El encuentro con Hollman Morris volvió interesante ir a los conversatorios; su trayectoria, sus vivencias y anécdotas son un ejemplo para los periodistas en formación.
Pero no solo los estudiantes deberían seguir el modelo de periodismo del ponente; sobre todo, los profesores y directivos deberían aplicar sus sugerencias para mejorar los espacios teóricos y volver a los estudiantes más competentes.
“Los periodistas son los que escriben la historia de un país”, afirmó Morris alentado a que se incluyan en las aulas de clase los temas de actualidad, de coyuntura y retomar aspectos históricos que un periodista debería saber.
Que él resalte la gran desinformación que se vive en el país, es preocupante, ya que nos hace evaluar ¿qué tanto conocemos la historia de nuestro país?
Hay comunicadores vendidos; en otros casos, los canales no saben qué presentar cuando se forman cortinas de humo; y ya sea por dinero o por cualquier otro interés, prefieren transmitir temas de entretenimiento, en vez de situaciones sobre las que la sociedad debería tener información, esos hechos que hacen historia y marcan el país.
Estos casos se han vuelto recurrentes en los medios, en donde no se respeta el derecho a la libre expresión del periodista y la censura –por conveniencia- afecta la ética profesional.
La cultura negra es sin duda una de las más alegres, coloridas y vivaces de toda nuestra idiosincrasia, una fiel estampa de toda esa memoria ancestral que el pueblo negro se trajo de África. Es una muestra de que un pasado lleno de injusticia y esclavitud, es cosa de muchos años atrás.
Por eso hay quienes pretenden alcanzar figuras anatómicas de las características afro, sentir una inexplicable sabrosura al escuchar una tambora y querer emprender un frenético baile, preferir colores vivos y brillantes a los claros, sentirse identificado con letras de cantaoras del pasado y del presente y amar locamente los platos autóctonos del Pacífico.
Pues nuestro país es fruto de siglos de mezclas raciales, lo cual hace que muchos, sin tener tanta melanina es su piel, se sientan como si así lo fuera. En otros casos es al contrario, pues el entorno en el que se crece es un punto determinante del que será un comportamiento futuro. Con esto pretendo aclarar que no es regla ser Negro para sentirse negro o al contrario, ser Negro no lo hace negro.
Así que si usted tiene uno de las anteriores particularidades presentes en su personalidad, o si con todas se sintió completamente descrito, usted hace parte de un grupo que aunque es denominado como “minoría”, son mayoría. Y puede llegar sin ningún problema a escuchar un Petronio Álvarez, disfrutar de un plato de camarones al ajillo acompañado de jugo de borojó, enloquecer por unas trenzas con chaquiras en el cabello, o hasta añorar un gran derrière.
La Plazoleta de los Sabios fue el escenario perfecto para la celebración del quincuagésimo séptimo aniversario de fundación de la Universidad Santiago de Cali.
Al evento asistieron más de dos mil personas, quienes presenciaron el desfile de la Banda de Guerra de la Brigada 145, compuesta por más de ochenta músicos, ganadores de importantes premios nacionales.
Luego se pasó a la entrega de un importante reconocimiento a nuestra Universidad, una nota de estilo firmada por el Arzobispo de Cali, Monseñor Darío de Jesús Monsalve, en representación de la Arquidiócesis de Cali, por la meritoria labor educativa de la Santiago durante su historia. Este reconocimiento fue entregado por el Capellán de la USC, el sacerdote Carlos Horacio Rincón.
De igual forma, el Rector, Carlos Andrés Pérez, recibió la condecoración Orden de la democracia Simón Bolívar en grado Cruz Oficial, otorgada por la Cámara de Representantes de la República de Colombia como reconocimiento a su gestión al frente de la institución durante los últimos cuatro años.
Después se disfrutó de la presentación del grupo de Rock de la USC, que aumentó el entusiasmo y la energía de la multitud. Los asistentes disfrutaron además de un video mapping, involucrando a la institución en un espectáculo de colores, sonidos e imágenes en tercera dimensión, que transportó al público a un recorrido por la historia y futuro de la USC.
Entre tanta armonía y desborde de emociones, para finalizar con broche de oro, la USC se tomó el cielo y lo tornó de colores gracias a los fuegos artificiales, haciendo brillar al sur de la ciudad y mostrando así la felicidad y orgullo que representa ser parte de la familia USC.
El tercer día sin IVA en Colombia quedó programado para pasado mañana, 21 de noviembre, esta vez, con el propósito de hacer las compras para las fiestas de fin de año. Esta jornada está unida al adelanto de la prima de diciembre, que ya se autorizó, y a otros eventos como el Black Friday y el Gran Finde. Todas estas iniciativas hacen parte de la campaña “Madrúgale a la navidad y compra lo nuestro”, promovida por el Gobierno Nacional.
