Todo acto comunicativo es polivalente y transmedial. Es una acción comunicativa compleja y esencialmente intersubjetiva como plantea J. Habermas (2000) en una sociedad que descentralizada de los centros de poder hegemónico siguiendo a Z. Bauman (1999) y a A. Gramsci (1981).
La comunicación hoy día, es un proceso disruptivo pero a la vez, autorregulado bajo el accionar de una tecnología que algorítmicamente impone una agenda de flujos informativos bajo las tendencias de ·#hashtag o etiquetas dándole a los ciudadanos una sensación de autonomía e independencia pero a la vez aun cuando cada día somos más los que estamos conscientes de que todo acto comunicativo es un acto de manipulación consensuado mayormente, sin negar que somos más escépticos y críticos ante los procesos comunicativos dominantes que son los de las redes sociales (RRSS).
Desde este punto de vista, la comunicación es posible verla no como procesos lineales como Shannon y Weaver (2017) o bajo un determinismo estructural al estilo de Marín Serrano (2008) sino como interacciones y resonancias emocionales entre fuentes estructuradas o aleatorias multiplicadas exponencialmente desde múltiples canales.
Toda fuente – individual o de una organización -, actúa en el ecosistema comunicativo como fuente dialogante como una cuerda o filamento en una red de redes comunicativas tangibles e intangibles a todos los niveles.
El presente demuestra que ciertamente transitamos en una sociedad liquida a decir de Bauman y ello se refleja en el quiebre definitivamente las estructuras de poder y organización comunicativo imponiéndose un mundo cada vez más fragmentado, atomizado que se refleja en la construcción de un multiverso comunicativo en concordancia a la teoría de los multiversos en física y cosmología ya que en el campo además del universo comunicativo físico en familia, universidad, trabajo, grupos de amigos, espacios públicos es sincrónico, concreto y en tiempo y espacio unitario; hay universos digitales, virtuales, intangibles, donde se rompen las nociones de espacio-tiempo, sincronía e identidad única. Es decir si existimos bajo leyes, principios de universos diferentes comunicativamente.
Somos una sociedad en con un alto nivel de entropía donde la movilidad narrativa es el signo del tiempo junto a la relatividad axiológica de los conceptos centrales de objetividad, verdad y verosimilitud. La realidad comunicativa es un multiverso textual de relatos bajo la dialéctica de significados y significantes de textos inacabados.
La comunicación hoy, hay que entenderla como plantea la teoría de las cuerdas Susskind, L ((2013), enfocada en las interacciones y resonancias emocionales entre las diversas fuentes del ecosistema comunicativo. Y no en la tradicional comprensión de la transmisión de información lineal, sino que ocurre en múltiples niveles y dimensiones, conectando a las fuentes a través de cuerdas invisibles que vibran para cada fuente en la medida que se active la emocionalidad-subjetividad.
Todos somos emisores. Todos somos canales. Todos somos receptores. Todos generadores de ruidos pero con una especial característica que en la multiplicidad de universos comunicativos. Existe una hegemonía del silencio en estado de latencia ante los voyeristas que hemos aceptado en los nuevos universos comunicativos o la sobreinformación que recibimos de múltiples fuentes que desbordan nuestra capacidad de respuesta. El silencio ante la multitud de fuentes aleatorias que hemos aceptado o nos “bombardean” son como micropartículas en estado latente de mensajes que silenciamos o nos silencian. El volumen de tales fuentes está demostrado es enormemente alto frente a las resonancias-respuestas que generamos. Somos paradójicamente un universo de silencio fuente decisiva de conflictos y decisiones erradas pues el desconocimiento de la información no exime de la posibilidad comunicativa.
Lo social está sometido a determinaciones comunicativas hipermediadas que son una fuerza disruptiva en cada momento dentro de cada espacio-contexto de relaciones sociales tradicionales como la familia, la escuela, universidad, empresas, grupos de amigos, etc. La sociedad clásica con la tecnología se ha visto asaltada por actos comunicativos de fuentes intrusas o externas que desestabilizan estructura social desde vibraciones que aceptamos. La comunicación disruptiva ha cuestionado todo acto comunicativo legitimo en las estructuras legítimas de organización social con la presencia de cada fuente que aceptamos y atendemos a cada momento de la vida.
La convivencia tácitamente consensuada de fuentes aleatorias activas en cada individuo u organizaciones muestra la existencia de vibraciones que entendemos como actos comunicativos en proceso hoy día, conformar un entorno comunicativo, simbólico muy complejo por la cantidad y diversidad de mensajes sino por la casi infinita posibilidad de que estén presentes en cada momento de nuestra vida por los diversos dispositivos que son parte del universo complejo que denominamos semiosfera siguiendo al destacado semiólogo de la cultura Lotman (1996).
Lo social ha tenido un enriquecimiento de los espacios, tiempos, intereses, temas y posibilidad de desdoblamientos identitarios como nunca. Los social se ha trasladado a lo digital ensanchando ese mundo clásico de familia, grupos. Hoy lo digital ha desdoblado lo social en lo físico-real y lo digital-creíble.
La comunicación hegemónica hoy día está definida por un movimiento algorítmico inicialmente humano desde los centros tecnológicos pero con los desarrollos de la Inteligencia Artificial (IA), esta se hará independiente y autosuficiente desde un proceso de autoaprendizaje. Vivimos en una naturaleza múltiple: la natural que estamos acabando y en la que vivimos. La naturaleza humanizada que toda nuestra realidad resultada de la actividad humana que es la creada por la historia de la cultura y otra naturaleza que es la de la IA que está apenas creciendo pero va definiendo otra realidad.
La información es potencia comunicativa pero solo es acto a decir de Aristóteles, cuando vibran los filamentos de las cuerdas de las redes de cualquier multiverso. Entonces hay comunicación real. La información que no provoca resonancia queda en el silencio, en latencia – y repito es la que prevalece – pero no es una comunicación en expansión ya sea bajo la lógica de la naturaleza humanizada tradicional o la de la IA.
“
…muchos estudiantes del Pacifico han tenido que salir de su hogar por diversas problemáticas que aquejan a nuestras comunidades.
Netflix mira la realidad ¿y nosotros?
La dominante empresa de streaming Netflix entrega dos miradas de la realidad política de nuestros tiempos. Son dos apuestas audiovisuales sobre un tema, la política vista desde el papel de los asesores y estrategas de comunicación.
“Queenmaker”
Por una parte está la serie surcoreana “Queenmaker” que se estrenó el 14 de abril de este año con 11 capítulos en su primera temporada. Es un drama sobre una campaña política, sobre el poder de la empresas e intrigas, pero en especial por el papel de una profesional de estrategias de comunicación en crisis y el de estrategias de comunicación política.
Foto de Queenmaker de Netflix
Destaco el rol central de la mujer en esta serie en donde desde un guion sólido que escribiera y dirigiera Oh Jin-Seok conocido como OBON quien es también bailarín, músico y Rapero.
Más allá de la barrera que significa la cultura coreana, la historia nos muestra diversas situaciones críticas, éticas de un comunicador en rol de relacionista público o estratega de campaña. Algo, en donde estudiantes y egresados de nuestra facultad, podrán verse comprometidos en estas próximas elecciones. Recuerden el arte es una forma de narrar la vida.
“Irresistible”
La otra oferta de Netflix es el filme norteamericano, “Irresistible”. Una sátira política que se estrenó en salas en 2020 goleada por el COVID-19 y que se reestrena el 12 de abril de este 2023 en la plataforma de streaming con éxito.
Foto: Cortesía Focus/Features
La trama y la dirección son de Jon Stewart quien es además comediante, actor, presentador de televisión, escritor, periodista, productor y comentarista político. Este género es su punto fuerte ya que es considerado un pionero de la “sátira de noticias” que parodia a los expertos de los medios y figuras políticas.
