La Holanda, retorno al paraíso

La Holanda, retorno al paraíso

Autor: Jaime Iván Velasco

Facultad de Humanidades y Artes

José Antonio Muñoz es una víctima sobreviviente del conflicto armado en Colombia. A sus 60 años, narra con resquemor  la historia de la masacre de la que de milagro salió vivo, y que fue ejecutada hace 16 años por paramilitares del bloque Calima, en La Holanda, vereda del municipio de Darién, Valle del Cauca.

“Trabajo duro porque amo la vida en el campo. Además, tengo tres hijos y una esposa por los cuales luchar, para que no les haga falta su comidita”

Don José es un humilde campesino de 1.60 de estatura, piel trigueña y contextura delgada. Su rostro quemado por el sol es la muestra del trabajo duro que realiza en el campo. Sus vestimentas curtidas de polvo, las botas embarradas y su inseparable gorra, que lo protege de esas tardes en que el calor ardiente quema la piel, confirman que es un tipo, como dicen sus vecinos, “de hacha y machete”.

“Trabajo duro porque amo la vida en el campo. Además, tengo tres hijos y una esposa por los cuales luchar, para que no les haga falta su comidita”, comenta mientras mira hacia el potrero donde están pastando sus vacas.

En 2000, año de desazón en Colombia por el momento álgido en que se encontraba el conflicto armado entre paramilitares y guerrilleros, en el municipio de Darién comenzaron a rondar comentarios de que escuadrones de la muerte deambulaban por el pueblo con la intención de exterminar todo lo que oliera a guerrilla.

No estaban equivocados; el 28 de diciembre la muerte tocó la puerta de la finca de don José. Su yerno, Alberto Silva fue hallado sin vida por su suegro, a la orilla del río Bravo. Dos impactos de bala, uno en la cabeza y otro el pecho, dejaron huérfanos a una niña de tres años y a un bebé que venía en camino como una víctima más de una violento nación.

“Le habían quemado el pelo, le habían pegado un tiro en la frente, otro en el pecho, al parecer porque mi yerno hablaba con personas que eran señaladas de ser informantes de la guerrilla”, explica don José.

Las nubes se empiezan a despejar y el tímido sol asoma con sus primeros rayos matutinos. Un viento fresco mueve su sombrero; don José bebe un sorbo del humeante café y cuenta que a la muerte ya le perdió el respeto. Tantas veces la ha visto a la cara y la ha logrado burlar, que hasta ya ni miedo le tiene.

Horas antes de encontrar a su yerno asesinado, sufrió un accidente por fallas mecánicas en el carro en el que viajaba. Pero las fracturas en ambas manos no fueron impedimento para ir al lugar donde le habían dicho que se encontraba el cadáver del esposo de su hija.

“Estuve incapacitado 4 meses. Qué dolor, no solo en mis manos, sino de ver el corazón partido de mi hija, se estaba muriendo en vida por el dolor de la muerte de su esposo. La muerte nos estaba respirando en la nuca”, cuenta con nostalgia.

Después del trágico hecho, en el municipio ya era evidente la presencia de desconocidos, vestidos de civil y armados, ordenando qué se hacía y qué no. El rumor de limpieza social crecía entre los habitantes de la población. El miedo y la zozobra era el pan de cada día en ese otrora tranquilo y pintoresco pueblo.

El 12 de agosto de 2001, José despachó a sus hijos al colegio como de costumbre pero después de una hora volvieron a casa diciéndole a su padre que no había clases, que los maestros habían dicho que se fueran para sus casas y que no salieran porque el peligro rondaba por la vereda.

Un mal presentimiento le anunciaba la llagada de la muerte una vez más a su casa. Al medio día, una horda de paramilitares vestidos con ropas del Ejército Nacional entró a la vereda La Holanda.  De casa en casa, los crueles sujetos iban  sacando a los habitantes de sus parcelas, saqueando sus pertenencias y, con lista en mano, identificando a quienes iban a asesinar.

