TAÍNCHO Y SUS TRES CUBANOS “EL HOBBY DE LA FAMILIA”

TAÍNCHO Y SUS TRES CUBANOS “EL HOBBY DE LA FAMILIA”

Autor: Laura Vanessa Angulo

Facultad de Humanidades y Artes

Édison García es su nombre. La música cubana, la salsa y las canciones del son su ritmo constante; hace 20 años vive en la ciudad de Cali en la que conformó un grupo de música junto a sus tres hijos. 

“Estuvimos cuatro años vigentes, pero por cuestiones de trabajo cada integrante empezó a tener compromisos por fuera y el grupo se disolvió. Paralelamente a la música con la que yo me crie (marimba, currulao, cantos ancestrales), decidí retomar baladas, boleros y sones que había aprendido desde muchacho y es ahí cuando decido recopilar todos esos temas que a mí me gustaban, realizando mi carpeta de partituras y junto con mis hijos y un amigo de uno de ellos nos pusimos a estudiar”, relata. Así fue como formó un nuevo grupo, al que llamaron Taíncho y sus tres cubanos..

Sus primeros pasos en la música los dio en Guapi con el conjunto Grupo Nota; tocaban música popular y salsa. Cuando se trasladó a vivir a la ciudad de Cali, terminó con esa agrupación y se enfocó tanto en el estudio del ‘tres’ cubano (instrumento cordófono, derivado de la guitarra) como en la trompeta.

“Si usted no estudia, si no practica, le va a salir mal, le va sonar raro ¡Estudio y práctica son la clave!”: Taíncho García

Para el año 2000, Édison García, más conocido como Taíncho, formó el grupo de canto del Pacífico Orilla, con muchachos guapireños y de Puerto Tejada. Su idea era poder participar en el Petronio Álvarez. Lo lograron en 2002 y en 2004 lo ganaron.

Édison tiene claro que, a pesar de ser su pasión, no puede dedicarse de lleno la música y le es necesario conservar su trabajo: “La verdad, nos ha ido muy bien, a la gente le gusta, además que es un formato reducido, ya que no somos tantos músicos. Sin embargo, no somos netamente comerciales. Cada uno tiene labores distintas a la música; yo, por ejemplo, soy empleado del Banco de la República hace 30 años, no puedo dedicarme 100% a esta actividad, ya que no puedo descuidar mi trabajo. Mi hijo mayor también trabaja, el segundo es abogado y el último estudia Ingeniería electrónica en la Universidad Santiago de Cali. El bajista (Diego Cuéllar) es profesor de música en la USC, entonces siempre buscamos el espacio para las presentaciones, cuadramos los turnos y se hacen los permisos correspondientes. Ya si definitivamente no se puede, entonces no lo hacemos”.

Sobre la experiencia de trabajar con sus hijos, comenta: “La alegría más grande fue cuando mi hijo, el percusionista, cantó; supuestamente él no cantaba. Recuerdo que esa vez me llamaron a hacer el reemplazo de un cantante, llevé mi tres cubano y la trompeta. Cuando estaba en el lugar, me pasan el listado de los temas y había uno que no tenía, mi mayor preocupación era ¡Ahora quién va cantar este tema!, cuando mi hijo me dice ¡yo lo canto!, y ahí lo escuché cantar. Eso me llenó de alegría, lo hace excelente, no había tenido la oportunidad de escucharlo a él por fuera de los coros del grupo”.

La agrupación no ha grabado temas inéditos, pero sí versiones propias, como la de una canción, “La loma de tamarindo”, del autor portorriqueño Ángel Santiago, con la que hicieron un video que publicaron en Youtube. “Es un video promocional, como para que la gente se dé cuenta de cómo nos desempeñamos, el resto de los temas que interpretamos son de la música popular muy conocidos. Lo que le gusta la gente lo adaptamos y tengo una carpeta con más de 500 temas entre boleros, sones y salsa y también algunos temas del Pacífico”. Agrega

Como no son un grupo comercial, lo hacen como un hobby, “pero nos genera ingresos y siempre los eventos a los que vamos son los sábados en la noche, cuando no tenemos compromisos laborales. Los viernes tenemos un compromiso de planta en un restaurante que hay por el kilómetro 18 (vía al mar); sin embargo, una expectativa dedicada a la música todavía no la tenemos”.