Este filme se centra en el trabajo de un estratega político que identifica un potencial candidato para el partido demócrata en una zona rural profundamente conservadora. Desde la comedia se muestra la construcción, manipulación, papel de la comunicación por el control político de una alcaldía.
En ambos casos tenemos dos miradas al papel de los medios, de los comunicadores como constructores de opinión pública y de liderazgos. Son dos géneros, drama y sátira políticos. Son dos protagonistas una mujer y un hombre. Dos contextos el coreano y el norteamericano.
El reto también lo tenemos acá en Colombia, en este año, en un país, que se reajusta políticamente entre un cambio y una tradición política. En donde no renuncia a prácticas comunicativas más oscuras que van desde las calumnias, ataques personales hasta las fake news y la guerra sucia en redes sociales. El todo vale, vale.
Llamo la atención a cada estudiante, a cada a ciudadano a mirar críticamente los medios. A todos. Comprender la política más allá de lo que vemos es parte de la comprensión lineal de la vida. Hay muchas historias cruzadas. Por ello, analizar los medios es no una moda o una coyuntura, es parte de la cultura de estos y de todos los tiempos.
Una foto, la AI y sísifo
Cada día el ejercicio de la comunicación tiene más riesgos.
A la comunicación se le abren nuevos retos. También hay más recursos.
Hoy tenemos una “máquina del tiempo” con la IA con la cual decidir qué, cómo, dónde y cuando ocurrirá algo.
La IA puede construir una realidad falsa. Un universo paralelo en forma muy verosímil, pero falsa y engañosa.
Esto sucedió con la foto de Donald Trump detenido, que fue una simple solicitud de Eliot Higgins al aplicativo generador de imágenes con inteligencia artificial MidjourneyI
¿Pudiera repetirse la historia de Orson Wells con la Guerra de los Mundos en los años 30 en la radio, que provocó pánico colectivo en los EEUU? (Te puede interesar)[i]
El escándalo de la foto falsa como simple juego fue más tentador que la VERDAD. La reacción de quiénes interactuaron sea por travesura, premura excesiva o irresponsabilidad fueron tendencia mundial aunque siempre se dijo en un comienzo que era una falsa foto, pero no hay pero ciego que el que no quiere ver.
Sin duda falta una lectura crítica, de alfabetidad digital, pero también es la banalidad de los tiempos.
Algo que ha sido descrito por Zygmunt Bauman con la Modernidad Líquida y Mario Vargas Llosa con la Civilización del Espectáculo en donde dijo “…el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, y donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal…”
¿Tendremos que establecer límites al uso de la inteligencia artificial?
Por ahora varias empresas de IA como Midjourney, la creadora de la imagen mencionada y Stable Diffusion prefieren autorregularse.
De hecho, el nuevo Bing fortalecido con Chat GPT está haciendo procesos de autorregulación en determinados temas y solicitudes de imágenes atendiendo a lo que es “correcto” o no.
La pregunta es: ¿Iniciaremos y en que forma otra Santa Inquisición?
El problema de la regulación, censura, control de la información no es nuevo. Siempre ha existido. Ahora es contra la IA.
No duden que se dirá que no hay violación de los derechos humanos: libertad de expresión y creación. Eso es lógico porque es una IA, pero, la IA estaría violando la primera ley de la robótica de Isaac Asimov “Ninguna máquina puede dañar a la humanidad; o, por inacción, permitir que la humanidad sufra daños” y que muchos hemos visto en un filme “YO ROBOT” (2004).
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Llegué a una tierra de Mexicas, a un gigante que abre sus entrañas para envolver a propios y turistas en un paseo mítico de colores cálidos, olores acre y sabor picante. Ciudad de México, el resultado a un esfuerzo.
Muchas veces imaginaba el momento de partir, ninguno fue como la realidad, una carrera del tiempo y la noche contra la nostalgia de una partida, la incertidumbre de una nueva experiencia y la felicidad de un sueño alcanzado, 46 kilos de ansias por aprender de una nueva cultura repartidas en dos maletas.
No asomaba aún el sol cuando a mil metros de altura daba inicio a una aventura personal y profesional rumbo a la tierra del sol.
Desde mi ventana se dibujaba imperante el esplendor de una gran ciudad, una urbe que no divisa el límite con otros Estados y crea el espacio real en el cual estaré por seis meses. La ciudad que por décadas acogió a Gabo hoy da la bienvenida a un forastero entre cerca de 26 millones de habitantes del DF.
Parecían no haber pasado muchas horas cuando la luna y un ciento de estrellas se movían en el telón negro de las alturas, confundiéndose con las luces destellantes de enormes aviones; abajo encontraba un lugar que no dormía y empezaba a disfrutar lo interesante de este país, su gente.
Un intercambio académico es precisamente la capacidad para ser parte de nuevas comunidades, tradiciones y entablar relaciones humanas, mexicanos chingones que te hacen terminar amando a una ciudad que no es la tuya, donde te motivan a disfrutar cada día y a descubrir en la comida nuevas emociones, incluso en las que logras enchilarte.
El recuerdo de mi primer día y el preámbulo de un jueves a 3oc de temperatura, un clima que no coincidía con la imagen cálida de los países latinoamericanos. La urbe, investigada desde Colombia, se convertía en el caballo de batalla contra el frío y lo desconocido.
A bordo de un metro de la Línea Verde en dirección Universidad arribé a otra ciudad dentro de la capital, Ciudad Universitaria, una aldea que recorrí a bordo del Puma Bus, el sistema de transporte interno de la Universidad Nacional Autónoma de México, rumbo a la bienvenida.
432 estudiantes de 26 naciones nos dábamos cita para empezar un nuevo ciclo en nuestro proceso de formación. Españoles, peruanos, franceses, surcoreanos, brasileños, colombianos y de otros países coincidíamos en un sólo lugar, esta vez mi nombre se acompañaba de mi procedencia, la Universidad Santiago de Cali.
Es una ciudadela universitaria patrimonio cultural de la humanidad, que acoge en sus aulas a más de 300.000 estudiantes cada semestre.
La materialización de una meta era cada vez más real y la imagen de Cali en el mundo se hacía más evidente; “tienes que enseñarme a bailar” es la lección que todos quieren aprender de un caleño, el primer rompe hielo para conocerse.
No es fácil estar lejos de casa, extrañar todo y no tener nada, pero sólo basta con mantener fija la mirada en el objetivo de tu aventura, el mismo que me ha llevado a estar en un salón de clase con 50 estudiantes, a aprender del periodismo mexicano, bailar danza azteca, conocer la ciudad, descubrir Teotihuacán, dormir en el Zócalo y conocer personas que me han acogido como a un coterráneo.
Días y noches que transcurren dejando una gran lección: no es un cambio académico, es la búsqueda personal por ser valiente y darte cuenta hasta dónde se puede llegar. No hay días oscuros cuando se persiguen cielos de éxito.
DATOS
Mexicanos chingones que hacen terminar amando a una ciudad que no es la tuya.
No es fácil el estar lejos de casa, extrañar todo y no tener nada, pero sólo basta con mantener fija la mirada en el objetivo de tu aventura.
No hay días oscuros cuando se persiguen cielos de éxito.
Carlos Guiral.
Estudiante en movilidad académica internacional 2016 (México DF)
Muchas veces se subestima el poder de la comunicación, arma ideológica que puede crear concepciones erradas de un país y sus habitantes. Existe una Colombia dibujada por las series de televisión y por la información mal trabajada desde salas de redacción.
La historia no tiene mucha diferencia con la que cuenta que supuestamente hace algunos años le quitó la corona de miss universo a Carolina Gómez: el narcotráfico sigue guardándose en la retina de los extranjeros.
Se hace difícil entablar una conversación donde uno de los mayores referentes no sea la importancia de la cocaína en Colombia, mucho de ello a causa de los productos mediáticos que se exportan a todo el mundo.