Mientras observaba impotente cómo eran estropeados sus vecinos, unos noventa hombres arribaron a su casa, tumbando, destruyendo todos los enseres, imponiendo el terror psicológico sobre su hogar. Lo encañonaron y cuatro hombres lo sacaron montaña arriba, mientras sus nietos y su hija quedaban retenidas en casa con varios paramilitares.

Cuando llegaron al monte, lo estrujaron y lo recostaron junto a un árbol de guayabo donde tenían a otros dos campesinos. José pensaba en sus nietos Andrés y Fernando. “No entiendo que querían esos tipos de mí, si yo no soy ni guerrillero, ni ladrón, ni nada”, relata don José.

En la lista de los paramilitares no aparecía su nombre; no obstante, le robaron 16 vacas y le ordenaron solo dirigirse al pueblo a hacer su mercado si le daba permiso el comandante del bloque paramilitar.

Durante los 15 días de esa, con el fin de encontrar guerrilleros y hacer limpieza social en la zona, asesinaron a 6 personas y robaron a cientos de familias.

Una vez más José Muñoz le hacía el quite a la muerte. Una vez más, a este campesino el Estado lo abandonó, dejándolo a merced de criminales. Una vez más, don José agarra su pala, sigue arando la tierra y arriando a sus vacas lecheras para trabajar por el futuro de sus nietos, su hija y su esposa.

A pesar de todo lo malo que le ha tocado vivir, se ve tranquilo. El sol es intimidado por las nubes y se esconde. La espesura del cielo gris se posa sobre la montaña mientras sonríe y dice con coraje: “pase lo que pase, yo de estas tierras no me voy por ni por el carajo. Dios sabe lo mucho que me gusta esta vida, por eso él me mantiene vivo y me ha librado de las garras de la muerte para seguir disfrutando de mi familia y de este paraíso”.

El 28 de diciembre la muerte tocó la puerta de la finca de don José. Su yerno, Alberto Silva fue hallado sin vida por su suegro, a la orilla del río Bravo.

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Jorge Castro visitó la USC

El docente y Director de la Licenciatura en Periodismo de la Universidad Nacional de Avellaneda, Jorge Castro, visitó la USC, para ser parte del 4to Encuentro Cátedra de Extensión Universitaria denominado: “Una visión de calidad e internacionalización a la extensión universitaria y proyección social”.


Castro, que también es director de comunicación de la Unión Latinoamericana de Extensión Universitaria, ULEU, explicó que “la extensión es el tercer pilar junto con la docencia y la investigación de la universidad. Hoy por hoy no se concibe una universidad sin la extensión, transferencia o vinculación”.

Durante su visita el docente Castro posó con algunos de los ejemplares del periódico.

El propósito de este encuentro al que asistieron docentes, directores de programa y personal administrativo de las diferentes facultades de las USC, fue  aprender qué es la extensión y cómo esta se puede articular con la docencia y la investigación.

Ver nota audiovisual: sobre la Cátedra de extensión USC

Además del encuentro, Castro también visitó la Unidad de medios (Unimedios) para empezar a crear una red de colaboración entre las facultades de periodismo y comunicación de esa universidad argentina y la USC.

Johana Castillo

@JohaCastillo331

TRAVESÍAS DE LA EDUCACIÓN EN EL TERRITORIO COLOMBIANO

El precandidato a la presidencia de Colombia, Sergio Fajardo, está comprometido con procesos de cultura ciudadana en el territorio nacional. Los temas que trata en sus encuentros con los jóvenes apuntan a la construcción de una sociedad más tolerante y equitativa. Independientemente de su candidatura, sus propuestas educativas lo han convertido en una de las figuras más importantes en el capítulo de la paz para Colombia.

El exgobernador de Antioquia habla apasionado sobre la evolución y formación de centros educativos en los lugares más alejados de su departamento es tu tiempo de mandatario.

