expectativas, demasiadas, puestas en el resultado de la reunión entre el presidente y Santos… y es así, pues los resultados del plebiscito han obligado desde el realismo político que veamos que  ahora las piezas blancas están en manos de Álvaro Uribe y las negras en manos de Juan Manuel Santos.

Los resultados del plebiscito han demostrado que las minorías del Senado, el Centro Democrático tienen el control político de la agenda nacional y el gobierno y las mayorías del senado poco o nada pueden hacer luego que los ¨barones políticos¨ demostraran una franca incapacidad: de Serpa, Gaviria, Sánchez Cristo y otros tantos que poco hicieron por el SI en sus territorios ¨feudales¨.

Uribe y los otros (mejor decir solo eso), sorprendidos por el NO victorioso, han tenido que construir  posturas ante esta llamada zona gris, que no es otra que lo inesperado posible. Ahora conversan y saldrán fortalecidos todos, presidenciables los alfiles del Centro Democrático y rencauchados otros como Pastrana y Marta Lucia.

El escenario que se abre es tripartito y no de unidad nacional, que quede claro. Santos, FARC y Uribe. Santos  acorralado ha tenido que llamar a dialogar, Uribe ha aparecido pausado y calculador, mientras las FARC expectantes pero decisor de cualquier propuesta que aparezca.

Uribe ha mostrado unas cartas en la primera vuelta: amnistía para guerrilleros sin implicación en delitos de lesa humanidad, seguridad plena para ellos, garantía de trato justo a los militares implicados en delitos del conflicto y reajuste a la justicia sobre los jefes guerrilleros.

Las FARC han mostrado disponibilidad de dialogar en estas circunstancias pero han reaccionado ante el anuncio del Establecimiento de un alto al fuego con término al 31 de octubre dando órdenes de repliegue a sus columnas y frentes a posiciones defensivas y comenzar a fijar posturas de no negociación ante lo acordado pública  e internacionalmente.

Santos derrotado por las mayorías; (simple, la votante), (amplia, la que se abstuvo) tendrá que aceptar condiciones del NO para terminar solicitando a las FARC flexibilidad y comprensión de este enorme error de cálculo por impensado que fuera así.

Mientras, la disidencia del frente #1 de las FARC estará capitalizando, junto al ELN esta situación para decisiones ulteriores. A la vez, los partidos políticos de derecha y de izquierda, habrán visto que existe una nueva ciudadanía que ha decidido votar contra lo impensable por razones muy diversas. Queriendo la paz, pero rechazando los acuerdos firmados.

Tal vez esto último, el papel de un voto de opinión, es lo más importante que hemos visto. Un voto que ha decidido ser desobediente en parte, en su mayoría a arriesgar a ser tildado de guerrerista o irracional por decir NO al acuerdo de La Habana y otro que ha optado pese a toda la campaña mediática de fuerte carga emotiva a optar por un SI sabiendo que los acuerdos eran imperfectos. Mucho valor hay que tener en ambos casos. La política colombiana será diferente desde ahora porque todo es posible si hay consenso desde la diferencia en un punto.

Veremos dos discursos cercanos pero diferentes. Santos se apropiará del espacio oficial, la Casa de Nariño, tratando de ganar en institucionalidad y el NO lo hará fuera de esos límites espaciales para marcar independencia. Ambos evocaran la paz como fin, pero con perspectivas diferentes que estarán sobre la mesa en un juego de dominó que pasa a ser de 2 a  4 jugadores con la integración al juego de las FARC y el Gobierno las del uribismo y la sociedad civil del NO.

Ahora las fichas ya no serán 28, hasta el doble 6; donde es fácil saber con experiencia las que tiene el contrario. Ahora creo que será con 55, hasta el doble 9, donde quedan muchas por fuera y las probabilidades de incertidumbre son altas.

Mucho valor, mucho amor de patria, tendrá que poner cada jugador para que la paz en este juego, termine con el doble blanco en la mesa y no el doble nueve como símbolo más víctimas.

  

 Pedro Pablo Aguilera 

Director del Departamento de Humanidades y Artes Universidad Santiago de Cali.