Es cuando el auge de un nuevo periodismo presenta la plaza de trabajo, aquella que muchos reclaman pero poco se interesan, es ser crítico para mostrar nuevos temas, dejar de lado la imagen explotada de un país pasado y reflejar las nuevas realidades.
Ya no existe el verde de la selva, el azul de los océanos y los colores de las tradiciones, atrás quedaron las rutas turísticas y los encantos de un país de tres culturas, ahora el mapa se pinta de blanco, de “un polvo mágico que hechiza” como lo describió don Omar en una de sus canciones hace ya algún tiempo.
La cocaína parece reinar en el imaginario social de una patria que se desangra no precisamente por la droga sino por los problemas sociales que existen como en cualquier país. Somos revolucionarios cibernéticos y amantes de amigos extranjeros en redes sociales, somos la valla publicitaria de una Colombia mal administrada.
La imagen extranjera es el resultado de un periodismo escaso, de la falta de investigación y la poca imaginación para considerar los medios como herramienta de reconstrucción identitaria; seguiremos siendo blancos mientras no nos demos cuenta de que poseemos una riqueza de grandes dimensiones, gente pujante dispuesta a salir cada día a prosperar.
Utópicos web 2.0 reproduce un especial periodístico de nuestro medio aliado mexicano www.lopolitico.com
Sin maletas busca crear conciencia sobre la migración forzada como una problemática mundial y reconoce las contribuciones positivas que los refugiados aportan a las sociedades en las que conviven. Con este trabajo periodístico, queremos promover la tolerancia y la diversidad, conocer si los valores fundamentales de la protección de la vida y la defensa de los Derechos Humanos, pueden librarse de los prejuicios cuando tocan a tu puerta. Las historias que aquí se publican, son para que se compartan libremente con la única intención de contribuir al debate informado.
SÉPTIMA ENTREGA
En el albergue nocturno que en invierno abre la iglesia Saint-Bernard de la Chapelle en un barrio popular al norte de París, Filemón lleva muchas noches sin conciliar el sueño. Cuando logra dormir unas cuantas horas, despierta en medio de pesadillas y sobresaltos. Sus ojos enmarcados por unas ojeras pronunciadas y sus pupilas parecen rodeadas de un sangriento color escarlata. Su tez morena deja al descubierto 26 años herederos de una ascendencia árabe entremezclada con africana y un cabello ensortijado oscuro que por momentos palidece bajo un gorro de tela negra donde resaltan unas brillantes letras: PARIS.
En medio de la sombra de una barba de candado que no se logra cerrar, se dibuja una amplia y confiada sonrisa. Habla un inglés fluido, aunque a veces le faltan palabras para explicar el horror de lo vivido desde que cumplió la mayoría de edad, cuando fue privado de su libertad: así empieza su historia.
—Me llevaron por la fuerza de la escuela cuando tenía 18 años. Para todos es así, hombres y mujeres; a los 18 tienes que irte al Ejército, no importa si estás estudiando o no, a ellos no les importa que termines la escuela. Vas a la milicia y no terminas tus estudios nunca y una vez que entras en el servicio militar no sabes cuándo vas a salir, puedes quedarte 10, 15 años… no lo sabes, no hay un límite. Es así.
Filemón no pudo despedirse de su familia cuando llegaron por él a su escuela para enrolarlo en el servicio militar. Su madre lo sospechó cuando no volvió a casa y luego las autoridades de la escuela confirmaron su enrolamiento forzado.
—Llegaron los autobuses por ellos, llenaron varios, sólo dejaron a las mujeres más pequeñas—
En los tres años que estuvo en el Ejército, el muchacho nunca más supo de su familia.
—Eres esclavo. Primero te dan instrucción militar durante nueve meses y luego te ponen a trabajar construyendo carreteras o las casas de los mandos militares, o en labores agrícolas. Y todo sin ningún pago, no tienes dinero.
Filemon decide escapar y esconderse en la casa de un tío pero al cabo de tres semanas estaba de regreso en El Ejército con decenas de ojos supervisando su trabajo.
—El gobierno se enteró que mi mamá sabía de mi escondite y la tomó presa, me sentí muy mal, por mi culpa ella estaba en la cárcel… entonces me entregué.
Adiós sin despedida
Eritrea es un pequeño país alargado ubicado en el cuerno de África, delimitado por el Mar Rojo, Sudán, Etiopía y Yibuti. Junto con Afganistán, se pelea el segundo lugar, después de Siria, de los países que más expulsan refugiados hacia Europa: cinco mil cada mes estima la ONU.
Desde que Eritrea se independizó de Etiopía en 1993, sólo ha tenido un presidente, Isaías Afwerki. Gobierna con brazo de hierro, puño de acero, eliminando cualquier opositor y acallando voces disidentes. Los eritreos se liberaron de un yugo para soportar otro. Arrestos arbitrarios, desapariciones, ejecuciones extrajudiciales y torturas son el pan de cada día.
No hay prensa libre ni libertad de expresión.
Más de medio millón de desplazados deja entrever la situación de un país que se desploma. La propia Unicef alerta a la comunidad internacional sobre esta crisis humanitaria.
— ¿Compartiste con alguien tu idea de escapar hacia el Reino Unido? — No, mi decisión fue sólo para mí — ¿Es difícil guardar el secreto? — Sí, pero no tienes elección. Tienes miedo incluso de tus amigos, alguien puede mencionarlo, decirlo sin querer y se acabó. Es mejor guardarlo para ti y hacerlo cuando se presente la mejor oportunidad.
Los últimos seis meses de Filemón en el servicio militar los pasó en Aligider, región cercana a la frontera con Sudán. Día a día recorría detenidamente, a veces con la vista y otras con sus mismos pasos, la zona que cruzaría para escapar; imaginaba y diseñaba su huida.
La decisión la tomó el 8 de febrero de 2011, afirma sin vacilar.
— Era de día, a las 9 de la mañana me fui del lugar, de Aligider, caminé cerca de 13 o 15 horas para cruzar la frontera con Sudán, llegué hasta la ciudad de Kassala y ahí me quedé un mes.
— ¿Qué dijo tu familia?
— Cuando estuve en Sudán los llamé, estaban muy preocupados cuando les conté; para ellos yo estaba en el servicio militar y de repente se enteran que estoy huyendo, no se lo imaginaban. Estaban muy tristes pero al mismo tiempo felices porque no me quedé en Eritrea.
Filemón sabe, aunque no lo menciona con palabras sino con un silencio de minutos prolongados y una mirada lejana, que él y su mamá no volverán a verse de inmediato, sin embargo logró sobrevivir a esa cárcel a cielo abierto de nombre Eritrea.
La víctima perfecta
Ser ilegal, indocumentado, sin papeles, emigrante, refugiado o exiliado en un continente como África, es morir en vida. Huyes de un país que te maltrata y atraviesas territorios donde tu condición de ilegal te convierte en una apetitosa presa salvaje para un cazador rapaz: el ser humano.
Hay hombres que no sólo se regocijan con el dolor ajeno, también lucran con la tragedia.
La dictadura en Eritrea se endureció en el 2008. Aproximadamente 50 mil jóvenes han huido de su país hacia Europa e Israel y cerca de 10 mil han desaparecido en el intento. En los países colindantes operan grupos terroristas y traficantes de personas que torturan y exigen exorbitantes rescates a las familias.
Entre 2009 y 2013, han sido víctimas de dichos tratantes y extorsionadores hasta 30 mil personas, de las cuales el 95% provenían de Eritrea, según el Parlamento Europeo.
—De Sudán decidí ir a Libia porque mi plan era entrar en Europa. No es fácil porque siempre eres ilegal y en África no eres ningún héroe, cuando eres ilegal no tienes dinero, vivir no es fácil.
—¿Con qué llegaste a Libia?
— No me traje nada, sólo la ropa que traía puesta, ni siquiera tienes con qué cambiarte, debes pasar lo más desapercibido posible, como cualquier ciudadano para que no se den cuenta que vienes huyendo. — ¿Ni una mochila? — No porque puedes parecer sospechoso y si te detienen y te revisan se dan cuenta que eres inmigrante.