“¿Hacia dónde va Colombia con Fajardo?”, fue el título del foro liderado por Fajardo en la Universidad Santiago de Cali, en el que hizo un profundo cuestionamiento a las nuevas generaciones, más como docente que como político.

Generar debate con los jóvenes es un ejercicio enriquecedor para quien observa en la educación un espacio en el que debe empezar la sensibilización para lograr entender a profundidad  la tragedia que el conflicto armado ha desatado durante 60 años en el territorio;  “cuando logramos entender que la falta de educación ha hecho que los de afuera lleguen a construir maquinarias gigantes en nuestros puertos, para llevarse nuestras riquezas y devolvernos sólo pobreza, es cuando nos damos cuenta que la educación es la clave”, reflexionó Fajardo.

Escuchando hablar a Fajardo acerca de sus planes para desenterrar a los pueblos más olvidados del territorio nacional, gracias a la ambición de unos pocos, se logra dimensionar que la educación es la ruta para el posconflicto.

La corrupción  ha  entrado en cada instancia neurálgica del Estado colombiano, esto ha impedido que la educación de calidad llegue a poblados, resguardos y selvas que tienen mil tesoros para compartirle al mundo, el país parece haberse acostumbrado a la injusticia. Con claridad, Fajardo dejó mudo al auditorio: “que roben todo lo que quieran, pero que hagan obras, cuando decimos eso es porque ya tocamos fondo como colectivo”.  La educación, en últimas, se vuelve el único mecanismo de construcción a la mano para sanar las heridas y acercanos como sociedad.   

Al referirse a planes para desenterrar a los pueblos más olvidados del territorio nacional, por la ambición de unos pocos, se logró dimensionar su postura según la cual la educación es la ruta para el posconflicto: “Tenemos una página en blanco, y entre los jóvenes y los gobernantes debemos empezar a llenar esa página para la paz”.

En su ponencia habló de lo importante de cada voto, y de cómo el pensamiento de “yo no voy a votar porque, igualmente, quede quien quede, se va a robar la plata”, es el que contribuye para así siga sucediendo. También dijo que el gobierno actual debería comenzar a invertir más en educación  y que la plata debería salir de los mismos bolsillos que financiaron la guerra, con la diferencia que ahora debe direccionarse a las universidades del país.

Sergio Fajado explica como la educación y la creación de nuevas narrativas pueden hacer el cambio en nuestro país.

Durante este espacio, enfatizo mucho a los jóvenes que llenaron la totalidad del auditorio, que los pilares para un mejor desarrollo y sostenimiento social para el futuro son: la educación, la innovación y la ciencia.

Este foro fue un tejido geográfico construido desde los ojos de un educador, para un país que necesita enlazarse con los saberes de sus pueblos ancestrales, y alcanzar la riqueza de su identidad.

Terminando la conferencia, hizo un llamado para que jóvenes y estudiantes del Valle del Cauca caminen por sus municipios y desentierren el sufrimiento y las tradiciones de tantos pedazos de tierra que le han escondido al mundo su voz y su capacidad de enseñar.

 Por: Redacción Utópicos

Edición: Pablo Manuel Navarrete

Fotos por: Manuela Gallego

RETOS PARA LA EDUCACIÓN SUPERIOR EL CASO DEL BUEN PASTOR

RETOS PARA LA EDUCACIÓN SUPERIOR EL CASO DEL BUEN PASTOR

Autor: Johana Castillo

Facultad de Humanidades y Artes

Durante dos años, el plan piloto del proyecto de investigación ‘Estrategia Educomunicativa como herramienta de intervención para los procesos de resocialización de adolescentes infractores recluidos en el Centro de Formación Juvenil Buen Pastor (Cali)’ creó un instrumento replicable para contribuir a que estos jóvenes se reintegren a la sociedad.

