Experiencia en el Centro Juvenil Buen Pastor

La ansiedad y los nervios invadieron todo mi cuerpo, el ambiente se tornaba pesado, pues al enfrentarse a una realidad tan cruda e impactante, las palabras quedaban cortas para expresarles a mis compañeros cuán ansioso estaba y, a la vez, la felicidad que se siente al ayudar a jóvenes que se han equivocado y han sido sancionados por ello.


DIEGO SAMUDIO

Al ingresar al Centro de Formación (antigua cárcel de mujeres de Cali), los nervios invadían cada parte de mi ser, pues me enfrentaba a un suceso nuevo en mi vida. Mientras esperábamos que los jóvenes elegidos previamente por un casting interno, todos los compañeros santiaguinos estábamos llenos de interrogantes. ¿Cómo serán?, ¿serán agresivos?; preguntas como estas llegaban a las mentes de todos los presentes en esa vacía pero calurosa capilla.

Antes de conocer los adolescentes tuvimos un recorrido por las instalaciones del Buen Pastor, ahí pudimos ver las diferentes “casas”, como son llamados los sectores (patios en las cárceles de mayores) donde tienen recluidos a estos jóvenes. La realidad era cada vez más cruda, pues al pasar y ver a tantos hombres juntos en esos espacios, ver como su única distracción era hablar entre ellos mismos sobre todas sus “hazañas” delincuenciales para así “matar tiempo”, como lo expresan ellos.

Cuando por fin aparecieron y pudimos conversar con ellos, pudimos notar cómo las personalidades eran totalmente diferentes, pues encontramos menores muy extrovertidos, pero también otros muy introvertidos, que hablaban muy poco y, a pesar de haber sido procesados y sancionados por sus graves acciones, eran muy tímidos al punto de sudar al decir sus nombres, su voces se quebrantadas y las expresiones de incomodidad salían a flote.

Esta primera experiencia nos dejó como enseñanza muchas cosas, una de ellas fue reconocer en estos muchachos sus talentos y constatar que, sin embargo, estaban recluidos en ese lugar.
La experiencia fue muy llenadora y conocer esta cruda realidad nos hace reflexionar sobre los contrastes que tiene este país, donde las oportunidades para jóvenes de bajos recursos no abundan y, desafortunadamente, la delincuencia pasa a ser una opción para sus vidas.

Experiencia en el Centro Juvenil Buen Pastor

La ansiedad y los nervios invadieron todo mi cuerpo, el ambiente se tornaba pesado, pues al enfrentarse a una realidad tan cruda e impactante, las palabras quedaban cortas para expresarles a mis compañeros cuán ansioso estaba y, a la vez, la felicidad que se siente al ayudar a jóvenes que se han equivocado y han sido sancionados por ello.


DIEGO SAMUDIO

Al ingresar al Centro de Formación (antigua cárcel de mujeres de Cali), los nervios invadían cada parte de mi ser, pues me enfrentaba a un suceso nuevo en mi vida. Mientras esperábamos que los jóvenes elegidos previamente por un casting interno, todos los compañeros santiaguinos estábamos llenos de interrogantes. ¿Cómo serán?, ¿serán agresivos?; preguntas como estas llegaban a las mentes de todos los presentes en esa vacía pero calurosa capilla.

Antes de conocer los adolescentes tuvimos un recorrido por las instalaciones del Buen Pastor, ahí pudimos ver las diferentes “casas”, como son llamados los sectores (patios en las cárceles de mayores) donde tienen recluidos a estos jóvenes. La realidad era cada vez más cruda, pues al pasar y ver a tantos hombres juntos en esos espacios, ver como su única distracción era hablar entre ellos mismos sobre todas sus “hazañas” delincuenciales para así “matar tiempo”, como lo expresan ellos.

Cuando por fin aparecieron y pudimos conversar con ellos, pudimos notar cómo las personalidades eran totalmente diferentes, pues encontramos menores muy extrovertidos, pero también otros muy introvertidos, que hablaban muy poco y, a pesar de haber sido procesados y sancionados por sus graves acciones, eran muy tímidos al punto de sudar al decir sus nombres, su voces se quebrantada y las expresiones de incomodidad salían a flote.

Esta primera experiencia nos dejó como enseñanza muchas cosas, una de ellas fue reconocer en estos muchachos sus talentos y constatar que, sin embargo, estaban recluidos en ese lugar.
La experiencia fue muy llenadora y conocer esta cruda realidad nos hace reflexionar sobre los contrastes que tiene este país, donde las oportunidades para jóvenes de bajos recursos no abundan y, desafortunadamente, la delincuencia pasa a ser una opción para sus vidas.