Las precauciones de nada sirvieron, Filemón cayó preso.
-En el desierto la policía me detuvo junto con otras 200 personas por ser ilegal y ahí no te protege ninguna ley. Estuve en seis prisiones distintas. Pasas seis meses en una, luego te cambian a otra, no hay ninguna regla. Es muy difícil porque no te imaginas que vas a permanecer dos años en prisión, además de que todo mundo sabe cuál es la situación de Libia, es muy difícil para nosotros, los eritreos.
Filemon se refiere a los campos de tortura en los que se han convertido las prisiones libias con tal de que sus familias paguen rescate por ellos, de lo contrario, los matan o los venden como esclavos.
—La policía Libia no tiene humanidad, es muy peligrosa, te pegan sin razón alguna, porque eres ilegal, porque eres de Eritrea; te pegan sólo por diversión, día y noche, día y noche; durante la noche gritas, pero nadie viene a ayudarte. Alguna vez un chico intentó escaparse, pero es imposible. Los guardias lo detuvieron, lo llevaron a una cama y lo ataron envolviéndolo con las sábanas: Todos empezaron a pegarle al mismo tiempo con barras metálicas. Terminó con un brazo destrozado. La comida, que casi siempre es pasta o arroz, a veces se quedaba intacta pese al hambre, porque los policías lo atiborran de sal para obligar a los reclusos a entrar en el círculo de corrupción comprando alimentos que los mismos guardias venden, como leche o atún.
Cuando se hicieron más frecuentes las advertencias de que serían deportados a Eritrea donde la muerte los esperaría, Filemón explica que todos los eritreos presos se pusieron de acuerdo para llamar y pedir ayuda a Elsa Chyrum, una reconocida activista por los Derechos Humanos de sus connacionales.
La policía libia aceptó no regresarlos a Eritrea a cambio de 1,200 dinares libios (aproximadamente 870 dólares) por cada uno. Filemón recurrió a una prima que desde hace muchos años vive en Canadá.
—Pagué ese dinero y me sacaron de prisión.
Con dos años de retraso, Filemón siguió su plan: entrar en Europa vía el mar Mediterráneo.
Conoció otros chicos como él y a través de ellos a una persona que los guío de Libia hasta Túnez a cambio de un pago de 1,500 dinares libios (1,100 dólares). De nuevo la prima eritrea-canadiense salió al rescate. Y lo volvió hacer cuando Filemón tuvo que pagar a la persona que lo cruzaría en un bote inflable atiborrado con 200 ocupantes desde el mar Mediterráneo hasta Italia, vía la isla de Lampedusa y posteriormente Sicilia.
—No hay muchas opciones: o te mueres o entras a Europa.
Filemón sobrevivió a la travesía.
No así algunas fotos de su familia que guardó durante todo el trayecto: quedaron irreparablemente dañadas, así como el papelito donde traía escrito el nombre y teléfono de un periodista que colaboró para que pudiera salir de la cárcel en Libia.
En Italia no se quedó mucho tiempo, de inmediato se dirigió hacia Francia para de ahí cruzar hacia su objetivo final: Reino Unido.
Desde Vintimilla, en la frontera francoitaliana, viajó en tren hasta París, se quedó un poco en la ciudad, durmiendo en la calle, hasta que reunió el dinero suficiente para ir hasta Calais de nuevo en tren.
La Jungla
—No es un lugar para los seres humanos, es un lugar para los animales
Filemón dirige su vista hacia el Canal de la Mancha, entrecierra sus ojos, marcados por esas intensas ojeras. Con gran esfuerzo, cuando las condiciones climatológicas lo permiten, más allá de la bruma marina, logra adivinar un pedacito de tierra… Inglaterra.
A tres horas al norte de París se sitúa Calais, una ciudad cuya costa se encuentra en el punto más estrecho del Canal de la Mancha, ahí sólo mide 34 kilómetros muy cerca el Reino Unido, la tierra prometida para cientos de miles de refugiados provenientes, en su mayoría, de países de África y Medio Oriente.
Es ahí, en Calais, ciudad fría y húmeda, donde soplan vientos que hacen castañear los dientes sin parar, se encuentra La Jungla. Para llegar al sueño inglés, miles de refugiados tienen antes que sufrir la pesadilla de pasar no una, sino innumerables noches, en el llamado hoyo negro de Europa.
La Jungla es un conjunto desordenado de casuchas hechas con plásticos, lonas, palos o tubos que apenas sirven para guarecerse de la lluvia y el frío nunca da tregua. Algunos con suerte como Filemon, logran tener tiendas de campaña donadas por la Cruz Roja Internacional. También duermes en la calle, la tienda no te cubre del frío, sólo de la lluvia-.
Al interior de las improvisadas viviendas hay cartones apilados a modo de camas, con más cartones o periódicos encima simulando ser cobijas, los más afortunados cuentan con una manta carcomida que algún compadecido ha donado.
Para resistir a las bajas temperaturas, los habitantes de La Jungla realizan pequeñas fogatas con madera húmeda que desprende una intensa humareda provocando en quienes se sientan alrededor una carraspera en la garganta que nunca termina; es eso, o morirte de frío.
Caminas sorteando basura, charcos de agua estancada, profundos surcos de lodo entremezclado con heces nauseabundas. El lugar carece de total electricidad y agua potable, por lo que las ratas, diarreas, salmonelosis, sarna, sarampión y otras calamidades son las aliadas del lugar.
No existen platos ni vasos convencionales, en su lugar aparecen recipientes que otrora fueron envases de productos químicos, pero el riesgo a la salud queda minimizado ante la posibilidad de morir de hambre. Otra constante son las agresiones físicas. No sólo entre algunas colonias de refugiados, sino las que perpetran los delincuentes comunes que aprovechan el abandono de las almas que ahí viven para atormentarlas más.
—Imagínate seis mil personas, de diferentes países, religiones, culturas… es muy difícil. Si tienes problemas con alguien se puede enojar y quemar tu hogar, lanza un encendedor a tu tienda sin problema.
Ventana de uno de los restaurantes atacados el 13N. Foto: Sarai Peña Banda.
Francia aún no se repone a los más recientes atentados terroristas. Afuera, los lugareños proclaman “fuera migrantes, regresen a su país”y los golpean con barras de metal hasta provocarles fracturas;el gobierno francés intenta reaccionar pero da traspiés al ver como única solución cerrar el campamento, donde seis mil almas se refugian para sobrevivir a una muerte súbita en sus países de origen. Se ven hoy los bulldozer trabajando en la zona de estos campos de concentración que tienen tufo a Birkenau en París, la capital mundial del amor.
Rodeados por una valla metálica, se encuentran más de 100 contenedores de tráileres de color blanco en cuyo interior hay seis camas dobles, radiadores y enchufes. Ausencia de baño y agua corriente, aunque se prevén instalar grifos, sanitarios y regaderas más adelante.
A la zona de los contenedores sólo entran los refugiados que aceptan proporcionar sus datos y sus huellas digitales.
Filemón regresó a París en diciembre de 2015 e inició su proceso de demanda de asilo.
Después de varios días de dormir en la calle logró el contacto de la asociación France Terre d’Asile que lo acompaña en la gestión de sus trámites y así tuvo comunicación con la Pastoral de Migrantes que le ofreció el albergue nocturno de la iglesia Saint-Bernard de la Chapelle. Ahí vivió, hasta enero pasado, gracias a la caridad de la comunidad católica de la zona que tiene una tradición de ayuda a migrantes y refugiados y posteriormente el Estado francés le otorgó un hogar temporal.
Una habitación en un Hotel F1, conocida cadena hotelera por sus modestas instalaciones, atractivas tarifas y ubicaciones lejanas, situada a una hora de la llamada Ciudad de la Luz viajando en transporte público.