No podía faltar la marimba del Pacífico

Y es precisamente el gusto de compartir con el público lo que los impulsa a seguir: “La gente nos aplaude y eso nos hace sentir regocijados, hacemos lo posible para complacer a la gente. Fuera de eso estamos haciendo lo que nos gusta y además nos están pagando. ¡Nos sentimos en la Gloria!”

“en la música no se puede engañar. Si usted no estudia, si no practica, le va a salir mal, le va sonar raro. ¡Estudio y práctica son la clave!”. Para Taíncho

Para terminar, este versátil intérprete describe con una sola palabra el esfuerzo que realizan para estar vigentes: “Para mí la, palabra perfecta es gloria, he llegado a la gloria con la música, pero no es que haya llegado y me quede ahí. No, porque en la música hay que seguir experimentando, si no se estudia los dedos pierden la rapidez, se olvidan las letras de las canciones, entonces estamos en la gloria pero tenemos que seguir estudiando”.

“Si usted no estudia, si no practica, le va a salir mal, le va sonar raro ¡Estudio y práctica son la clave!”: Taíncho García

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INSPIRADOR VIAJERO

Es un peruano al que todos confunden como colombiano, de tez trigueña, con su cabello largo y su gran frente brillante. Va de botas Geox y pantalón gris de excursionista, camisa seria, manga larga, con una maleta armada de lentes, algunos lápices y una agenda.


A primera vista es un mundo lleno de diversidad, su mirada profunda habla de los tantos paisajes que retiene en sus recuerdos, su sonrisa enmarcada por un par de arrugas que no revelan más años que sus letras en cada viaje. Así conocemos a este viajero que hace historia en el tiempo.

El Rolly Valdivia Chávez nació en Lima, Perú; era un muchachito tímido y relajado, y para colmo de males, afanoso defensor de la ley del mínimo esfuerzo. Hasta que llegó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, para encontrarse con el latido de su sangre apasionada por el periodismo.

En Cajamarca, fotografiando a los clarineros. Foto: cortesía Guido Carrascal.

Alguna vez fue oficinista y vendedor en una tienda, mientras tipeaba los trabajos de algunos de sus compañeros.

En un principio quería hacer periodismo deportivo, pero prefirió que esto fuera un hobbie en su vida; después se inclinó por el periodismo político, cuando empezó a trabajar como practicante (en el año 94) en una revista llamada Sí; se quedó año y medio, escalando hasta que llegó a ser el coordinador.

Allí vivió la que sería su experiencia definitiva en el periodismo: “Escribí, sin querer, mi primera crónica de viaje. Me enviaron a la selva a buscar unas ranas enanas que, según una denuncia, eran sacadas de contrabando a Alemania, donde eran cotizadas entre los coleccionistas. Estas ranitas eran diminutas y, al sentirse atacadas, segregaban una especie de veneno que entre sus componentes tenía alcaloides similares a la cocaína. Recuerdo que en la portada hicieron una llamada medio escandalosa, algo así como ranas enanas producen cocaína”.

Su siguiente trabajo fue en una revista de transportes que circulaba con un diario importante de Lima, llamado La República. De allí pasó por el que sería su último trabajo dentro de un medio: El Peruano, diario del Estado. El periodismo de viaje para ese medio significó sacarlo de la monotonía y Rolly siguió publicando crónicas de viaje hasta recibir la propuesta de un sitio web que quería enfocarse en los contenidos que el desarrollaba.

Maravilla del mundo, Machu Picchu. Imagen captada en 2012, durante la primera edición del Birding Rally Challenge.

Aunque hubo momentos críticos y este periodista no está de lleno en el proyecto web, aún sigue colaborando con sus crónicas como el freelance que es desde hace ya quince años.