Según el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, el Gobierno dispuso ciertas medidas para prevenir aglomeraciones y contagio del COVID-19 durante la jornada del día sin IVA. Entre ellas, la compra de electrodomésticos y equipos de comunicación solo se podrá hacer por Internet; de igual forma, se buscará que los establecimientos operen durante las 24 horas, de manera presencial y en las plataformas web.
Por supuesto, quienes compren en los almacenes deberán seguir las medidas de bioseguridad como el uso de tapabocas y distanciamiento social. Además, se impondrán sanciones a los negocios que incumplan con el control de estos protocolos de prevención. Esperemos que así sea.
La reactivación económica es importante, pero la salud de los colombianos lo es más. Ojalá los almacenes y centros comerciales adopten estas pautas de forma estricta y los ciudadanos que deseen aprovechar este día, sean cuidadosos y opten (en mayor medida) por las compras en línea, que, si bien, pueden generar desconfianza en muchos, son la mejor opción en estos momentos, si se recurre a sitios confiables.
El tema central de mi intervención se refiere al papel de los medios –y de los periodistas, especialmente- en los procesos de reconstrucción de memoria. Mucho se ha hablado sobre la función del periodismo, como aséptica, objetiva, apegada a la información y carente de enfoque político o personal. Así nos los enseñaron desde los medios norteamericanos en los años setenta y ochenta.
Por: Olga Behar
@olgabehar1
Qué diferente debe ser el periodismo en países convulsionados, como los nuestros, en América Latina. Porque con frecuencia, nuestro ejercicio se constituye en dinamizador o encubridor de los hechos que suceden, especialmente cuando involucran a quienes ejercen el poder o, como en Colombia, son actores del conflicto.
¿Pueden los periodistas ser indiferentes a la forma como una nación reorienta su destino? ¿Tenemos que ver los toros desde la barrera? O, por el contrario, ¿somos también agentes de cambio? No hace muchos años, el periodismo argentino se vio enfrentado al dilema de si debía ser ‘objetivo’, neutral, distante, frente a los descubrimientos de crímenes cometidos por la dictadura que azotó a ese país entre 1976 y 1983, o si debía tomar partido y abanderar el proceso de divulgación de esos hechos execrables.
Desde la gran prensa –algunos de cuyos exponentes podrían hoy categorizarse como cómplices del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional- clamaban la neutralidad y una postura que los alejara de cualquier intento de crítica hacia ese oprobioso régimen, so pena de terminar acercándose a las posturas cercanas de la izquierda y a los movimientos revolucionarios que habían sido aplastados. Pero una gran cantidad de colegas impulsó la tesis de que no es posible ser indiferente, frente al sufrimiento y la persecución de ciudadanos que, equivocados o no, eran sujetos de derechos amparados por la Constitución y las leyes.
Fue cuando comenzaron a aflorar tantas historias como hechos habían sucedido.
No faltaron también los relatos sobre la infausta guerra de Las Malvinas.
No solo hubo una explosión de artículos en los medios, sino también documentales, películas de ficción y todo tipo de relatos, muchos de los cuales terminaron convertidos en libros periodísticos y literarios.
Recuerdo mucho un libro que, para mi caso personal, fue tremendamente inspirador: Los chicos de la guerra, de Daniel Kon, un relato en polifonía de voces sobre la irresponsabilidad, por parte de la dictadura, en el reclutamiento de adolescentes que tuvieron que ir a las Malvinas y sobrevivieron de milagro a esa debacle.
Y fueron muchos más los libros y otro tipo de trabajos periodísticos, apoyados en gran parte por las investigaciones judiciales y la Comisión de la Verdad.
Esta manera de enfrentar la realidad se convirtió en un camino digno de transitar para periodistas colombianos que dimos el salto hacia la narrativa histórica en esos años de tanto peligro y censura en este país.
Hoy, tres décadas después, el ejemplo de la manera como desde Argentina se trabajó en el periodismo, el cine y la literatura para recuperar la democracia, se convierte para Colombia en una ruta a seguir, en momentos en los que se negocia el fin del conflicto con las Farc.
Colombia transita los caminos del diálogo entre adversarios. Esta guerra que comenzó hace cerca de seis décadas podría estar viviendo su final, con la firma de los Acuerdos de La Habana. ¿Qué seguirá después? ¿La firma es la paz?
Indudablemente que para hablar de paz social, con democracia, respeto y coexistencia pacífica, falta un largo trecho. La pregunta es si los periodistas de Colombia están dispuestos a transitarlo y, sobre todo, cómo lo harán.
Porque el gremio no debe ser entendido solamente como el conjunto de profesionales que trabajamos en los medios de comunicación, sino incluir también a los dueños y grandes jefes de los medios que son, en buena parte, los mismos amos y señores del gran capital. Y son también los mismos que con frecuencia han promovido desde sus tribunas mediáticas, la guerra y la salida cruenta.
