La transformación de Edward.
A un año de ese viaje del que sabemos poco

Autor:  John Jairo León Muñoz 

Edward puede ser un prólogo, un descriptivo prólogo que hable de la risa. La risa que lo acompañó en las conversaciones. O la risa puede ser el tema central del libro póstumo y aún por escribirse: La risa como posibilidad para habitar el absurdo de estos tiempos enrarecidos. O se convirtió en las notas aclaratorias de la novela póstuma El Primer Hombre de Camus. De pronto contempla ser los puntos suspensivos de un poema de Girondo o los signos de admiración en una novela del siglo XIX. 

Si le dan la posibilidad de ser un Dios griego sería Apolo el dios de la música y las bellas artes. O Baco el dios de las celebraciones. Si llega a ser un verbo, es el verbo admirar para mantenerse vivo en uno…, cada que asombre el tiempo. El verbo admirar para no pasar por alto la forma en la que se pinta el asfalto con la lluvia o la forma en la que el agua y el sol modifica el verde de los jardines y de las montañas. O el detalle de detenerse a escribir con cuidado haciendo uso de la coma y el punto y las ideas que se tejen con sentido. O una de las cartas de Heidegger a Arendt, para hacer énfasis que los grandes seres humanos rompen el espacio y el tiempo.  

Quizás se dirija También Edward o Random House como le decía, a transformarse en la niebla que embellece el paisaje en la montaña y la va pintando de blanco como enseñando sobre la nada, el vacío, el comienzo, los nuevos comienzos para quienes todavía quedamos acá entre el caos y la belleza. La contradicción de existir.  

Puede que en ese más allá, del que se sabe tan poco, el monte Olimpo, los dioses griegos le tengan destinado ser el dios del paisaje o el acompañante de Fauno ese dios de las montañas y compañero de ninfas. Y, que mientras se camine aquí en la tierra aparezca Edward como un recuerdo, como la urgencia de actuar y, a través de la labor docente -en cada cual- se invite a la reflexión en un salón de clases o fuera de él y se aparezca Random House en forma de brisa, de diálogos sobre las injusticias, arcoíris, noche estrellada, faro con luz frente a los problemas sociales, el rayo titilante de las luciérnagas que recuerda también la urgencia de quedarse quieto, para aprender de lo valioso del aire, de la contemplación de la lluvia tenue y de la contradicción que existe en el ser humano como entre torrentes aguaceros y la aparición del sol de los venados.  

Aprender del tiempo y lo que se hace con él y que es mejor caminar admirando, con pausa, viendo los detalles. Se puede estar transformando en el hyperion, ese árbol que logra crecer hasta hablarle al oído a las estrellas. O a Edward le han dado a escoger y quizás decida ser un delfín que salte y viaje explorando formas y profundidades y bellezas bajo el agua.  

La muerte como transformación, la transmigración de las almas el camino de un editor. Quizás sea las notas de un corrector de estilo que pide aclarar el título, hacer bien la cita en APA o en Vancouver o citar el autor o los autores de la revista donde se quiere publicar.  

Seguro puede ser el color azul claro, que cada vez que se use invite a la pausa, a la quietud para que esta vida valga la pena por el sentido que se le encuentra.  

Lo recibió Baco, destaparon una de Tequila y escucharon el Spotify de lo que se escucha y se deja de escuchar en la discoteca La Maldita Primavera y cantaron con Perséfone diosa de la primavera, Zeus el dios de dioses y Apolo o Febo dios de la música y la bullaranga y lo hicieron a todo el volumen de lo que da el proceso de la transformación.  

Se transforma un hombre de buenas maneras, de buenos tratos, de hablar pausado y argumentado. Como quien habla entre broma y en serio. Como quien invita a escribir con calma, pero con la ligereza que piden los rankings.  

Y quizás puede estar recitando en ese Olimpo, esta frase de Gómez Jattin: “Allí está la luna y no se muere” quizás para decir que la gente de letras y de la reflexión por el pensamiento no se va. Se transforma. La gente que se emociona con la poesía, con el arte de la escritura, sigue y vive en uno como trazos y formas que construyen un recuerdo. Se integran a una constelación como polvo de estrellas.  

La muerte como transformación, la transmigración de las almas el camino de un editor“.

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