El trabajo colaborativo entre adolescentes y estudiantes afianzó su relación,  lográndose trabajar sobre los temas periodísticos elegidos; a su vez, poco a poco se fueron reforzando técnicas gramaticales.

Los docentes de la Facultad de Comunicación y Publicidad de la USC Olga Behar, Marisol Jordán, Liliana Marroquín y Víctor Aguirre, plantearon una estrategia para contribuir a la resocialización de adolescentes amparados por el Sistema de Responsabilidad Penal colombiano y recluidos en ese Centro de Formación.

La investigación surgió del análisis de una realidad que a menudo permanece oculta pero que genera en la población una preocupación sobre los adolescentes de la ciudad.

“Ante la poca efectividad de los programas pedagógicos constituidos por la Ley de Infancia y Adolescencia en Colombia (Ley 1098 de 2006) para resocializar a los adolescentes que cometen delitos, se plantea una alternativa de formación basada en el aprendizaje de la comunicación y producción de medios o alfabetización para el desarrollo de competencias mediáticas, la cual puede brindar a los adolescentes infractores oportunidades de superación, pensamiento positivo de emprendimiento, opciones sociales, económicas y culturales, pero principalmente llevarlos a analizar reflexivamente sus actuaciones para ser reeducados bajo un proyecto de vida que los integre a la sociedad y evitar así la reincidencia en conductas delictivas” como lo afirma el documento (Estrategia Educomunicativa…, 2016 P.6)

El equipo se hizo la siguiente pregunta: ¿Es efectiva la propuesta pedagógica de los docentes que participan en el proyecto de investigación “estrategia Educomunicativa como herramienta de intervención para los procesos de resocialización de adolescentes infractores recluidos en el Centro de Formación Juvenil Buen Pastor (Cali)”?

Las fases de la Estrategia desarrolladas fueron dividas en tres secciones que buscaban que la intervención fuera implementada entre adolescentes infractores y estudiantes de la USC:

 Fase I: Reflexión crítica, encuentro entre estudiantes y ahijados.

“En la primera visita al Buen Pastor fuimos un grupo numeroso de estudiantes.  Desde el momento en que supe de qué se trataba, no dejé de pensar cómo sería estar ahí en ese lugar, lo imaginé gris y abarrotado, con los adolescentes uniformados y rapados, y aunque ya nos habían mostrado algunas fotos del sitio en la presentación que nos hicieron, no dejé de lado mi imaginario de cárcel de película” como lo expresa una estudiante en la edición de marzo del  2014 del periódico Utópicos. (Perlaza, 2014, P.10-11)

 Durante esta primera fase, los docentes trabajaron tres aspectos importantes.

  1. Reconocimiento mutuo
  2. Generación de aceptación y confianza
  3. Roles tradicionales (estudiante=tutor y reportero; Adolescentes= fuente)

 Esta pedagogía de trabajo se convierte en un desafío para “abordar el accionar educativo desde estas cuatro dimensiones, en medio de aciertos y dificultades, se ha constituido en un reto de renovación permanente para el desarrollo de la experiencia.” (Posada, 2007, P.2)

FASE II: Intervención a través de la acción, intercambio de roles.

El trabajo colaborativo entre adolescentes y estudiantes afianzó su relación,  lográndose trabajar sobre los temas periodísticos elegidos; a su vez, poco a poco se fueron reforzando técnicas gramaticales. Los trabajos periodísticos se ven reflejados en las ediciones de los periódicos Utópicos y Re bien, este último, el boletín escrito por los adolescentes del Centro de Formación.

 Procesos de construcción colectiva (trabajo colaborativo); manejo de fuentes al interior del Buen Pastor, diferentes de adolescentes y estudiantes; conocimiento de herramientas del periodismo escrito y televisivo, el Periódico Re Bien, fueron las acciones claves que estimularon los docentes en el ejercicio pedagógico.

FASE III: Participación, producciones y graduación.

En esta etapa, los adolescentes toman el poder del proceso y empiezan a implementar lo aprendido en el Centro de Formación.