El Rolly de hoy es un hombre de 43 años, totalmente convencido de su trabajo; a pesar de haber tenido dificultades como no saber cuánto cobrar por las piezas periodísticas, siempre ha creído en su trabajo y no necesitó mucho para seguir adelante con el periodismo de viaje, donde no se hace rico en dinero, sino en cultura, en hermosas imágenes y en verdaderas vivencias.

Nunca ha recibido quejas sobre sus piezas periodísticas; “suelen ser bien recibidas en los medios a los que me acerco a colaborar. Logré hacer lo que quería en mi vida profesional, lo que no ha sido impedimento para la sentimental, ya que el amor se da sus mañas”, asegura.

Se define como un cronista arriesgado, no porque exponga su vida o haga cosas raras, sino porque cuando redacta suele ser atrevido, trata de ir un poco más allá, de aventurarse un poco con las palabras y el planteamiento de sus textos, que le han dejado varios premios, como el segundo lugar en el Primer Concurso Nacional de Periodismo Talentos Anónimos Odebrecht Perú 2003, con el reportaje El Camino del Chasqui, que describe el andar infatigable de Felipe Varela -consultor e investigador de los caminos incaicos.

Para él, su mayor logro es seguir viajando para escribir y hacer fotografías, aprendiendo a manejar la incertidumbre según su relato.

En el II Encuentro de Periodismo Turístico Marino Martínez en Cali, Colombia. Foto: Yulieth Morales

Yulieth Morales Díaz 

 @Mdyuli  

Ocho días como asistente de periodista

Ocho días como asistente de periodista

Autor: Stiven Saldarriaga.

Facultad de Humanidades y Artes

Mi paso hacia el mundo real nació por la desesperación de un colega, a quien el trabajo se lo estaba comiendo vivo. Él es  de la Universidad de Antioquia y tiene un proyecto en la Alcaldía de Medellín que consiste en recolectar historias de vida de un grupo de adultos mayores que asisten a los programas de salud que ofrece ese gobierno local. 

Después de todas esas recomendaciones me dio un listado con números telefónicos, nombres y horarios en los cuales me tenía que presentar a las casas. Para mi fortuna, unas quedaban cerca de otras, porque ya habían sido sectorizadas, sino me hubiera perdido en Medellín.

Un día me contactó y me ofreció trabajar como su asistente. Me pareció genial, ya me imaginaba como el súper periodista. Me explicó que sería fácil, solo realizaría entrevistas y las pasaría de audio a texto, cosa que me pareció sencilla.

El man me pidió certificado de aportes a la EPS y fotocopias del carnet de la U y de la cédula, porque la contratación por prestación de servicios tenía que reunir todos los requisitos legales. Después de todo el papeleo, armé mis maletas y me fui a Medellín.

Al principio me pareció un paseo, pues pensaba que sería fácil entrevistar a los viejitos, me imaginaba calle arriba y calle abajo en Medellín, pero no fue así. Apenas llegué, me contacté con mi futuro jefe para que me explicara el proceder. Nos vimos a las 9 de la mañana en sus oficinas.

Me entregó carnet, chaleco, formularios y grabadora periodística, y me dijo: Vas a ayudarme con las entrevistas, ahora haces parte del proyecto como practicante y se te pagará por entrevista y texto realizados. Básicamente necesito que les preguntes a los adultos mayores sobre sus historias de vida, desde que nacieron hasta la actualidad. Hay que hacer énfasis en los momentos más difíciles y los más felices que han vivido, pregúntales por cada uno de los integrantes de sus familias y presta atención a detalles que consideres interesantes; por ejemplo, accidentes o muertes que los hayan marcado, cosas así. Por favor no opines de nada, no les des consejos, trata de no hacer vínculos. Habrá algunos que te contarán cosas raras, tristes o increíbles, solo cumple con grabar todo, pero sin dar una opinión. Respeta cuando ellos te dicen que no quieren que salga cierta parte en el texto.

Después de todas esas recomendaciones me dio un listado con números telefónicos, nombres y horarios en los cuales me tenía que presentar a las casas. Para mi fortuna, unas quedaban cerca de otras, porque ya habían sido sectorizadas, sino me hubiera perdido en Medellín.