Pero después de sobrevivir al Ejército en Eritrea, estar dos años preso en Libia, arribar a Europa en una lancha con 200 refugiados rezando para no naufragar, superar el paso por la Jungla en Francia, Filemón no se queja. Tiene un cuarto para él solo y cada día recibe vales de restaurante por un monto de 5.50 euros. Aunque el precio promedio de una comida en París que incluye entrada y plato fuerte o plato fuerte y postre ronda los 15. Tres veces a la semana recibe un boleto ida y vuelta válido en metro, RER, tren suburbano y autobús.
Lo que sí lamenta es la espera.
—Nos dan comida y lugar para dormir, pero es muy difícil esperar, no puedo conseguir un trabajo y ni siquiera puedo llamar a mi familia, no hay nada, sólo esperar.
En Eritrea la comunicación es difícil. Su mamá ni siquiera tiene teléfono, por lo que muy raramente habla con ella. Ni por equivocación le cuenta los detalles de su trayectoria en estos recién cumplidos cinco años que huyó de su país al cual ni queriendo, puede regresar. Para no preocupar a su madre omite el episodio de la cárcel en Libia y otras tribulaciones sufridas hasta llegar al hoy, ahora. En su lugar, le cuenta de su vida en París.
Filemón estudia francés. La iglesia de Saint-Bernard de la Chapelle le da clases dos veces a la semana.
—Antes no tenía idea del idioma, ni de Francia, pero ahora mi relación con este país es distinta, me gusta mucho, la gente es muy amable.
El joven de sonrisa franca camina tranquilamente por la calle, con las manos en los bolsillos del pantalón y con paso rítmico, como si pateara una piedrecita de un pie a otro. Con la mirada al frente y abriendo desmesuradamente los ojos cuando se encuentra con históricos edificios en París.
Filemón se despide. Tiene que ir a entregar un sleeping-bag que ya no usa a un amigo que lo necesita. En su periplo hacia el Reino Unido se ha hecho de varios amigos. Algunos siguen en La Jungla, pero se acuerdan de él y le llaman para saber cómo está.
—Soy una persona muy sociable— afirma sonriendo. Y ciertamente, lo es.
Por:FLORENCIA ÁNGELES
Nació en la Ciudad de México en 1982. Estudió la licenciatura de Comunicación Social en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y realizó una Maestría en Periodismo Político en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Desde muy joven se interesó por la comunicación y más aún por el periodismo, el poder dar un rostro a las estadísticas y el buscar la verdad detrás de las versiones oficiales. Desde hace 15 años, ha trabajado como redactora, reportera, conductora, jefa de información y actualmente como corresponsal, interesada particularmente en los Derechos Humanos y problemas sociales. Vive en Francia.
Utópicos web 2.0 reproduce un especial periodístico de nuestro medio aliado mexicano www.lopolitico.com
Sin maletas busca crear conciencia sobre la migración forzada como una problemática mundial y reconoce las contribuciones positivas que los refugiados aportan a las sociedades en las que conviven. Con este trabajo periodístico, queremos promover la tolerancia y la diversidad, conocer si los valores fundamentales de la protección de la vida y la defensa de los Derechos Humanos, pueden librarse de los prejuicios cuando tocan a tu puerta. Las historias que aquí se publican, son para que se compartan libremente con la única intención de contribuir al debate informado.
QUINTA ENTREGA
13:25 hrs. Agosto de 2015, Aeropuerto Internacional Benito Juárez de la Ciudad de México. Compró una chamarra café para llegar a la cita. Cerca de la playa, donde vive exiliado desde hace treinta años, taparse es una grosería, podría morir cocinado, pero a estas alturas, la muerte le ha susurrado tantas veces al oído, que morir acalorado, le resulta un poema.
13:32 —¿Llegaste? 13:40 —Voy bajando del avión. Ansiedad… 13:43 —Mándame una foto para reconocerte 13:45 —Aquí va
Camisa amarilla, cabello negro, un mechón tapando el rostro completo, la imagen de un perfil inconcluso muestra un asiento de avión; un ojo derecho. Medio bigote.
El equipo de televisión lo espera en la sala A justo debajo del pizarrón eléctrico de arribos nacionales como habían quedado. El vuelo ha llegado a tiempo. Como una especie de parodia donde el ladrón siempre logra escabullirse de quien lo espera, Markos sale por otra puerta. Se ha justificado la llegada de cuatro personas de televisión a las autoridades del Aeropuerto de la Ciudad de México con cámara, tripié y micrófonos, avisando el arribo de un “escritor colombiano”. Apuntan su nombre real, así completo con nombre y apellido. En México,Carlos Alberto Méndez Contreras, escritor, poeta, periodista, corrector de estilo, maestro de literatura y periodismo. En Colombia, Markos, así a secas, estudiante de la Universidad Nacional de Bogotá, ex militante de la otrora guerrilla colombiana conocida como El M19, encarcelado un año y ocho meses por subversión.
***
Ningún mexicano del común que te viera hoy con tu pantalón de vestir beige, cinturón café que hace juego con la chamarra, camisa amarilla de cuello perfectamente planchada y un bigote arreglado, pensaría que veinte años atrás eras un guerrillero alzado en armas. El estereotipo de un insurgente en este México donde decidiste venir a salvar tu vida, tiene que ver más con un campesino de rasgos prietos, inculto, tímido al hablar, medio ignorante, humilde hasta en el vestir. En cambio tu, Carlos, pese a tu raíces campesinas y un pasado de carencias, te pareces más a esta vida nueva que te has impuesto a kilómetros de distancia, ¡de verdad que si luces como todo un famoso escritor!
La cámara sigue tus pasos en medio de las miradas curiosas de la gente que intentan familiarizar tu cara con la de un actor, un cantante de la televisión, quizás un artista internacional. Mientras tanto tú, pareces perderte en el relato de un pasado que pasa frente a ti en cámara lenta como tu andar.
¿Quién es? —pregunta la gente al crew de televisión… — Un poeta —responde el productor sabiendo que seguirá un gesto de decepción. La gente reclamaría la selfie en caso de haberse encontrado con un deportista… con un cantante.
No es la primera vez que viajas de Cancún a la capital. Sí la única ocasión desde el exilio, en la que confiesas esta historia que llevas protegiendo, escondiendo durante treinta años.
—¿Quién es… quién es? —pregunta la multitud. En el fondo de tu clandestinidad hay una sola respuesta.
Yo era Markos.
—Escribía Markos con `k´, era un militante del M19, un joven rebelde colombiano, un revolucionario convencido desde muy chico, un joven lleno de ideales, que creía en que la humanidad tenía salvación—
Tus ojos se han llenado de lágrimas Carlos y has olvidado un detalle…
La silla que te ha elegido a ti para el confesionario de tu vida, da la espalda a una biblioteca con libros que no son tuyos; tu pantalón beige y tu estilo de profesor de literatura, han construido una atmósfera más parecida al Carlos de hoy que al Markos del ayer con su melena larga, bigote descuidado y jeans para la ocasión.
En esa fotografía que sostienes con la derecha mientras el lente se clava en el primer plano de tu rostro, apareces delgado, con un bigote puberto apenas asomado. Tú estás sentado en una cama individual junto a una muchacha que te clava una mirada coqueta, estabas en la cárcel de máxima seguridad de Bellavista en Medellín, donde pasaron grandes capos de la mafia colombiana.
¿Quieres llorar?
Agachas la mirada, te suda la nariz. Tu pose intelectual ha quedado sepultada. Ahora pareces más una víctima, un hombre consternado por el recuerdo de un proyecto perdido, porque lo reconociste Carlos, los rebeldes como tú, lucharon y perdieron.
—Es la primera vez que cuento esta historia en México. Mientras yo estoy aquí sentado, muchos compañeros murieron y no pudieron contar la suya.