La participación de los adolescentes contribuye al ejercicio de toma del poder del proceso. Además, es clave la de los estudiantes que guían la implementación.

La preparación y realización de un show room y de la graduación de los adolescentes como ‘talleristas en comunicación de la USC’, ayudan a la reflexión sobre cada experiencia. La preparación de discursos, orden del día y guion del evento, cumple con objetivo de visibilización del proceso edu comunicativo.

La edu-comunicación incluye «todas las formas de estudiar, aprender y enseñar, a todos los niveles y en toda circunstancia, la historia, la creación, la utilización y la evaluación de los medios de comunicación como artes prácticas y técnicas, así como el lugar que ocupan los medios de comunicación en la sociedad, su repercusión social, las consecuencias de la comunicación mediatizada, la participación, la modificación que producen en el modo de percibir, el papel del trabajo creador y el acceso a los medios de comunicación». (UNESCO; 1979)

CONCLUSIÓN

Evaluado el desarrollo del proceso frente a la realidad crítica que viven los adolescentes en Cali, la propuesta pedagógica del proyecto de investigación “Estrategia Educomunicativa como herramienta de intervención para los procesos de resocialización de adolescentes infractores recluidos en el centro de formación Juvenil Buen Pastor (Cali)” tiene indicadores, desde el campo de la comunicación, que demuestran que es efectiva.

Es así como se puede proponer que la experiencia metodológica lograda sea aplicable en otros espacios y así multiplicarse para ayudar a la resocialización de adolescentes infractores en otros escenarios de Colombia.

 Biografía

Johana Castillo, Sandro Buitrago, Olga Behar, Marisol Jordán, 2017.

La participación de los adolescentes contribuye al ejercicio de toma del poder del proceso. Además, es clave la de los estudiantes que guían la implementación.

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Cali, una historia en tres tiempos

Las nuevas generaciones han conocido una ciudad luminosa pero deteriorada y frenética; contrario a los más viejos, que vivieron en una Cali elegante y cívica. Utópicos habló con dos caleños de generaciones diferentes, acerca de la urbe que ha marcado sus vidas.


 José Gañan, taxista caleño de 60 años, recuerda con nostalgia aquella época en la que Cali gozaba de notable reconocimiento a nivel regional y nacional gracias al carácter cívico y solidario de la mayoría de sus habitantes. A su mente vienen esos momentos maravillosos cuando era posible caminar tranquilamente por las calles sin temor a ser asaltado y donde, al mismo tiempo, se podía disfrutar de un entorno limpio y agradable.

Don José Gañan al lado de su esposa Rosa Lozano recordando épocas de antaño con sus álbumes.

Don José Gañan al lado de su esposa Rosa Lozano recordando épocas de antaño con sus álbumes.

Para él era muy importante la catedra de civismo y urbanidad, que se dictaba en los colegios, y que estuvo en el plan de estudios del Ministerio de Educación hasta los años 70.

Los Juegos Panamericanos de 1971 son un buen punto de partida para hablar de esos años en los que Cali logró posicionarse como una de las localidades más cívicas de Colombia. Fue cuando empezó un proceso de embellecimiento del espacio público y un desarrollo arquitectónico que generó prosperidad en la comunidad. Y aunque el cemento no siempre es progreso, los nuevos espacios deportivos y las adecuaciones realizadas permitieron reforzar el sentido de pertenencia por la ciudad.

Las campañas pedagógicas estaban constantemente presentes en la sociedad inculcando valores y cultura ciudadana, como El Vivo Bobo, programa del alcalde Rodrigo Guerrero (1992–1994), que recordaba a los ciudadanos, mediante una serie de televisión, respetar los semáforos, las filas para abordar el autobús, no botar basura ni escombros en la calle y más. Gañan asegura que esa fue la última administración que se preocupó por conservar la  tradición y que después llegaron años oscuros y de deterioro en la reputación de Cali, la Cali que le tocó a Sebastián Londoño.   

