Muchas veces se subestima el poder de la comunicación, arma ideológica que puede crear concepciones erradas de un país y sus habitantes. Existe una Colombia dibujada por las series de televisión y por la información mal trabajada desde salas de redacción.
La historia no tiene mucha diferencia con la que cuenta que supuestamente hace algunos años le quitó la corona de miss universo a Carolina Gómez: el narcotráfico sigue guardándose en la retina de los extranjeros.
Se hace difícil entablar una conversación donde uno de los mayores referentes no sea la importancia de la cocaína en Colombia, mucho de ello a causa de los productos mediáticos que se exportan a todo el mundo.
Es cuando el auge de un nuevo periodismo presenta la plaza de trabajo, aquella que muchos reclaman pero poco se interesan, es ser crítico para mostrar nuevos temas, dejar de lado la imagen explotada de un país pasado y reflejar las nuevas realidades.
Ya no existe el verde de la selva, el azul de los océanos y los colores de las tradiciones, atrás quedaron las rutas turísticas y los encantos de un país de tres culturas, ahora el mapa se pinta de blanco, de “un polvo mágico que hechiza” como lo describió don Omar en una de sus canciones hace ya algún tiempo.
La cocaína parece reinar en el imaginario social de una patria que se desangra no precisamente por la droga sino por los problemas sociales que existen como en cualquier país. Somos revolucionarios cibernéticos y amantes de amigos extranjeros en redes sociales, somos la valla publicitaria de una Colombia mal administrada.
La imagen extranjera es el resultado de un periodismo escaso, de la falta de investigación y la poca imaginación para considerar los medios como herramienta de reconstrucción identitaria; seguiremos siendo blancos mientras no nos demos cuenta de que poseemos una riqueza de grandes dimensiones, gente pujante dispuesta a salir cada día a prosperar.
Yo soy amargado, mi mamá ya me lo dijo; de hecho, todo el tiempo me lo dice. No sé por qué soy así, si por genética o porque hay niñitos en la casa pensando de qué manera dañar su santa paz o porque mi mamá siempre me sirve sin cubiertos y me toca ir por ellos; quizá sea porque nunca me echa sal al huevo, pues, según ella, la mantequilla ya viene con sal o tal vez, simplemente, porque siempre le sirve de tomar a todos menos a mí. He llegado a pensar que todo eso me lo hace de maldad, y entonces me digo que la amargada es ella, no yo.
Dejando atrás los demonios de mi mamá quisiera hablar sobre la figura del amargado. Antaño los amargados eran populares y queridos. Basta ver a Gárgamel, que siempre se quería comer a los pitufos, más por inquina que por hambre, y ahí está, querido por muchos. Incluso hay un personaje que define exclusivamente la amargura: Olafo, que a veces es el Horrible y otras el Vikingo, pero siempre es amargado y todos muy contentos, tanto así que desde 1973 hasta nuestros días se sigue publicando esta caricatura. No me imagino hoy a alguien inventándose un personaje amargado y que guste tanto. Por lo regular la amargura es el enemigo número uno en la televisión. La princesa Grumosa, Calamardo, Rita Repulsa… son villanos amargados y a casi nadie les gusta, salvo a uno que otro amargado; a tal punto que los malos de la actualidad están tan contentos como el protagonista y eso es triste.
Hoy es pecado ser infeliz, entiéndase carente de entusiasmo. Cada que abro el Feisbuc veo imágenes y mensajes que hablan de la risa, de la felicidad, del amor, como si todos fueran sinónimos ¡y no lo son! Quién dijo que uno tiene que estar alegre para ser feliz (?) o que tiene que gustarle todo (?) la gente se lamenta cuando lo ven a uno. Siempre que digo que no me gusta viajar o que soy malongo para comer dulce la gente me mira, luego a mi novia y se van con un rictus de tristeza; cada vez que digo que detesto ir al circo, las ferias y los conciertos, un payaso se muere en algún lugar del planeta. O al menos eso es lo que me da a entender mi interlocutor con su cara de sorpresa y decepción. Al parecer los amargados no somos buenos para el mundo.
