Pros y contras de la Inteligencia Artificial en la era digital

Autoras: Manuel A. Victoria | Sebastián Valencia Quijano.

Facultad de Humanidades y Artes

La sociedad vive en un mundo moderno, con un veloz avance tecnológico, nuevas formas de entretenimiento, de educación y las oportunidades económicas se mezclan en un panorama cuasi futurista. En este escenario, las máquinas han alcanzado un hito impresionante al desarrollar un pensamiento artificial, una simulación de la racionalidad humana que puede ser tanto una valiosa herramienta como un desafío potencial, dependiendo del contexto en el que sea utilizado.

Los seres humanos con su propio raciocinio, decide qué etiqueta ponerle a la Inteligencia Artificial, si la de un Terminator que complicará sus vidas o la de un WALL-E que ayudar a llevarla de forma plena.

La Inteligencia Artificial no es un simple término que resuena en el mundo de la tecnología y la programación. Es la capacidad innata de las máquinas para emular el comportamiento y habilidades inteligentes del ser humano. Desde la toma de decisiones hasta la resolución de problemas complejos, esta capacidad se logra mediante una compleja operación que funciona a base de algoritmos que absorben información, procesan cantidades masivas de datos y generan patrones interconectados por redes neuronales, tales como las de un cerebro. Estos patrones permiten a las máquinas ‘aprender’ y evolucionar, adaptándose a nuevas situaciones y desafíos.

Todo esto es denominado Sistema Experto, un campo tan antiguo como la propia computadora, desarrollándose desde la década de 1950, con artículos académicos como el Computing machinery and intelligence, escrito por Alan Turing, quien fue un matemático, informático, criptógrafo y biólogo británico, considerado uno de los padres de la informática moderna y las ciencias de la computación.

                                                                                   

Sin embargo, este logro tecnológico no está exento de cuestiones éticas y prácticas. En este viaje hacia lo desconocido, nos enfrentamos a la necesidad de considerar los beneficios y los riesgos. ¿Cómo se traduce esta capacidad para simular el pensamiento humano en ventajas concretas? Y, por otro lado, ¿cuáles son los peligros que podrían emerger en el camino?

El equilibrio entre la innovación y sus consecuencias.

Cada avance tecnológico invita a reflexionar sobre el delicado equilibrio entre aprovechar las oportunidades que ofrece la inteligencia artificial y abordar las posibles implicaciones, llevándonos a cuestionar cómo dirigir este poder transformador hacia un futuro ético y sostenible.

En el ámbito de desarrollo de software se ha dado una buena bienvenida a la IA, pues ha traído beneficios a la programación. Según el ingeniero de software Jhoan Saldarriaga, “el impacto que ha tenido me ha ayudado a recortar el trabajo, la tarea que me asignaban para ser entregada en 4 o 5 días, la concreto en 3 o 4 horas. El tiempo restante, por la facilidad que me ofrece, lo aprovecho para descansar”.

Sin embargo, manifiesta que todavía hay aspectos a mejorar: “Yo pago una suscripción para una IA mucho más inteligente y eficaz; no obstante, se equivoca unas cuantas veces. Por todo lo demás es una bacanería de herramienta, mi mejor amiga hasta el momento”.

                                                                                  

Otro caso, pero en diferente ámbito, le sucedió a un usuario, Gerardo Sandoval, durante la época del confinamiento por el COVID-19, “si bien ya me costaba socializar, en ese momento se me complicaba muchísimo más. Pero decidí intentarlo por medio de un juego llamado parchís. Hablé con una mujer durante un buen tiempo y, por medio de la aplicación, accedimos a compartir nuestros Instagram. Continuamos hablando y la cosa fue fluyendo bien, luego ya las charlas incluían llamadas, pero sin video. Cuando le propuse vernos los rostros, siempre me sacaba el cuerpo, al final no le di mucha importancia y seguimos compartiendo nuestro quehacer diario. La situación se puso tensa cuando la chica me llamó muy desesperada un lunes en la mañana, necesitaba que le ayudara con 800 mil pesos para pagar su deuda del arriendo, ya que vivía sola. Yo le transfería dinero cada que ella me pedía, hasta el punto de incluir mis ahorros universitarios para ayudarle. Un día ya me iba a quedar sin dinero, fue cuando le cobré el préstamo, se puso grosera y me chantajeó con revelar fotos candentes que nos habíamos enviado. Ahí fue cuando de verdad sospeché y me asusté, insistí, pero fue inútil, hasta que me bloqueó de la única plataforma por donde hablábamos. Me asusté mucho y llamé a un amigo, de inmediato me contestó y me dijo con la frase, “si sos huevón te estafaron”.

Fue cuando se dio cuenta de que las fotos de ella, según capturas de pantalla, eran generadas por IA y que la chica jamás existió realmente.

Los seres humanos con su propio raciocinio, decide qué etiqueta ponerle a la Inteligencia Artificial, si la de un Terminator que complicará sus vidas o la de un WALL-E que ayudar a llevarla de forma plena.

Cada avance tecnológico invita a reflexionar sobre el delicado equilibrio entre aprovechar las oportunidades que ofrece la inteligencia artificial y abordar las posibles implicaciones”.

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