Quiero aventurar algunas propuestas sobre ese papel trascendental:
1) Sin volvernos propagandistas del proceso, tenemos la misión de explicarlo a nuestro público, con informes que incluyan el contexto, variedad de fuentes y de testimonios. 2) Las voces de las víctimas son necesarias para entender la crueldad de la guerra, y también para dignificarlas. 3) Las voces de los victimarios son claves para desentrañar ese pasado que es, en muchos casos, desconocido por las víctimas, pero también por la sociedad en general. 4) Promover un nuevo lenguaje, que no sé si podría llamarse el ‘glosario de la paz’. Es todo un desafío ambicioso que debe contribuir a aclimatar un trato respetuoso y digno para los actores del conflicto que renuncien a la violencia. 5) Por último, lo que debe marcar nuestro norte es la meta de trabajar por la reconstrucción de la memoria y la verdad.
Pero, ¿de qué verdad estamos hablando?
Hay una ‘verdad jurídica’, que les corresponde encontrar a los organismos encargados por mandato constitucional.
A los periodistas nos compete la ‘verdad histórica’, esa que encontramos, como dice el gran cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos, cuando nos ‘gastamos las suelas de los zapatos’ en la reportería infinita que nos debe llevar a la recuperación de los testimonios de 60 años de horror. Y con todas las herramientas del periodismo investigativo, o simplemente, del buen periodismo, podremos acercarnos y zambullirnos en tantas historias como hechos y víctimas existen.
En Argentina, hay todavía material para miles de historias. En Colombia, sin lugar a dudas, podremos tener seis millones de historias, tantas como desplazados, muertos y perseguidos forman parte de la estadística del conflicto.
El documental es un género que desde sus inicios ha tenido fuertes y notables cambios en sus formas discursivas. Desde la aparición del cinematógrafo como cámara móvil que permitía registrar fácilmente la realidad circundante, este género desarrolló una compleja narrativa, en donde la línea divisoria entre la ficción y la no ficción ha sido un tanto borrosa.
Por: Martha Lucia Victoria Egresada FCP. Candidata a Magíster en Cine Documental. Sandro Buitrago Docente y Coordinador Área de expresión FCP
Desde los trabajos de Flaherty, introduciendo el docudrama, los de Ruthman e Ivens -que involucran el trabajo estético de la pintura con la luz- o las experimentaciones de Fernand Léger con su Ballet Mecánico, el documental ha generado múltiples y muy diversas estrategias para contarse.
Algunos autores como Nicholls, Rotha, Channan o Renov, han investigado y analizado estas formas discursivas del documental. En estos análisis se observa cómo el documental siempre ha estado mutando sus estrategias narrativas, valiéndose para ello de las rupturas con lo establecido a través de creadores vanguardistas.
Los experimentos de Vertov y su Cine Ojo, el Cinéma Verité o el cine directo, son productos de una búsqueda por variar sus propuestas de narración. Las modalidades discursivas analizadas por Nicholls, desde la expositiva, hasta la performativa, desarrollada en su Introduction to Documentary (2001), son un intento por generar una taxonomía a la que el documental se ha negado durante años.
Podría decirse que la narrativa documental siempre se ha nutrido de esos cambios, de esos autores vanguardistas que vislumbran nuevas formas de contar, de representar la realidad. Es así cómo, desde los años 80´s las vanguardias en el documental comenzaron a relacionarse con las escrituras del YO. La aparición de las mini-cámaras o Handycams -de fácil manejo y muy livianas- permitieron a los realizadores girar el lente para mirarse a sí mismos, convirtiendo la cámara en una especie de extensión de sus manos con la que se podía observar sus propias vidas. La Autobiografía, el diario documental y el Autorretrato hacen parte de estas vanguardias que en la actualidad marcan una línea de trabajo que cada vez se articula más con las artes plásticas, hasta el punto de que el documental empieza a hacer parte del museo como una obra de arte pensada para ser expuesta en estos espacios, en lo que se ha denominado documental expandido.
El autorretrato, en el que el realizador genera una mirada específica sobre un momento de su vida, el diario documental, que recoge una jornada (journey) en la que el realizador se transforma a medida que emprende su viaje por el mismo documental, o la autobiografía donde el realizador relata su propia vida, hacen parte de este arsenal de formas narrativas, que siguen vigentes y transformándose para dar al documental nuevos aires y nuevos espacios de creación.
Referencias
*Nichols, Bill, La representación de la realidad. Cuestiones y conceptos sobre el documental, Barcelona, Paidós, 1997. (1991)
*”El Autorretrato en el Documental, Introducción/Conclusiones”, Raquel Schefer en el Autorretrato Documental
Valle del Cauca destaca en cultivo de algodón con semillas genéticamente modificadas, aumentando productividad y tolerancia a plagas. La siembra de algodón en 2023 se realizó de febrero-abril, con cosecha esperada en octubre-noviembre. pic.twitter.com/Ie1joNyLZ9