Has olvidado un detalleCarlos…
A menos de dos metros de ti está un muchacho de quince años, la edad que tenías cuando ya leías a Marx y cantabas trova cubana. Comparte tus ojos miel y el lacio de tu cabello negro, incluso ahora que los comparo, se parece mucho a ti en la foto que enviaste por Whatsapp para reconocerte en el aeropuerto. Es como si elMarkos que dejaste en Bogotá estuviera aquí presente en México, acompañándote a tus espaldas y quien hablase fuera Carlos convertido en escritor. A tu lado está un adolescente que te acompaña mientras te entrevistan para sacar tus secretos desde el exilio para un canal de televisión de la ciudad que te vio nacer: Bogotá. Me habías contado ya, que el muchacho iba en la prepa en el Distrito Federal, que había algunos problemas con su mamá y que guardabas cierto enojo porque un día de pleito, la mujer quemó todos los recuerdos de Markos afuera de la casa donde vivían y sólo alcanzaste a recuperar un dibujo entre las llamas. Hecho cenizas quedaron fotografías, una autobiografía, cartas de tus compañeros de lucha en prisión, dibujos, el periódico donde escribías, revistas de la época y entonces decidiste desterrar ese amor de tus entrañas.
Omar, ese chico que hoy te acompaña, ha venido a escuchar tu entrevista creyendo que viene a oír el testimonio de un periodista, escritor de poemas, de un literato, de Carlos, su papá.
Pero insisto Carlos, olvidaste un detalle… Omar, tu hijo, no conoce la historia de Markos ¿Cómo pudiste esconderle tu pasado tanto tiempo?
Cuando dijiste a la cámara “Markos era yo cuando era guerrillero”, el muchacho alzó la vista con asombro para tratar de encontrarse con tus ojos. Unos ojos ahogados en lágrimas.
El yunque y el martillo
Era un jueves de 1981. El bloque rural del M19 llevaba un año consolidándose en las montañas del sur de Colombia con la ayuda del gobierno cubano y su experiencia en táctica armamentista. La idea era crear una guerrilla cercana a la gente pero alejada de las grandes urbes donde el enemigo acechara. El brazo político del movimiento subversivo fue llamado a la clandestinidad, a ponerse las botas, a ser el brazo armado en las montañas colombianas.
Semanas atrás, un compañero alzado en armas había decidido hacer proselitismo político de puerta en puerta; llegaba a las casas de los campesinos para contarles la lucha que desde las montañas se gestaba “por una Colombia justa”. Pero el Ejército detectó el secreto en las montañas cerca de la frontera con Ecuador. Alistó una fuerza bélica de más de mil hombres dispuestos a todo con tal de detener a decenas guerrilleros anclados en el espesor de la selva.
La travesía por la selva duró varios días. Desde el río Mira, fronterizo con Ecuador, los combatientes entraron al Putumayo y se enfilaron hasta el Caquetá. Desplazar ochenta hombres en lanchas pequeñas llamadas cayucos, con la amenaza de voltearse en el primer mal forcejeo, resultó el primer reto militar del grupo insurgente. Los poblados aledaños tenían reservas. Algunos cerraron las puertas de la casa para volver a salir tres días después, cuando los rebeldes se marcharan. Otros optaron por ayudar a embarcarlos, ofrecieron víveres. Un puñado dio aviso a las autoridades.
Los lugareños aseguran que ahí, la selva es como las mujeres de la zona: impredecibles, rudas, difíciles, tan dominantes. La lluvia haciendo gala de un torrente que se deja caer al salir el sol, con vísperas de arreboles, temperaturas que superan los 28 grados, con el abrazo de la noche. Llueve sobre las ceibas, el choibás, el cagüís, árboles gigantes que sobrepasan los sesenta metros de altura donde los techos de los pueblos y sus pobladores se miran a lo lejos como una caricatura, como la vista de una ciudad desde la ventana del avión a mil pies de altura.
Treinta metros más abajo de las ceibas, el choibás y el cagüís, la selva es inclemente. Ramas perfectamente amarradas durante décadas se hacen nudos impenetrables, hojas que tapan precipicios de diez o quince metros de profundidad, maleza, insectos roedores. Crecen los cedros, los laureles y los cominos, árboles frondosos, gruesos de tallo, que tejen un manto vegetal que podrían ser la muerte para su propia fauna. Escarabajos, hormigas, insectos de colores, se suben en manada por sus ramas, forman espirales, buscan comida, hacer sus nidos.
Llovió ayer, llovió hoy, lloverá mañana.
El río Mira crece en cuestión de horas, se desbordan sus orillas. Algunos campamentos de los guerrilleros se inundaron, evacuar cajas repletas de armas y municiones, les tomó toda la noche, la lluvia no paró. Si no los mata el enemigo declarado, lo hará la selva ese aliado voluntarioso. Traicionero.
Como volcán en erupción, las ondulaciones del terreno selvático se llenan de miles de hombres del Ejército de Colombia. Enemigo a la vista.
Fusiles G-3, alemanes, lanzagranadas, granadas, bayonetas, armas cortas 9 milímetros, municiones, camuflados, sombreros, fornituras, botas gringas de cuero, así recibió la guerrilla al rival cerca del Caquetá. La moral estaba en alto pero no era suficiente para una decena de hombres pertrechados. La debilidad del M estaba en su interior, en sus filas. La mayoría eran guerrilleros formados en las ciudades que desconocían la inmensidad de la selva.
Los fusiles de ambos bandos escupieron fuego, ruido, plomo y muerte. Algunos repelieron la agresión, otros cayeron de inmediato al pasto que en segundos se tiñó de rojo. El flanco fuerte del Ejército utiliza una longeva táctica militar puesta en marcha desde los tiempos de las tropas napoleónicas para combatir al enemigo: el yunque y el martillo.
Aprovechando el número inferior de insurgentes, los militares fueron cercando a los guerrilleros del lado ecuatoriano intentando comportarse como un herrero que aplasta al enemigo. El primero en caer fue un líder campesino cuando una bala le alcanzó la ingle. Era de los pocos que conocía el terreno por donde transitabaMarkos haciendo frente a un combate que más tarde lo llevaría al exilio.
El plan de llegar a fortalecer las filas de la guerrilla en el Caquetá se desmoronó al instante. Los pocos que quedaron del M decidieron entregarse, muchos insurgentes cayeron en la selva. Antes de subir las manos con las armas en tierra, escondieron documentos, cosas comprometedoras que recuperarían después.
Un bloque militar rodeó la parte derecha, otro copó la izquierda y el combate se trabó intenso, con bajas de cada lado. Para ese momento, Markos y sus compañeros retrocedían ante la presión, acariciando el límite internacional donde terminaron entregándose al Ejército ecuatoriano, que horas más tarde, los regresaría a las autoridades colombianas.
—El Ejército nos concentró en una finca, fuimos trasladados en helicópteros, vendados y esposados con las manos atrás. Ibamos de cinco en cinco, nos amenazaban con tirarnos desde las alturas. Luego comenzaron los interrogatorios, la tortura sicológica, la presión— Markos llora. Fue condenado a prisión por un consejo de guerra.
Presos hoy, revolucionarios siempre
Las lágrimas contenidas en la mirada, el tapón para tragar saliva, los recuerdos a flor de piel. La mano de Markossostiene una fotografía con los trazos que hiciera entre 1981 y 1982 cuando estuvo en una celda de aquella cárcel tenebrosa llamada Bellavista en Medellín. Siete puños halando la cola de un caballo desbocado, tres tumbas del costado izquierdo y tu rostro también a lápiz con la lágrima de un país que se resbala por las mejillas.
No era solo el encierro. El Consejo de Guerra realizado en Ipiales, había decidido enviar a los rebeldes a cárceles distantes de sus familias, dificultar el contacto con el mundo exterior, matarlos en vida cortando lazos sentimentales. Markos fue a dar a Medellín, ocho horas en camión desde Bogotá, hogar de sus padres.
