EL CASO URIBE Y EL FUTURO DE COLOMBIA ¿Ha llegado el momento para una transición política? (cuarta entrega)

Iván Cepeda Castro es senador del Polo Democrático y uno de los más representativos líderes de la izquierda colombiana. Su participación en este caso se origina en una denuncia penal que entabló en su contra el ex senador Álvaro Uribe, por falsos testigos, proceso por el que Cepeda fue absuelto y Uribe pasó de demandante a denunciado.


Brevemente: ¿cómo es que el proceso que se le seguía a usted terminó en contra de su denunciante? ¿Qué fue lo que hicieron usted y sus abogados?

Este es un proceso que tiene su origen en dos testigos, que me llamaron para que transmitiera sus declaraciones a la justicia, declaraciones en las que se decía que los hermanos Álvaro y Santiago Uribe habían conformado un grupo paramilitar en 

una de sus haciendas. Luego de un largo proceso, en el que Uribe llevó a cerca de 20 personas como falsos testigos a la justicia y de una investigación muy rigurosa, en la que, de una manera detallada, exhaustiva, mis abogados y yo logramos controvertir cada una de esas falsas declaraciones, se demostró mi inocencia y se ha comenzado un proceso de investigación que involucra muy seriamente a Uribe y a personas de su entorno.

Iván Cepada, politico colombiano. Foto tomada de Semana.com

¿Cuál es su análisis de las consecuencias – en corto, mediano y largo plazo- que traerá para Colombia, en términos políticos, la detención y procesamiento del expresidente AUV?

El difícil prever todas las consecuencias que pueda tener, pero ya se pueden percibir algunos efectos que está teniendo esta investigación. El primero es que se establece un precedente en materia de justicia, que es supremamente valioso, independientemente de cuál sea el futuro que tenga esta investigación, y que eventualmente se llegue a un juicio: Se ha roto una especie de mito, que consistía en señalar que había una especie de franja de dirigentes políticos o de personas con mucho poder, también económico,  que no podían ser eventualmente llamadas a rendir cuentas por la justicia. Así que allí hay una lección en materia de democracia, que creo que es supremamente valiosa.

También hay unas consecuencias políticas.  La extrema derecha en Colombia, que es una extrema derecha caudillista, tiene que afrontar ahora una derrota que, por lo menos, es de carácter político n relación con su líder, quien ha tenido que dejar el congreso, en circunstancias muy polémicas. Y, por supuesto, habrá otras consecuencias que, yo espero, sean para bien de la democracia, de las instituciones y del Estado de derecho en Colombia.

¿Qué cree que está pasando al interior del Centro Democrático, que parece haber quedado acéfalo, y cómo podrán darse los reacomodos políticos y los pulsos para los nuevos liderazgos?

Yo creo que el problema del Centro Democrático es que, precisamente, no es Democrático, no es una formación en la que existan numerosos liderazgos, o en la que haya figuras descollantes que ejercen una vida política colegiada. No, aquí estamos ante una estructura caudillista, en la que todo depende del criterio, de la voluntad o del capricho e un caudillo.  Así que, una vez que el caudillo enfrenta una situación crítica, que pone en tela de juicio su proceder y su condición ética y también eventualmente judicial- es todo el movimiento el que sufre las consecuencias. Habrá que ver si existen, al interior de esa colectividad la posibilidad de resolver la situación que crea ese inmenso vacío y también si las pugnas internas que se ha conocido no irán a tener una consecuencia en fragmentar  o dividir esa colectividad.

Alvaro Uribe Vélez, ex-senador de la republica. Foto tomada de Blu Radio.

El presidente Iván Duque: sus dos años, en medio de la pandemia, ¿cómo cree Usted que él puede hacer el reacomodo de su gobierno en beneficio del país?

Para que Duque haga un cambio, una transformación de su gobierno en términos benéficos, requeriría un giro de 180 grados en su actual visión del país y de la política en todos los terrenos, requeriría tener una política de paz y no una política militarista como la que ha mostrado, una política sensible a las graves circunstancia que está dejando esta emergencia sanitaria, social y económica. Y no esa visión elitista y benefactora de los sectores más poderosos de la sociedad. Tendría que ser una política de defensa de la democracia y de las instituciones. Pero dudo mucho que él tenga la visión y también la fuerza de promover ese giro.

Iván Duque, presidente Colombia. Foto tomada del País.

Cómo analiza las propuestas de: reforma constitucional para acabar con las cortes y crear una sola; la propuesta de una constituyente. Qué opciones reales tienen estas propuestas y cómo interferirían en otras reformas grandes (económica, laboral, pensiones, salud, etc.), que parecían prioritarias hace apenas unos días.

Lastimosamente, esa es la constante, lo que ha mostrado ser el método, la costumbre del comportamiento de Uribe en relación con la justicia. En el pasado fue la investigación que realizó la Corte Suprema y que llevó a muchos de sus aliados políticos y a su propio primo (Mario Uribe) a la cárcel. La investigación de la parapolítica fue un escenario de confrontación en el cual el presidente de la república (AUV) no vaciló en desatar una campaña feroz, que incluso tuvo momentos, como el haber descubierto que se hacía espionaje en contra de los magistrados para acopiar información que pudiera servir a esa campaña de descalificación y desprestigio.

Igualmente hoy ocurre algo similar, en esta ocasión no solamente se denigra de los magistrados sino que se disfraza el temor que hay de que la justicia opere a través de propuestas de reforma, que no son otra cosa que una salida autoritaria para  para abolir la Corte Suprema, la Corte Constitucional, la Jurisdicción Especial para la Paz y, por lo tanto, hacer que venza y prime la impunidad. Eso, por supuesto, en condiciones de un país que está ante una quiebra social y económica, en medio de una grave situación sanitaria, es realmente inconsecuente y, yo diría, inviable. Hay otras prioridades, efectivamente, en la agenda política.

¿Cómo pueden incidir los últimos acontecimientos en la implementación del acuerdo de paz suscrito con las extintas Farc?

Pueden tener varias consecuencias. Por una parte, hay una política en curso, de intentar debilitar el proceso de paz y de buscar que no pueda abrirse paso la justicia que creó el acuerdo, esa justicia transicional es fruto del acuerdo de paz. Pero yo confío en que, también, esto activa a las fuerzas sociales y políticas favorables al proceso de paz, que deben buscar un camino de cohesión, para hacer que resulte posible la implementación integral del acuerdo y buscar generar nuevas posibilidades de procesos de paz en el país.

El líder de la izquierda Gustavo Petro está proponiendo un gran pacto nacional, ¿qué futuro le ve?

Yo confío en la propuesta de un pacto histórico o nacional –ha recibido distintos nombres- en el que se pueda concertar un programa de gobierno, entre muy diversas fuerzas, no solo políticas, sino sociales y económicas. Esta es una idea que no tiene que ver con un simple acuerdo electoral sino que va mucho más allá y tiene por propósito encontrar una salida de gobierno y de Estado, que permita una transición política. Yo creo que esa es la única solución que podría dársele a los problemas más graves que afronta hoy el país.

¿Arrancó la campaña electoral 2022?

Yo creo que ya estamos en un momento en el que se comienzan, no solamente a debatir todos los asuntos programáticos, sino también las coaliciones y las fuerzas que van a competir en las elecciones de 2022. Estamos ya a dos años y comienza el conteo regresivo hacia esa elección y, por supuesto,  han comenzado a darse ya los debates, más aún, cuando la situación del país, que es muy crítica, hace que aparezcan distintas posiciones en relación con lo que debe ser un nuevo gobierno.

