DELFINES POLÍTICOS Y EL SISTEMA PATRIMONIALISTA COLOMBIANO

DELFINES POLÍTICOS Y EL SISTEMA PATRIMONIALISTA COLOMBIANO

Autor: Sin autor.

Facultad de Humanidades y Artes

Para cerrar la serie sobre los delfines en las nuevas generaciones de políticos en Colombia, Utópicos le pidió a la abogada y exdiplomática Clara Inés Chaves Romero un análisis sobre este fenómeno que ha marcado la vida política colombiana durante más de ochenta años de vida republicana.

La corrupción se ha institucionalizado en el poder, enquistándose a través de las casas políticas regionales que, con la compra de votos en las distintas elecciones en el país, plagian uno de los pilares de la democracia, el derecho que tienen todos los colombianos a votar libremente por el candidato de su preferencia.

El sistema patrimonialista sigue vigente en muchos países. Es decir, es la gobernabilidad concentrada en el poder personal absoluto de la oligarquía, comprendida por unas familias que detentan el poder y que se lo traspasan entre ellos. Este poder fluye directamente del líder. Se compone principalmente de una mixtura entre los sectores público y privado. Estos sistemas autocráticos excluyen del poder a las clases media y baja y, en ocasiones, a la clase alta, y se caracteriza también porque las fuerzas armadas son leales al líder, dejando por fuera a la población.

Este sistema no es ni bueno ni malo, depende de las circunstancias y del análisis del país en su momento histórico y de la manera como se maneja el poder en beneficio del bien común de toda la colectividad, de la consolidación de la democracia y de la gobernabilidad, construyendo el futuro con bases sólidas.  Para Weber, las monarquías patrimoniales y formas similares de gobierno eran proyecciones del patriarcado (la regla del padre dentro de la familia) sobre un conjunto más amplio de relaciones sociales. Hay dos formas principales de patrimonialismo en el análisis de Weber de la autoridad tradicional (dominación). Una forma se caracteriza por una estructura descendente en la que el emperador o sultán gobierna sobre la base de su propia autoridad legítima a través de funcionarios burocráticos tradicionales (por ejemplo, eunucos).

En principio, la Iglesia católica es patrimonio en este sentido tradicional, con el Papa como el Gobernante Patrimonial. La otra forma de patrimonialismo todavía está de arriba hacia abajo, pero se acerca al tipo ideal del feudalismo occidental europeo, con una base para la autoridad legítima fuera de la autoridad del gobernante central. En Francia o Inglaterra del siglo XII, por ejemplo, podría haber consistido en la aristocracia caballeresca. Esta forma feudal de patrimonialismo evolucionó finalmente en Monarquía Constitucional. El Senado de los Estados Unidos es un vestigio de la Cámara de los Lores en Inglaterra. Francis Fukuyama, politólogo de Stanford, lo describe como reclutamiento político basado en los dos principios de selección de parientes y altruismo recíproco.

Colombia no se ha escapado a este sistema gobernado por élites familiares, las cuales presentan características que indican similitudes y diferencias entre los linajes presidenciales, más allá de la filiación política tradicional bipartidista que gobernó al país por décadas, es decir: entre liberales y conservadores. Existen particularidades importantes dentro de estas élites a tener en cuenta, que han sido factores indispensables para su posicionamiento en el país, como son: el origen del linaje, el pensamiento político, las actividades económicas, la formación académica y el padrinazgo político.

En cuanto  a la procedencia del linaje responde a su ascendencia a la élite colonizadora, es decir a España y su fortaleza política nace en la época de la colonia; por ello, me referiré a las familias que gobernaron en el siglo XX en Colombia.

En este sentido, el abolengo de la familia Ospina viene de manera ininterrumpida desde el siglo XIII. Ellos llegaron con la conquista y con la creación de municipios en el país, fortalecieron su presencia al interior de la burocracia estatal, adquiriendo reconocimiento, prestigio social y posteriormente político.

En relación con la familia Lleras se encontraron vestigios del siglo XVIII y es a partir de la línea genealógica de Mateo Lleras Acuña y Josefa Alá y Tome, que se encuentran referencias por su origen catalán que le permitieron ingresar a la elite política del país en la época colonial, obteniendo posiciones públicas, uniones maritales e ingreso a la academia.

Por su parte, el linaje de la familia López viene por el sastre del Virrey Jerónimo López en el siglo XIX, que hace referencia a las clases profesionales en ascenso  que le permitieron obtener un desarrollo financiero e industrial del país durante los siglos XIX y XX, lo que facilitó la conformación del poder político del linaje presidencial. 

La familia Pastrana no tiene antecedentes españoles, por lo que su ingreso a la élite política colombiana se dio a través de actividades económicas y a un padrinazgo político. 

Estas élites políticas tradicionales tienen un soporte económico y una actividad alterna al ejercicio público; es así como la familia Ospina tuvo actividades relacionadas con la minería, la agricultura y el urbanismo. Los López se caracterizaron por sus actividades con la banca desde la época de Pedro A, López  y con empresas transnacionales de bienes.  

Por su parte, los Lleras se conocieron por sus actividades en medios de comunicación, en las leyes, como profesores en universidades prestigiosas del país, lo que les facilitó un conocimiento con la realidad colombiana, y tanto Alberto Lleras como Carlos Lleras Restrepo se caracterizaron por ser abanderados de la moral del país. 

Por su parte, los Pastrana se concentraron en distintas actividades heterogéneas, como en impulsar la Corporación Financiera Colombiana de Desarrollo Industrial, participar en la Cámara de Comercio Colombo-Americana, la creación de CAFAM; la introducción de las tarjetas de crédito en Colombia, con el establecimiento de Diner’s Club en el país. 