Trabajé cuatro días como entrevistador y me encontré con anécdotas impresionantes. Recuerdo con cariño a una señora de buena familia que por un tiempo estuvo interna en una clínica psiquiátrica; su hijo de ocho años se había tirado desde el piso 18 de un edificio, la señora estaba literalmente ‘rayada’ pero era muy amable.

Con esas entrevistas me di cuenta de la realidad colombiana en la que vivieron nuestros abuelos; para las mujeres fue duro, encontré casos en donde los papás no las dejaban estudiar sino que hacían unos cuantos grados de primaria y después se quedaban en las labores del hogar. Eran tiempos machistas en los que el alcohol dominaba a los hombres y las mujeres eran golpeadas por que sí. Pese a eso también encontré historias de superación de mujeres berracas que habían vencido obstáculos, habían podido pasar por la universidad y ahora eran viejitas pensionadas que viven bien, viajando.
A veces no les entendida ciertas palabras o dichos, porque los paisas tienen otra forma de expresarse, y por pena no preguntaba sino que después pasaba trabajo adivinando al pasar las grabaciones a textos. En cambio ellos, de una reconocían mi acento caleño y me entendían cuando les preguntaba algo.

Después llegó lo más pesado, transcribir mis entrevistas y las de mi jefe. Fue duro, porque las mías, al fin y al cabo, yo las había hecho y conocía a las personas, pero las de mi jefe eran largas. Trabajando las de él me picó el bicho del estudiante crítico y para nada constructivo, juzgaba duramente la forma en la que él entrevistaba; pensaba que lo hacía mal, que no debería ser de esa forma.

Analizando la situación, llegué a la conclusión de que mi actitud odiosa se debía a que aún tengo muy fresco lo que nos han enseñado y aprendí que cada quién, con el pasar del tiempo, adquiere una forma única de trabajar, la de él es así y, por lo que veo, le funciona.

En los últimos días me tocó trabajar en la biblioteca de la Universidad de Antioquia transcribiendo las entrevistas y fue tenaz porque unos encapuchados se tomaron la U, tirando papas bomba y manifestándose, entonces me retrasé con la entrega.

Fue una experiencia enriquecedora, me acercó a la labor del entrevistador y a la escritura, pude entender cómo era la dinámica social en tiempos pasados. Y aprendí mucho trabajando en una ciudad que no es la mía, porque me dio una mirada más amplia de lo que sucede a mi alrededor.

 …llegué a la conclusión de que mi actitud odiosa se debía a que aún tengo muy fresco lo que nos han enseñado y aprendí que cada quién, con el pasar del tiempo, adquiere una forma única de trabajar.

 

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PARA RECORDAR HAY QUE IR RÍO ARRIBA

PARA RECORDAR HAY QUE IR RÍO ARRIBA

Autor: Luis Quiroga.

Facultad de Humanidades y Artes

“¿Cuándo fue la última vez que escucharon hablar a una víctima de la violencia en Colombia?, ¿Cuánto tiempo les estamos dando a las víctimas en los medios? El primer paso sería recordar”.

Con estas premisas se dio paso al Conversatorio siglo XXI, que en esta ocasión tenía como ponente al profesor de la Universidad Santiago de Cali, José Fernelly Domínguez Cancelado, y a la investigadora Lorena Calapsú, quienes junto a su grupo de investigación Gicovi y el apoyo de la docente Olga Behar, realizaron un documental como producto de su investigación, encargado de dar voz a las víctimas de la violencia en Colombia, específicamente del suroccidente del Valle del Cauca.

“El trabajo comienza con una pregunta: ¿Cuál es el sentido de las violencias ejercidas por los paramilitares en el Valle del Cauca?, específicamente es una región bastante grande para un proyecto de investigación, así sea de doctorado. Por eso escogimos el suroccidente, es decir, Jamundí, Florida y Norte del Cauca, con algunos municipios aledaños donde hubo hechos de violencia significativos”, explicó Domínguez.

