“Una cantidad de hojas hacen un árbol”

Autores: Carolina Jojoa| Jaime Velasco | Óscar Saavedra

Facultad de Humanidades y Artes

Es una casa peculiar con forma de castillo; en su interior, como si fuera un museo, cada habitación alberga una cantidad innumerable de artículos artesanales; lámparas hechas con azucareras, relojes con tapas de sartén, jarrones de vidrio roto y cerámica. Cada pequeño y colorido objeto es lo que su dueño define como la representación del lado positivo de la soledad.

“Tengo buen gusto. Uno trabaja pensando en la premisa de que todo existe, solamente hay que saber componer armoniosamente, el reciclaje existe, existen la lámina, la soldadura, una cantidad de detalles, que no falta sino transformar, entonces se van transformando en árboles, en mariposas, en cajones. Y así como se puede hacer una hoja, una cantidad de hojas hacen un árbol”.

Es Alonso Piedrahita (70 años), ingeniero electricista en la Universidad Autónoma de Occidente y pensionado de la empresa de servicios públicos Emcali. Después de la muerte de su esposa –hace cinco años-, con quien compartió más de 20 años, convirtió todo su patrimonio en una labor altruista. Creó un pequeño negocio, donde ha empleado a personas de todas las edades para trabajar el metal y la madera en la creación piezas de arte. “Quedé solo, entonces me dediqué a realizar artesanías y cositas que yo ni siquiera sabía hacer; la gente me preguntaba si las vendía, así que vi una oportunidad. Debía compartir lo poco que Dios me dejó y creé El Rincón del Arte, que se formó con muchachos que estudiaban pero que a veces no tenían para el transporte, para comida o para sacar a la novia”, relata.

Diez años antes de jubilarse se preparó para tener algo propio. Montó una empresa de herrajes eléctricos “en la que actualmente fabricamos productos de alta y baja tensión, allí se hacen fundiciones en cobre, bronce y aluminio, y se generan unos 27 empleos”. Esa es su fuente de ingresos hace dos décadas. Por el contrario, El Rincón del Arte es, explica “como una academia, porque, la verdad, lo tengo por mantenerme ocupado, por sentirme acompañado y por ayudar a estos jóvenes. Yo les proyecto mucho amor a lo que hacen, y mire que todo lo que hay aquí es hecho con gracia, con creatividad, que no la pongo yo sino todos ellos”.Piedrahita reconoce que como ingeniero fracasó: “Nunca la ejercí, estudié porque eso fue lo que me tocó, más nunca me satisfizo. En Emcali estuve en puestos administrativos pero tuve bastantes problemas al interior de la empresa porque tenía mucha creatividad, desde ahí empecé a notar que tenía un don. Por ejemplo, compraban productos importados, entonces pensé que yo podía hacerlos y ayudar a alguien más, y comencé a producir el producto y a vender, pero ellos creían que yo estaba robando y estaba era ayudando. Inclusive, en alguna ocasión fabriqué una cuchilla que le ganó en calidad incluso a industrias Titanic”.

Para este jubilado, los ocho operarios que trabajan en este proyecto deben –como lo han hecho quienes los antecedieron- pensar en su futuro y que este es un trampolín para ir aprendiendo. “Tengo buen gusto. Uno trabaja pensando en la premisa de que todo existe, solamente hay que saber componer armoniosamente, el reciclaje existe, existen la lámina, la soldadura, una cantidad de detalles, que no falta sino transformar, entonces se van transformando en árboles, en mariposas, en cajones. Y así como se puede hacer una hoja, una cantidad de hojas hacen un árbol”.
Una casa con forma de castillo
Su gran amor murió víctima del cáncer hace cinco años. La describe como “una persona muy linda internamente, le gustaba compartir conmigo las actividades sociales”. Cuando enfermó, decidió construir una casa en la que ella se sintiera a gusto. “Conservé las partes antiguas, parte de ella es de bahareque y piedra, porque en ese tiempo yo pensé en hacer algo muy económico ya que no sabía qué tanto se iba a gastar en la enfermedad de mi esposa. Por ejemplo, allí está el balcón de Romeo y Julieta, es una de las partes románticas donde yo me soñaba dándole una serenata y ella allí trepada. Pero por fuera yo no sabía qué hacer porque era una pared lisa y se fue creando así, sin planos ni nada, hasta que decidí llamar la atención en el sentido de negocio”.

Una soledad bien administrada
A Piedrahita, la soledad le ha ayudado a construir un mundo creativo, lucrativo, y a querer a sus pupilos como si fueran los hijos que no tuvo: “Para mí es un orgullo, por ejemplo, ver al trabajador que estuvo conmigo tanto tiempo invitarme al grado y decir ‘vea mi grado, tome, se lo entrego’. Eso para mí es lindo”.
Y lo es, porque siempre les aconseja que “nunca piensen en ser empleados, traten de buscar la forma de ser independientes y de que en lo posible todo lo que hagan sea en pos de ayudar a más personas y con mucho amor”

“Para mí es un orgullo, por ejemplo, ver al trabajador que estuvo conmigo tanto tiempo invitarme al grado y decir ‘vea mi grado, tome, se lo entrego’. Eso para mí es lindo”.

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