PERIODISTA DEL POSCONFLICTO: LA LLAVE PARA LA CREACIÓN DE MEMORIA HISTÓRICA EN COLOMBIA

Ensayo de Divulgación

Por: Natalya Daza y Joan Patiño Varela
Twitter: @natadaza – @joan_varela95

La historia del conflicto colombiano es demasiado extensa.En la actualidad, se avanza en proyectos y procesos para darle fin a uno de ellos, el armado con la guerrilla de las Farc. Sin embargo en las manos de todos queda el conflicto social. ¿Cuál es el papel del periodista en este marco?

Aunque represente una dificultad agrupar casos para enumerar efectos y consecuencias de la guerra en las distintas zonas del país,el RUV, Registro Único de Víctimas (Artículo 154 de la Ley 1448 de 2011) aparece como mecanismo para garantizar la atención y reparación de las víctimas. Junto con el CNMH (Centro Nacional de memoria histórica) se establecen las cifras de afectados.

Entre los años 1958 y 2012, el conflicto armado causó la muerte a 218,094 personas en el territorio colombiano. 81% equivale a 177.307 muertes de civiles, el 19% restante fueron combatientes. Estas cifras representan una parte de las víctimas, pues debe tenerse en cuenta que sólo se han logrado reconocer algunos casos.

Confesiones de actores del conflicto, revisión de diarios y periódicos, datos oficiales de las entidades encargadas del gobierno para el registro de las víctimas, entre otros, han sido los mecanismos desde los cuales se construye el marco de víctimas, pero en los medios de comunicación, la tarea no solo debe ser reducida a crueles cifras como si se estuviera hablando de indicadores económicos.

Cuando de hechos violentos se trata, muchos medios de comunicación colombianos han limitado su papel a fuentes únicas y oficiales, es decir, entidades del gobierno que de una manera u otra desequilibran la información.

El periodista debe ser un actor decisivo para la creación de memoria, pensar qué es lo que no se ha hecho, lo que no se ha contado sobre una guerra de años de masacres, secuestros y desplazamiento. Debe entender que en la guerra han caído personas y sobre todo, tener claro su labor social en el país, en un territorio como el colombiano, donde el olvido hace parte de la rutina.

Se normalizaron los hechos violentos y se deshumanizó la noticia. El conflicto armado necesita y pide a gritos ser narrado de otra manera, con contexto, pedagogía, análisis y conocimiento de las historias.

El periodismo, la narración de hechos, la construcción de una noticia y los criterios para realizar dicha labor deben transformarse, priorizando el reconocimiento de las personas que están inmersas en el mismo, mostrando así un país que resiste y la urgencia de la búsqueda de la culminación de los conflictos.

Crear memoria, es desde la labor periodística contar historias que se han quedado en el silencio absoluto, guardando testimonios cruciales para entender la magnitud del evento; esto representa un reto, pues ya está más que visto que el formato convencional excluye todo lo humano para limitar, desde el tiempo de divulgación, una historia que debería ser tratada con calma y precisión.

En el país, apenas se está dimensionando el tamaño del problema, esta tardanza podría entenderse cuando se revisa la agenda de los medios, de cierta manera han tomado importancia hechos que definitivamente no están en el marco del conflicto, cada vez están más alejados de él.

Aún hay caídos en guerra, masacres, secuestros en el silencio. Por eso se convierte en una necesidad, el pasar de la contemplación pasiva a la comprensión del sufrimiento de las víctimas, conociendo las razones de los actores, para dar un necesario paso más allá de la indignación, la reacción de un país.

De cierta manera el colombiano tiene indicios de la transformación de la guerra, pero no muchos conocen cómo la guerra transformó al país, han sido parte de dicha transformación y no se han dado cuenta. Son los medios, los que desde sus agendas deben configurar esta percepción, debe estar implícita en la información reportando coherentemente los hechos pero sobretodo los antecedentes, ubicar en el territorio preciso la información, teniendo siempre claro el papel fundamental que representa en la sociedad.

‘Posconflicto’ se ha convertido en uno de los términos más utilizados en el país, pero ¿de verdad se entiende lo que significa y representa? No es sólo el “después de”, va mucho más allá, son mecanismos, herramientas, es un proceso que atraviesa campos económicos, políticos, sociales.