Se plantearon en primera instancia dos factores importantes para entender la perspectiva:

Los dos elementos mediante los cuales estudiaron esa actuación de los paramilitares fueron masacres y muertes atroces sucedidas en los diversos sectores en los que hubo recolección de información. Así lo explicaron los ponentes:

Aclararon que la interpretación de los hechos se arrojó, en primer lugar, que el ataque al cuerpo de las víctimas en razón de que es la imagen de la relación social, es para que el dolor infringido tenga efectos en los que quedan vivos, por  un lado, pero por otro lado para desfigurar la relación social que ese cuerpo está representando. De igual forma se hace en el espacio público porque éste es un lugar de memoria.

En Colombia siempre ha existido esa constante de los actos violentos, desde la colonia, y con la lucha entre liberales y conservadores que fomentaron grupos como los pájaros y chulavitas para denigrar de su estatus y poder frente a las masas.

Teniendo en cuenta estos aspectos, ¿por qué se decide crear el proyecto documental de Río Arriba? Lorena responde que: “los ríos en Colombia tienen una gran significación, no sólo para los indígenas y los afro descendientes, que son los protagonistas de esta serie, sino para nuestros ancestros en general”.

“Los ríos en Colombia han sido fuente de alimentación, de transporte y han significado culturalmente muchísimo; sin embargo, con la llegada de los paramilitares y una cantidad de autores como los que ya mencionaba el profe muy bien, pues ese río se resignifica porque también son lugares antropológicos”, agrega Calapsú.

“…Ir río arriba es ir a encontrar esa verdad que se quiere mantener oculta, es hacer un ejercicio de memoria profundo, es hacer algo mucho más sensible, que es darle tres aspectos de sensibilidad, de respeto y de profundidad a las víctimas”.

El documental es una producción que busca ir más allá de la posición de los victimarios y permitir que las víctimas digan lo que tuvieron que pasar, que puedan brindar su punto de vista de los hechos y expresar lo que todos esos actos de violencia han significado.

“Los ríos en Colombia han sido fuente de alimentación, de transporte y han significado culturalmente muchísimo;

sin embargo, con la llegada de los paramilitares y una cantidad de autores como los que ya mencionaba el profe muy bien, pues ese río se resignifica porque también son lugares antropológicos”, agrega Calapsú.

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Bocachico, gracias por la espina.


In memoriam

David Sánchez Juliao (1945-2011)

Eduardo Galeano (1940-2015)


Siempre les tuve pavor a las espinas de ciertos pescados. Tal vez, por ser del interior del país –aunque ya sabemos que Cali queda a solo 122 kilómetros de Buenaventura, en la costa del Océano Pacífico- no había un hábito familiar de su consumo en nuestro hogar. Eso sí, cuando mi papá nos invitaba a Corzo, uno de los pocos restaurantes de comida de mar que había en la ciudad, disfrutaba del róbalo, la corvina y, de vez en cuando del mero, preparados magistralmente por su chef de siempre, un español que llegaba hasta la mesa para hacer mil preguntas sobre los platos y regodearse con los comentarios, sinceros y muy adornados, provenientes por lo general de mi madre, una reconocida cocinera autodidacta que ostentaba el diploma Cordon Bleu, obtenido por correspondencia.

Disfrutábamos, pues, de la comida de mar, nunca de río, pues el salmón era inexistente en esta región cuando se conseguía lo que daba el país y no tantos productos importados como los que invaden nuestros supermercados actualmente.

El bagre y el dorado eran despreciados “por su sabor a barro” –decía mi mamá- y por su carencia de escamas, una limitante para el tipo de comida judía kosher que se respetaba en la mayoría de hogares de nuestra cultura. Tampoco le gustaba la mojarra de río y el bocachico, “ni de riesgos”, por las espinas filosas y tan delgaditas como agujas de coser, que podían atravesarse en la faringe.

Hoy, recordé una de las más terribles y hermosas anécdotas de mi vida, cuando pedí en el supermercado unos bocachicos, pues aunque yo ni lo pruebo, algunos integrantes de mi entorno familiar lo disfrutan y saben comerlo, expulsando las espinas con maestría.

