El cáncer una nueva oportunidad de vida

El cáncer una nueva oportunidad de vida

Autores: Valeria Reyes Cobo | Natalia Escobar Rodas.

Facultad de Humanidades y Artes

María del Carmen Restrepo Grajales (51 años) sobrevivió al cáncer de mama y es un ejemplo de superación.

Yorlany Rodas, bióloga y coordinadora de un centro de investigación en un instituto de oncología de la ciudad de Cali, tiene la oportunidad de convivir a diario con pacientes que reciben este diagnóstico.

Utópicos habló con dos mujeres

El cáncer está etiquetado como que ya tienes la cruz encima y que te vas a morir. Lo usual es que mientras le están confirmando el diagnóstico al paciente, está pensando en qué va a pasar alrededor de su vida, en su trabajo, en sus relaciones, con su pareja, con sus hijos.

¿Doña María del Carmen, cómo supo que tenía cáncer y cuál fue su reacción?
Cuando me hicieron la biopsia, tenía el presentimiento de que era cancerígeno. Es un cáncer con BI-RADS 4; inicié la primera quimioterapia el 3 de marzo del 2017, fueron ocho ciclos; los médicos buscaban con esto que el tumor redujera de tamaño, pero no se redujo y me ordenaron la cirugía: mastectomía con vaciamiento ganglionar más colgajo, para el 22 de enero del 2018. Después, en julio del 2018, volví a iniciar quimioterapias, a los tres meses empecé con la radioterapia, de estas fueron dieciséis ciclos.
¿Acudió a algún tipo de medicina alternativa?
Sí, me hice un remedio con tres pencas de sábila, un trago de whisky y una caneca de miel de abeja, esto se mezcla y se deja durante siete días. Me la empecé a tomar, lo llegué a hacer en dos ocasiones
¿Cuál fue el peor momento en ese proceso?
Cuando, a lo último, ya no me podían canalizar, era muy doloroso, no encontraban las venas porque se iban secando con las quimioterapias. La cirugía no me trajo ninguna consecuencia, porque analizamos que era una parte del cuerpo que no es necesario tenerla, a comparación de las piernas, brazos, ojos, que es lo que uno necesita a diario. Tengo mis dos piernas, dos brazos, tengo la valentía de pararme, levantarme, de andar, de poder ver. La pérdida del seno no me ha afectado para nada, porque es una parte que se necesita en algunas ocasiones, pero no siempre, como cuando uno va a un paseo, que se necesita ver, poder caminar.
¿Quiénes fueron su apoyo clave para superarlo?
Fue mi hija, que estaba embarazada cuando me diagnosticaron el cáncer. El bebé nació el 25 de enero del 2017, yo decía que no quería que mi nieto creciera sin abuela, sería muy duro para él no conocerla, y yo me decía: tengo que estar hasta que él me reconozca y sepa quién es la abuela, y eso era lo que me daba más ánimo, porque cada ocho días, las quimioterapias, era muy duro estar ahí conectado todo ese tiempo.
¿Qué cambió en su vida?
La Carmen de antes era de esas personas que, para ir algún lado: ay, no, qué pereza, después, pero es que ir con la misma ropa a tal parte, mejor después vamos. No me gustaba estar sola, siempre tenía que depender de alguien. En este proceso aprendí a valorarme, a hacer las cosas yo misma. Ya después de que yo me sienta bien de salud, lo otro solo son añadiduras.
¿Qué consejos les da a quienes están pasando por lo mismo?
Conozco muchas compañeras, hago parte de una fundación que se llama “por ti, por mí, por todas” la directora es Diana Appleton y ella fue mastectomizada de ambos senos, al igual que su mamá, ahí hay muchas chicas que sufren mucho; se miran al espejo, no se ven el seno y les ha dado muy duro. Yo siempre les decía, tú tienes dos piernas, los dos brazos, mira que tienes hijos, nietos, pueden verlos, salir a caminar con ellos, mientras que el seno no te hace falta para nada. Ellas siempre me dicen: no lo habíamos tomado de esa forma, es una parte del cuerpo que nos hace ver muy lindas como mujeres, pero nos hace más lindas cuando salimos adelante, y cuando no nos dejamos derrotar por la vanidad, eso nos hace salir más adelante. En cuanto a las quimioterapias, que nunca tomen la palabra quimio como muerte; puede significar cambios de vida, porque muchas que padecemos el cáncer somos abandonadas por los esposos, y uno se aferra a las cosas de Dios, a ser más agradecido.
Doctora Yorlany Rodas. ¿Cómo observa que reaccionan emocionalmente los pacientes?
Las reacciones son variables, hay pacientes que reaccionan con rabia; otros, con mucho miedo. El cáncer está etiquetado como que ya tienes la cruz encima y que te vas a morir. Lo usual es que mientras le están confirmando el diagnóstico al paciente, está pensando en qué va a pasar alrededor de su vida, en su trabajo, en sus relaciones, con su pareja, con sus hijos.
¿Cuáles serían sus recomendaciones a pacientes con este diagnóstico?
Va a depender mucho del momento de la enfermedad; si es una paciente recién diagnosticada, la recomendación es: haga todo lo que le está diciendo su médico tratante, vaya a sus controles, haga los exámenes, haga todo ante su asegurador, de manera que pueda obtener todos los servicios y atenciones relacionadas con el manejo o tratamiento de su enfermedad de una manera oportuna. Si no lo está logrando porque hay diferencias entre aseguradores, una de las recomendaciones es que gestione a nivel administrativo y hagan lo posible porque reciban los tratamientos de manera oportuna, en los tiempos que le dice su médico tratante.
¿Qué recomienda para prevenir este cáncer?
Hacerse el autoexamen; si tiene antecedentes de familiares de cáncer de mama u otro tipo de tumores, comentarlo con sus médicos, mujeres mayores, mujeres postmenopáusicas, también la mamografía, es decir exámenes de tamizaje, que tienen como objetivo detectar el cáncer de mama en estadios tempranos, porque la detección temprana asegura un mejor pronóstico, ¿Con quién pueden acudir? Con un mastólogo, alimentación saludable, realizar actividad física (ejercicio/deporte) regular, controlar el estrés, dormir bien, amamantar, control del peso, evitar tabaquismo, alcohol.

 …ahí hay muchas chicas que sufren mucho; se miran al espejo, no se ven el seno y les ha dado muy duro. Yo siempre les decía, tú tienes dos piernas, los dos brazos, mira que tienes hijos, nietos, pueden verlos, salir a caminar con ellos, mientras que el seno no te hace falta para nada.

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Serie: El clan de los Doce apóstoles (Parte 3)

Utópicos web 2.0 reproduce 3 capítulos del libro “El Clan de los Doce Apóstoles” (Ícono Editorial, 2011) escrito por nuestra directora, Olga Behar, que permiten explicar los hallazgos de la Fiscalía en el caso tan sonado. Hoy:


 Capítulo III: La Carolina

Para llegar a La Carolina, es necesario trasladarse desde Medellín por una autopista que comunica la capital an­tioqueña con la zona del nordeste enmarcada por los municipios de Yarumal y Santa Rosa de Osos. Si se sigue esa ruta, la carretera llega hasta el municipio de Cauca­sia, rumbo hacia la costa caribe.

No hay que internarse en las montañas pues, unos quince kilómetros antes de llegar a Yarumal, en una zona conocida como Llanos de Cuivá, al lado izquierdo de la vía aparece como custodiado por un letrero que reza «Ge­ neramos empleo, construimos paz» el portón principal de esta hacienda de magníficas tierras para la agricultu­ra y, en especial para la ganadería. La conforman varios lotes agrupados que suman cientos de hectáreas, según un reciente certificado de tradición y libertad de matrícu­ la inmobiliaria de la Oficina de Registro de Instrumentos Públicos de Yarumal.
El 2 de marzo de 2007, la entonces secretaria de la Cámara de Comercio de Medellín, Gloria María Espinosa Alzate, expidió un certificado que resume de manera fidedigna la propiedad de la familia Uribe Vélez sobre la hacienda La Carolina.

Allí se aclara que Santiago Uribe Vélez, identifi­cado con cédula de ciudadanía 3.567.561 actuó como li­quidador de la Sociedad Agropecuaria La Carolina Ltda., dueña de la finca. El proceso culminó mediante Escritura Pública Nº 1977 de septiembre 10 de 2002, de la Notaría Séptima de Medellín.
Ese día se cumplían treinta y tres días del ascenso al poder de su hermano, Álvaro Uribe Vélez. Pero el co­mienzo de la historia de La Carolina se delineó veintiún años atrás, el 7 de octubre de 1981, cuando en la Notaría Catorce de Medellín se efectuó el siguiente nombramiento: 

gerente: Alberto Uribe Sierra suplente primero: Rafael J. Mejía Correa suplente segundo: Andrés Ángel Vásquez

Era uno de los prósperos negocios del patriarca que sabía hacerse acompañar de gente «bien» de Medellín, como indudablemente lo eran Mejía Correa y Ángel Vásquez. Ya para entonces, la fortuna de Uribe Sierra era incalcu­lable. Y las sospechas sobre la procedencia de su capital crecían como la espuma.
En su libro Los jinetes de la cocaína, el reconoci­do periodista del diario El Espectador, Fabio Castillo, afirmó que Alberto Uribe Sierra estaba vinculado con el narcotráfico y junto a sus parientes, integraba el Clan de los Ochoa. Sobre ellos se aseguraba que desde 1981 habían conformado un grupo paramilitar conocido como Muerte A Secuestradores (mas).