DEL REALISMO TRÁGICO AL REALISMO POLÍTICO EN LOS TIEMPOS DE LA INCERTIDUMBRE

DEL REALISMO TRÁGICO AL REALISMO POLÍTICO EN LOS TIEMPOS DE LA INCERTIDUMBRE

Autores: Pedro Pablo Aguilera | Juan C Calvache

Facultad de Humanidades y Artes

En verdad el NO sorprendió a todos. Incluso el analista-senCOLERAlfredo Rangel ayer en su intervención del CANAL UNO, afirmaba, confesaba que calladamente los círculos del NO se hubieran sentido ganadores si hubieran perdido por un margen de 10 puntos. Es decir, el NO, no se esperaba esa victoria, como el SI, nunca consideró la opción del NO como victoriosa. Por ello nadie sabe qué hacer hoy con la victoria de unos y la derrota de otros.

En los detalles está muchas veces la causa de los desastres más grandes de la vida. Por ello es importante mirar a todas partes, ver idealmente, anticipadamente esos detalles pasajeros. Lo sucedido en el plebiscito en Colombia por inesperado no dejaba de ser posible y lo fue.
El día de la firma protocolar en Cartagena, el 26 de septiembre amanecí camino a la universidad (en bici) y esperaba ver a todos con la camiseta de la selección Colombia, a los taxistas con banderitas de Colombia y a las panaderías y casas con banderas de Colombia; para mí creía que luego del día de la independencia este sería el más importante; pero no fue así. La ciudad, la gente estaba muy callada como cualquier lunes del año. Ese signo llamativo para mí no lo supe leer bien y era una señal clara de lo que vendría en forma silenciosa, en forma de apatía o como convicción total a derrotar el SI el día 2 de octubre.

Me dicen que las encuestas se equivocaron. No, las encuestas técnicamente estaban bien diseñadas, pero lo que nadie puede programar es bipolaridad discursiva de decir que quiero la paz y no ejerzo el voto o lo hago negativamente. Eso no es culpa de las encuestas es de una construcción sociológica de la simulación tras años, décadas de violencia, corrupción y escepticismo en la ¨democracia¨ más antigua de Suramérica. Es más una costumbre del juego sucio desde la época del frente nacional, pasando por el sometimiento del Estado a las exigencias de la mafia de Escobar, hasta las promesas de exterminar las guerrillas por la vía militar en un periodo de cuatro años y que ahora en acto de populismo por la torpeza política sitúan al país en la incertidumbre y capitalizando las opciones al sector más conservador.
Ahora bien, como dicen los chicos ¨lo que pasó, pasó¨ ¿Qué hacer ahora?….o mejor, el que dijo NO que proponga la solución definitiva al asunto de la guerra que no sea volver a la sangre.
Hechos ante nosotros:
Polarización in extremis de la realidad política y social.
Una crisis de legitimidad y autoridad parcialmente cubierta, con un breve discurso presidencial en cadena nacional donde la ausencia del vicepresidente hizo evidente la fractura del ejecutivo.

Una alianza de partidos de gobierno con mayoría absoluta en el Senado que ha sido derrotada en su agenda de Paz por el pueblo, pues no hay quien sea capaz de decir que en este país hay una oligarquía de 6 000 000 de votantes.
Una oposición que siendo minoría captó (sea como sea) la opinión del pueblo.
Una debate mediático sin cuartel en donde razones vs emociones hizo de estas últimas la ganadora. (Este tema amerita un profundo análisis).
Un país que muestra un mapa en donde las zonas de influencia mayor del paramilitarismo inclinaron la balanza al NO y en donde las víctimas del conflicto sufrieron más sus embates dijeron SI.

Un país en donde el campo mayoritariamente voto SI y un país en donde el sector urbano o se abstuvo en gran % o voto NO.
Un país en donde se quiere la paz, pero no como fue acordada; siendo la aplicación de justicia a los victimarios, la participación política, tierras y la reparación a las víctimas los ejes de la discordia.