En torno al pensamiento político, estas élites se destacaron por pertenecer y conformar los partidos tradicionales del país: el liberal y el Conservador.

En el siglo XX, los liberales se caracterizaron por grandes reformas, las cuales perduran hasta hoy, como fue la Revolución en Marcha, Ley 200 de 1936, por la tecnificación y especialización de las instituciones del Estado y por las reformas administrativas, como la que se dio en 1968 bajo la presidencia de Lleras Restrepo, entre otras. 

Por su parte, los conservadores representados por los Pastrana y los Ospina, se identificaron por una filosofía social-conservadora en la que reforzaron el sector agroindustrial y minero, con la creación del ministerio de Agricultura y Ganadería y algunas obras de infraestructura.  

La concentración del poder político del país en el siglo pasado se caracterizó por la presencia de cuatro linajes que se consolidaron en el Frente Nacional, como respuesta al padrinazgo político que se dio en su momento en el que se renovó la élite política y se rotó el poder entre estas 4 familias. 

Se dieron alianzas familiares en las que repartían la burocracia del país, pues en el siglo XX existieron cuatro presidentes que gobernaron dentro del Frente Nacional: Alberto Lleras Camargo, Guillermo León Valencia, Carlos Lleras Restrepo y Misael Pastrana, cuyos descendientes tienen hasta la fecha una influencia en la vida política del país.

Estas alianzas se llegaron a dar incluso en el plano residencial, pues estas familias habitaron el mismo barrio, sincronizándose de esta forma, pues mucho se conoció que a través de la familia Ospina, que creó el barrio Teusaquillo en la capital del país, muchos de estos clanes residieron en este sector.

De otra parte, el debilitamiento de los partidos políticos tiene una relación con las castas familiares que se transmiten el poder de padres a hijos, e incluso a nietos y sobrinos, quienes crean lealtad entre ellos, para no perder sus privilegios ni los favores, con los cuales construyen plataformas políticas que les permiten perpetuarse en el poder y apropiarse  de los recursos y del Estado. 

Hasta la llegada de Álvaro Uribe Vélez al escenario político, perteneciente a una nueva casta de poder, caracterizada por liderazgos personales que aprovecharon el contexto político del momento, pero que debido a los escándalos de corrupción de posibles alianzas con los narcos y los paras, su asentamiento en el poder se ha dado de una manera carismática y personalista, que va más allá de un linaje proveniente de un ancestro en el poder. 

Ahora su hijo, Tomás Uribe pretende posicionarse como su delfín, simplemente por el hecho de que su padre ve la amenaza de perder su investidura de intocable, pues ha pretendido dominar las ramas del poder público, concentrando su poder en su figura patriarcal, y en la actualidad se ve obligado a responder por innumerables presuntos delitos, asunto a lo que no está acostumbrado. 

A pesar de que pertenece a la casta política de la familia Santos, Juan Manuel Santos llegó a la presidencia, no por su linaje sino promovido por el carisma de Uribe Vélez, debido a las circunstancias socio políticas de ese momento. 

En el Siglo XXI, surgen nuevas figuras que no pertenecen a las castas políticas, pero que sí parecería que pueden ser alternativas de llegar al poder, como es el caso de Gustavo Petro. Pero, difícilmente se podrá consolidar esta expectativa, debido a que difiere totalmente del sentir de las élites políticas, que a pesar de que se encuentran debilitadas, no lo están tanto como para perder el control de los hilos del poder. 

Por su parte, Iván Duque llegó como el delfín de Uribe, que lo puso en el poder como candidato de su partido, pero que no demuestra las características de un líder que podría sobrevivir a largo plazo sin su padrino político. 

Sergio Fajardo se perfila como un candidato independiente que deberá rehacer su alianza con alguna élite del poder, para poder ser parte de las élites que siempre han gobernado al país, si quiere consolidar su aspiración presidencial. 

Aunque algunos expertos consideran que el surgimiento de nuevas figuras en la escena política colombiana es un respiro y que ponen en dificultades a las castas políticas del país, no lo es tanto, si los programas de gobierno que promueven estas nuevas figuras van en contravía de los intereses de conservación de esas élites.

Por todo lo anterior, algunos han considerado que este sistema patrimonialista es el secuestro del Estado, que conduce al debilitamiento de la democracia, en el que no se permite en la práctica real el surgimiento de nuevos partidos políticos, al menos si estos no son de las corrientes ideológicas tradicionales.

La corrupción se ha institucionalizado en el poder, enquistándose a través de las casas políticas regionales que, con la compra de votos en las distintas elecciones en el país, plagian uno de los pilares de la democracia, el derecho que tienen todos los colombianos a votar libremente por el candidato de su preferencia.

Además, a este sistema oligárquico de concentración de poder se le atribuye el debilitamiento del campo, debido a las distintas políticas que han fortalecido el latifundio sin función social, quebrantando la razón de ser de la propiedad según lo establece la constitución colombiana, y haciendo quizás inviable el desarrollo de uno de los puntos del acuerdo de paz, la reforma rural integral, porque, al parecer, toca los intereses de la oligarquía, que es el control del territorio a través de grandes extensiones que se utilizan para la ganadería y para consolidar su poder per sé.

…Algunos han considerado que este sistema patrimonialista es el secuestro del Estado, que conduce al debilitamiento de la democracia, en el que no se permite en la práctica real el surgimiento de nuevos partidos políticos, al menos si estos no son de las corrientes ideológicas tradicionales.

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