Aquí podríamos establecer un primer origen de la máquina narcoparamilitar que estremeció a Colombia durante las últimas tres décadas y cuyos estertores todavía se sienten en varias zonas del país.
Según el libro de Castillo, Uribe Sierra fue detenido con fines de extradición a Estados Unidos en 1982, pero gracias a la acción de su hijo Álvaro, quien habría logrado manejar al entonces secretario de Gobierno de Medellín, Jesús Aristizábal Guevara, se pudo conseguir la liberación de su padre.
Pero Uribe Sierra no pudo disfrutar mucho tiempo de La Carolina y de otras veinticuatro propiedades que adquirió poco a poco en esa misma época, pues al caer la tarde del 14 de junio de 1983, fue asesinado en extrañas circunstancias en un enfrentamiento cuando un grupo de guerrilleros del V Frente de las FARC llegó a otra de sus haciendas, La Guacharaca, y aparentemente intentó secuestrarlo.
Según Joseph Contreras (editor para América La­ tina de Newsweek) y el brillante periodista colombiano Fernando Garavito, quienes publicaron el libro El señor de las sombras. Una biografía no autorizada de Álvaro Uribe, no sólo existe la versión sobre la acción atribuida a unos veinte guerrilleros de las FARC. También se habló en ese entonces con insistencia de un «ajuste de cuentas» por dineros del narcotráfico y de que los hombres arma­ dos mencionaron, al irrumpir en la hacienda, que iban a tratar con Alberto Uribe «unos asuntos».
Contreras y Garavito recopilaron mucha información que apareció por esos días en los principales perió­dicos del país. Entre ellos, una publicación del periódico El Tiempo en donde se relataba que quince minutos antes del enfrentamiento, llegó a La Guacharaca un helicópte­ro Hughes 500 con Uribe Sierra y dos de sus hijos, María Isabel (de veinticuatro años) y Santiago (de veintisiete). Pues bien, según el reporte mediático, el helicóptero, avaluado en veinte millones de pesos de la época, fue incendiado por los guerrilleros luego de que asesinaran a Uribe padre. Santiago escapó del lugar. Segundos antes, había intentado repeler a los guerrilleros con su arma corta desde el segundo piso de la casona, pero al ver lo infructuoso de su intento, corrió por la parte trasera huyendo.

Según un perfil publicado al día siguiente por el periódico El Mundo, los guerrilleros se dieron cuenta de su huida y lo persiguieron, pero Santiago logró atravesar un río y ponerse a salvo. Sin embargo, fue herido por los disparos de los subversivos. Según el dictamen médico, un disparo ingresó a su cuerpo por un costado y le rozó el pulmón. Malherido, quedó a la orilla del río. Con una lucidez impresionante, les aseguró a los guerrilleros que lo abordaron y encañonaron que era un comprador de ganado y que por casualidad estaba en el lugar equivo­cado cuando se produjo el enfrentamiento. Los insurgentes no lo reconocieron; sólo atinaron a decir: «Se perdió el viaje», y lo dejaron allí mismo. Un campesino lo recogió en medio del monte y lo llevó hasta el hospital de Yolombó.
Dos horas más tarde otro helicóptero, del que luego se estableció pertenecía al entonces congresista Pablo Escobar, despegó del aeropuerto Olaya Herrera con destino a la hacienda. Allí iba Álvaro Uribe, quien salió al rescate de su hermano; pero supuestamente por mal tiem­po, no pudo aterrizar y recoger al joven hacendado.

Santiago fue finalmente trasladado en una ambulancia de la Cruz Roja hasta Medellín. Fueron más de cien kilómetros por tierra, en los que el herido estuvo entre la vida y la muerte, a punto de terminar desangrado. Incluso, tuvieron que hacer una escala en Cisneros para someterlo a una transfusión de sangre. Luego, en Medellín, su ju­ ventud favoreció el proceso de curación.

Pero el tema de los helicópteros siguió sonando. Al día siguiente, el periódico El Mundo reportó que la aeronave de Escobar en la que viajó Álvaro Uribe había recibido autorización para despegar, después de su propia gestión para que se le otorgara el permiso.
En La Guacharaca yacía el cadáver del patriarca, con dos tiros (uno, con seguridad, en el cráneo; pero so­ bre el segundo hubo dos versiones: en la cabeza y en el pecho). Alberto Uribe Sierra fue velado y enterrado en los exclusivos Campos de Paz de Medellín. Ambos aconteci­mientos fueron multitudinarios, al punto de que colapsó el tránsito automotor de la ciudad. Hasta allí llegaron per­sonalidades como el entonces presidente de Colombia, Belisario Betancur, y lo más granado de la sociedad antio­queña. Pero según el periodista Fabio Castillo, no todo el mundo estaba conforme con el homenaje; hubo críti­cas al hacendado, considerando que su repentina muerte era producto de sus vínculos con el narcotráfico.
Aparentes vínculos que siguieron empañando su imagen, aun después de su muerte. Nunca se ha consi­derado una coincidencia algo que ocurrió nueve meses después, el 10 de marzo de 1984, durante un allanamien­to al complejo cocalero de Tranquilandia, ubicado en las selvas del Yarí, departamento de Caquetá y de propiedad de los capos del Cartel de Medellín Pablo Escobar, Gon­zalo Rodríguez Gacha y los hermanos Ochoa. Además de los diecinueve laboratorios de procesamiento y las 13,8 toneladas de cocaína –avaluadas en 1,2 millones de dó­lares– los agentes de la DEA y de la Policía de Colombia encontraron varias aeronaves, entre ellas un helicóptero Hughes 500 de matrícula a hk 2704x. Las primeras pesqui­sas llevaron al nombre de Alberto Uribe Sierra, uno de los socios de la empresa Aerofotos Amórtegui Ltda., propie­ taria del helicóptero. Se trataba de la misma nave en la que Alberto Uribe y sus hijos María y Santiago habían vo­lado hacia la hacienda La Guacharaca y que había sido seriamente averiada por los guerrilleros de las FARC des­pués del asesinato del patriarca.

Entre todas las propiedades que heredaron los Uribe Vélez estaba el helicóptero en mención, del cual no volvió a saberse nada hasta el día del allanamiento a Tranquilandia. Los hijos de Alberto Uribe explicaron que el 6 de febrero de 1984, es decir, cinco semanas antes de la operación binacional en las selvas del Yarí, Jaime Al­ berto Uribe (hermano de Álvaro y Santiago) había entre­gado la aeronave como pago por una letra de veinticin­co millones de pesos, es decir, por una deuda millonaria del padre, pero que no habían hecho el traspaso del bien. Queda la duda de cómo un helicóptero que en buenas condiciones se avaluó en veinte millones de pesos se pudo vender por una suma superior, incluso con daños tan serios. Y se tiene la certeza de que nunca fue repa­rado, pues en abril 21 de 2002, cuando Álvaro Uribe era candidato a la Presidencia, en una entrevista para el pe­riódico El Tiempo, explicó que:

Mi padre fue socio de una empresa que tuvo un he­licóptero. Él tenía fincas en el Valle del Cauca, Urabá, Córdoba y en varias regiones de Antioquia. Utilizaba ese helicóptero para sus desplazamientos. Cuando la guerrilla lo asesinó, ese helicóptero quedó medio destruido y mi hermano Jaime finalmente vendió las acciones de esa empresa y esa empresa salió de los restos de ese helicóptero. Mi familia no lo tuvo en su poder. ¡Hombre, por Dios! Eso lo hizo mi herma­no Jaime y todos confiábamos en él, que se murió el año pasado de cáncer en la garganta… Después, la Policía decomisó ese helicóptero u otro con los mismos números.

Al morir Alberto Uribe Sierra, La Carolina continuó en manos de la familia Uribe. Era una de las consentidas, en especial de Santiago, que prácticamente se mudó a vivir a ese lugar. Pero no sólo era la favorita por la riqueza que representaba para el patrimonio familiar. Allí estaba es­ condido, según el siguiente relato, el centro de operaciones de Los Doce Apóstoles.
El mayor retirado de la Policía, Juan Carlos Meneses, tiene recuerdos nítidos sobre La Carolina:

«Usted llegaba a la hacienda La Carolina y encontraba gente armada, con fusiles y uniformados. Usted pensaba, “es Ejército”, pero no, al mirarles los fusiles r­15, o al verles el fusil Ak 47, se daba cuenta de que no eran soldados, esas son armas que el Ejército no manejaba. El Ak 47 es un arma de fabricación rusa, que normalmente usa la guerrilla y en esa época, el Ejército tenía fusiles g3 y Galil. Pero en esos tiempos, ni la guerrilla ni los paracos te­ nían capacidad para uniformar a veinte hombres con g3 o Galil. Ya con el tiempo los paramilitares se fueron con­ siguiendo buen armamento, usted veía a veinte o treinta paracos con Galil, pero la guerrilla nunca alcanzó eso, porque podrían tener un fusil, pero no conseguir la munición. A ellos les llegaba por camionados la 762 corta, que era para el Ak 47. Además, la guerrilla siempre tuvo en mente que el Ak era el mejor, ellos le tenían afecto a ese fusil. Uno identificaba cuándo se trataba de un paramilitar: uno con escopeta doble cañón, otro con g3, el otro con r­15, mejor dicho, ese armamento mezclado daba la idea de que era algo diferente a guerrilla o Ejército.