-¿Bocachico del Magdalena?, eso ya ni hay, le ofrezco este, peruano.

¿Importado del Perú? No podía creerlo. Al ver su tamaño descomunal –pues recordaba la talla individual de ese pescado que se ofrecía en los comederos de los pueblos ribereños de nuestro gran río- sentí que debía hacer algo más que despreciarlo. Fue entonces cuando comencé el googleo que hoy nos enseña más que cualquier biblioteca.

Un artículo del periódico El Tiempo del año 2000, ya alertaba sobre el tema: “Según Rafael Otero, especialista en reproducción y cultivo de peces, entre las causas de esta disminución figura la apertura de vías de comunicación sin previos estudios de impacto ambiental, el taponamiento de caños por sedimentación y vegetación, la desecación de ciénagas, el uso de plaguicidas y fertilizantes, el mal uso de redes de pesca y la captura de peces que no presentan tallas mínimas, principalmente”. http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1263753

Quince años después, es claro que la mano del hombre casi ha acabado con este apreciado pez, que combina su navegar entre las ciénagas y las aguas corrientes, por lo que hoy se cultiva artificialmente. Pero como “el bocachico no se reproduce en forma natural o en aguas quietas, tales como ciénagas, estanques o cualquier otro estado de aguas lénticas, en estos medios solo logran madurar sus gónadas Por eso para lograr su reproducción en cautiverio es necesario estimularlos artificialmente con extractos hormonales” (ibid).

Ajá, entonces mis comensales terminarán ingiriendo componentes químicos. Allá ellos que insisten en comerse el pescado peruano que compré a regañadientes.

A punto de echarlo en la olla, decidí tomarle una foto. Y al verla, no pude evitar un recuerdo, entre terrorífico y dulce, sobre el único trozo de bocachico que he comido en mi vida.

El día que mi querido y respetado amigo y escritor David Sánchez Juliao me llamó para invitarme a un sancocho de pescado, me negué en el primer momento.

-¿Pero, por qué?

-Porque tú eres sabanero y seguro es pescado de río.

-Niña, precisamente de eso se trata. Me acaba de llegar la encomienda de Lorica y ya vamos a empezar a sudar el bocachico.

¡Bocachico! El pescado que causaba terror en mi familia. El que no nos dejaban ni probar, porque las espinas eran filudas y tan delgadas como una aguja de coser.

-Hermano, paso. Le tengo pavor a ese bicho.

-Mira, tienes dos motivos para venir. Primero te digo el segundo: el auténtico hijo dilecto de Lorica te va a enseñar a separar en la boca las espinas de la carne.

-¿Y el primero? Tiene que ser verdaderamente tentador, porque con el de tu clase magistral no me convences.

-Te voy a presentar a tu ídolo de ídolos.

-¿Miguel Bosé?

-¡Qué Bosé ni qué carajo! Nuestro compañero de mesa será Eduardo Galeano.

Eduardo Galeano.

Colgué casi sin despedirme, busqué con frenesí en mi biblioteca, con la misión de que me fuera autobiografiada, ‘Las venas abiertas de América Latina’ –la nueva biblia de la izquierda latinoamericana, que había dejado en los anaqueles a Marx y a Trotsky-, agarré mi cartera, saqué las llaves del carro y corrí hasta la calle 19, para encontrar un parqueadero y subir al apartamento de David.

Galeano, ya un reconocido escritor y periodista uruguayo, era más que mi ídolo. Porque a los ídolos se lo quiere y se los disfruta, pero de los maestros se bebe el elíxir de la sabiduría y de la experiencia.

Estaba sentado en el sofá de la sala. Al verme entrar, se puso de pie y me saludó con un especial afecto.

-Ya sé algunas cosas sobre vos, que te persigue la tomba, que sos periodista de televisión, que querés ser escritora pero no sabés cómo ni por dónde empezar.

Yo no supe qué decir. Me pareció guapísimo, con sus ojos claros, su pelo aún rubio y su contextura delgada, pero firme. Rápidamente hice abstracción de su notable belleza física, para empezar a escudriñar su mente y su alma. Pero en solo un par de horas, difícilmente podría establecer la confianza necesaria para ganarme su amistad. En fin, decidí dejar para después el autógrafo e intentar aprovechar el tiempo, que corría, para mi fortuna, lento esa tarde de sábado.