Olga Behar 

 @olgabehar1  

“No somos delfines, somos más bien los huérfanos de la esperanza de todo un país”.


Juan Manuel Galán nació entre periodistas –sus padres Luis Carlos y Gloria Pachón-, pero le llegó la adolescencia en medio de campañas políticas y muchas dificultades de seguridad, derivadas del ataque frontal de su padre a fenómenos como el narcotráfico y la corrupción. Cuando apenas iba a terminar el bachillerato, tuvo que enfrentar el asesinato de su papá y huir del país con su mamá y dos hermanos menores, a Francia, donde el duelo, el nuevo idioma y una cultura diferentes marcaron –para bien, sobre todo- a los descendientes de Luis Carlos Galán.


Hoy, dos de ellos, Juan Manuel y Carlos Fernando, están dedicados a la política. Y en medio de la polarización que aqueja a Colombia, hay sectores que los responsabilizan de hechos de corrupción que ellos ruegan tajantemente, y les dan el calificativo de delfines, por el solo hecho de ser hijos de Galán.

Olga Behar conversó con Juan Manuel Galán sobre estos temas.

¿Cómo caracteriza Usted la figura del ‘delfín’ político y de qué manera ha funcionado en Colombia?

La palabra delfín viene del francés ‘le delfin’, que era, en las cortes francesas, el heredero del trono, el heredero del poder; por definición, un delfín es un heredero de poder. Y sobre todo de unas estructuras de poder político, de poder económico en general, en donde estas estructuras necesitan una solución de continuidad y buscar a quién dejarle esa herencia. Son unas estructuras construidas a base de clientelismo, a base de poder económico derivado de cooptar el Estado y el poder público a nivel local, a nivel regional y nivel nacional.

Y muchas de esas estructuras son fruto de lo que yo he llamado el narcotráfico en Colombia como un proyecto político. El narcotráfico en Colombia, para poder ser entendido realmente en su dimensión, no se puede reducir a la mirada de un simple proyecto criminal, un grupo de criminales que delinquen y que exportan cocaína, y que utilizan su poder para intimidar y para corromper. No, realmente, cuando hay dominio territorial y dominio poblacional, por definición estamos ante un proyecto político. Y eso es lo que ha sido el narcotráfico en nuestra historia, en las últimas décadas.

Pero además, el narcotráfico ha buscado financiar campañas políticas, con el fin de avanzar ese proyecto político. Y esas campañas se han financiado a todo nivel, desde un edil, que aspiran a una Junta Administradora Local en Bogotá, o en Santa Marta, o en Barranquilla, o en Cartagena, donde hay distritos y donde hay ediles; pasando por un concejal, pasando por diputados, pasando por representantes a la cámara y senadores. Lo mismo, alcaldes, gobernadores y presidente de la república, porque sistemáticamente, los dineros del narcotráfico han estado rondando y han estado circulando, sobre todo en efectivo, en campañas electorales.

 Luis Carlos Galán, durante la campaña presidencial. Foto tomada de El Pilon.

} ¿El narcotráfico y la corrupción se han convertido, pues en elementos cruciales para el deterioro de la política en Colombia y para reproducir el dominio de esas castas gobernantes regionales?

Si. Por ejemplo, las masacres y la violencia también han sido un instrumento privilegiado por el narcotráfico, y lo que estamos viendo de esos asesinatos de jóvenes, esas masacres de jóvenes en Samaniego, en Antioquia y en varios departamentos del suroccidente del país, son masacres hechas con sevicia, como ejemplarizantes, para que la población entienda quién manda aquí, quién es el que ordena ya quién le tiene que hacer caso.

Entonces, ese es un tema importante para entender esa figura del llamado delfinazgo político, que es la política en cuerpo ajeno, y es que, a medida en que caen figuras políticas por sus vínculos con ese proyecto político del narcotráfico, con esa violencia tan atroz , y con tanta sevicia, necesitan buscar quién asuma esas estructuras clientelares, políticas, que han construido a lo largo de los años, porque ya terminan encartados en procesos judiciales y se ven inhabilitados para para continuar, entonces, para la supervivencia de esta estructura necesitan que asuma un miembro de la familia, una esposa, una hija, un hijo, una sobrina, un primo, una prima, y ​​eso ha sido tradicionalmente la costumbre o la manera de actuar de esas estructuras.

De todas maneras, también hay una acción política que se ha ido pasando de generación en generación. Por ejemplo, Alfonso López Michelsen fue el heredero de las ideas de su padre, López Pumarejo; Álvaro Gómez Hurtado recibió un legado de su padre, Laureano Gómez. Y así vemos, en los partidos tradicionales, este fenómeno, para el cuál, los padres preparan a sus vástagos.

En el caso de personas que han crecido, se han formado dentro de un ambiente político, electoral, que han aprendido a querer el oficio, a querer incursionar en la política, pero porque sienten una vocación, inculcada directa o indirectamente por sus progenitores, recorren un camino de preparación, de formación intelectual, recorren un camino político, que les permite ir escalando unas posiciones de reconocimiento, con un desempeño para mostrar y unos resultados, que son los casos que tú has mencionado, de Alfonso López Michelsen y de otros, hasta el caso de Andrés Pastrana.

Creo, entonces, que habría que hacer una distinción muy clara entre estructuras ligadas al proyecto político del narcotráfico, a la corrupción, al clientelismo, a buscar apoderarse de la contratación pública, de privatizar criminalmente la contratista pública, para direccionarla hacia uno u otro contratista que representa el poder económico, para financiar la estructura clientelar, la estructura a nivel local y regional, asociada a intereses del narcotráfico; esto es una cosa. Y otra cosa es el delfinazgo de personas que han estado en la presidencia de la república y sus hijos deciden seguir el camino.

Carlos Fernando (izq.) Y Juan Manuel (der.), Dos de los hijos de Luis Carlos Galán que heredaron su pasión por la política. Foto tomada del medio Silla Vacía

Ese pudo haber sido el camino de ustedes, si a Galán no lo hubieran matado y hubiera podido llegar a la presidencia de Colombia. Pero como no fue así, ¿cuál podría ser la explicación de que los llamen también delfines?

En el caso nuestro y en el caso de muchas personas, que vieron asesinados a sus padres, por enfrentar precisamente ese proyecto político del narcotráfico y denunciar el clientelismo, en denunciar la corrupción y la manera como se aprovechaban de la contratación pública, se apoderaban de los cargos públicos para su beneficio personal o de grupo o del clan, pues es muy diferente. En el caso nuestro, más que delfines somos huérfanos, huérfanos de una esperanza que fue asesinada, y era la esperanza de toda una generación de colombianos, que se sintió representada, interpretada por Luis Carlos Galán, por su movimiento, el Nuevo Liberalismo, que representaba una amenaza para el statu quo, una amenaza para el establecimiento tradicional de la política colombiana ligada a ese proyecto político del narcotráfico, ligado a esas prácticas clientelistas.

Además, Luis Carlos Galán fue una amenaza aún mucho mayor que los grupos armados ilegales, porque el levantamiento en armas de algunos grupos guerrilleros que combatían también esas estructuras, de alguna manera perdía legitimidad, por ser un levantamiento violento a través de las armas. Pero lo que demostró mi papá es que se podía hacer por la vía de la no violencia, por la vía institucional, así el camino fuera de mucho más desigual, mucho más demorado, mucho más difícil, con muchos tropiezos y obstáculos.