»Me vi varias veces con Santiago Uribe allí en su hacienda. Los dos primeros encuentros fueron reunio­nes más bien formales, que se realizaron en la sala de la finca. En la tercera ocasión, Santiago es muy cordial. Me invita a conocerla porque, dice, que le he colaborado mu­ cho. Lo primero que me muestra son unos radios de co­ municación, unos radios portátiles y otros con bases. Me dice: “Esto es para comunicarme con los grupos míos”. Y en la misma hacienda La Carolina me muestra una plaza de toros, de esas de toros de lidia, de toros miura, ahí es donde los preparan para las corridas de toros.

»Lo que me sorprende es cuando bordeamos la plaza de toros; detrás de ella me muestra una pista de entrenamiento para paramilitares, de las mismas que usa el Ejército, de esas que conocemos los soldados y poli­cías que tienen diferentes tipos de obstáculos, la escale­ra, la telaraña. Él me dice: “Mira, aquí es donde entreno a mis muchachos”.
»Allí era donde entrenaban físicamente a los que después participaban en las acciones ordenadas por San­tiago Uribe. Yo estaba aterrado, impactado, porque mien­ tras íbamos caminando por los terrenos, muy bonitos y bien cuidados, me decía que políticamente él estaba muy bien conectado, tanto así que su hermano, que había sido senador, tenía segura la Gobernación de Antio­quia. Me decía que tenía el apoyo de todo el mundo y yo entonces pensaba: “Esto está orquestado con todo el Go­ bierno, está amparado con los altos mandos militares”. Eso era lo que me decía.
»Y trataba de hacerme ver que los paramilitares necesitaban de la fuerza pública, que era una misma ideo­logía, decía que teníamos la misma tendencia, el mismo objetivo, que era desterrar a la guerrilla. Me explicaba en sus comentarios que la guerrilla la iban a acabar, que la iban a sacar de esa jurisdicción, que él tenía apoyo de los paramilitares que también se estaban gestando en Cau­casia, que en cualquier momento me hacía subir hom­bres. Me insistía en que estuviera tranquilo, que la misión de ellos era acabar a la guerrilla, que para eso él estaba preparando a sus hombres, que para eso él se estaba armando.

»Incluso me mencionó a unos cultivadores de papa que venían de La Ceja, Antioquia. Me explicó que venían a sembrar a tierras conquistadas, tierras que ellos ya habían liberado del flagelo de la guerrilla y que, como había tranquilidad, él ya los estaba invitando para que in­virtieran ahí y para que aportaran económicamente a la conformación del grupo. Por eso tenía la pista de entrena­miento, reunía plata entre los grandes hacendados, por eso se estaba armando, para estructurar su grupo paramilitar. Y después ese grupo creció mucho, ya se inundó por todo Antioquia, Córdoba.

»Luego del recorrido, ingresamos a la sala de la hacienda, un lugar muy bonito, tiene dos pisos y venta­nales amplios. Allí, Santiago me dice que me quiere mos­trar una lista. La saca del carriel –él siempre andaba con un carriel trenzado, al igual que con su poncho, botas de cuero y un sombrero. Al abrir el carriel, vi que tenía un radio portátil. Me la muestra y me dice: “Éste es el lista­do de personas que hay que acabar. Usted aliménteme este listado y yo le suministro también información. De tal forma que estemos sintonizados para saber quiénes son y quiénes son los que siguen”.
»La lista estaba escrita a mano, algunos nombres estaban tachados. Supongo que ya habían sido asesinados: “Mire, éstos son los que siguen, ellos poco a poco van cayendo”.
»La hacienda La Carolina siempre la cuidaban pa­ramilitares, incluso cuando estuvo el coronel Benavides a cargo del Comando de Policía de Yarumal. Es en ese lugar donde asesinan a una persona, a Vicente Varela. Después dirían que la guerrilla había ido a atacar la hacienda, pero la guerrilla no iba a ser pendeja de ir a atacarla, porque sabía que estaba cuidada por gente fuertemente armada y con la orden de responder ante cualquier sospecha. Santiago tenía sintonizadas todas las fincas, las tenía interco­ municadas, ahí no le iba a llegar guerrilla tan fácilmente.

»Posteriormente, el propio Álvaro Uribe dijo que allá sí apareció un muerto, pero que hubo un enfrentamiento con unos extorsionistas que llegaron. Varela era un vicioso de Yarumal que en el tiempo de Benavides había estado detenido tres o cuatro veces, por ladrón, ex­ torsionista, malandro, el tipo era mala gente. Usted tiene que ir uniendo los detalles, porque Santiago tenía una lista de malandros, de gente indeseable, de gente que se tenía que morir. Probablemente este muchacho estaba en ese listado, porque cuando yo lo vi era como de veinti­cinco y ya Varela había sido asesinado. Allí había guerrilleros, colaboradores de la subversión, era una lista de limpieza de Yarumal.
»Años después, en una reunión con el coronel Benavides, en la que yo hago una grabación, él me dice que quién va a creer que con ese fortín que tenía La Carolina, iba a ser pendejo este Varela de llegar allá a extorsionar. Lo que pasó con Benavides es que la embarró cuando lo llamaron para que resolviera la situación que se había presentado en La Carolina.
»Primero, no hizo un acta de levantamiento, fue un levantamiento irregular; segundo, el coronel Benavi­des, desde La Carolina, amarró el cuerpo del muchacho Varela al bumper de un carro que era de la sijín y le puse un letrero “Muerto por extorsionista”. Se lo llevó en la de­ fensa de ese vehículo y lo paseó por todo Yarumal, todos los habitantes del pueblo lo vieron. Al coronel Benavi­des le adelantaron una investigación pero a lo último lo exoneraron.

»En esa época murieron de manera violenta mu­chos expendedores de vicio y también viciosos. A él tam­poco le interesaba la presencia de extorsionistas, porque le fregaban a sus amigos, que eran los comerciantes o los ganaderos. Usted sabe que siempre la extorsión empie­za es con algún informante o alguien que es bandido y le cuenta a las FARC quién tiene plata. Se supone que Va­rela cumplía ese papel y aparece muerto en La Carolina. Cuando los superiores pidieron explicaciones a Benavi­des, él se justificó diciendo: “Es que yo estaba cerca y es­cuché los tiros y yo llegué allá”, o sea una historia chimba que no se la cree sino él.
»En la grabación, Benavides me dice que los extor­sionistas no iban a ser tan pendejos con ese fortín que es La Carolina, dijo: “Lo creen a uno bobo”, o sea da a en­ tender que lo asesinaron allá.
»Otro hecho que sucedió en La Carolina fue el de un muchacho, un soldado retirado, cuya denuncia hizo el padre Javier Giraldo, del cine P. A él lo reclutaron allá, pero tuvo problemas y después como que lo asesinaron. Ese es otro de los episodios oscuros en los que se nom­bra La Carolina»

Hoy, de la historia de La Carolina queda la marca: un prós­ pero negocio, la cría de toros de lidia que engalanan la fiesta brava en Colombia. Según su información oficial, la divisa de la ganadería La Carolina, creada en 1991, es blanca, verde y roja. Se confirma que la compañía la rige la Agropecuaria La Carolina Ltda., como representante de la misma figura:

Santiago Uribe Vélez
Calle 49 No. 50-21 oficina 1707
Medellín, Colombia
Teléfono: (57-4) 251 5132
Fax: (57-4) 251 5136

El encaste de los toros es santa coloma1 y murube2 es hoy una de las ganaderías más exitosas del país, aunque San­ tiago Uribe cree que no constituye un buen negocio. En una entrevista que concedió en época reciente, afirmó que «los costos son exorbitantes. Es un hobby que nos cuesta mucho dinero».3
Sobre la propiedad de la hacienda, un certificado de tradición y libertad de matrícula inmobiliaria expedido

1.El portalvoyalostoros.com describe esta raza de la siguiente manera: «Los toros de santa coloma son cárdenos, entrepelados y negros de muy alegre embestida, lis­ tos, desigualmente encornados».
2.Los toros murubeños son en general bajos de agujas y de poca cabeza, astillanos, aunque a veces salen toros de cabeza acarnerada, con las defensas más desarrolla­ das y corniapretados. Suelen ser de vientre recogido y pezuñas pequeñas y su capa, prácticamente en exclusiva, es la negra. (Misma fuente).
3. http://www.larepublica.com.co/archivos/tendenciAs/2010-02-12/alhama­y­la­carolina­protagonistas_93112.php  por la Oficina de Instrumentos Públicos de Yarumal el 21 de enero de 2011 confirma que en el último trimestre de 2002, recién posesionado el entonces presidente Álvaro Uribe Vélez (para su primer mandato), su hermano Santiago vendió la sociedad propietaria del lugar. Hoy, sus dueños mayoritarios pertenecen a una familia de apelli­ dos Mejía Correa, la cual con seguridad da a esa hermosa finca un mejor uso que el que tuvo en la década de los noventa, de ingrata recordación para muchos habitantes de la zona de Yarumal.