Sebastián Londoño, apasionado por la fotografía.

Es un joven de 20 años oriundo del corregimiento de Montebello, pero radicado desde los 3 años en el barrio Villa Colombia. Cuenta que creció escuchando que la Sultana del Valle era modelo de cultura ciudadana, aunque a lo largo de su niñez y su pubertad, la ciudad le demostró lo contrario.

Atracos, asesinatos, vías en malas condiciones, intolerancia y más, acompañaron el día a día de Sebastián; un legado de malos hábitos que dejaron actividades ilegales como el narcotráfico, que crearon caos social y una economía ficticia. Y como el árbol que más frutos da es al que más piedras le tiran, no tardaron en llegar las malas gestiones administrativas, que por tres periodos seguidos convirtieron a Cali en una ciudad inhóspita y deteriorada.    

Los años fueron pasando, y ciudades como Bogotá, Medellín, Pereira y Barranquilla, luego de malas rachas, parecían haber encontrado el camino hacia un mejor futuro. Pero Cali tuvo que esperar hasta el año 2008, cuando el médico cirujano Jorge Iván Ospina, alcalde electo con el récord histórico de 268.500 votos, tomó las riendas de la ciudad en decadencia que habían dejado sus predecesores, Ricardo Cobo, John Maro Rodríguez y Apolinar Salcedo, este ultimo destituido por irregularidades en la contratación del sistema de recaudo de impuestos de la ciudad. 

Con Ospina a la cabeza, vino el deseo de recuperar los valores perdidos, con programas controversiales como el de Guardas Cívicosque consistía en promover las responsabilidades del ciudadano y recuperar la memoria cívica de Cali.

Siguiendo este empujón, vuelve Rodrigo Guerrero en el 2012 y con él, de nuevo El Vivo Bobo, con el mismo protagonista, Guillermo Piedrahita, y la misma intención: acabar con los comportamientos erráticos. Apunta Sebastián que al ver el interés por retomar aquellas costumbres, entendió que la afirmación que escuchaba de niño era verídica.

En 2015, y como complemento inconsciente de las estrategias para el cambio que ya se habían tomado en la ciudad, llegó De Cali Se Habla Bien, una campaña del periódico El Paísque invita al optimismo y a mirar lo bueno de lo nuestro, que nace en el marco de la celebración de los 65 años del periódico. Cada vez se recuperaba más la esperanza y se iba cumpliendo el anhelo de quienes pedían a gritos la ciudad pujante en la que un día vivieron.

Bajo el mandato de Maurice Armitage, la ciudad implementó el plan de desarrollo Cali Progresa Contigo, para continuar con el mejoramiento, de la mano de todos los caleños como autores principales en el camino hacia un futuro prometedor.

  Plaza de Caicedo en los años 70, deslumbrando orden.

Como dicen popularmente, “si el camino es difícil es porque vas en la dirección correcta”. El término civismo se ha retomado y cada vez son más los ciudadanos que le apuestan a ceder la silla, a hacer la fila, al transporte alternativo amigable con el medio ambiente, a botar la basura en la cesta y hasta a reciclar. Es el momento para que personas como Sebastián vean y sientan a Cali como alguna vez don José Gañan lo hizo.  

                                                                    Volviendo a las buenas costumbres.

Destacados:

  • Las nuevas generaciones han conocido una ciudad luminosa pero deteriorada y frenética, contrario a los más viejos, quienes vivieron en una Cali elegante, cívica y proactiva.
  • El término civismo se ha retomado

 

  Luisa Fer nanda López Aguilar /Wilson Albornozs    

      @Luilalopeza6        

    Junioralbornozs        

Del dulce aroma del café al siniestro sabor de las drogas

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Autor: Sebastián David Moncayo

Facultad de Humanidades y Artes.