Entonces, cuando él llegó a tener opción de poder, a finales de la década del ochenta, aproximándonos al año 89 y al año 90, se dieron cuenta de que políticamente no podría tenerlo, y por eso tomaron la decisión de asesinarlo, generando una gran frustración en esa generación de clase media profesional urbana, que no se sintió representada por las opciones tradicionales de los partidos liberal y conservador, pero tampoco le gustaban mucho los grupos de izquierda, todavía ligados todavía de una manera ambigua a la lucha armada. A pesar de que muchas de esas personas que integraban esos grupos de izquierda, eran personas genuinamente idealistas, que creían en la democracia y que querían luchar por esos ideales que defendía la guerrilla, pero en el escenario democrático, en el escenario legal nacional, y también terminaron siendo asesinados.

Entonces nosotros, lo que recibimos como herencia de mi padre, no fue un poder económico, porque mi papá nunca tuvo negocios, nunca tuvo propiedades, no tuvo fincas, no tuvo acciones, no tuvo empresas sino, simplemente, vivía de su quehacer, primero como periodista y luego como senador, como congresista; obviamente, con el apoyo de mi mamá, que con su labor periodística también contribuía al sostenimiento del hogar. Tampoco mi papá montó una estructura política clientelar, clientelista, el Nuevo Liberalismo tuvo representación política, sobre todo en Bogotá, donde fue muy activo y donde tuvo un apoyo del voto de opinión muy importante. Pero nunca esos cargos de representación política que tuvo el NL como partido fueron utilizados, como esas otras mafias, para sacar provecho de la contratación, para robar, para generar una dependencia indignante,

Entonces, lo que heredamos, realmente, fue un cariño, fue un aprecio de la gente, un reconocimiento que es extraordinario que en un país sin memoria, o de escasa memoria, como Colombia, después de 31 años aún perdure ese reconocimiento, ese cariño y ese afecto de la gente por lo que representaron Luis Carlos Galán, el NL y sus ideas políticas.

Dos de los tres hijos de LCG se decidieron por la política, en algunas etapas han estado en partidos diferentes -y controversiales- y ahora son más independientes. En todo caso, las críticas se fundamentan en la idea de que ustedes han utilizado esa imagen impecable de su padre, y que en ese sentido, son delfines. ¿Cómo ven ustedes esta crítica?

Nosotros decidimos que nuestras carreras iban a ser de servicio público, en el sector público y no solamente hemos estado en contiendas electorales, en donde democráticamente la gente ha podido determinar si nuestros perfiles, nuestra trayectoria, las ideas que hemos defendido, les gustan o no . Hemos tenido también experiencias en el Ejecutivo, como nombramientos en cargos públicos, pero además hemos desempeñado esos cargos con excelencia, con resultados. Desde que yo fui viceministro de la juventud, director del programa presidencial Colombia Joven y estuve de segundo en la embajada de Colombia en Londres, ahí están los resultados del trabajo, ahí están las realizaciones, y que además nunca hemos tenido escándalos o cuestionamientos, porque nunca hemos hecho negocios desde el sector público, nunca hemos querido enriquecernos,

Esa ética nos la enseñó mi papá y la hemos seguido, él decía que los negocios y la política son como el agua y el aceite. O uno se dedica a hacer política y al servicio público, y para poder defender el poder público y el interés general tiene que tener independencia de intereses particulares, privados, de negocio; o uno se dedica a los negocios, que también es absolutamente legítimo, porque los empresarios son necesarísimos en cualquier país, en cualquier democracia, para que generen empleo. Pero mezclar política con negocios, que es por ejemplo lo que tiene enredado a Donald Trump –además de muchas otras cosas de su personalidad y de su talante como gobernante-, lo que lo tiene enredado de fondo es esa mezcla entre negocios, intereses particulares, y política.

En Colombia tenemos varios casos, que tienen que ver con mezclar indebidamente los negocios y la política. Nosotros decidimos dedicar nuestra vida al servicio público, porque pensamos que tenemos vocación política y mi papá nunca hizo negocios, como lo mencioné antes, propiedades, acciones, riqueza, ni fincas, y menos, so pretexto de ser “emprendedor”, buscar por ejemplo volteo de tierras, o buscar zonas francas en ciertos sitios de la Sabana de Bogotá, para de esa manera y desde una posición privilegiada, utilizando el poder, o abusando del poder, lo cual es por definición corrupción –corrupción es ante todo abuso de poder – buscar hacer negocios particulares desde esa posición privilegiada.

 Aquí, con sus padres, ambos periodistas. Foto tomada de el Espectador

“La mejor herramienta de un contador de historias es la terquedad, el optimismo irracional”: Alberto Salcedo Ramos

Dicen que son seres espirituales sin carne y hueso creados por Dios para librar batallas en el cielo. Miles de años antes de Cristo, muchos cayeron en tiempos de rebelión pero los sobrevivientes, pasaron a la Biblia como los elegidos: Miguel, Gabriel, Rafael, Uriel, Jofiel, Samuel, Zadkiel, todos ángeles. Los de Lupe Pintor, ex boxeador mexicano campeón del mundo en su categoría, se llaman Enrique y Jhonny, un amigo muerto, otro en el cielo por sus propios golpes. Los del cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos, están en la tierra, son sus lectores.


Es la noche de un miércoles donde el viento sopla con fuerza en el Distrito Federal. La lluvia humedece los abrigos que salen del armario y más de 150 ángeles terrenales han llegado a Colima 378 para la presentación de Los Angeles de Lupe Pintor, el más reciente libro del cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos.

Las sillas no dan a basto, el costado izquierdo está rebasado por gente parada una tras otra. Frente a ellos un grande: Juan Villoro, escritor mexicano. Junto a él Salcedo con su chamarra azul marino se rasca la cabeza. Del otro Guillermo Osorno, Director de Horizontal y anfitrión del lugar, sonríe de cuando en vez, suelta miradas a un auditorio ávido de escuchar historias.

Las que el barraquillero cuenta en el libro bajo el sello de Almadía, hacen parte de esas obsesiones que le atañen desde siempre: el deporte, la música, el amor y ese mar azul que no puede dejar de contemplar cuando menos una vez al mes. Entonces aparecen relatos como el de El Chato, el árbitro que expulsó a Pelé, los pleitos y envidias a través del Vallenato y cierra con una historia de amor de una niña odiosa que un día lo amó.

Los ángeles de Lupe Pintor están en el cielo, los de Salcedo llegaron hoy.

El salón de ambiente bullicioso ahora se asemeja a una iglesia en momento de reflexión. El turno es para Juan Villoro, ese escritor mexicano consagrado que cualquier autor quisiera tener de aliado a la hora de presentar su libro. Aficionado al fútbol, seguidor del Barcelona, amante del rock y lector de Los Angeles de Lupe Pintor del cronista colombiano que ha vuelto a rascarse la cabeza.

-Alberto nació en unos de los lugares más propicios para la crónica y para entender al mundo original, Barranquilla, una ciudad totalmente excepcional. Fue la ciudad más liberal de Colombia porque nunca tuvo un obispo. Hoy en día el mayor exponente de la crónica en este lugar es sin duda el autor de Los ángeles de Lupe Pintor.