Barrio Lili: Lucha y Esperanza

A las afueras de Cali, muy cerca de la orilla del río Lili, rodeado de estructuras modernas y de casas de estrato 5 y 6, se encuentra un barrio antiguo que lucha por no desaparecer.


Es el Barrio Lili. Con apenas verlo, se podría describir como una zona marginal, un terreno robado, una invasión social que ha ido creciendo con los años. Pero, ¿qué pensaría la gente sí se le dice que allí reposa una de las historias más impresionantes de lucha y esperanza, de fortaleza y respeto por lo propio?, ¿qué pensaría la gente sí se le dijera que allí se encuentra parte de la historia de Cali?

En 1750, se dio una importante negociación: la Hacienda San Joaquín le compró a la Hacienda Cañasgordas 90 terrenos, extendidos entre los ríos Meléndez y Lili, y desde Los Farallones de Cali hasta el río Cauca. Con ello, también se convino el traspaso de esclavos provenientes de África.

Los dueños de la Hacienda San Joaquín eran de apellido Varona. En esa época, la costumbre era dar a sus esclavos el mismo apellido, pero cambiando la primera letra. Es así como nace el apellido Barona, aunque se los marcaba con una V en sus hombros, como súbditos, en representación de la ‘Familia Superior’. El hijo de uno de estos esclavos, Pedro Pablo Barona, se ganó la confianza de sus dueños y por eso lo encargaron de cuidar los terrenos de la hacienda.

Estrella Barona (izq), Mariam Campo (centro) y Patricia Gómez (der) relataron a Utópicos la historia de su barrio y los retos que ahora tienen.

Un día de 1822, el dueño de esa propiedad decidió regalarle a Pedro Pablo un terreno pequeño, para que construyera su casa y viviera allí. Con alegría y fervor, y con la ayuda de su familia, el joven capataz levantó las primeras 10 moradas. La primera fue la ‘Casa Paterna’, lugar emblemático para los Barona. Allí nació gran parte de la familia. Así empezaron a construir, desde cero, en tierras fértiles y en cercanía a su fuente histórica de vida, el río Lili.

Tomarse el sector

El barrio Lili siempre ha sido foco de interés para algunos ingenios de Cali. “Siempre nos han amenazado con sacarnos de aquí. Lo que hacían nuestros ancestros era traer más familia, construir y vender casas. Así hacíamos más espacio y evitábamos nuestra exclusión”, narra Patricia Gómez, descendiente de los Barona y habitante del sector. Cercana a los cincuenta años de edad, que habla con mucho sentimiento. Es la defensora del presente y el futuro de su amado terruño.

El interés de los familiares no era la riqueza, era estar seguros y mantenerse allí, por lo que vendían los terrenos a precios muy bajos, “casi regalados”, cuenta.

Tiempo después, los residentes prestaron algunos terrenos al Ingenio Meléndez para sembrar caña, pero, más adelante, los predios fueron escriturados a este, tomándose parte de lo que el dueño de la Hacienda San Joaquín les había dejado a los Barona y rompiendo el compromiso.

Allí se empezó a formar lo que hoy se conoce como Ciudad Jardín. “Por confiados, sólo nos quedó esta parte. Antes la palabra era respetada”, apunta una de las mayores de la familia, Estela Barona, nieta de Pedro Pablo Barona.

A su vez, Miriam Campo Barona (65 años), otra de las nietas del patriarca y prima de Estela, recuerda que cuando era niña, “lo que hoy es Ciudad Jardín era puro monte, puro cañal, perteneciente al Ingenio Meléndez”.

Medicina natural, el mejor remedio

Cerca del barrio no había médicos, ni centros hospitalarios, hasta mediados del siglo XX. “Todo se trataba con hierbas: el anamú, para curar la sinusitis y dolores de pecho; la ruda; aguapanela con limoncillo; yerbabuena, albahaca, malva y el matarratón… que sirve para todo”, describe Patricia, entre risas.

Las parteras eran quienes tenían la labor de asistencia y cuidado de la madre durante el proceso de gestación. Todo se hacía de manera natural; empleaban cogollos de lulo y agua de brevo para agilizar el proceso de parto, si el niño no quería salir.

“Cuando iba a nacer un nuevo miembro de la familia, las parteras nos decían a los niños que estuviéramos pendientes de la cigüeña, que ya iba a arribar. Cuando escuchábamos el berrido en una de las casas, quedábamos desconcertados”, añadió Miriam.

El Tren del Pacífico

Donde hoy está el parque del barrio quedaba la antigua carrilera. “El tren hizo parte de nuestra vida. Los maquinistas nos llevaban hasta el retén, ubicado donde queda hoy la Y que lleva a Puerto Tejada y Jamundí, y nos devolvíamos a píe”, relata Patricia.

El tren conectaba los departamentos de Cauca y Valle, pero dejó de funcionar por esta ruta hace unos 40 años, pues la construcción de la carretera Panamericana supuso una alternativa más efectiva que las vías férreas. Desde entonces, allí reposa el antiguo puente del ferrocarril, sin uso alguno en materia de movilidad. Sin embargo, es cuidado como un tesoro por los habitantes del barrio Lili.

Detrás de las casas del barrio Lili se observan edificios modernos

Costumbres

Al llegar de África, los esclavos preservaban sus costumbres. Una era el rezo del justo juez, una oración para ‘cubrirse’ del peligro en periodos de guerra. De esta manera, si los enemigos pasaban por su lado, nos los veían. Según dicen, en algunas zonas del Chocó aún se practica este ritual.

Al nacer un menor, sus ombligos y las placentas de las madres eran enterrados allí mismo. “Donde estamos sentados, está mi ombligo”, relata Estela, en tono jocoso.

Los menores no se aburrían nunca. Buscaban en cualquier cosa un elemento de entretenimiento y aprendizaje. Como dice Patricia, “aunque no había servicio de energía, nosotros nos divertíamos mucho; jugábamos en el río mientras otros pescaban, corríamos, montábamos columpio, hacíamos antorchas, con tarritos con mecha y ACPM. Con eso alumbrábamos”.

Años 90

Las crecientes del río Lili y las temporadas de invierno siempre han sido un problema para la comunidad. Por ello, en 1994 se construyó un jarillón para reducir los riesgos.

A finales de los años 90 renombraron al sector como barrio Cañasgordas. Sin embargo, nadie se lo tomó en serio. Todos le siguieron llamando Lili, hasta que la junta de acción comunal decidió retomar su antiguo nombre. Tiempo después, otro cambio de denominación hecho por la alcaldía de Cali, significó para los habitantes una falta de respeto a sus antepasados y a la lucha por mantener el sector en pie: El nombre Urbanización Valle del Lili fue recibido con inconformidad por los vecinos, que quieren seguirlo llamando, simplemente, barrio Lili.

Hoy, este barrio se mantiene con su gente, con sus raíces bien plantadas en una tierra que les ha dado todo, y con un río que riega un valle lleno de historia, fortaleza y lucha. Con diferentes nombres tatuados en su historial y con abusos por parte de importantes manos económicas, el sector ha subsistido en medio de situaciones precarias. Todo lo que han conseguido, lo han hecho a pulso y prácticamente sin ayuda.

El optimismo que los habitantes emanan, contagia hasta al más incrédulo. Su futuro lo ven muy verde, sobre la tierra que los vio nacer y los ha sostenido desde hace casi 200 años.

Barrio Lili es un lugar de se cuida el medio ambiente

URBANISMO: ¿EL FIN DE UNA COMUNIDAD?

Según Patricia Gómez, en los años 80, los vecinos del ya fundado Ciudad Jardín se acercaban al barrio Lili: “Entraban a comprar leche, arroz, verduras. Fue allí cuando se enteraron de que no éramos personas malas y que éramos los legítimos dueños del sector”. Les llenaba de alegría ver gente desconocida caminando por la zona, pues “éramos una burbujita alejada de la ciudad”, relató.  Pero hoy, el desarrollo de Ciudad Jardín y otros complejos inmobiliarios del sur de Cali parecen haberse convertido en una amenaza para los pobladores raizales.

La prestigiosa ubicación, cerca de universidades, centros comerciales y terminales de transporte, ha sido la principal causa de que algunas propiedades dentro del barrio Lili se hayan vendido, sumada a la proliferación de grandes edificios, que han convertido al sur en un gran negocio económico. Por todo esto, hoy el sector es foco de interés de manos desconocidas que merodean la zona, según Patricia, buscando hacerse con el barrio. “Aquí entran personas con chalecos sin distinción, fotografiando y tomando nota de lo que ven”, añadió. Ella sospecha que son las propias constructoras las que están detrás de esto, sembrando temor en la comunidad habitante.