Después de unas cuantas copas de vino, unos patacones alucinantes y los ires y venires de Sánchez Juliao entre la cocina, el comedor y la sala, sonó el grito de guerra que me devolvió al terror.

-Listo el sancocho.

Me pareció extraño ver, en tan espléndida mesa, un pan francés cortado en trozos grandes.

-Por si acaso- dijo David, al notar mi mirada sobre la canasta.

No quise preguntar nada y me resigné al futuro: pescado del río Sinú, arenoso y con esas espinas filosas y tan delgadas como una aguja de coserUn ojo del animalejo parecía mirarme, como diciendo, aguanta, niña, ya verás de qué soy capaz.

Sánchez Juliao

Y como cuando el destino tiene marcada la desgracia, a las tres cucharadas sentí que el mundo se me venía encima. Súbitamente, la respiración quedó cortada y, sin remedio, el filo de la espina rasgó mi esófago. Bajé la mirada y pasé saliva. El ojo me miró con sorna, como vengando su muerte y su destino final en el caldero de los Sánchez Juliao, y me dijo niña Olga, eso te pasa por desoír las órdenes de tu mamá.

A la tos seca y ahogada le siguió la exclamación de David, el pan, el pan, pásalo en pedazos grandes, lo menos triturado y mojado que puedas, mientras un Galeano lívido, angustiado, solo atinaba a darme golpes en la espalda.

-No Galeano, no pierdas tu tiempo, si se atoró la espina, se atoró. ¡El pan, ayúdala con el pan!

Diez minutos después estábamos rumbo al Hospital San Ignacio, el único que se le ocurrió a David en ese momento. El médico de urgencias diagnosticó:

-Si no le bajó con el pan, habrá que anestesiar e intervenir, para extraer la espina.

Eduardo Galeano, el autor de tantas obras profundas y excelsas, el investigador que se disponía a viajar a la Sierra Nevada de Santa Marta para conocer de primera mano las historias sobre los primeros pobladores (para su segundo tomo de Memorias del Fuego, Las Caras y las Máscaras), el admirado intelectual de izquierda por toda Latinoamérica, caminaba de un lado para el otro como si estuviera en las afueras de una sala de parto.

Cuando David escuchó, ‘quirófano’ ‘anestesia’, intervenir’, gritó exaltado:

-El pan, el pan, no hay espina que se resista a un buen trozo de pan duro o a una papa salada.

Ordenó congelar la escena mientras buscaba una sancochería o una panadería. En la carrera séptima había de ambas y el pobre hombre, agitado por la carrera y por su peso descomunal, regresó con una bolsa de calados.

Después de verme engullir las tostadas bogotanas y de pasarlas con un jugo de durazno de frasco, Galeano me susurró al oído:

-Vámonos que ya viene el médico con el bisturí. La sabiduría Caribe tiene que ganarle a los años de estudio del joven de las urgencias.

Cuatro horas después de haber visto por primera vez sus ojos claros y de haber escuchado su voz aterciopelada, estábamos de vuelta en casa de nuestro anfitrión. La mesa estaba ya desocupada y, por fortuna, el ojo del pescado no me sonrió burlón. David fue por una botella de whiskey y anunció entre risas:

-Si los panes no te sirvieron, esto te hará olvidar. Mañana, el guayabo enmascarará la herida de la espina del pescado.

Tratando de recobrar la normalidad, pregunté:

-¿Y por quién brindamos?

Eduardo Galeano alzó su vaso y anunció:

– El almuerzo de hoy parecía un encuentro de cortesía. De verdad, no daba ni un peso por lo que podría salir de él. Brindemos, entonces, en homenaje al gran Río Sinú, que acogió al ser extraordinario que hoy sella una amistad. ¡Bocachico, gracias por la espina de la amistad!

OLGA BEHAR

DIRECTORA UTÓPICOS.