Hay que buscar la felicidad, nuestra meta como humanidad es la conquista de la felicidad, hay que pensar positivo, tenemos que estar alegres; a ver, muéstrame una sonrisa… ¡por Dios, no! ¿Qué es todo eso?, con esa carga a cuestas ¿quién puede ser feliz en estos días? Yo no puedo. Pero no por eso pienso en matarme o en maripositas negras. No por eso veo una cuchilla y me desparramo a escuchar los Relicarios pensando en el corte más bonito para las venas. Los amargados tenemos nuestra felicidadcita: pequeña, timorata, tímida, pero ahí está. Que nos cuenten un chiste y no nos riamos no quiere decir nada o que nuestra meta en la vida no sea ser felices tampoco es razón para que se encomienden misas en nuestro nombre. Realmente disfruto ser amargado; sí, mamá, me lo gozo. No tienen por qué estar pensando en lo aciago que debe sentirse ser yo; bueno, no es la maravilla, pero ahí va.
A mí las personas felices me dan miedo. Todos conocemos una “personita”, porque los felices siempre dicen “personita” y toda clase de diminutivos, que tiene una sonrisa de oreja a oreja y sus palabras siempre son de ánimo, perseverancia y otros tantos valores propios de cartelera de ética y valores o de página de la Atalaya. Los felices dan abrazos todo el tiempo y te dicen cosas como “me encanta verte”, “genial y mejorando”, “hoy el día está radiante y maravilloso”, realmente los signos de admiración no alcanzarían para tanta felicidad. Tristemente a la gente se le está pegando eso. Una amiga hace poco estuvo en una abrazatón, donde te manosean, pero no dan nada; un conocido se disfrazó de payaso y fue a visitar personas moribundas; la tía que mejor me cae publica a cada rato mensajes llenos de cosas lindas, pero no sé, como soy amargado pienso que eso no sirve de nada.
De hecho; ¿hay razones para no ser un amargado? El mundo está podrido. En este país los sueldos son miserables, quitan el agua, el Internet se cae, la que nos gusta no nos quiere, nos salen espinillas, pelos en la espalda, comer mucho da diarrea, fumar da cáncer, estudiar no sirve de nada… La lista puede ser infinita y yo sí que lo sé. Con todo lo anterior no veo por qué estar contento, no hay motivos; no faltará el Troilo que diga que estar vivo ya es motivo de felicidad, pero quiero decirle a usted, querido Troilo, que por lo menos en este país no se vive, se sobrevive, y eso ya es otro verbo con sus respectivas y muy propias implicaciones.
La amargura tiene sus encantos. No hay cosa más rica que quejarse de todo y por todo; yo por mi parte seguiré en mi desazón. Amargura, señores, que a veces me da, y la cura resulta más cara que la enfermedá.
Donald Trump apareció como la respuesta norteamericana al desgaste de la política tradicional y sus discursos. Es un fenómeno común por estos días en el mundo en donde hay un escepticismo total sobre los políticos. Lo vimos desde el movimiento de los indignados, pero lo conocemos en Latinoamérica desde los populismos. La escena política está siendo invadida por los no políticos y el turno le llegó a los EEUU.
Hoy es más seguro ser cómico, payaso, deportista, panadero o vendedor de casas y ser ganador en la política que ser un profesional de ella. Ahí está el ejemplo de Morales en Guatemala o de Ronaldo en Brasil. Sin duda hay una falta de credibilidad a la política tradicional y lo que representan, ahí está una de las razones.
Pero también está de moda el neopopulismo de derecha al mejor estilo de Ciudadanos en España o de izquierda con Podemos, en ese mismo país. En EEUU, ese neopopulismo gana espacios con direcciones ideológicas de extrema derecha con Trump. Y es tan indiscutiblemente ultra derechista para los propios líderes del Partido Republicano, que están haciendo componendas, alianzas y se les siente temerosos ante su avance en cada primaria de la Unión Americana. Por otro lado está el caso del ¨socialista¨ del partido demócrata Bernie Sanders, que está quebrando las lógicas y ritmos del sistema bipartidista norteamericano y ganando espacio entre trabajadores, minorías y sectores populares.
Estos dos nuevos fenómenos de la política norteamericana, pero en especial Trump, reflejan un resurgir de los valores más retrógrados, conservadores, racistas y xenofóbicos en una época en que comienza a sentirse la corrosión de los extremismos y fundamentalismos que junto a una larga crisis económica ¨blanda¨ pero latente, hace fértil el discurso en buscar culpables a otros, en ¨ellos¨ (en especial extranjeros minorías, creyentes y otras culturas) junto a propuestas de ruptura radical como las que enuncia Trump en la economía y la política exterior. La gente quiere el otro lado de la carta por oposición a la inercia y acepta un radicalismo, como en la historia nos demuestra, más emotivos que racionales o argumentativos.