Villoro hace una pausa, mira a Salcedo, continúa. —El boxeo ha inspirado historias memorables y las de Alberto se merecen el cinturón de peso completo porque es realmente alguien que sabe captar el reverso de las historias.

—El libro para los lectores mexicanos nos queda muy cerca no sólo por la figura de Lupe Pintor sino por los temas que tiene que ver con el sentimentalismo compartido de las canciones, por las tragedias de los héroes públicos, la mitología de los deportes y de la cultura popular. Hoy en día la realidad Latinoamericana sucede dos veces, primero en el mundo de los hechos y después para que la escriba Alberto Salcedo Ramos, dice Villoro y los aplausos no cesan, Salcedo se ha rascado tres veces la cabeza, sonríe.

El cronista colombiano tiene el carisma del caribe colombiano impregnado en su garganta. Es un costeño cuyas palabras no escapan del chiste, la anécdota, la metáfora familiar.

—Yo nací en Barranquilla una ciudad sumamente chismosa, en donde el gran deporte cotidiano es comer prójimo, hablar mal de la gente y sobre todo chismosear sobre los hechos de la ciudad. Barranquilla es el único lugar del mundo donde hay tanto virtuosismo en el chisme que la gente se permite chismosear en tiempo futuro. En Barranquilla no le dicen a uno que Susana se ha embarazado, sino que la van a embarazar y da la casualidad que después embarazan a Susana.

Las carcajadas de los ángeles ahora se conjugan en un sonido estridente. Son casi las nueve de la noche, la presentación ha terminado.

María es una periodista mexicana que no puede evitar plantarse frente a Salcedo mientras el escritor garabatea mensajes en ese libro de portada naranja que todos llevan bajo el brazo. Pasa uno, pasan dos, todos pasan.
Lo vio tres días seguidos antes de presentar Los Angeles de Lupe Pintor, en un taller de crónica que la dejó con ganas de salir con libreta y mochila al hombro “a comerme el mundo, a contar historias”. Su libro ya está firmado, ahora sigue ahí parada sin que el autor lo sepa.

La virtud de Salcedo está en esa narrativa caribeña que seduce pero también en su terquedad. Esa que le permite insistir por años para lograr una entrevista, que camina ocho kilómetros en la selva para acompañar a un niño en su travesía diaria por llegar a la escuela, que edita horas y días hasta encontrar el verbo perfecto, la metáfora para recordar. Alberto es un cronista colombiano que en tiempos de inmediatez informativa, hace que sus ángeles dejen de tuitear para leerlo.

¿Qué nos queda a los periodistas que queremos contar historias pero nos están cerrando los medios para publicarlas? 

—Sencillo, nos queda la terquedad.

La mejor herramienta de un contador de historias es la terquedad, el optimismo irracional, el hacer cada mañana un acto de fe en el oficio.
Me tiene sin cuidado que todo el mundo esté cerrando porque mientras tenga vida, mientras respire, mientras los pulmones tengan signos vitales, yo voy a seguir contando historias. Nosotros los cronistas tenemos el síndrome de los músicos de la orquesta del Titanic, vamos en un barco que se está hundiendo pero no nos queremos dar por enterados de eso porque preferimos seguir tocando el violín.

Salcedo toma mezcal, está contento. Sus respuestas se hacen escuchar pese al sonido de una cumbia que hace que algunos colombianos muevan la cabeza.

¿Cuál es el reto del periodista colombiano con un proceso de paz en puerta?

Yo creo que el reto de todo el periodismo -no sólo el colombiano- es convertirse en un guardián de la capacidad de asombro porque tenemos una realidad repetitiva en la cual a veces cuesta trabajo saber que lo que está pasando y verdaderamente está pasando hoy, es lo que pasó ayer y ya es una repetición. El periodista tiene que preservar la capacidad de sorpresa de la gente para tratar de construir memoria.

¿Habrá paz en Colombia?

—Yo soy absolutamente seguidor del proceso de paz en Colombia. Tengo 52 años y no recuerdo un solo día de mi vida en el que me haya levantado y no haya habido en mi país algún conflicto, yo creo que nos hemos pasado la vida buscando pretextos para hacer la guerra y ya va siendo hora de que le demos una oportunidad a otras formas de convivencia. Yo creo que el presidente Juan Manuel Santos ha sido muy valiente al arriesgar su capital político para tratar de encontrar un acuerdo político con la guerrilla de las FARC, que es la más antigua del continente. Él supone, como suponemos muchos que lo acompañamos en este proceso, que cuando se logre esa conciliación vamos a tener un país más viable.

Ahora llega Rosa Isabel y Santiago. Tres libros de Salcedo han comprado en la entrada. Uno para el hermano de Rosa, otro para un escritor, uno más para ellos dos. Viven en la Ciudad de México, colombianos de nacimiento.

—Mi hermano me dijo que Alberto Salcedo era el mejor cronista de todo Iberoamérica— le dice Rosa Isabel al autor que ya tiene tres mezcales en la cabeza.
—Eso es mentiras Rosa, el mejor es ese— responde el autor señalando con la boca al que antes ha llamado “mi hermano mayor”, se trata de Juan Villoro.

Salcedo no cree en los ángeles, ni siquiera en el de la guarda. —Duermo así con las piernas abiertas de par en par para que ninguno se me suba encima— comenta entre sonrisas y mezcales. Pero allí está María, Santiago, Rosa Isabel, está Villoro y un centenar de almas terrenales que persiguen sus historias e hijos en papel. Son los ángeles de Alberto, el cronista, el autor. Un barranquillero chismoso que sí es profeta en su tierra.

Por Margarita Solano

Jefa de Información de www.lopolitico.com
Corresponsal de www.utópicos.com.co en México 

Serie: El clan de los Doce apóstoles (Parte 1)

A raíz de la captura del ganadero Santiago Uribe Vélez, sindicado de homicidio agravado y concierto para delinquir, Utópicos web 2.0 reproduce a partir de hoy, capítulos del libro “El Clan de los Doce Apóstoles” (Ícono Editorial, 2011) escrito por nuestra directora, Olga Behar, que permiten explicar los hallazgos de la Fiscalía en este sonado caso.

Hoy, quién es Santiago Uribe.

VII: Santiago
Es muy parecido a su hermano Álvaro. Siempre fue bajito y delgado, casi menudo; ojos cafés relativamente peque­ños. Es muy activo –hiperactivo dirían algunos– y hábil para los negocios. No esconde la deformidad genética de su mano derecha, que maneja con habilidad. Aunque es ante todo un hombre de campo, desde hace veinte años su exposición pública es mayor, y no precisamente por el oficio de su hermano, el político. Hoy se lo ve en las corridas de toros de todo el país, un poco más robusto y con su permanente gesto serio, casi agrio, que los que lo conocen definen como una de sus características. Sue­le llevar un sombrero sobre la cabeza con el que disimula su incipiente calvicie.

Santiago es uno de los cinco hijos de Alberto y Laura, y tal vez el más afín a su hermano, el político. Es quien continuó con las actividades de su padre en el cam­ po y quien cuidó e hizo renacer el emporio que decayó debido a las grandes deudas que dejó el patriarca al mo­ rir. Sí, tenían grandes extensiones de tierra, aeronaves y todos los recursos que querían, pero en buena parte eran producto de operaciones al debe. Después de perder gran parte de la herencia en el pago de las deudas, Santiago hizo florecer la economía familiar, pero no sólo con tra­bajo y dedicación, sino con la adopción de medidas en­ caminadas a garantizar la seguridad de las inversiones. Esto, en medio de la inoperancia del Ejército y la Policía, y de la presencia de la guerrilla en las áreas en donde estaban asentadas las posesiones de los Uribe Vélez, lo habría hecho liderar una verdadera máquina de control armado territorial, que poco a poco se fue conociendo como Los Doce Apóstoles.