Después vino el Consejo Verbal de Guerra. Si los rebeldes aceptaban haberse equivocado en su lucha armada, la pena se reducía a la mitad. No fue el caso deMarkos quien con aire altivo de adolescente retador, se paró y dijo lo que nadie quería escuchar, reivindicar su paso por el movimiento, sostener la lucha armada para quitar del poder a la clase opresora, clamar por una sociedad justa para todos. El yunque llegó primero, el martillo después: le impusieron ocho meses más a su condena de un año por su actitud sectaria y subversiva.
Un acto de valentía, un “cementerio de hombres vivos”, dice la canción de Jairo Varela en el Grupo Niche y así describe Markos su paso por el encierro, en celdas para ocho personas que se convirtieron en espacio para veinte, veinticinco, con telas improvisadas para simular cortinas y divisiones en espacios de quince metros donde los pudientes podían dormir en la plancha fría de cemento, los otros, como él, en el suelo, amontonados.
—Recuerdo dibujar unos carteles con unas manos esposadas pero con las cadenas rotas y un lema de mi autoría que resumía mis convicciones: Presos hoy, revolucionarios siempre—.
Pasarían meses para que Fermín, padre de Markos, pudiera dar con el paradero de su hijo; ver su rostro en el diario más influyente de la capital; llamar a las autoridades para conocer en qué cárcel estaba; volver a llamar para saber cómo podía verlo. Comprar boleto para el autobús que lo llevaría a ocho horas por tierra de su retoño. Mientras tanto, los presos del M se hicieron famosos fuera de las rejas, los estudiantes de las universidades públicas se convirtieron en sus fervientes seguidores, los visitaban los domingos decenas de jovencitas y adolescentes que honraban su valentía, Markos consiguió novia, entró a un taller de carpintería en el patio dos y organizaba actos culturales para los domingos, el único día que lograba salir de la celda.
La solidaridad era intensa. El Comité de Solidaridad con los Presos Políticos visitó a los rebeldes cada fin de semana pero su mayor felicidad llegó un domingo, tres meses después de su detención.
—Recuerdo que mi padre que era de un mutismo asombroso, no ocultó su conmoción cuando me abrazó en la celda del quinto patio
El olor a mierda en las celdas era insoportable, nauseabundo.
Un preso común en cautiverio se dedicó a comer cucarachas. Las agarraba del piso mugroso con las patitas en movimiento y de un momento a otro crack las masticaba en la boca. A otro reo se les subía la causa a la cabeza y trepaba por los muros infinitos del patio gritando, clamando su inocencia. Dos más fueron apuñalados y otro par castigados por asesinarlos dentro. Las condiciones no mejoraban, Markos y sus amigos organizaron un motín después de que los guardias los extorsionaran para dormir o permanecer en la celda durante el día en una plancha. La idea catapultó el pase a la cárcel de la Picota en Bogotá donde estaban recluidos decenas de militantes del M.
Pasó más de un año antes de que Markos volviera a verse de frente con la libertad. Era un jueves, cuatro de la tarde. La Amnistía decretada contra presos políticos daría el pase de salida a decenas de guerrilleros del M19. Los primeros salieron lunes, el resto un martes, Markos hasta el jueves. Cuando por fin pisó la calle no había nadie ahí. Ni la prensa, ni familiares, la calle sola, el sol a punto de ocultarse, tuvo miedo. Caminó cuatro cuadras sintiéndose perseguido sin estarlo hasta hallar un teléfono público.
—Mamá estamos libres, avisa a los medios
Mexilio
Esta es la parte de la historia donde la muerte ronda a Markos y sobrevivir se convierte en la nueva travesía de un joven que se resistió por años abandonar su tierra, su causa, las botas mismas. Mataron a La Chiqui, también a Kike, Javier y Laura. Compañeros de lucha, amigos de adolescencia, intelectuales todos. Dice Olga Behar, periodista colombiana en su libro Noches de Humo, que después de la toma del Palacio de Justicia, quedó sepultada una generación de hombres brillantes, los más cultos que había conocido en su vida. Se refería a Carlos Pizarro Leongómez, máximo comandante del M19, asesinado a sangre fría en abril de 1991, semanas después de desmovilizarse, Jaime Bateman Cayón -el primer Comandante general del M-19- muerto tras caer una avioneta donde viajaba de Santa Marta a Panamá, se refería Carlos Toledo Plata, quien ya había sido asesinado a quemarropa en la ciudad de Bucaramanga por dos hombres en moto, meses después de salir de prisión.
La muerte comenzó a colarse en su almohada, no hubo un solo momento en el que no le apuntara a la cara susurrándole: “eres el siguiente”.
Esta es la parte de la historia donde Markos deja las botas, la ciudad y el campo donde estuvo años de manera clandestina, pide prestada una cuenta bancaria a su tío pudiente y saca visa de turista por 180 días para llegar a la Ciudad de México. Esta es la parte donde el joven de cabello largo, botas y pistola, se convierte en Carlos Alberto Méndez Contreras.
La Convención de Ginebra sobre el Estatuto de los Refugiados, dice que el refugiado es una persona que tiene un temor fundado por sus preferencias sexuales, raza, opiniones, religión, temor a que los maten. Se diferencian del migrante porque éstos pueden regresar a su país de origen si la travesía falla, si extrañan más de lo previsto. El refugiado no y tú tampoco Markos. Quedarse en Colombia era comprar un pase directo al cementerio.
México siempre ha sido especial para Colombia, para Markos. Creció al igual que muchos amigos de la época con la música ranchera en las venas, viendo cine mexicano con Antonio Aguilar, Cantinflas, admirando la legendaria Revolución Mexicana de 1910, la extensión territorial, esas grandes fincas con hombres que también usaban botas, bigotes, el sombrero bien puesto, llevando a la mujer de su vida en un caballo que se pierde en el camino. Pero para un revolucionario, México era más que novelas, tequila y mariachis. La relación sostenida con esa Cuba rebelde, ser el escondite de León Trotski, la morada temporal del Che, el surgimiento de algunas guerrillas en Guerrero y la hospitalidad de otros compatriotas que zarparon en el exilio primero que Markos, lo hicieron inclinar la balanza por el país de los manitos.
Décadas después de la guerra civil española, México había abierto la puerta a más de veinte mil refugiados españoles que huían del régimen franquista en la década de los 70 y acogieron a miles de argentinos, brasileños, chilenos y uruguayos, que escapaban de dictaduras militares.
Desde 1980, cincuenta países han figurado al menos una vez entre los veinte países que más expulsa refugiados, Colombia, país de Markos, ha estado ocho veces en la lista de la ACNUR al igual que Camboya y Uganda, por encima de Yemen, Ucrania, Siria, Sudáfrica, Pakistán, Nicaragua y el Salvador.
Era septiembre de 1985 cuando pisaste por primera vez el Aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México.Recuerdas esa sensación de sentirte minúsculo, provinciano ante la inmensidad de una de las ciudades más grandes del mundo. No había fincas a la vista, ni caballos, ni sombreros, la Revolución era una gesta histórica de inicios del siglo XX. Sí un país con un régimen priista gobernando por setenta años, represivo con los jóvenes, de mano dura contra cualquier oposición. Viste un Distrito Federal que se caía a pedazos por el terremoto más grande de su historia en septiembre de 1985: abajo quedaron casas, edificios completos, carros sepultados, ¡más de 20 mil muertos¡. Y de nuevo la suerte echada, el destino haciendo de las suyas, la tragicomedia en vivo y a todo color: Markos pasó por Avenida Revolución, atravesó la avenida de los Insurgentes y fue a parar en Avenida de la Paz, su primera casa en el Distrito Federal, cerca al Nobel Gabriel García Márquez.