Además, “varias veces nos han tratado de sacar, argumentando que ‘es un riesgo vivir al lado de un río’, como si no conociéramos de lo que es capaz de hacer el río cuando hay creciente”, afirmó Estella Barona entre risas, agregando que el caudal del afluente no se compara a lo que era antes.

Utópicos preguntó a Patricia Gómez si creía que de parte de los gobiernos que ha tenido el municipio también ha habido intentos por apretujar aún más al barrio Lili. A lo que ella respondió afirmativamente, argumentando que los recibos de servicios públicos han sido ajustados a estrato cuatro, cuando las condiciones de la población realmente corresponden a estrato dos. Según ella, “es una manera de aburrirnos de vivir aquí”.

Al parecer, estas poderosas entidades buscan cualquier ‘hueco’ para meterse. A todo lo anterior se agrega que, actualmente, la ampliación de la vía Cali-Jamundí genera en la comunidad del barrio Lili una nueva preocupación. Agentes de planeación vial aseguran que no deberían estar allí y que probablemente serán reubicados. Sin embargo, ningún habitante está interesado en dejar el sector, a no ser que sea vendiendo las propiedades al valor justo. Si ello sucede, este será el fin de una comunidad asentada en la zona periférica de Cali, desde hace 200 años.

Preservando la artesanía ancestral 

SIEMPRE HEMOS SIDO MUY UNIDOS

Jorge Victoria fue el primer profesor que llegó al sector. Estudió en la Universidad del Valle y hoy es coordinador del Incolballet[1]. Recuerda que “las monjas del Sagrado Corazón (colegio) nos daban clases. Nos enseñaban lo más básico. Los Barona donaron el espacio donde hoy está Incolballet para hacer la primera escuela. Esta se formó por medio de ayuda de la comunidad, de campañas políticas y del Club Rotario. Fue hecha a pulso. El terreno fue donado en los años 80. Primero se llamó Escuela Cañasgordas, después quisieron ponerle Escuela Rotario. Sin embargo, hubo problema por ello y volvieron al antiguo nombre. Tiempo después (hace 15 años), esta escuela primaria pasó a ser de administración del municipio”.

Mujeres con muchas historias por contar

[1]El Instituto Colombiano de Ballet Clásico es una entidad descentralizada del Valle que, según su página web  www.incolballet.com, propende “el desarrollo cultural del departamento y del país, a través de la educación artística formal en danza, los procesos de producción, la circulación de obras de repertorio universal y latinoamericano y el desarrollo de programas de sensibilización y formación de públicos”.

Casas de bahareque:Están hechas de esterilla, un modo de abrir la guadua para que quede plana como una tabla; después se echa barro en medio de la esterilla para formar las paredes.Para montar las estructuras, se añade al suelo: barro, pasto, pangola bien picada y boñiga de vaca.Luego de resanar, se pinta todo con cal.Las puertas eran dobles y tenían argollas de hierro, y sus llaves eran grandes.
Estructuras en Lili, cambios a través del tiempo.Los niños ayudaban a amasar con los pies.A pesar de ser construidas de manera artesanal, respondían muy bien ante fuertes crecientes del río.Por medidas de seguridad y para evitar que los sacaran del barrio, debieron reconstruirlas con ladrillo.En 1998, fue reconstruida la última casa de bahareque.La ‘Casa Paterna’ conserva algunas estructuras de bahareque. Una creciente del río derribó parte de la simbólica construcción.

Destacados:

• Antiguamente, el río Lili recibía el nombre de río Las Piedras.

• Donde hoy está la Universidad Libre, los nativos lavaban ropa, trastos y hacían actividades de entretenimiento.

• La última partera en el barrio fue Luisa Barona, hija de Pedro Pablo Barona. Murió de 108 años.

• Miriam Campo Barona fue la última persona en nacer con ayuda de partera.

Iván Ortega 

 @Ivan_ortega3 

Serie: El clan de los Doce apóstoles (Parte 2)

Utópicos web 2.0 reproduce 3 capítulos del libro “El Clan de los Doce Apóstoles” (Ícono Editorial, 2011) escrito por nuestra directora, Olga Behar, que permiten explicar los hallazgos de la Fiscalía en el caso tan sonado. Hoy:

Cien días en Yarumal
Los primeros días fueron tranquilos; el cambio de man­ do en el Comando de Yarumal y la despedida del capi­tán Benavides tuvieron ocupado al teniente Juan Carlos Meneses.
Pasarían varios días para que su superior, el co­ ronel Alberto Rodríguez Camargo, comandante del De­ partamento de Policía de Antioquia, hiciera la primera anotación en el Folio de Vida del oficial.
El 11 de febrero se abrió el Formulario 3­Fv, sim­plemente por cumplir el requisito; el 28 de febrero, el coronel Rodríguez hizo la primera anotación:

ANOTACIÓN POSITIVA: ha mostrado una buena aptitud para realizar operativos con el objeto de neutralizar las bandas de delincuentes dedicadas a asaltar el peaje de Llanos de Cuivá, y de algunas fincas rura­les. De igual manera con inteligencia logró la supervisión y control del personal bajo su mando, verificando el desarrollo de las actividades que cada uno de ellos cumple.
Según el informe oficial, todo marchaba sobre ruedas. Pero las ejecuciones extrajudiciales continuaban. El 1 de marzo cayó Omar Aristides Fernández y cuatro días después sucedieron los hechos que cambiaron para siem­ pre la vida del teniente Meneses: Jorge Quintero Olarte y su hijo Jhon Jairo Quintero Zapata fueron asesinados.


Juan Carlos Meneses:
«Horas antes, Santiago me llama y me dice:
—Venga Meneses, vamos a armar un operativo contra un extorsionador al que le tiene que entregar una plata un amigo, el dueño del restaurante Las Rocas, en Yarumal, entonces colabóremele.
—Tranquilo, hágale.
»Yo fui y le recibí la declaración al hombre, me dijo: “Sí, a mí me toca entregar una plata, me están extor­ sionando”. Entonces lo mismo, armé el operativo con la gente de la sijín: Amaya, Rodrigo, Pelo de Chonta, porque ya se unían los que manejaban la parte urbana a los de la parte rural cuando iban a algún operativo para hacer grupo e ir a cometer sus asesinatos. Salieron a la entrega del dinero a la parte rural; cuando fueron a entregarlo, dan de baja a un extorsionista, a la persona que fue a re­ cibir el dinero y otro se les vuela. Yo rendí un informe a la Policía dando un resultado positivo, porque habíamos dado de baja a una persona que estaba extorsionando a un comerciante. Pero obvio que había sido la Policía, pero en colaboración con el grupo de Los Doce Apóstoles. Y
al sujeto que se vuela de la extorsión, el grupo lo ubica en una finca que se llama La Sirena. Entonces Amaya llega y me dice:
—Venga, mi teniente, lo que pasa es que ya sabe­
mos dónde está la persona de la extorsión que se nos voló.
—Pues si está ubicado, vayan y lo capturan.
»Era un procedimiento legal, porque si estaban extorsionando al comerciante y lo habían pillado, la lógi­ ca era que fueran a capturarlo. Amaya armó el operativo pero, la verdad, yo nunca me imaginé que tenían pen­ sado hacer una masacre; yo cómo los iba a mandar a masacrar, porque iban a una finca y había posibilidades de que hubiera otros civiles. Y preciso que ahí había niño. Amaya se va con la gente de Santiago y van es a matarlo directamente, lo asesinan a él y a su papá: el papá y el hijo. Entonces es cuando se da el problema del fusil que se lleva Amaya. Afortunadamente, cuando lo interrogan, Amaya me salva y dice la verdad porque a él le pregun­ tan: “¿El teniente Meneses estuvo allá?”. Y él contesta: “No, el teniente nunca fue”. Ahí es donde viene el pro­ blema de lo de las vainillas del fusil y hay un escándalo a nivel policial, por lo de los niños que resultan heridos. Además que yo rindo un informe diciendo de que son las FArc y que viajaron encapuchados».