Tomada de www.semana.com

De recia personalidad, Santiago Uribe se identifi­ca con los toros que cría en su hacienda La Carolina. A ellos ha dedicado su vida en las últimas dos décadas. Y defiende a capa y espada su actividad, a la que le con­ cede un tinte casi pacifista cuando defiende la fiesta bra­ va de sus detractores:

Estoy totalmente en desacuerdo con aquellas per­ sonas, médicos o siquiatras que dicen que quienes acudimos a los toros nos volvemos violentos; yo por ejemplo, no he visto violencia más grande que la que genera el fútbol en este país. Nunca a la sali­ da de los toros se oye hablar de un muerto, salimos tristes porque los toros no sirvieron o porque los to­ reros no pudieron con la espada, pero nunca sali­mos peleando.*

*Tomado de El portal taurino de Colombia, «Uribe Vélez apoya proyecto taurino», en: www.voyalostoros.com.co
Poco entusiasta con las actividades urbanas, así lo resume en una entrevista que concedió hace ya algún tiempo:

«Yo por ejemplo, soy una persona que no iría a una ca­ rrera de carros a nada; ese ruido, esa contaminación, esa quema de aceite, ese desgaste de materias primas, ese es­ trés, y sin embargo yo respeto a todos los que vayan y les digo (sic): “Eso es lo que te gusta, ah pues, que los disfrutes”, pero yo no los ataco, ni los insulto, necesita­ mos respeto, necesitamos tolerancia».

Tolerancia que hoy reclama para los amantes del mundo taurino, pero que no parece haber invocado en la época en que consolidaba su gran capital en Antioquia.
Desde 1994, su nombre ha sido mencionado en diversas oportunidades en las investigaciones judiciales. Pero nunca ha sido realmente encausado. En el proceso de Los Doce Apóstoles, ha sido beneficiado por dos autos inhibitorios, el primero del 8 de mayo de 1996, cuando el fiscal general de la Nación era Alfonso Valdivieso Sar­ miento y otro del 29 de febrero de 2000, cuando Alfonso Gómez Méndez ejercía ese alto cargo. En noviembre de
2010, el caso fue reabierto.


Juan Carlos Meneses:
«En enero de 1994 me mandan para Yarumal, Antioquia; me dicen que hay problemas de guerrilla, de extorsión, que ya el capitán Benavides lleva un año allá, que es bue­ no que lo reemplacen. Entonces, claro, dicen: “En Cocorná está Meneses, un teniente recién ascendido, pero puede funcionar”. En todos los distritos había coroneles, mayo­ res, tenientes, o capitanes ya antiguos. Pero, ¿un teniente recién ascendido en un distrito? ¡No! Pero a mí, en las reuniones de comandantes de distrito, me tenían en buen concepto, yo siempre obtenía calificaciones buenas, fe­ licitaciones por resultados, por comportamiento, yo era el mejor. Entonces, claro, qué mejor candidato: “Mandémos­ lo para Yarumal, por hoja de vida, por confianza. Como allá hay un problema de guerrilla, váyase para allá”.

»En esa época, en las zonas rojas, la Policía tenía una especie de licencia para matar. Lo que nosotros ha­ cíamos era levantar información de inteligencia: que tal es guerrillero. Entonces el comandante de departamento mandaba a sus sicarios. La sijín era la que iba y hacía las limpiezas. Es una historia negra de la Policía que ya, des­ pués de la Constitución del 91, se suavizó un poquito y cuando empezaron a apretar los organismos de derechos humanos, empezó a desaparecer. Hoy es el momento en que eso prácticamente ha desaparecido; o sea, ya la Poli­ cía, en ese tipo de casos, muy poco acude a semejantes prácticas. Pero en Yarumal, cuando llegué, sí.
»Apenas llegué a Yarumal, iniciamos el empalme. El capitán Pedro Manuel Benavides tenía que ser trasla­ dado porque los medios de comunicación estaban me­ tiendo las narices y eso no le convenía a quien sería, a partir de esa semana, el hombre en cuyas manos esta­ ría mi suerte.
»¿Que si me habló de inmediato del tema de San­ tiago? No, este tema no es el primero en tocar. O sea, hay otras cosas que uno, como comandante, tiene que recibir.

Tomada de www.las2orillas.com
Y la verdad es que él tampoco quería sorprenderme de una. Es que la entrega es un proceso que suele durar de ocho a diez días. Primero empezamos a entrar en con­ fianza y empieza a hablarme del personal, de las esta­ ciones que hay, del material de intendencia, quiénes son los comandantes, me los va describiendo uno por uno: “El comandante de la estación es el cabo tal; los agen­ tes de confianza son; el secretario es tal, tenga confianza en él, porque él es esto y esto; el comandante de la esta­ ción Angostura es el cabo tal, es buena persona, es una persona que trabaja”. Los comandantes que uno tiene son la mano derecha, eso es lo que primero uno entra a ha­ blar en una conversación de entrega: “El Ruso es el de la sijín y el cabo Rodríguez, de la sub sijín”, etcétera.

»Al segundo día del proceso de entrega del coman­ do, abordó primero el tema del personal, el tema logís­ tico, cuánto armamento hay, sobre la munición, los ve­ hículos, las motos, sobre cómo son las instalaciones. Lo primero que hicimos fue revisar las estaciones, todo lo administrativo. Hay unas actas de entrega de distrito, pero el comandante de distrito no responde por nada. Es de­ cir, responde en papeles, pero cada comandante de estación es dueño de su estación. Claro, si llega a haber algún problema, inicialmente responde el comandante del lu­gar y, por lógica, también el comandante de distrito, por no haber controlado la situación. Entonces disciplinaria­ mente lo pueden investigar a uno y hasta sancionar, por­ que el comandante no revisó que hacía falta tal cosa. A uno, como funcionario público, lo investigan por acción u omisión. Por ejemplo, el sargento tal de Angostura es el que tiene que responder por los fusiles, los cartuchos, por todo lo de intendencia, por escritorios, máquina de escribir, motos, instalaciones, ollas, colchones, camaro­ tes. Cada comandante es el que responde; mi responsa­ bilidad iba a ser recibir todo lo que los comandantes de todas las estaciones firman en un acta.

»Cuando el capitán Benavides me va haciendo la entrega, yo voy viendo que las firmas de los comandan­ tes sean verificables. Entonces, a cada comandante le di­ go: “Usted es responsable de esto y esto, fírmeme acá al ladito”. Yo lo que hago es que a cada comandante le paso revista para constatar que lo que él firmó esté ahí, y al final le firmo el acta de entrega al capitán Benavides.
»Ya cuando quedamos solos, es cuando Benavides empieza a profundizar sobre la problemática de la región: “Vea, por acá está el frente tal; por acá donde está esta otra estación, el frente tal”, y ya al final es que empieza a hablar del grupo, es cuando me frentea:
—Resulta que aquí hay un grupo de autodefensas que son los que están haciendo limpieza social.
—Mi capitán, ¿cómo así?
—Ellos son los que están haciendo limpieza, us­ ted lo que tiene es que colaborarles (sic). Vea, Meneses, el jefe de ese grupo es Santiago Uribe.
»Yo me sorprendí mucho.
—¿Cómo así? ¿Santiago Uribe, el hermano del doctor Álvaro Uribe, el candidato a la Gobernación de Antioquia?
—¿Usted es la primera vez que oye que existe eso?
—me responde Benavides.—Sí, sí.