Los primeros años los siguió encausando la lucha armada. Esa que venía persiguiendo desde Colombia y que ahora le hacía pensar en Latinoamérica. Participó en esfuerzos solidarios con la Nicaragua sandinista, la revolución salvadoreña, los exiliados chilenos, argentinos uruguayos. Y hasta aquí todo era lucha, utopía, botas, clandestinidad, mientras en su tierra natal en vísperas del 91´, se pactó el desarme del M19, tus compañeros creyeron en los diálogos, dejaron las armas. Meses después fueron asesinados a quemarropa, unos pocos sobrevivieron y hoy tienen un cargo público o viven igual que Markos, en el destierro del exilio.
Para ese tiempo ya habías adoptado tu nueva identidad. Markos se fue, mutó, maduró, cambió, también lo escondiste.
Ya con Carlos al frente, la nueva lucha fue estudiar Filosofía y letras en la Universidad Nacional Autónoma de México, hacerse responsable de tres hijos, pagar una renta, eventualmente una hipoteca, ahorrar para la vejez.Carlos aprendió a comer picante, utilizar sus dotes de baile para ligar, echar los perros, como dicen en Colombia al arte de la seducción. Hablaste de Zapata y Pancho Villa, de rancheras, con tal de sumergirte en una nueva cultura. México desplazó a Colombia y aunque se empeña en decir que es su segunda casa, es la primera.
Han pasado tres décadas de exilio. Subiste un par de kilos, tienes 50 años, cambiaste los jean por pantalones de vestir y usas lentes. Pero ese acento tan cachaco, tan rolo, tan bogotano, tan colombiano, siguen ahí anclados en tu garganta. Sigues leyendo diario las noticias de El Tiempo, El Espectador, Semana, El País, todos diarios colombianos. Conoces las fechas de los partidos de fútbol de la selección de Pékerman y James Rodríguez, hablas de música mientras te bailan los pies y cocinas arepas, sancocho, yuca frita, también uno que otro platillo mexicano ¡no te hagas¡. Estuviste a punto de no volverte mexicano, mexicano naturalizado, en un México que no permite la doble nacionalidad: eres extranjero o eres mexicano, ambas no se puede. Algunos amigos te contaron que la Secretaría de Relaciones Exteriores, te hacía romper frente a ellos el pasaporte colombiano para darte la carta de naturalización que te había un nuevo mexicano pero era tan doloroso el episodio de sentirse desnacionalizado que lo retrasaste décadas enteras. Ahora ya eres Mexicano y esa probable firma con tu nombre donde debiste renunciar a tus orígenes, no es más que un papel, no arrancó tus raíces.
Dejaste el Distrito Federal a finales de los 90´ para encontrar refugio cerca al mar y hacer literatura al compás de las olas. Dos libros, un par de poemarios de aquí y de allá y una novela a punto de publicar, se han gestado en estos últimos años de exilio mientras Colombia ha vuelto hablar de paz.
¿Sabías que el Presidente Santos está preparando el terreno para que millones de colombianos regresen al país? ¿que la guerrilla de las FARC está aceptando dejar las armas y renunciar a reclutar niños? ¿sabías del proceso de paz? pregunta una periodista ochentera que cuando nació, Markos ya tenía puestas las botas y había oído hablar de paz.
—La paz sin justicia social no es posible, la paz con pobreza no es posible, la paz con paramilitarismo no es posible. La Paz es un sueño colombiano que se vuelve pesadilla cada vez que la proclaman— expresa Markos con énfasis porque la última vez que escuchaste esa monosílaba, también fue la última ocasión que viste con vida a tus compañeros de lucha.
Durante treinta años de exilio, Markos se quedó ahí, guardado en su pecho como una mariposa errante que encontró buen nido. Hace un par de años, Carlos mandó por celular una fotografía a Omar, su hijo de quince años. La imagen es la misma que traes contigo hoy, treinta años después del exilio que te arrancó de Colombia: Estás sentado en la celda de Bellavista con otros compañeros del M19. Tu hijo pensó que papá quería ratificar el parecido físico entre ambos, mismos ojos, pelo, hasta el perfil. ¿y eso? respondió el muchacho segundos después. Carlos no devolvió el mensaje.
Pensaba Carlos que las botas, la pistola, la rebeldía, era toro pasado. Entonces de nuevo el celular, el Whatssap de una amiga en el Distrito Federal que pedía tu consentimiento para dar con tu paradero. Una periodista buscaba un compatriota colombiano que contara su historia desde el exilio frente a las cámaras.
Tardó semanas en dar respuesta. Hablar de Markos a treinta años de distancia, a un país con una tasa de asesinatos de 14 mil homicidios en promedio cada año, un proceso de paz en puerta y sus mismos enemigos merodeando, lo hizo actuar con cautela.
Ahora estás aquí. Has volado de Cancún al Distrito Federal, la ciudad que frecuentas de cuando en vez para reencontrarte con tus hijos. Con tu chamarra nueva para salir a cuadro, tus libros, las fotografías de ese Markosque sobrevivió al yunque y al martillo.
La pregunta obligada.
Jamás abandonaste la idea de regresar a Colombia, esa por la que peleaste a muerte en la clandestinidad de la ciudad y las montañas. La maleta con la que llegaste, permaneció intacta por un par de años, esperando la oportunidad de subirte a un vuelo con retorno.
La pregunta obligada.
Estuviste tentado a quedarte para siempre en los 90 cuando pisaste suelo colombiano después de seis años en el exilio. Querías instalarte en un apartamento pequeño en el centro de Bogotá, incluso consideraste competir por la alcaldía de la capital después de constatar la simpatía que aún queda por el M. Pero no, no se pudo, no se puede. Tampoco pudiste regresar a tu terruño ese sábado de 2009. Te preocupabas por el golpe de Estado al Presidente Manuel Zelaya en Honduras cuando sonó el teléfono. Tu hermano del otro lado del auricular confirmó la muerte de mamá. Murió de vieja Markos, murió esperando tu regreso.
La pregunta obligada. A treinta años de distancia, una esposa, tres hijos, una carrera como Literato, el mar danzando en los oídos.
—¿Regresaría Markos a Colombia?—
—Quizás me suceda lo que el poeta Tuerto López se pregunta en unos versos: ¿Y qué hago yo con este fusil entre las piernas?
Margarita Solano /Jefa de Información de www.lopolitico.com Corresponsal de www.utópicos.com.co en México
“Soy Margarita. Recorro América Latina buscando historias con un Ipod que bien pudiera ser el de mi mamá: Leo Dan, Nicola Di Bari, Ana Gabriel y vallenatos del Binomio de Oro, forman parte de un play list donde Roberto Carlos no tiene que esconderse ante la requisa de un amigo. Mamá de un par de varoncitos cuyos ojos como uvas de la huerta, me recuerdan que no hay por qué perder la capacidad de asombro.Markos fue un fantasma sin rostro durante mes y medio. La comunicación comenzó tímidamente a través de un teléfono celular que de cuando en vez daba señales de su vida, esa que curiosamente quería descubrir para convertirlo en uno de los personajes de Relatos del Exilio, un documental dirigido por Luisa López para Canal Capital en Bogotá, la ciudad que lo vio nacer, la misma de la que huyó.Ha pasado casi un año desde que me presenté por Whatsapp como ¨la periodista colombiana que quiere conocer tu historia”. Recibí de vuelta una imagen de una cerveza Póker junto a la bandera nacional, cosas que emocionan a cualquier compatriota lejos de su terruño.Nunca antes entrevisté un ex guerrillero en exilio. Markos duró treinta años escondiendo con sigilo lo que pasó a finales de los 80 cuando peleó en el monte con las botas bien puestas. Ni siquiera sus hijos conocían hasta hoy, su paso por la insurgencia. Esas confidencias que ahora se hacen públicas, mantienen viva mi pasión por contar historias”
Valle del Cauca destaca en cultivo de algodón con semillas genéticamente modificadas, aumentando productividad y tolerancia a plagas. La siembra de algodón en 2023 se realizó de febrero-abril, con cosecha esperada en octubre-noviembre. pic.twitter.com/Ie1joNyLZ9