Todo sucedió en la vereda Ventanas, perteneciente a la jurisdicción del teniente Meneses. Hasta allí llegó la ins­ pectora de Policía, Martha Lidia Arango, para hacer el
levantamiento de dos cadáveres. Eran las diez y media de la mañana cuando la funcionaria y su secretaria se toparon con el primer cadáver, el de un hombre joven, que yacía en el patio de una casita campesina. Estaba descalzo y sin camisa. Evidentemente, había intentado huir en medio de la noche, cuando fue despertado por la violencia de sus asesinos. Eran visibles los orificios que habían hecho las balas al penetrar su cuerpo, el más im­ presionante de ellos, el que le estalló el ojo izquierdo. A una distancia aproximada de metro y medio, estaba ti­ rado el otro muerto, según la inspectora, de unos cin­ cuenta años. También encontraron trece vainillas, siete de ellas de fusil. Las funcionarias registraron el hallazgo de varias prendas camufladas y otras verdes, sin aventurar ninguna explicación.
Dos días más tarde, la señora María Lucía Olarte decidió ir a relatar la historia de lo que había sucedido. Aunque no albergaba esperanza alguna, porque era sa­ bido en Yarumal que ningún crimen se esclarecía, tenía que intentarlo por el recuerdo de su esposo Jorge y de su hijo Jhon Jairo. Éste fue su escalofriante relato:

Estábamos acostados cuando oí un tiro, entonces yo le dije a mi esposo: «Ay mijo, oí un tiro y es por aquí cerquita». Los perros estaban latiendo mucho, entonces mi esposo me dijo: «Mija, tirémonos al sue­ lo». Entonces yo le contesté: «Ya no tenemos esca­ patoria, ya nos van a matar». Entonces llegaron ahí mismo y nos gritaron que saliéramos todos para afue­ ra (sic), que si no salíamos, entonces nos tiraban
una granada. Entonces todos salimos, nos dijeron que saliéramos todos con las manos arriba, que saliéramos rendidos (sic). Entonces mi esposo se arrodilló y les dijo que no lo mataran, que se fijaran que había muchos niños pequeños, entonces esas súplicas no nos valió, enseguida los mataron a todos dos… (sic)

Los cinco niños, que lloraban aterrorizados, lo observa­ ron todo. De ellos, tres fueron heridos, aparentemente por balas disparadas al azar.
A María Lucía la amenazaron: «A mí me dijeron: “Entregue las armas o sino también usted se muere”. Yo le dije: “Aquí no hay armas, lo único que tenemos es una escopeta”, y se la llevaron».
De esta manera continuó con su relato: «No sé quiénes son. Ellos estaban encapuchados y no les vi la ropa porque estaba muy oscuro». Después de cometer el doble crimen, los asesinos entraron a la casa y causaron destrozos. Antes de irse, le ordenaron a María Lucía que no saliera, razón por la cual tuvo que esperar, con los niños desangrándose, hasta que amaneció. Fue cuando pudo llevarlos al hospital.

Fotografía tomada de arelixtabe.blogspot.com

Poco a poco se fueron conociendo algunos deta­ lles: que eran seis hombres, que llevaban puestas botas militares, que dijeron ser de las FArc. Y en las vainillas que recogió la pequeña que sobrevivió pareció intuirse la cla­ ve del asunto: «Los que mataron a mi esposo y a mi hi­ jo eran encapuchados de negro, ellos tenían armas lar­ gas y cortas y la niña recogió del suelo cuando fueron al levantamiento, unas balas como largas, cápsulas largas, eran como armas de las que usan los soldados».
Pasarían varios meses antes de que se estableciera que el fusil utilizado para cometer estos crímenes era el Galil calibre 7.62 mm, número 8-92543, que había sido asig­ nado como dotación del teniente Meneses, comandante de la Policía en Yarumal.
Pero, al contrario de lo que se descubriría, Me­ neses habría escrito un informe al alcalde de la ciudad en el que señaló: «Se tuvo conocimiento que por atentado de los subversivos fue muerto el señor jOrge QuinterO zAPAtA (…) y jAvier QuinterO OlArte (…) hijo del antes mencionado (…). Según informaciones fueron sacados de sus residencias por un grupo de seis hombres aproxi­ madamente, quienes dijeron pertenecer al Frente 36 de las FArc, y posteriormente causándoles la muerte por impactos de arma de fuego». Lejos estaba este informe de la verdad de lo que allí había sucedido.
Varios meses después, un testigo bajo reserva de identidad, identificado tan sólo como 002 (que se sospe­ cha era el propio escolta del comandante de la Policía de Yarumal, Alexander Amaya), dio su versión. El interro­ gado aseguró que entre los integrantes del grupo de Los Doce Apóstoles estaban los Palacio,

(…) que tienen una carnicería en la Calle Caliente y tienen un estadero de Yarumal para arriba que se llama Las Piedras, o Las Rocas, que inclusive a esos señores los estaban extorsionando (sic), les estaban pidiendo una suma de cuatro millones de pesos…
Entonces los Palacios se comunicaron con el comandante de la Policía de Yarumal (Juan Carlos Mene­ ses) y le mostraron las boletas de extorsión, enton­ces el comandante coordinó con Rodrigo. Entonces Rodrigo coordinó el operativo con Dayron y con Pelusa, y el comandante les prestó dos fusiles Galil y una subametralladora mini Uzi, entonces la plata la quedaron de entregar por intermedio del admi­nistrador de la finca La Sirena que se llama Antonio Mazo (sic). Entonces en el operativo le dieron de baja a un extorsionista que vivía en Ventanas y que era yerno de Jorge Quintero. Entonces en la huida se voló otro muchacho y a los dos días ubicaron la casa del muchacho que se había volado de allá de La Sirena. La casa era en Ventanas y en la noche le dieron muerte a ese muchacho y al papá, que se lla­ maba Jorge Quintero. Entonces ellos posteriormente, o sea los Palacios, le pagaron a Rodrigo y al coman­ dante de la Policía por el trabajo, y luego lo que pasó en la finca La Sirena lo dieron como operativo de la Policía a pesar de que ellos no fueron (sic).

Los días siguieron pasando. El 11 de marzo, y sin que si­ quiera se mencionara la masacre de Ventanas, Meneses recibió una felicitación:

El Comando del depto. le concede una felicitación especial por la forma como viene desempeñándose y realizando operativos que dejan en alto el nombre de la institución policial, igualmente contrarrestando
la delincuencia que en esta área se presenta, como también haciendo frente a grupos subversivos que hacen presencia en su jurisdicción.

Pero no era suficiente con este reconocimiento. Ese mismo día recibió otro más:

El Comando del depto. le concede una felicitación especial por su interés e iniciativa y empeño en el cumplimiento de las órdenes, al haber logrado ser el primer comandante de zona en cumplir con la pintura de los vehículos, de acuerdo a la orden de la diPOn…

El jefe departamental omitió informar que las radiopatru­ llas fueron pintadas de blanco y verde con el dinero que en el mes de febrero de 1994, Santiago Uribe ordenó que le entregaran a Meneses en una reunión en la hacienda La Carolina, como lo indica el testigo 002, entrevistado por la Fiscalía el 7 de junio de 1996: «El otro punto fue que al teniente Meneses le dieron una plata para pintar las patrullas de Yarumal, que eran de color blanco y negro, para cambiarlas por blanco y verde y el aporte que tenía que dar la Policía era prestarle armamento, fusiles Galil y personal, de los que el teniente considerara serios…».
Según 002, el anfitrión de ese encuentro fue Uribe y asistieron Pelo de Chonta y Rodrigo, es decir, los su­ puestos encargados de los frentes urbano y rural del gru­ po paramilitar, así como el financista Álvaro Vásquez y el padre Palacio. Este último siempre ha negado haber participado en ese encuentro.
El propio Meneses confiesa hoy que ese dinero le fue suministrado en la hacienda La Carolina como una muestra de confianza ante la buena colaboración en los operativos de Los Doce Apóstoles, gestión que fue com­ plementada con un tour especial por la hermosa finca:

«La tercera reunión que me hace Santiago en la hacien­ da La Carolina coincidió con una situación especial: que la Policía Nacional en esa época nos llama a todos los co­ mandantes y dice: “Hay que cambiar de color los vehícu­ los de la Policía (porque los vehículos, motocicletas, cam­ peros y camiones, eran de color blanco y negro), ya no va a ser negro y blanco sino verde y blanco, entonces ustedes como comandantes gestionen ante el comercio, ante los amigos, para que ustedes adquieran esos dine­ ros, porque la Policía no tiene dinero a nivel nacional, hay que pintar los vehículos”. Yo viajo a la hacienda La Carolina me reúno con Santiago, le digo:
—Vea Santiago, hay esta situación especial, her­ mano. Me ordenan pintar los carros y usted sabe que yo no tengo plata.
—No se preocupe teniente, que yo le doy toda esa plata para que usted pinte todos sus carros y usted quede bien.
»Incluso, yo fui el primero que rendí el informe con fotografías de los carros ya pintados con los nuevos logos verdes con blanco, esa plata me la entrega Santiago y con eso pinto yo los vehículos de la Policía Nacional, fui el primero en Antioquia en pintar esos vehículos, por el apoyo de él. El día que me entrega la plata de la pin­ tada de los carros, él me lleva a conocer la finca, me dice:
—Meneses, usted me ha servido mucho, me ha colaborado, hermano, y yo le voy a colaborar. Venga va­ mos y damos un paseo por la finca y le muestro mi finca.
»Cuando nosotros nos vamos a la parte de atrás de la finca, ellos tienen una plaza de toros pequeña porque, en esa finca, ellos crían toros de lidia para el toreo:
—Mire, éste es el burladero que tenemos noso­ tros, una pequeña plaza, aquí nosotros practicamos con los toros, los toreros y con los caballos también el rejoneo.
»Me muestra también detrás de la plaza de toros, tienen una pista de entrenamiento para paramilitares, él me dice:
—Mire, aquí es donde yo entreno mis muchachos».