»Benavides no lo podía creer. Es que ya en Antio­
quia eso era vox populi. Me explica:
—Sí, sí, Santiago es el jefe del grupo. Yo lo voy a llevar para que usted lo conozca, yo vengo trabajan­ do con él. Y usted, lo que tiene que hacer es colaborarles, con la sub sijín, que son los de confianza, entonces ahí es donde entran El Ruso, el cabo Rodríguez, Jimé­ nez (sic).
»Le pedí que me aclarara más el asunto. Él me ex­ plicó que ellos venían de la mano con un grupo conso­ lidado que tenía dos componentes, uno rural, cuyo jefe era Rodrigo.
—Y el otro, es el urbano. El jefe urbano es Pelo de Chonta. Ellos lo que hacen es recoger la información para saber quiénes son ladrones, atracadores, viciosos, extorsionistas, expendedores de vicio. La sijín ubica la in­ formación, pero también, cualquier información que le llegue a usted, se la pasa a ellos; ellos se la transmiten al grupo que pone a los sospechosos en la lista. Y Santiago es el que autoriza la operación para darlos de baja.
—¿La lista?
—Sí, hay un listado de personas a las que toca dar de baja, ese lo llevan ellos. La misión suya, Meneses, es seguirles colaborando a ellos, yo lo vengo haciendo des­ de hace un año que llegué a Yarumal. Yo, desde que me vine de Cañasgordas, vengo aquí trabajando con ellos (sic). Hemos trabajado de la mano, ellos le van a dar una platica mensual a usted.
—Entiendo. ¿Y como cuánto es?

»Me dijo que era como un millón; eso era mucha plata en esa época.

—Entre los ganaderos recogen para que usted les colabore, para que ellos puedan operar aquí sin problema.
»Ya en plena confianza, le expresé que el temor de uno que es que le vayan a hacer cagadas. Por ejemplo, que aparezcan los tipos borrachos, haciendo tiros. Que sí hagan sus cosas, lo que tengan que hacer, pero que no se mantengan aquí en el pueblo, ni que lo vayan a bole­ tear a uno, ni a relacionar con esas acciones al margen de la ley.
—No, Meneses, eso no hay ningún problema, San­ tiago sabe manejar muy bien eso, y el que no sirva, el que esté dando lora o esté “hablando paja”, lo van es matando de una vez, usted no se preocupe por eso.
—Ah, bueno, mi capitán, si es así, entonces lo que hay que hacer es colaborarles.
—El grupo aquí ya está conformado, el jefe es Santiago Uribe Vélez, hay apoyo de la gente de Caucasia y de gente muy poderosa de la región.
»La verdad es que la información sobre el hermano del político, del ex director de la Aeronáutica, del congre­ sista, me causó sorpresa. Aunque, tengo que reconocer, no sentí mayor inquietud. Era normal el funcionamiento de este tipo de núcleos, en momentos en que combatir a la guerrilla por esta vía era una opción que tenía bas­ tante aceptación regional.
»El capitán Benavides me da más detalles del asunto: “Yo les he colaborado mucho, lo que hago es que cada vez que ese grupo va a cometer un asesinato lo que tenemos que hacer es garantizar que la Policía no reaccione. Entonces, lo que tiene que hacer es tenerlos guarda­ dos, tenerlos bien ocupados, para que no puedan ir hasta el sitio de los hechos y se corra el riesgo de que capturen a los que cometen los asesinatos”.

»Me aseguró que el comandante de la Policía en Antioquia, coronel Alberto Rodríguez Camargo, estaba al tanto de la situación. Es que eso era una cultura en esa época, eso era normal, que los ricos se reunieran y apo­ yaran a algún grupo de limpieza social. Y Yarumal no era la excepción.
»Pero sucedía algo que después sirvió para una mala interpretación y para que las pesquisas nunca alcan­ zaran a Santiago. Resulta que allí había unos comercian­ tes que recogían plata entre varios negocios, en la ferre­ tería, en la droguería, la panadería, y había gente con un gran sentido de colaboración. Recuerdo a un viejito que se llamaba Donato Vargas, él era dueño de un almacen­ cito que vendía relojes, chucherías, que se llamaba La Economía. Había sido policía cívico y quería mucho a la Policía; ese viejito era un policía sin uniforme, se mon­ taba en las patrullas a patrullar, era un policía de tiempo completo y se hacía muy amigo de los comandantes. Be­ navides me lo presentó, me dijo: “Vea, este señor recoge los aportes de los comerciantes”. Eran cinco mil pesitos en esa época, quince mil, veinte mil el que más daba. Ese fondo era para ayudarle a la Policía, para gastos como pa­ pelería, elementos de aseo, jabón, traperos, escobas, ga­ solina, y él tenía soporte de todo lo que le daban.
»Cuando se destapó lo de Los Doce Apóstoles, di­jeron que eran los comerciantes los que apoyaban al grupo paramilitar, porque eran los que recogían plata para pa­ garles. Y los capturaron sin que se comprendiera que en realidad se trataba de dos grupos diferentes: la coopera­ tiva de los comerciantes que apoyaba a la Policía en sus actividades cotidianas, y el grupo de Santiago. En esa épo­ ca, Santiago nunca figuró y se dijo que los que estaban haciendo limpieza se financiaban con esa plata que reco­ gía Donato. La Fiscalía se enfocó en Donato y los captu­ ró, a él y a los otros comerciantes que aportaban, pero ellos no tenían nada qué ver, ellos no sabían nada. La Fiscalía se enredó, fue por ahí y nunca mencionaron a Santiago. Pero paralelo estaba Santiago, que era el que recogía plata entre los ganaderos, finqueros y ricos para pagar eso. No quisieron llegarle a Santiago.

»Se comentaba que eran los ricos del pueblo y los comerciantes los que financiaban al grupo paramilitar. Lo que sucedió fue que algunos ricos del pueblo sí le ayu­ daban a Donato, eran los dueños de almacenes grandes, distribuidores de alimentos, de comida para cerdos y ga­ nado y terminaron enredándolo, porque Santiago tenía a dos personas que eran de su confianza, a dos ricos que le daban plata a Santiago y a la vez a Donato. Eran el due­ ño del restaurante San Felipe, Álvaro Vásquez, y Emiro Pérez, un señor que tenía un negocio de alimento para cerdos, un rico al que le habían secuestrado el hijo. En­ tonces, ¿cuál fue el pecado de Donato? Recogerles plata al del restaurante San Felipe y a Emiro Pérez, que ellos sí eran del grupo de Santiago; hubo una mezcolanza ahí, ellos eran de Los Doce Apóstoles.
»La verdad es que todo se sabía: Donato sabía que
Álvaro y Emiro formaban parte del grupo que dirigía Santiago Uribe Vélez; los otros comerciantes que apor­ taban sabían del grupo, pero nadie quiso decir nunca que Santiago era el que lo dirigía, ellos nunca lo echaron al agua en los interrogatorios. Ellos sí decían, hay un gru­ po que mata, un grupo que hace limpieza, pero yo no tengo nada que ver, yo lo que le doy es la plata para la Policía.

