Son corazones unidos que laten al ritmo de los sueños, esos que aparentemente no tienen la libertad de brillar con luz propia. Son vidas que caminan a veces por inercia pero con la viva esperanza de un productivo mañana. Son pensamientos que se transforman en esperanza, una esperanza fugaz que con un poco de aliento hace realidad los sueños. Eso son los jóvenes infractores del Centro de Formación Juvenil Buen Pastor, pensamiento y acción. Plan Padrino, un espacio pensado, planeado y creado para ellos.
El momento de pasar de los sueños a la realidad es ahora; muestra de ello, son las producciones que realizan: radionovelas, documentales, perfiles sonoros y radiales, reportajes, crónicas, poesías y canciones, con temáticas inspiradas en los valores y en la paz.
Los lunes de cada semestre, desde hace tres años, jóvenes infractores del Centro de Formación Juvenil Buen Pastor y estudiantes de la Universidad Santiago de Cali han demostrado, con pundonor y dedicación, que el camino hacia la resocialización y la reintegración a la sociedad, con el compromiso de la no repetición, puede lograrse a partir de un proceso integral del cual forma parte el componente de la comunicación y el periodismo.
El proyecto de intervención social Plan Padrino tiene como objetivo principal despertar habilidades comunicacionales en adolescentes infractores quienes, en cada periodo académico, mancomunadamente con los estudiantes de Comunicación Social de la USC, crean propuestas académicas que se desarrollan brindando novedosas herramientas para que los jóvenes no desfallezcan en el proceso de educación, que resulta decisivo para su futuro.
-Historias de vida narradas por jóvenes infractores.
Cuando se les pregunta a algunos de ellos ¿qué conocimientos han apropiado en los talleres de comunicación y periodismo? Las respuestas son positivas: ‘Erlin’ comparte que aprendió a escribir un poco mejor y eso le ha permitido pensar más en un futuro fuera de la violencia. De forma similar a la experiencia de ‘Erlin’, ‘Camilo’ dice que “más que conocimientos, me generaron reflexiones para cuando salga de aquí ser un hombre de bien”.
Son jóvenes que cuando llegan al Centro de Formación no han cumplido la mayoría de edad -18 años en Colombia- y por haber infringido las leyes, han sido internados allí para pagar sus delitos. Estos adolescentes están protegidos y se rigen bajo la ley 1098 de 2006 (ley de infancia y adolescencia) garantiza sus derechos y les impone también el cumplimiento de deberes.
Al sistematizar esta experiencia, desde el planteamiento de Arizaldo Carvajal (2007) que en el texto “Teoría y práctica de la sistematización de experiencias, concibe la sistematización como una posibilidad para producir conocimiento a partir de la intervención de la realidad, se pueden observar dos mundos completamente opuestos:
De un lado, jóvenes crecidos en contextos sociales golpeados por la violencia, abandonados por sus padres, jóvenes sin recursos para suplir necesidades básicas como salud y educación; unos con esperanzas positivas, otros sin ellas.
De otro lado, jóvenes que han tenido la oportunidad, mínimamente, de recibir una educación digna, acto que cambia por completo la visión de vivir.
Entonces, cuando estos dos mundos que han estado separados por mucho tiempo se encuentran, los propósitos de ambos se transforman, los jóvenes estudiantes descubren que hay batallas más allá de las que a ellos les ha tocado librar, se encuentran con una realidad social que permanece en el tiempo, al menos, hasta que muchos seres como ellos decidan cambiar la historia; por su parte, los adolescentes que han infringido las leyes empiezan a creer que hay una vida mejor para ellos, llena de esperanzas y sueños por cumplir, siendo la comunicación un medio para confiar y formar expectativas distintas a las que han tenido hasta el momento.
Por ello es relevante tener en cuenta algunas de las reflexiones que hacen los jóvenes cuando se les pregunta, ¿Cómo utilizaría los conocimientos adquiridos en cada uno de los talleres? ‘Carlos’ manifiesta que los podría aprovechar para participar en ofertas de trabajo, “estudiando antes y poniéndome juicioso”. ‘Andrés’ tuvo una respuesta más romántica: piensa que los conocimientos adquiridos le servirán para expresarse mejor y conquistar más.
Como parte de la sistematización de Plan Padrino, ha sido sustancial analizar los perfiles de los jóvenes realizados en el proyecto, porque a partir de ellos, se observa su realidad desde una perspectiva distinta, no como victimarios – víctimas sino como seres sensibles al cambio social, personas que necesitan educación para dejar de ser presos de su pasado y de los errores cometidos.
En cada uno de los perfiles sonoros y escritos realizados se puede observar esa realidad que a veces lastima recordar; en uno de ellos, titulado “Víctor, el niño que cambió el fútbol por la delincuencia”, se puede apreciar la historia de un joven que desde muy niño dejó de perseguir el sueño de ser un futbolista profesional por ir tras la vida ‘fácil’: las armas, las drogas y la muerte. A consecuencia de ello, paga los errores que cometió en los caminos ligeros con la ausencia de su familia, de sus amigos y de la calle.
Es importante exaltar el rol de los adolescentes privados de la libertad, porque en sí mismos se han convertido en fuente de conocimiento que enriquece la labor del estudiante santiaguino; cada una de las historias narradas en este proceso se convierte en experiencias vistas desde la esperanza y no desde lo críticas que pudieron resultar.
El rol del estudiante universitario es enseñar lo aprendido, es aprovechar las herramientas que desde la facultad se le han brindado en su proceso académico para aportar al proceso de formación de jóvenes de las mismas edades o de años cercanos, dispuestos a educarse en campos que probablemente desconocían.
Cada adolescente que infringe las leyes es un mundo lleno de caminos por andar, no es fácil podar la maleza, pero se han mantenido constantes en el desarrollo de las actividades. En este proceso, se han dejado conocer un poco más, los estudiantes les han brindado su confianza y respeto, por lo que cada vez son más los jóvenes que se animan a hacer parte de Plan Padrino, un espacio pensado, planeado y creado para ellos, desde el cual se empieza a creer en las esperanzas que no se deben perder y en los pensamientos que anteceden las acciones.
Esta es una experiencia de la que merecen participar muchos estudiantes; se puede decir, que a partir de este tipo de proyectos, se forman profesionales más sensibles con la realidad social, generando responsabilidad y compromiso con el otro.
Finalmente, la sistematización de esta experiencia permite ver la comunicación desde otra perspectiva, como un camino para aportar al desarrollo social con acciones relevantes, como escribir una canción y desarrollar talleres desde las competencias comunicativas, que posiblemente sirvan para que los adolescentes piensen en una vida más alentadora.
Además, esta sistematización permite creer en el tipo de educación que plantean Kaplún (1998) y Freire (1969), una educación con énfasis en los procesos en los que son más importantes el diálogo, la libertad y la retroalimentación, una comunicación donde existen varios educandos y varios educadores, siendo protagonistas de la transformación de su realidad.