Por otra parte, el papel de los medios de comunicación, con su cobertura escandalosa contra Trump, lo ha favorecido paradójicamente por la cantidad de notas, hecho que lo ha sobredimensionado y visibilizado como lo que no es, creando expectativa y hasta simpatías en un público incrédulo, aburrido y crítico ante la política tradicional.
Trump es un show mediático de mal gusto, es un ignorante del ejercicio de la política rompiendo todas las reglas de la política norteamericana con su agresividad, grosería, machismo, su nacionalismo xenofóbico y su tesis de que porque ha sido un empresario de éxito puede ser un presidente, igualmente, de éxito.
En resumen, Trump es como diría Fukuyama, la expresión del fin de las ideologías y el triunfo del populismo de derecha, de la victoria del espectáculo y la banalización de la política, con el riesgo tener, no un cowboy como Reagan, pero si un conductor de reality show como Trump. Posibilidades las hay porque ha sumado muchos votos, cuando se pensaba que no prosperaría y a todos los ha derrotado en el lado republicano. ¿Hasta dónde Hilary Clintón está lista para una campaña inédita, descarnada en todo terreno? La Unión Americana casi está en la senda del autoritarismo y Trump puede ser el Uribe de los gringos.
Esa es la frase que se escucha continuamente en las calles, pero claro, es una labor regalada que el que quiera puede hacer.
Cualquiera es capaz de pararse frente al político que acaba de hacer un escándalo, hacerle preguntas y más aún contradecir lo que está diciendo cuando sea necesario, sin importarle si esa persona puede acabar con tu carrera; pero eso no importa, “igual eso es fácil”.
O el hecho de viajar (en algunos casos sin recursos suficientes) para hacer un reportaje, tener que vivir situaciones difíciles con culturas diferentes, someterse a trabajar para que al final el director diga “no, esto no me sirve” o para que tu texto pase desapercibido por un video que publica otro medio de comunicación y que por el morbo se vuelva viral; esos casos tampoco importan, “igual hacerlo es fácil”.
Ni qué hablar de cuando vas a un hotel a esperar por una entrevista, estás todo un día y a duras penas logras ver a tu personaje a lo lejos, vuelves al otro día, los de seguridad te sacan porque “no puede haber periodistas”, sin embargo sigues afuera sentada en la calle esperando, sin comer nada, mientras que las horas pasan y aquel al que estás esperando te escriba “ya te dije que sí te doy la entrevista, espérame”, teniendo como resultado una fallida entrevista y no sepas con qué le vas a salir al jefe, pues ese era tu trabajo, pero bueno, tampoco importa, “igual hacer esto es fácil”.
Cuando estás empezando a ejercer tu profesión y aún no eres reconocido en los medios, por ser ‘novato’ te quieren pisotear y en plena rueda de prensa no falta el experimentado que te diga “¿usted qué hace aquí? córrase que esto es para los grandes medios, quite su micrófono que ahí va el mío” y por estas situaciones uno salga un poco triste y se vaya abajo lo que tenías planeado porque la prioridad es para los periodistas reconocidos, pero eso menos importa, “igual hacer eso es fácil” Y así, son muchas situaciones que un periodista en formación vive a diario, pero todas son ‘relajadas’ y lo único que hacemos es tomarnos “fotos con famosos”, pues igual hacer eso es muy fácil.
En toda sociedad existen lenguajes empleados por grupos determinados. Son conocidos como léxico o jerga. Por ejemplo, los términos que se utilizan en la medicina, no son los mismos que emplea un ingeniero civil. Es más, ese mismo ingeniero tal vez desconozca parte del vocabulario de un maestro de obra que, de manera empírica, trabajado en la construcción.
JOHN JAIRO RIVERA
Relator desde la Cárcel de Villahermosa
Por ejemplo, la jerga utilizada al interior de la cárcel, generalmente es ajena o poco común para el resto de la sociedad. A continuación, algunas de las palabras del glosario carcelario: Bianchi: Es curiosa la utilización del nombre de un caramelo relleno con dulce de chocolate. Los internos le dicen ‘Bianchi, Bianchi’, a quien sale del inodoro y no se lava las manos.