Unas FARC que reciben un voto de castigo y de no credibilidad desde el ¨pueblo¨ que han dicho defender, tras años de errores con alto costo político como fueron los secuestros, el ataque a poblaciones civiles, el reclutamiento forzoso a menores de edad y el vínculo al narcotráfico por las razones que fuera.
El gobierno ha perdido su espacio de confort que creyó tener y se sitúa ante el mundo como el gobierno británico cuando el Brexit con la diferencia que los modelos de gobierno son diferentes y las culturas de la praxis política distan mucho; pero peor imposible.

La ausencia de un PLAN B ahora, demuestra la autosuficiencia y falta de mirada política estratégica del equipo de gobierno que primero sin necesidad, se lanzó a un plebiscito y luego, no fue capaz de convocar y convencer a las mayorías para ganarlo.

Esta es la realidad y ahora quedan cuatro caminos que siempre buscaran el beneficio de los candidatos a la presidencia, pero no a los del actual; es decir ese Premio Nobel se perdió.

1.Una Constituyente: salida en donde los dos extremos de la política colombiana han coincidido: FARC y Centro Democrático; pero que en la coyuntura política actual favorecerá a los segundos y puede situar al país ante un retroceso de la Constitución del 1991. Una recomposición de un Frente Nacional en la lógica del presente se hace poco viable y los partidos pequeños no estarían en la mejor disposición de perder los espacios alcanzados. Cualquiera puede ver eso.

2.Renegociación: Significaría entrar a hacer movibles los inamovibles de las FARC, sistema de justicia sobre ellos, participación política y reparación. Esta vía sería posible, pero llevaría tiempo y existe un limbo sobre los guerrilleros en las zonas de desmovilización que aún mantienen las armas y requerirán sostenimiento y garantías. Quién más perderían serían los jefes que se mantendrían en La Habana y abrirían un espacio de nuevos liderazgos en el terreno que no necesariamente mantendrían lealtad. Las rupturas de disidentes podrían ser alarmantes y darse la conexión entre vasos comunicantes entre FARC y el ELN quien ahora se siente fortalecido políticamente ante los hechos y dudas del proceso de paz.

3.Por acto legislativo del Congreso de la República; se podrían ratificar los acuerdos de La Habana. Tal posibilidad podría ser expedita, pero políticamente costosa pues sería un desconocimiento de la voluntad popular.

4.Un Pacto Nacional que incluya a todas las fuerzas vivas no solo al Centro Democrático sino a otros sectores políticos y sociales y que implicará voluntad y renegociar con las FARC, un impase con las consecuencias antes mencionadas en la renegociación y una agenda que tendrá replanteo de las partes.

Esta es la realidad con implicaciones políticas para cada actor político de Colombia, incluyendo la sociedad civil. Santos no podrá perder más, las Farc en sus altos mandos saben que perderán credibilidad y autoridad ante sus columnas que con temor ya comienzan a replegarse de las zonas de concentración sin saber que pasará, el Centro Democrático en verdad no sabe qué hacer pues nunca pensó ganar, la sociedad civil verá haber sido un peón para nada y el único que se oculta para saltar a la presidencia es Vargas Lleras.
Ante esto, los medios de comunicación, que han jugado un triste papel como instrumentos del juego político del Centro Democrático deben decidir si van a seguir en una agenda política de odios, venganza y sensacionalismo o pasar a desarmar la palabra y los lentes para ser un facilitador de un país en una crisis política, jurídica y de consecuencias económicas inéditas en Colombia.
Al parecer, la “sociedad de los legales” no está en capacidad de acoger a ese grupo de colombianos decididos a declinar la vía armada con mil errores y horrores cometidos y que a pesar de no haber sido derrotados en la guerra, piden reconocimiento social y político para integrarse al orden institucional que siempre los ha marginado.
Lo cierto, es que el camino de la paz fue obstruido pero no está cerrado y todo está por ver.

 Un país en donde se quiere la paz, pero no como fue acordada; siendo la aplicación de justicia a los victimarios, la participación política, tierras y la reparación a las víctimas los ejes de la discordia.

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