»Además hay otra cosa, es que Santiago fue muy inteligente. Él nunca daba la cara en Yarumal, él nunca bajaba, todos en el pueblo sabían que tenía su finca, y que en la finca había un grupo de paramilitares.
»Regresemos al empalme. Al día siguiente, Bena­ vides coordinó para que Santiago estuviera en su finca, para que él me conociera. Entonces, fue más directo y me propuso:
—Vamos y le presento a Santiago.
»Llegamos a la hacienda La Carolina. Llamó mi atención la fuerte seguridad armada que ni siquiera disi­ mulaban. No eran soldados ni policías, eso se reconoce por el armamento y el vestuario. Seguimos a la sala don­ de él me esta esperando. Me siento un poco tensionado, por eso no observo bien los detalles de la sala. Sí recuerdo que la decoración es la típica de las haciendas campestres de Antioquia: muebles finos de madera en una estancia amplia, agradable. Al saludarme, aprieto su mano y no­ to de inmediato la deformidad. Me da el recibimiento; mientras escucho su acento típico de paisa, lo observo con cierta curiosidad: un tipo de sombrero, con botas, con poncho de los que usan los antioqueños en el campo.
—Mucho gusto, ya sé quién es usted, ya me lo han dibujado. Usted es un buen elemento. Bienvenido a Yarumal, teniente. A ver le cuento de nosotros; aquí tengo unos muchachos, tenemos un grupito, una gente­ cita, yo necesito que usted me ayude. Además, nosotros vamos a ser fundamentales para el trabajo suyo, vamos a apoyarlo en todo lo que usted necesite, pero de usted necesitamos el apoyo también. Aquí nos necesitamos los dos, yo voy para adelante con este grupo, el objetivo mío es acabar a las FArc y al eln en esta región; acabarlos o sacarlos, pero el objetivo mío es limpiar la zona.

—¿En qué consiste esa cooperación?
—Queremos que usted, lo que tenga de inteligen­ cia nos lo pase a nosotros y nosotros, lo que tengamos, se lo pasamos a usted. Yo tengo gente tanto en la zona rural como en la zona urbana, entiéndase con Rodrigo y con Pelo de Chonta, lo que necesite es con ellos (sic). Cuando usted requiera que yo le salga a usted, pídale el favor a Rodrigo. Rodrigo me llama por el radio y nos ve­ mos aquí en la finca, pero présteles toda la colaboración. Yo lo que quiero es que cuando ellos vayan a actuar, us­ tedes no salgan, ése es el favor que le pido yo a usted. Mensualmente le voy a dar una colaboración, lo mismo como veníamos trabajando con el capitán Benavides, así mismo quiero que siga con usted (sic).
—No hay problema.
—Vea, Meneses: nosotros venimos trabajando muy de la mano del capitán Benavides. El capitán nos ha sido muy útil, nos ha colaborado bastante, esperamos que usted, que llega nuevo, siga colaborándonos de la mis­ ma forma que lo ha hecho el capitán Benavides. Usted, teniente, no se preocupe, que tanto en Medellín como los mandos y gente de la clase política en Bogotá, saben que esto se está gestando, tienen conocimiento. Pero tam­ bién sepa que usted, nos ayude o no nos ayude, este trabajo lo vamos a seguir haciendo, entonces lo mejor es que haga como viene haciendo el capitán Benavides y nosotros le damos muy buena información (sic). Usted nos colabora y nosotros antes lo cuidamos.

»Yo pensé: “Entonces lo va es a cuidar a uno”. Y
le respondí:
—Bueno, sí señor. Si el capitán me lo presenta a usted y me relaciona con usted, es porque las cosas van a seguir igual que hasta ahora y si las cosas son así, si el comandante del departamento sabe, si el Ejército sabe, su hermano sabe y hay varios senadores que están al tan­ to de todo, bueno, sí señor Santiago.
—Usted no tenga ningún temor, porque esto lo conoce el comandante del departamento, lo conoce la brigada, lo conoce mi hermano que es político, y él tie­ ne muchos amigos. Tranquilo, usted no se preocupe que nosotros tenemos manejo a nivel nacional, si usted llega a tener algún problema nosotros lo ayudamos, si a usted le llega a ir bien con nosotros, después lo mandamos para una parte bien buena, nosotros tenemos muy buenas re­ laciones y si usted nos ayuda, nos ayudamos todos.
—Listo, don Santiago, no hay problema.
»Así fue como conocí a Santiago. Lo veía encegue­ cido contra las FArc, primero que todo, a él se le veía la rabia que tenía, no disimulaba su odio contra las FArc y tiene sus razones. Cuando las FArc mataron al papá, él estaba con él y también le pegaron unos tiros, resultó herido, creo que le pegaron un tiro en la espalda. Es un tipo que se mueve, es hiperactivo, el habladito paisa tí­ pico, es como más cachetoncito que el hermano. A él le veía como ese militar frustrado, o sea, han querido como ser eso (sic), integrantes del Ejército, tener poder militar. Tal vez viene de esas historias que conocí, que el papá fue muy drástico, el papá de los Uribe Vélez, en cuanto a la crianza de ellos; muy disciplinado, entonces ellos te­ nían como ese don, esa forma de mando y de querer que las cosas se hagan por encima de lo que sea.

»Entendí que era un grupo de limpieza social. Pa­ ra esa época, no se les conocía públicamente como Los Doce Apóstoles. Los Doce Apóstoles se empezaron a lla­ mar después de que yo salí de esa región. Todo se supo después de abril de 1994, cuando empezaron las inves­ tigaciones.
»La ayuda fue permanente. Santiago nos daba pla­ ta, pero no era para nuestros bolsillos, era dinero para que pudiéramos garantizar que el grupo pudiera actuar sin que la Policía los capturara. El mecanismo era el siguien­ te: por ejemplo, cuando las acciones que hacía el grupo de Rodrigo eran de importancia, antes de salir los sica­ rios, Santiago me llamaba, para que quedara claro que él era el que estaba dando la orden.
»La idea era que el grupo pudiera operar sin el acoso del Ejército y la Policía. El Ejército no tenía tanta incidencia en el pueblo, en lo urbano, pero en la parte rural sí. Entonces, Santiago mandaba a llamar al coman­ dante de turno en el Ejército y la respuesta siempre era: “Mire, lo que se le ofrezca, aquí estamos dispuestos, va­ mos a colaborarle”.

»Pero cuando no eran tan delicadas, se organiza­ ban por intermedio de la sijín, o directamente con Rodri­ go o Pelo de Chonta. Rodrigo personalmente me decía: “Vamos a hacer tal cosa”. Entonces yo lo que hacía era decirle a la sijín: “Coordine para que la Policía no vaya a llegar allá”. Entonces ellos se encargaban de cuidarlos para que cometieran el asesinato, sin que la Policía les llegara en ese momento, de eso se trataba.