Pero esta vez el objetivo no era la visita familiar, sino conocer a Dúber Vélez, un joven de 24 años, recolector de café hasta los 18 y padre de 2 hijos. Para comodidad de Dúber, la cita fue en un café situado en una esquina del Parque de la Concordia. Vestía una camisa manga larga, celeste de rayas horizontales azul oscuro que cubrían sus brazos tatuados casi totalmente, por dentro de su pantalón color jean y una correa de hebilla grande en forma de serpiente; sus zapatos eran viejos, era notable su esfuerzo para que se vieran bien.

Su mayor ilusión es que algún día la vida del campesino sea digna y bien remunerada para que muchos, como él, no tengan que desviar su camino.
“Nací en este pueblo con una cultura muy bonita, este olor me recuerda muchos atrás cuando mi cucho me enseñó a recolectar café”, expresó. En su rostro se pueden observar los vejámenes de años difíciles, de trabajo desde temprana edad, el sol ha marcado su rostro y algunas cicatrices por el acné en sus mejillas lo hacen ver como un tipo rudo. Sus ojos negros y los labios carnosos le dan un aspecto de crudeza.

Después de un tiempo y algunos sorbos de café campesino endulzado con panela, reflexiona sobre lo que pasa cuando en Colombia los jóvenes prefieren otros negocios más fáciles que trabajar en el campo y recolectar café. Creció en una familia pequeña, campesina y siempre con la iniciativa de trabajo; nunca fue a la escuela, desde que tiene memoria ha sido recolector de café.

Afirma que el trabajo en el campo es difícil y mal pago, el trato es grosero, los mosquitos dejan residuos -se señala las mejillas-, los ‘patrones’, como él los llama, son personas que sólo quieren explotar al pobre recolector y cada vez pagan con más tacañería.
Por eso prefirió, a los 18 años, buscar otros métodos de conseguir dinero. Después de hablar con sus amigos y conocer la situación de ellos, encontró una forma: las drogas. Ya había conocido las sustancias sicoactivas -a los 14-, consumió varias veces en medio de trabajadores mayores que él, nunca se sintió cómodo pero llamó a sus plones recargar baterías, pues –confiesa- de esa manera es como se recolecta energía normalmente en el campo.
Un día tuvo un problema con un administrador que no le quería pagar y decidió abandonar el campo, definitivamente se sentía en el lugar incorrecto. Ese día, al llegar a las 2:00 p.m. a su casa, su esposa lo recibió con un vaso de aguapanela y limón. Fue cuando pensó en buscar a sus amigos y pedirles ayuda para encontrar posibles salidas; venía su primer hijo en camino y no quería que llegara sin estar preparados.
-Pacho, ¿me va a incluir en el negocio?
–Usted sabe que conmigo la tiene clara-, contestó Francisco, a quien llama ‘su pana’. De esa manera entró en un mundo desconocido. Se sentía preocupado, tenía miedo y entre sus planes no estaba ir a una cárcel. Además, no quería que eso afectara su relación familiar.
Fue fácil, la plata y los clientes ya estaban, Dúber empezó a adquirir más dinero, estar en su casa cuando él quería y de vez en cuando consumía con sus amigos.
En sus ojos se puede percibir la decisión con la que maneja el tema, al segundo café decide contrastar los únicos dos trabajos que ha tenido en la vida con una analogía: “Uno tiene que ser como un pájaro que no tiene casa, si no la hay, busca ramas y se la construye, esos pájaros que se la pasan consiguiendo ramas para otros nidos, luego llega el viento y los deja sin nada”.
Para él, su forma de hacer las cosas es la correcta y afirma sin remordimientos que definitivamente no volvería al campo porque no viviría como lo hace ahora.

Este típico café fue el escenario de la charla del joven Jíbaro con Utópicos.

Cada fin de semana, solía abordar un bus estrecho, con asientos uno muy pegado del otro y con un olor impregnado a aromatizantes para carros; tres horas de paisajes verdes hasta Sevilla, norte del Valle.

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