Con seguridad entretenido con el tema de los vehículos, el comandante de Antioquia no tuvo en cuenta que en esos mismos días se presentó un grave hecho: el conduc­ tor de un bus interurbano fue asesinado mientras ma­ nejaba el vehículo lo cual era, no sólo la comisión de un crimen, sino un acto inconsciente con más de una do­ cena de pasajeros que experimentaron con estupor el peligro de morir al quedar en medio de ese peligroso ca­ mino. Así recuerda Meneses este episodio:

«Había un muchacho nuevo que había llegado de Mede­ llín y Rodrigo me había dicho que lo iban a poner a tra­ bajar en el grupo, lo iban a incorporar y que el primer trabajo que iba a hacer, o sea el primer asesinato que iba a causar, era contra un supuesto colaborador de la gue­ rrilla. Rodrigo me dice:

—A este muchacho lo vamos a poner a ejecutar a esta persona que le colabora a la guerrilla.
»Entonces yo le dije que esperara, que yo mejor hablaba primero con Santiago; Santiago me manda a llamar:
—Vea, Meneses, hay una situación especial, co­ labóreme con este muchacho, que Rodrigo me dice que es muy bueno. Lo vamos a incorporar al grupo, vamos a causar un asesinato contra una persona que es recono­ cida, es guerrillero, se llama Camilo Barrientos. Él es con­ ductor de un carro escalera, ya lo tenemos identificado como la persona que le lleva los víveres a la guerrilla, que les suministra todo, es la persona que nos tiene fregados. Es que tenemos que acabar con la guerrilla aquí y éste es cabeza visible de este grupo guerrillero.
—Ah, listo hermano, hágale, no hay problema.
»Entonces el carro escalera salió de Yarumal hacia Campamento y cometen el asesinato, a Barrientos lo ase­ sinan. Fue así: el asesino se sube a la chiva, era ese mu­ chacho que le digo que lo habían traído de Medellín. Él se sube en Yarumal y se hace detrás del conductor. Ade­ más, hay una moto que va detrás de la chiva. Barrientos alcanza a manejar como unos dos o tres kilómetros ha­ cia Campamento y la chiva se detiene para algo, enton­ ces el sicario se pone de pie y por detrás pam, le dispara, y la moto lo recoge y se pierden. Ahí muere Camilo y es cuando se revela que el hombre había ido a la Procu­ raduría unos días antes y había denunciado que lo iban a matar, había asegurado que existía una lista en la cual figuraba su nombre. Según Santiago, el hombre era el
que le llevaba a la guerrilla todas las provisiones, todo lo que necesitaban en el monte, las botas, los alimentos. Por eso decía que había que eliminarlo».

Fotografía tomada de www.telegraph.co.uk

Cinco días después, el coronel quiso exaltar aún más la labor del teniente, haciendo caso omiso de su res­ ponsabilidad en el asunto Barrientos:

ANOTACIÓN POSITIVA: Sus actividades en la lucha con­ tra el problema de la drogadicción y la buena utiliza­ ción del recurso humano hacen que obtenga buenos resultados logrando la retención de tres individuos a quienes les incautó 500 gramos de marihuana.

Por esos días, hubo un hecho que confirmaba ese pro­ ceder irregular que no era mencionado de manera ofi­ cial. Así lo recuerda Meneses:

«Alguien obtiene una información según la cual unos de­ lincuentes van a atracar un peaje, que lo van a ir a asaltar. El peaje es el que hay a la salida del pueblo, donde los vehículos que transitan por la carretera pagan una cuota. Entonces yo, lo que le digo a Amaya y a los de la sijín es:
—Coordinen, vayan a hacer el operativo, no hay problema.
»Entonces ellos se arman, organizan su operativo, se esconden en el peaje y efectivamente llegan a atra­carlo. La gente que estaba allí agazapada, que eran de la sijín, Amaya y del grupo de Santiago (sic), dan de bajados delincuentes. Eso se dio como positivo de la Policía. Ya las cosas empiezan a marchar».

A finales del mes de marzo –el día 31–, Rodríguez Ca­ margo emitió el siguiente concepto sobre Meneses: «Es un oficial que muestra capacidad para medir los resulta­ dos del trabajo planeado mediante la determinación de sistemas de vigilancia e información, instrucciones que imparte, logrando con esto una operatividad con resulta­ dos positivos. No obstante lo anterior, debe buscar estra­ tegias para contrarrestar algunos delitos de lesiones per­ sonales y homicidios que se le han presentado en la zona urbana del municipio».
Recomendación que el propio coronel sabía que Meneses no podría cumplir si se quería garantizar la ope­ ratividad del núcleo urbano de Los Doce Apóstoles. ¿Có­ mo «contrarrestar» los homicidios sin hacer operativos que condujeran a la captura de los sicarios, entrenados y fi­ nanciados por los Apóstoles? Rodríguez y Meneses sabían que todo lo escrito era letra muerta.
Tres días después, el acucioso comandante de An­
tioquia volvió a reconocer la labor de su subalterno:

ANOTACIÓN POSITIVA: Continúa la lucha constante para erradicar la venta y consumo de estupefacientes, logrando la retención de un individuo a quien se le incautó 80 gramos de bazuco listos para el expendio.
Como no todo podía ser felicitación y zalamería, el 4 de abril hizo una
AnOtAción negAtivA: El Comando del depto. le re­ cuerda la obligación permanente de investigar todo homicidio en la zona rural y especialmente en los urbanos (sic). La institución no puede estar en tela de juicio por omisión de nuestras obligaciones consa­ gradas en el Artículo 218 de la Constitución Nacional.

El 6 de abril, el coronel hizo una anotacion negativa, lue­go de un incidente que se presentó en la cárcel, cuando un preso dio muerte a otro de los reclusos: «El Comando del depto. le hace la observación de pasar revista más constantemente a estas instalaciones, inspeccionando minu­ciosamente cada uno de los alojamientos y dormitorios…».
Dos días después de esta anotación, el 8 de abril de 1994, sucedió un hecho que hubiera merecido al me­ nos una mención en la hoja de vida de Meneses: la parte baja de la edificación donde funcionaba el Comando de Policía de Yarumal fue allanada por la Fiscalía y el dAs. Aunque, técnicamente, el registro judicial fue contra un particular, se comprobó la vinculación entre los dos es­ pacios físicos, al hallarse una puerta que permitía acce­ der a la habitación del jefe de la Policía desde el cuarto que ocupaba Rodrigo. Además, los investigadores solici­ taron al teniente Meneses el listado del armamento asig­ nado al comando. Estos hechos ameritaban que el diná­ mico coronel hubiera escrito al menos un párrafo en el historial. Pero nunca hizo referencia al hecho de que allí, en las narices de la Policía, el jefe paramilitar conocido tuviera su búnker.
Así lo reconoce el propio Meneses:

«En Yarumal la topografía es montañosa, entonces las casas tienen una parte baja que sigue la continuidad de las calles inclinadas; al comando entra uno por arriba, lo que sería un primer piso, pero debajo hay un almacencito, y ese almacencito lo había alquilado Álvaro Vásquez en la época en que Benavides era el comandante. Vásquez era el financista del grupo paramilitar y él lo alquiló para que Rodrigo, que era la mano derecha de Santiago, tuviera comunicación con el comandante de la Policía, porque ese cuarto comunicaba directamente con la pieza del co­mandante por una puertica, por la parte de atrás. Cuando yo le recibí el mando a Benavides, ya funcionaba esa comunicación entre las dos habitaciones.
»A los tres meses de estar yo en Yarumal, la cosa se calentó y la Fiscalía llegó con el DAS a allanar ese cuar­to. Allanan el cuarto que queda en la parte baja de donde estaba ubicado el Comando de la Policía, y allí encontraron la documentación de Rodrigo, también encontraron uniformes, botas, unas hamacas, un poco de gorras, ropa negra, pero armas no».
Cuando aún no se reponían del golpe que significaba ese registro, el 10 de abril, el comandante de Antioquia hizo una anotación positiva por la captura de un hombre que lesionó con arma blanca a otro para robarle $60.000. Del allanamiento, ni una palabra.

El 15 de abril destacó «(…) su interés por la inves­ tigación criminal y la frecuente colaboración con las au­ toridades judiciales hacen que obtenga resultados, como la captura de un individuo solicitado por la Fiscalía de
Yarumal, sindicado de peculado. De igual forma la retención de un individuo mediante allanamiento a inmueble, se le decomisó 14 rollos de tela por valor de 5 millo­nes de pesos (sic), que habían sido hurtados el 210294 a un camión súperbrigadier que cubría esa ruta».

Y así siguieron las exaltaciones hasta el 26 de abril, cuando la anotación positiva se refirió a que: «La aplica­ ción esporádica del plan desarme e identificación de per­ sonas le permiten obtener resultados como la retención de un individuo a quien se le decomisó pistola Prieto Beretta calibre 7.65, con la que momentos antes lesionó a un par­ ticular. Por otra parte logró la retención de otro individuo a quien se le decomisó 60 gramos de bazuco y 50 de ma­ rihuana, logrando así mismo la inmovilización del vehículo Renault 9 de placas ti 074».


Juan Carlos Meneses:
«Bueno, regresemos a mi historia en Yarumal. ¿Cuál fue el problema que yo tuve? Una muerte que sucedió ahí, a mí me dijeron vamos a darle a un guerrillero que está en el terminal de transportes. Nuestra cooperación con­sistía en que yo no permitiera que la Policía saliera a reac­cionar, porque yo sabía que el grupo de Santiago iba a matar a ese guerrillero. Yo hablo con Rodrigo, quien me explica:
—Vamos a hacer este trabajo, colabóreme por­
que va a ser cerquita a la Policía.
—Uy hermano, no.