Las redes sociales siguen generando dependencia en los jóvenes

Las redes sociales siguen generando dependencia en los jóvenes

Autor: Juan Felipe Perlaza.

Facultad de Humanidades y Artes

Los adolescentes están expuestos gran parte del tiempo a las redes sociales y cada vez son más los que se ven involucrados desde muy temprana edad a estas nuevas tecnologías y formas de comunicar, que han llegado para quedarse y que se han afianzado en la vida cotidiana de muchos de ellos, en Colombia y en el mundo. 

Existe una dependencia fuerte y emocional con las redes sociales, ya que los jóvenes necesitan tener una influencia social amplia, poder reafirmar su identidad de grupo y, además, tienden a ser impulsivos en muchos casos; según la profesional, algunas de las consecuencias de estos actos pueden ser “irritabilidad, aislamiento, alejamiento de la vida real y relaciones familiares, trastornos del sueño, entre otros”.   

 

El número de usuarios en estas plataformas aumenta cada año, así lo demuestran las estadísticas dadas por We are Social y Hootsuite, publicadas en el Digital 2020 Global Overview Report; según ellas, el número de usuarios conectados a redes sociales en Colombia “aumentó en un 11%, es decir, para ese año se crearon 3.4 millones nuevos perfiles”, en todas las redes sociales y la juventud tiene mucho que ver con este aumento. 

Además, esta encuesta muestra que “el 69% de la población total de Colombia es usuaria activa en redes sociales, es decir, 35 millones de personas”, un número que año tras año aumenta cada vez más. 

Luz Angela Pérez es licenciada en ciencias sociales de la Universidad Santiago de Cali y coordinadora de un colegio en la ciudad, asegura que  es evidente que las redes sociales ya hacen parte de la era digital lo cual ha transformado las prácticas en el  diario vivir, también dice que “esto ha cambiado la forma de percibir las relaciones interpersonales y es ahí donde las redes sociales han generado una dependencia en los jóvenes, pues ofrece una identidad, comunidad y una vida virtual, que exige y genera dependencia”. 

Muchos jóvenes y adolescentes manejan redes como Facebook, Instagram, YouTube y Twitter y eso no está mal, lo que sí lo está es que muchos las utilizan como un medio para construir su identidad social y de género; así lo aseguraron varios expertos con los que Utópicos habló sobre este tema.  

A esto se le suma la falta de acompañamiento que existe por parte de los padres de familia o acudientes de muchos jóvenes frente a este tema, ya sea por ignorancia o simplemente por desinterés. 

Diana Marín tiene una hija de 17 años, cuyo nombre se reserva por petición de ella; asegura que su hija es muy apegada a las redes sociales, tanto que llega al punto de que su estado de ánimo depende de lo que publican o no publican las personas a las que sigue en esas plataformas digitales; “tengo que llevar el alimento a mi casa y por eso salgo a trabajar, mi hija se queda sola y la calle está muy peligrosa; por eso tengo que escoger si dejarla salir o que se quede todo el tiempo en el celular, que se le ha convertido prácticamente en una adicción” 

Utópicos Semanal hablo con la psicóloga María Eugenia Bolaños, quien aseguró que sí existe una dependencia fuerte y emocional con las redes sociales, ya que los jóvenes necesitan tener una influencia social amplia, poder reafirmar su identidad de grupo y, además, tienden a ser impulsivos en muchos casos; según la profesional, algunas de las consecuencias de estos actos pueden ser “irritabilidad, aislamiento, alejamiento de la vida real y relaciones familiares, trastornos del sueño, entre otros”. El rango de edad más afectado en este sentido es el de jóvenes entre los 16 y los 24 años.  

Sin embargo, asegura que estos comportamientos se pueden prevenir con campañas para que los jóvenes pasen menos tiempo en las redes sociales y puedan darles un uso más responsable, registrar las veces que los jóvenes utilizan el celular -para esto existen aplicativos móviles-, establecer tiempos en familia para el manejo de redes y borrar aplicaciones del celular que no sean imprescindibles en la vida cotidiana. 

Las nuevas tecnologías llegaron para quedarse y las redes sociales no son la excepción; por tal motivo, debe tenerse mucho cuidado en cómo se utilizan, porque estos avances deben mejorar la vida, pero no distraerla. 

“el 69% de la población total de Colombia es usuaria activa en redes sociales, es decir, 35 millones de personas”.

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