Uribe pondrá como si fuese el presidente, las condiciones de cualquier desbloqueo. Santos, como si no fuese el presidente, tendrá que aceptarlas la mayoría de las condiciones. No importa que fuesen inamovibles en los acuerdos fallidos de La Habana. Santos será ahora no el Jefe de Estado, será el negociador principal de Uribe ante las FARC… triste y vergonzoso, pero cierto.


Hay muchas expectativas, demasiadas, puestas en el resultado de la reunión entre el presidente y Santos… y es así, pues los resultados del plebiscito han obligado desde el realismo político que veamos que  ahora las piezas blancas están en manos de Álvaro Uribe y las negras en manos de Juan Manuel Santos.

Los resultados del plebiscito han demostrado que las minorías del Senado, el Centro Democrático tienen el control político de la agenda nacional y el gobierno y las mayorías del senado poco o nada pueden hacer luego que los ¨barones políticos¨ demostraran una franca incapacidad: de Serpa, Gaviria, Sánchez Cristo y otros tantos que poco hicieron por el SI en sus territorios ¨feudales¨.

Uribe y los otros (mejor decir solo eso), sorprendidos por el NO victorioso, han tenido que construir  posturas ante esta llamada zona gris, que no es otra que lo inesperado posible. Ahora conversan y saldrán fortalecidos todos, presidenciables los alfiles del Centro Democrático y rencauchados otros como Pastrana y Marta Lucia.

El escenario que se abre es tripartito y no de unidad nacional, que quede claro. Santos, FARC y Uribe. Santos  acorralado ha tenido que llamar a dialogar, Uribe ha aparecido pausado y calculador, mientras las FARC expectantes pero decisor de cualquier propuesta que aparezca.

Uribe ha mostrado unas cartas en la primera vuelta: amnistía para guerrilleros sin implicación en delitos de lesa humanidad, seguridad plena para ellos, garantía de trato justo a los militares implicados en delitos del conflicto y reajuste a la justicia sobre los jefes guerrilleros.

Las FARC han mostrado disponibilidad de dialogar en estas circunstancias pero han reaccionado ante el anuncio del Establecimiento de un alto al fuego con término al 31 de octubre dando órdenes de repliegue a sus columnas y frentes a posiciones defensivas y comenzar a fijar posturas de no negociación ante lo acordado pública  e internacionalmente.

Santos derrotado por las mayorías; (simple, la votante), (amplia, la que se abstuvo) tendrá que aceptar condiciones del NO para terminar solicitando a las FARC flexibilidad y comprensión de este enorme error de cálculo por impensado que fuera así.

Mientras, la disidencia del frente #1 de las FARC estará capitalizando, junto al ELN esta situación para decisiones ulteriores. A la vez, los partidos políticos de derecha y de izquierda, habrán visto que existe una nueva ciudadanía que ha decidido votar contra lo impensable por razones muy diversas. Queriendo la paz, pero rechazando los acuerdos firmados.

Tal vez esto último, el papel de un voto de opinión, es lo más importante que hemos visto. Un voto que ha decidido ser desobediente en parte, en su mayoría a arriesgar a ser tildado de guerrerista o irracional por decir NO al acuerdo de La Habana y otro que ha optado pese a toda la campaña mediática de fuerte carga emotiva a optar por un SI sabiendo que los acuerdos eran imperfectos. Mucho valor hay que tener en ambos casos. La política colombiana será diferente desde ahora porque todo es posible si hay consenso desde la diferencia en un punto.

Veremos dos discursos cercanos pero diferentes. Santos se apropiará del espacio oficial, la Casa de Nariño, tratando de ganar en institucionalidad y el NO lo hará fuera de esos límites espaciales para marcar independencia. Ambos evocaran la paz como fin, pero con perspectivas diferentes que estarán sobre la mesa en un juego de dominó que pasa a ser de 2 a  4 jugadores con la integración al juego de las FARC y el Gobierno las del uribismo y la sociedad civil del NO.

Ahora las fichas ya no serán 28, hasta el doble 6; donde es fácil saber con experiencia las que tiene el contrario. Ahora creo que será con 55, hasta el doble 9, donde quedan muchas por fuera y las probabilidades de incertidumbre son altas.

Mucho valor, mucho amor de patria, tendrá que poner cada jugador para que la paz en este juego, termine con el doble blanco en la mesa y no el doble nueve como símbolo más víctimas.

  

 Pedro Pablo Aguilera 

Director del Departamento de Humanidades y Artes Universidad Santiago de Cali.