»La asistencia era integral. Por decir algo, oíamos por radio que había unos disparos en algún lugar, enton­ ces los de la sijín –que eran los verdaderamente invo­ lucrados– nos decían: “No mande ninguna patrulla que nosotros vamos para allá”, pero se iban era a cuidar la salida, la huida del sicario del grupo de los que trabaja­ ban para Santiago.
»Santiago tenía una lista de personas, había jefes del eln, también colaboradores de las FArc, él sabía a quié­ nes había que darles. La idea de él era desvertebrar la parte urbana de esos grupos guerrilleros y, con la gente que tenía en el monte, pues caerles. El objetivo era aca­ bar a las FArc y al eln.
»Sobre el dinero, a mí los periodistas me pregun­ tan que si yo sabía si Santiago Uribe Vélez era narcotra­ ficante en esa época, yo les digo: “La verdad, yo nunca lo vi comercializando con coca, ni sabía que él tuviera laboratorio”. Lo cierto era que la guerrilla en esa época tenía cultivos y laboratorios de cocaína, fuertes, por toda esa región de Santa Rosa de Osos y Yarumal, lo que era Campamento, Angostura, Briceño, Valdivia, eso era una zona cocalera y de laboratorios fuerte. Que si Santiago Uribe Vélez era narcotraficante, la verdad, nunca lo vi, lo que sí escuché es que de Álvaro Vásquez, que era el jefe de finanzas, se decía que manejaba algunos labora­ torios de cocaína. A mí me llegó una vez una información, según la cual él, como era ganadero y también trabajaba con cerdos, tenía un laboratorio debajo de unas coche­ ras*, porque dizque el olor de la mierda del cerdo disi­ paba el olor del procesamiento de la coca. Esa informa­ ción me llegó, pero yo nunca la corroboré. Este señor manejaba mucho dinero, incluso decían que Álvaro Vás­ quez era el que manejaba a los jóvenes sicarios, era el que los financiaba, les ofrecía plata, hay un testigo que cuenta que Álvaro Vásquez fue el que gestionó un pasado judicial y unos salvoconductos ante el DAS. Yo, probablemente lo hubiera encubierto; o sea, el objetivo no era meterle mano a esas denuncias, usted estaba trabajando para ellos.

*Porqueriza, sitio donde se crían cerdos.
»Le explico: aunque yo sí escuché que Álvaro Vás­ quez tenía vínculos con el narcotráfico, en la situación en la que me encontraba no estaba dispuesto a investi­ gar eso, pero además, en tres meses tampoco se puede hacer una labor de inteligencia tan fuerte como para lle­ gar a detectar algo así. Yo sí requisaba algunos carros que llegaban de Campamento, pero nunca encontré mayor cosa, lo que encontrábamos era mucha papeleta de dro­ ga, y sabíamos que el narcotráfico ahí lo manejaba era la guerrilla. Pero si usted tiene un fin, o sea, usted tiene su finca en Yarumal y empieza a combatir a la guerrilla, era obvio que los paramilitares no tenían realmente el objetivo de acabar a la guerrilla, sino que buscaban que­ darse con el negocio del narcotráfico.

Portada del libro “El Clan de los Doce Apóstoles” Tomada de www.las2orillas.com

»La guerrilla operaba en el departamento de An­tioquia, desde Urabá hacia el nordeste del departamento, donde están ubicados municipios como Yarumal, San­ ta Rosa de Osos y Anorí. Y luego bajaban a Caucasia y el departamento de Córdoba. Entonces, ¿Qué pasa? Los Uribe tienen fincas en Córdoba y arrancan con las auto­ defensas de allá para acá. Santiago me lo decía:
—Nosotros tenemos que limpiar esto, en Cauca­sia nuestra gente ya está fuerte, porque ha venido de Cór­doba hacia Antioquia.
»Yo lo escuchaba sorprendido de ver la capacidad de manejar una región tan vasta y conflictiva.
—Teniente, nosotros apenas estamos empezan­do; entonces, cuando usted necesite gente, yo se la con­ sigo. Ahora, por ejemplo, voy a traerme a unos amigos míos que cultivan papa. Son grandes cultivadores de pa­pa. Ellos se van a venir aquí y me van a dar la mano, me van a ayudar para empezar a barrer a la guerrilla de aquí para abajo, y si necesitamos gente, la mandamos a traer de Caucasia.
»Y no fueron sólo palabras; a los pocos días, de verdad llegaron. Era una gente de apellido Botero, unos duros de La Ceja, eran cultivadores y comerciantes de papa, pero también manejaban narcotráfico. En esa mez­cla entre lo legal y lo ilegal, hay que anotar que, incluso, tenían una pista de aterrizaje en Campamento por donde sacaban la droga. Pero ya estaba controladita la pista, la Policía no intervenía. Los cultivos de coca y los laboratorios para su procesamiento eran inmensos y la información era que de allá salía coca para la exportación. Realmente, el objetivo de Santiago al combatir la guerrilla, era quitar­ le el poder del narcotráfico, y usted mira que ya, en 1993,

1994 hasta 2002, las autodefensas se apoderaron de todo ese sector.
»Esa excusa de que el objetivo era acabar con la guerrilla, que porque “la guerrilla mató a mi papá”, no me parece argumento suficiente. Allí hay una conexión, eso está documentado en varias investigaciones: la muer­ te del papá de los Uribe se da por un problema entre el narcotráfico y las FArc, que también tenían negocios de narcotráfico».


En la primera parte del proceso, Santiago Uribe no fue mencionado, pero más adelante empezaron a aparecer testigos que aseguraban que él era el verdadero jefe de la agrupación paramilitar. La Fiscalía inició la primera in­ vestigación en su contra en 1995. Desde entonces, el pro­ ceso de Los Doce Apóstoles ha pasado por varias etapas y Santiago Uribe siempre ha podido salir beneficiado con autos inhibitorios. Lo logró en 1996 y en el año 2000. Sin embargo, el caso no ha sido cerrado en forma definitiva y el entonces fiscal general encargado, Guillermo Mendo­ za Diago, dijo después de las declaraciones de Meneses en Argentina que si surge una prueba nueva, el caso po­ dría ser reabierto. Podría ser, por ejemplo, la grabación de Meneses con el coronel Benavides en la que hacen memoria de todo lo ocurrido en Yarumal. Si esto suce­ de, Santiago Uribe Vélez será –sin duda– llamado a los estrados judiciales.

Los periodistas que escriben la historia de un país

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El encuentro con Hollman Morris volvió interesante ir a los conversatorios; su trayectoria, sus vivencias y anécdotas son un ejemplo para los periodistas en formación.


Por: JihanKarineSchet Ibarra

@jihanschet

Zully Marcela Muñoz

Marclemunozh27@gmail.com

Pero no solo los estudiantes deberían seguir el modelo de periodismo del ponente; sobre todo, los profesores y directivos deberían aplicar sus sugerencias para mejorar los espacios teóricos y volver a los estudiantes más competentes.

“Los periodistas son los que escriben la historia de un país”, afirmó Morris alentado a que se incluyan en las aulas de clase los temas de actualidad, de coyuntura y retomar aspectos históricos que un periodista debería saber.

Que él resalte la gran desinformación que se vive en el país, es preocupante, ya que nos hace evaluar ¿qué tanto conocemos la historia de nuestro país?

Hay comunicadores vendidos; en otros casos, los canales no saben qué presentar cuando se forman cortinas de humo; y ya sea por dinero o por cualquier otro interés, prefieren transmitir temas de entretenimiento, en vez de situaciones sobre las que la sociedad debería tener información, esos hechos que hacen historia y marcan el país.

Estos casos se han vuelto recurrentes en los medios, en donde no se respeta el derecho a la libre expresión del periodista y la censura –por conveniencia- afecta la ética profesional.