Es importante que el actual periodista se piense desde todos los puntos ya mencionados, debe hacerse digno de contar equilibradamente historias humanas, siendo actores cruciales en tiempos de guerra, procesos de paz y posconflicto.

Debe contribuir a la construcción y sobretodo consolidación de la memoria histórica, porque si no lo hace el periodista responsable con la sociedad, seguramente dicho trabajo quedará en manos de quienes quieran manipular la información para beneficios privados.

“LA COCA ES LO QUE DA”

“LA COCA ES LO QUE DA”

Autor: Julián Gil Fernández.

Facultad de Humanidades y Artes

El embalse está declarado como zona ‘roja’ a causa de la fuerte presencia del Bloque Occidental de las Farc, de narcotraficantes y de “Águilas Negras”. A raíz de esto y aprovechando la poca actividad del Ejército Nacional, el cultivo de coca es lo que más trabajan los campesinos, ya que “la coca es lo que da”, según Fanor Castillo, uno de los recolectores de la región.

La coca me dio hasta para comprarle una casa a mi familia, pero de un tiempo para acá decidí vender los terrenos que tenía sembrados para alejarme de todo eso que me podría traer problemas y seguí con mi café.

La tentación de la hoja 

Como muchos de los campesinos de la zona, Fanor tenía sembrados de café en la vereda El Arenal, a unos 30 minutos en lancha desde el muro que sostiene la represa. Antes de tener su primera hija, él miraba de reojo irse de ‘raspachín’ (recolector de hoja de coca) tras las constantes ofertas que le llegaban. Apuntó Fanor “En esa época la arroba de la hoja de coca se pagaba muy bien. Yo veía a mis vecinos y amigos con buena ropa, con su moto y me daban ganas de hacerle, ya que la comida que cultivaba no me daba lo suficiente para darme mis gustos, aunque me daba culillo”. 

Del café a la coca 

Cuando nació Mariana, su primera hija, el sueldo que le pagaban no alcanzaba para ofrecerle una mejor calidad de vida a su familia. Ya con angustia, Fanor buscó a ‘Don Arístides’, un reconocido raspachín de la zona y primo de Karen (mamá de Mariana) 

“En esos momentos ya me vi apretado y lo primero que pensé fue meterme a una mina o irme a raspar ya que no había de otra. Mi mujer me presentó a su primo y ya él me enseñó toda esa vaina de la coca. Yo comencé ganándome jornales de $30.000 diarios desyerbando terrenos, haciendo semilleros, cultivando, regando las matas y todo el cuidado de los cocales. Seis meses después que ya estaban las maticas grandecitas fue cuando empecé a hacer platica, ya que por llevar cada arroba a los laboratorios de la guerrilla me pagaban casi $60.000. A veces me hacía hasta 5 o 7 arrobas diarias”, recordó. 

Guerra silenciosa 

A mediados del año 2009 la cosa se complicó para los coqueros, porque empezó una guerra por parte de guerrilla, narcos y Águilas Negras. “Cuando comenzaron a matar gente, nadie sabía cuál era la vuelta, hasta que ya nos dijeron que los ‘paracos’ comenzaron a joder por acá para adueñarse de las tierras. Claro, esto se volvió un mierdero y más de uno pensó en irse de por acá”, señaló Moisés, otro campesino, amigo de Fanor y raspachín, como él. 

Ya con miedo de que le hicieran algo a él o a su familia, Fanor se compró un terreno para hacer su propio cultivo. Sostuvo “Cuando comencé con lo mío, yo ya no tenía que ver mucho con esa gente. Las hojas que sacaba las vendía a los laboratorios a un buen precio”. 

Cuando toca, toca. 

“La coca me dio hasta para comprarle una casa a mi familia, pero de un tiempo para acá decidí vender los terrenos que tenía sembrados para alejarme de todo eso que me podría traer problemas y seguí con mi café. Poco después me salió un trabajo para cuidar una finca, lo único malo es que en esa finca hay 4 hectáreas de coca y eso me revolvió la cabeza y me tocó seguir raspando porque la coca es lo que da”, concluyó Fanor. 

A mediados del año 2009 la cosa se complicó para los coqueros, porque empezó una guerra por parte de guerrilla, narcos y Águilas Negras.

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