Shower: Se emplea para el turno de la ducha: “¿Último para el Shower?”. A esta pregunta, se deja ver el interno que en ese momento está de último, pues en un patio, con 1060 internos y solo 16 duchas, es necesaria la dinámica de la organización.
Patine: Es cuando alguien no es bienvenido a un grupo – “Patine como la Chechi” (en asociación a la patinadora Chechi Baena). Patinemos: Dar vía. Debido al hacinamiento que hay en las cárceles, es común que se formen trancones en los pasillos, o en el mismo patio, y no se pueda caminar bien, es aquí cuando se dice: “Patinemos,” es decir, que abran espacio para pasar.
El Loco: Es el nombre que reciben los alimentos: desayuno, almuerzo y comida. Es uno de los momentos más esperadas por los internos.
Sopa: En Villa Hermosa, se le dice ‘sopa’ al que no se conforma con las raciones de alimento suministradas diariamente por el INPEC y busca comer más, ya sean galletas, comprar comida, jugos, entre otros. Y si no hay dinero, buscan ‘repelar’ del mismo ‘loco’.
Repelo: Es raspar la olla. Los ‘repeladores’ esperan a que se repartan los alimentos y si sobra, hacen la fila para reclamar más. Chamber: Es el nombre que recibe el licor elaborado en la cárcel. Es producto del destilado de la chicha.
Se lo fumaron: Sinónimo de robar. Cuando se tiene una deuda y no se paga, cuando se presta algún elemento y no es devuelto o cuando se pierde algo, aquí es donde sale la frase: “se lo fumaron”.
Fachada: Es quien aparenta algo que no es. Le dicen fachada al interno que asiste a la iglesia cristiana al interior de la cárcel. Esto no significa que lo sea. Entapiñado: Es quien hace las cosas a escondidas. Ejemplo: Si le llega comida, se oculta para comérsela. O dice no fumar y lo hace a escondidas. Se ‘entapiña’ para hacer las cosas.
La ansiedad y los nervios invadieron todo mi cuerpo, el ambiente se tornaba pesado, pues al enfrentarse a una realidad tan cruda e impactante, las palabras quedaban cortas para expresarles a mis compañeros cuán ansioso estaba y, a la vez, la felicidad que se siente al ayudar a jóvenes que se han equivocado y han sido sancionados por ello.
DIEGO SAMUDIO
Al ingresar al Centro de Formación (antigua cárcel de mujeres de Cali), los nervios invadían cada parte de mi ser, pues me enfrentaba a un suceso nuevo en mi vida. Mientras esperábamos que los jóvenes elegidos previamente por un casting interno, todos los compañeros santiaguinos estábamos llenos de interrogantes. ¿Cómo serán?, ¿serán agresivos?; preguntas como estas llegaban a las mentes de todos los presentes en esa vacía pero calurosa capilla.
Antes de conocer los adolescentes tuvimos un recorrido por las instalaciones del Buen Pastor, ahí pudimos ver las diferentes “casas”, como son llamados los sectores (patios en las cárceles de mayores) donde tienen recluidos a estos jóvenes. La realidad era cada vez más cruda, pues al pasar y ver a tantos hombres juntos en esos espacios, ver como su única distracción era hablar entre ellos mismos sobre todas sus “hazañas” delincuenciales para así “matar tiempo”, como lo expresan ellos.
Cuando por fin aparecieron y pudimos conversar con ellos, pudimos notar cómo las personalidades eran totalmente diferentes, pues encontramos menores muy extrovertidos, pero también otros muy introvertidos, que hablaban muy poco y, a pesar de haber sido procesados y sancionados por sus graves acciones, eran muy tímidos al punto de sudar al decir sus nombres, su voces se quebrantadas y las expresiones de incomodidad salían a flote.
Esta primera experiencia nos dejó como enseñanza muchas cosas, una de ellas fue reconocer en estos muchachos sus talentos y constatar que, sin embargo, estaban recluidos en ese lugar. La experiencia fue muy llenadora y conocer esta cruda realidad nos hace reflexionar sobre los contrastes que tiene este país, donde las oportunidades para jóvenes de bajos recursos no abundan y, desafortunadamente, la delincuencia pasa a ser una opción para sus vidas.
Valle del Cauca destaca en cultivo de algodón con semillas genéticamente modificadas, aumentando productividad y tolerancia a plagas. La siembra de algodón en 2023 se realizó de febrero-abril, con cosecha esperada en octubre-noviembre. pic.twitter.com/Ie1joNyLZ9