—Es que es la única oportunidad porque va a es­
tar allí, en el terminal de transportes (sic).
—Entonces listo, yo guardo a la Policía.
»El terminal (sic) queda a tres cuadras del coman­ do y resulta que el tipo se da cuenta de que lo van a ma­ tar y arranca a correr para el comando. Cuando nosotros escuchamos los tiros, los oímos prácticamente en el co­ mando, ahí cerquita, y lo asesinan casi a una cuadra; en­ tonces los policías empiezan:
—Salgamos.
»Y yo:
—Espere, espere que de pronto es un “cazabobos”.
»Pero uno de los agentes insiste:
—No, no, salgamos.
—No, que nos están picando, para que salgamos, de pronto nos matan.
»No era difícil entender que en un pueblo con tan­ ta confrontación, la Policía prefiriera quedarse resguardada que arriesgarse a salir. Ya cuando todo terminó, salimos, encontramos al tipo muerto, apenas a unos pasos del Co­ mando de la Policía. Los noticieros se enteraron. ¿Qué hizo el noticiero ntc Noticias, de Daniel Coronell? Allá lle­ garon el periodista y el camarógrafo, mostraron la sangre del muerto y al Comando de la Policía ahí cerquita, resal­ taban que la Policía no reaccionó, no hizo nada. Y era porque teníamos ese convenio con Santiago, de no repri­ mir al grupo, de dejarlo actuar y salir cuando ya las co­ sas las habían hecho. Eso fue un escándalo, dice: “Miren, aquí está la sangre de esta persona, y aquí está el Co­ mando de la Policía y la Policía no hizo nada”. Nos dieron muy duro.

»Ese es el comienzo del fin para mí. El caso se destapa y empiezan a tomar fuerza los rumores de que la inoperancia de la Policía no es por falta de capacidad».

El 1 de mayo de 1994, por fin se notó un cambio radical en el diario del oficial. En un escueto párrafo, Rodríguez escribió: «Traslado: en la fecha sale trasladado de la estación Yarumal para el grupo de apoyo y reacción rural como comandante de citado grupo».
Así terminaba, en forma atropellada, el fugaz paso del teniente Juan Carlos Meneses Quintero por la po­blación de Yarumal.

SAN ANDRÉS MAGÍA, COLOR, SABOR Y DIFERENCIA

SAN ANDRÉS MAGÍA, COLOR, SABOR Y DIFERENCIA

Autor: Sin autor.

Facultad de Humanidades y Artes

Pisar un territorio tan impropio como distante; ver isleños que no lucen, no hablan, no creen, no piensan ni sienten como la gente del resto de Colombia; apreciar los siete colores que ofrece el mar Caribe; presenciar los atardeceres en tonos rosas; respirar los exquisitos aromas de una cultura edificada por esclavos africanos y haitianos abandonados en tierras lejanas por aligerar la carga de barcos que llevaban cientos de ellos; sentir los ritmos adueñándose del alma; soltarse de las ataduras del lugar del que se procede… es la magia de San Andrés.

 “Hace algunos años había dos San Andrés, el que visitan los turistas todo el año y el que nos tocaba vivir a los nacidos y criados en la isla -porque hay otros que se han venido a vivir acá, pero viven en el centro o cerca de lo turístico, los paisas-, pero ahora se ve cómo se están uniendo las dos caras de las monedas.”

Que“Hace algunos años había dos San Andrés, el que visitan los turistas todo el año y el que nos tocaba vivir a los nacidos y criados en la isla -porque hay otros que se han venido a vivir acá, pero viven en el centro o cerca de lo turístico, los paisas-, pero ahora se ve cómo se están uniendo las dos caras de las monedas.”

Más allá de las disputas que actualmente sostienen Colombia y Nicaragua por este hermoso pedazo de tierra y enormes riquezas marítimas, los raizales, gentiles, son conscientes del paraíso que tienen. Abiertamente, prefieren reconocerse solo como sanandresanos, como lo asegura Jean Pierre, un isleño que durante mi viaje me ofreció no solo un servicio de taxi sino también su amistad.
Aunque entre risas y bailes se asoma la empatía que tienen los sanandresanos hacia el pueblo colombiano, admiten abandono por parte del Gobierno Nacional. Jean Pierre explica, mientras sostiene el timón, que no contempla la remota posibilidad de pertenecer al pueblo nicaragüense, a pesar de que está más cerca, hablando de distancias geográficas.

Entiende los problemas nacionales y sabe muy bien que los isleños son muy diferentes a los del interior; pero aun así seguirá sintiéndose colombiano. Recorrer San Andrés permite evocar la Norteamérica reflejada en las películas de negros: calles repletas de carros lujosos, bellas combinaciones de razas, iglesias bautistas adornadas con hermosas ancianas luciendo sus mejores peinados e indumentarias dispuestas a cantar por horas alabanzas Góspel, tal cual se ve en las iglesias de Misisipi.
Nada de esto es visible en la zona turística, todo está escondido en la otra parte de la isla, donde la cultura ancestral vive, de secretos a gritos entrelazados por un idioma que los colombianos no conocemos.

En el norte de Colombia está ubicadas tres islas que, para ser francos, sufren de un gran abandono. Solo las dificultades sanitarias que pasan por falta de agua -los sectores no turísticos del archipiélago-, son un ejemplo de esto, pues desde el 15 de abril las alarmas se encendieron por una eminente calamidad pública. Factores como el fenómeno del Niño, las marcadas disminuciones de lluvias, que brillaron por su ausencia desde 2013, y la sobrepoblación, han provocado una explotación desmedida de las fuentes hídricas. En un territorio de 26 kilómetros cuadrados, no solo habitan propios -75.000 personas-, sino también locos enamorados que ven en la isla su tierra prometida y se quedan viviendo allí. A esto se suma un millón de turistas que agotan recursos que la naturaleza proporciona para pocos. Así pues, evidentemente existe un problema de número de pobladores, aunque en los últimos días, la gobernación de San Andrés tomó la radical medida de duplicar el precio de la tarjeta de entrada, que pasó de $52.000 a $91.000 pesos colombianos. Pero se deben tomar otras medidas desde el Gobierno Nacional, dignas de justificar la batalla que actualmente se está librando contra Nicaragua en la Corte Internacional de Justicia.

Los enigmas del Caribe están presentes en los paisajes que la naturaleza nos enseña allí, quizá sea algo en común entre los paradisiacos lugares que lo constituyen; pues hoy en día, que estamos atravesando el boom de las integraciones culturales, el mundo recibe incalculable información sobre estas tierras. Un gran ejemplo es una de las Antillas menores, Barbados, que aunque viene de las dominaciones española y del Reino Unido, logró construir una identidad propia, en la cual podemos apreciar muchas similitudes con San Andrés, pues en ambas existe una riqueza cultural distintiva, hermosísimos rostros oscuros con ojos multicolor y labios rosas, movimientos acelerados del cuerpo al danzar, un inglés veloz acortando palabras, tranquilidad sinigual, entre otros atributos que hacen enamorarse del Caribe. Hace algunos meses, el sector privado comenzó una campaña de “embellecimiento” del popular barrio San Luis. La iniciativa lleva el nombre de Sea of Color y consiste en pintar de vivos colores las fachadas de típicas casas construidas en madera y demás recursos inconfundibles de estas zonas.

“Hace algunos años había dos San Andrés, el que visitan los turistas todo el año y el que nos tocaba vivir a los nacidos y criados en la isla -porque hay otros que se han venido a vivir acá, pero viven en el centro o cerca de lo turístico, los paisas-, pero ahora se ve cómo se están uniendo las dos caras de las monedas.” explicó Jean Pierre. Más de quinientos voluntarios conformados entre familias enteras del sector, visitantes y funcionarios de entidades vinculadas a estas jornadas, buscan mostrar una nueva cara de la isla, llena de diferentes colores, vida, alegría y unión.

Viajar en una aerolínea ‘económica’ no siempre es la mejor opción, pues cobra por cada servicio adicional (como numeración de silla, equipaje de más de doce kilos, impresión del tiquete y fila para el abordaje).
Se conoce más caminando que con algunos programas que ofrecen las agencias de viajes en paquetes turísticos. En realidad, ser amable y ganarse un amigo isleño es el truco para ir a lugares más allá de la Cueva de Morgan o el acuario.
Sacudirse del imaginario de que se llegó a Miami y se va a movilizar en carrito de golf o en cuatrimoto. Caminar, colectivo o mototaxi es la solución.

Las influencias paisas están presente en cada espacio de la isla, por lo que la comida típica o tradicional no está muy presente en los lugares turísticos. Para encontrarla se debe escudriñar un poco más en los sectores populares.
 En los restaurantes comunes los platos son costosos y si su sueño es la comida de mar, como un suculento sancocho de pescado, debe ir a donde comen los raizales.

 …entre risas y bailes se asoma la empatía que tienen los sanandresanos hacia el pueblo colombiano, admiten abandono por parte del Gobierno Nacional.

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