Serie: El clan de los Doce apóstoles (Parte 1)

A raíz de la captura del ganadero Santiago Uribe Vélez, sindicado de homicidio agravado y concierto para delinquir, Utópicos web 2.0 reproduce a partir de hoy, capítulos del libro “El Clan de los Doce Apóstoles” (Ícono Editorial, 2011) escrito por nuestra directora, Olga Behar, que permiten explicar los hallazgos de la Fiscalía en este sonado caso.

Hoy, quién es Santiago Uribe.

VII: Santiago
Es muy parecido a su hermano Álvaro. Siempre fue bajito y delgado, casi menudo; ojos cafés relativamente peque­ños. Es muy activo –hiperactivo dirían algunos– y hábil para los negocios. No esconde la deformidad genética de su mano derecha, que maneja con habilidad. Aunque es ante todo un hombre de campo, desde hace veinte años su exposición pública es mayor, y no precisamente por el oficio de su hermano, el político. Hoy se lo ve en las corridas de toros de todo el país, un poco más robusto y con su permanente gesto serio, casi agrio, que los que lo conocen definen como una de sus características. Sue­le llevar un sombrero sobre la cabeza con el que disimula su incipiente calvicie.

Santiago es uno de los cinco hijos de Alberto y Laura, y tal vez el más afín a su hermano, el político. Es quien continuó con las actividades de su padre en el cam­ po y quien cuidó e hizo renacer el emporio que decayó debido a las grandes deudas que dejó el patriarca al mo­ rir. Sí, tenían grandes extensiones de tierra, aeronaves y todos los recursos que querían, pero en buena parte eran producto de operaciones al debe. Después de perder gran parte de la herencia en el pago de las deudas, Santiago hizo florecer la economía familiar, pero no sólo con tra­bajo y dedicación, sino con la adopción de medidas en­ caminadas a garantizar la seguridad de las inversiones. Esto, en medio de la inoperancia del Ejército y la Policía, y de la presencia de la guerrilla en las áreas en donde estaban asentadas las posesiones de los Uribe Vélez, lo habría hecho liderar una verdadera máquina de control armado territorial, que poco a poco se fue conociendo como Los Doce Apóstoles.

Tomada de www.semana.com

De recia personalidad, Santiago Uribe se identifi­ca con los toros que cría en su hacienda La Carolina. A ellos ha dedicado su vida en las últimas dos décadas. Y defiende a capa y espada su actividad, a la que le con­ cede un tinte casi pacifista cuando defiende la fiesta bra­ va de sus detractores:

Estoy totalmente en desacuerdo con aquellas per­ sonas, médicos o siquiatras que dicen que quienes acudimos a los toros nos volvemos violentos; yo por ejemplo, no he visto violencia más grande que la que genera el fútbol en este país. Nunca a la sali­ da de los toros se oye hablar de un muerto, salimos tristes porque los toros no sirvieron o porque los to­ reros no pudieron con la espada, pero nunca sali­mos peleando.*

*Tomado de El portal taurino de Colombia, «Uribe Vélez apoya proyecto taurino», en: www.voyalostoros.com.co
Poco entusiasta con las actividades urbanas, así lo resume en una entrevista que concedió hace ya algún tiempo:

«Yo por ejemplo, soy una persona que no iría a una ca­ rrera de carros a nada; ese ruido, esa contaminación, esa quema de aceite, ese desgaste de materias primas, ese es­ trés, y sin embargo yo respeto a todos los que vayan y les digo (sic): “Eso es lo que te gusta, ah pues, que los disfrutes”, pero yo no los ataco, ni los insulto, necesita­ mos respeto, necesitamos tolerancia».

Tolerancia que hoy reclama para los amantes del mundo taurino, pero que no parece haber invocado en la época en que consolidaba su gran capital en Antioquia.
Desde 1994, su nombre ha sido mencionado en diversas oportunidades en las investigaciones judiciales. Pero nunca ha sido realmente encausado. En el proceso de Los Doce Apóstoles, ha sido beneficiado por dos autos inhibitorios, el primero del 8 de mayo de 1996, cuando el fiscal general de la Nación era Alfonso Valdivieso Sar­ miento y otro del 29 de febrero de 2000, cuando Alfonso Gómez Méndez ejercía ese alto cargo. En noviembre de
2010, el caso fue reabierto.


Juan Carlos Meneses:
«En enero de 1994 me mandan para Yarumal, Antioquia; me dicen que hay problemas de guerrilla, de extorsión, que ya el capitán Benavides lleva un año allá, que es bue­ no que lo reemplacen. Entonces, claro, dicen: “En Cocorná está Meneses, un teniente recién ascendido, pero puede funcionar”. En todos los distritos había coroneles, mayo­ res, tenientes, o capitanes ya antiguos. Pero, ¿un teniente recién ascendido en un distrito? ¡No! Pero a mí, en las reuniones de comandantes de distrito, me tenían en buen concepto, yo siempre obtenía calificaciones buenas, fe­ licitaciones por resultados, por comportamiento, yo era el mejor. Entonces, claro, qué mejor candidato: “Mandémos­ lo para Yarumal, por hoja de vida, por confianza. Como allá hay un problema de guerrilla, váyase para allá”.

»En esa época, en las zonas rojas, la Policía tenía una especie de licencia para matar. Lo que nosotros ha­ cíamos era levantar información de inteligencia: que tal es guerrillero. Entonces el comandante de departamento mandaba a sus sicarios. La sijín era la que iba y hacía las limpiezas. Es una historia negra de la Policía que ya, des­ pués de la Constitución del 91, se suavizó un poquito y cuando empezaron a apretar los organismos de derechos humanos, empezó a desaparecer. Hoy es el momento en que eso prácticamente ha desaparecido; o sea, ya la Poli­ cía, en ese tipo de casos, muy poco acude a semejantes prácticas. Pero en Yarumal, cuando llegué, sí.
»Apenas llegué a Yarumal, iniciamos el empalme. El capitán Pedro Manuel Benavides tenía que ser trasla­ dado porque los medios de comunicación estaban me­ tiendo las narices y eso no le convenía a quien sería, a partir de esa semana, el hombre en cuyas manos esta­ ría mi suerte.
»¿Que si me habló de inmediato del tema de San­ tiago? No, este tema no es el primero en tocar. O sea, hay otras cosas que uno, como comandante, tiene que recibir.

Tomada de www.las2orillas.com
Y la verdad es que él tampoco quería sorprenderme de una. Es que la entrega es un proceso que suele durar de ocho a diez días. Primero empezamos a entrar en con­ fianza y empieza a hablarme del personal, de las esta­ ciones que hay, del material de intendencia, quiénes son los comandantes, me los va describiendo uno por uno: “El comandante de la estación es el cabo tal; los agen­ tes de confianza son; el secretario es tal, tenga confianza en él, porque él es esto y esto; el comandante de la esta­ ción Angostura es el cabo tal, es buena persona, es una persona que trabaja”. Los comandantes que uno tiene son la mano derecha, eso es lo que primero uno entra a ha­ blar en una conversación de entrega: “El Ruso es el de la sijín y el cabo Rodríguez, de la sub sijín”, etcétera.

»Al segundo día del proceso de entrega del coman­ do, abordó primero el tema del personal, el tema logís­ tico, cuánto armamento hay, sobre la munición, los ve­ hículos, las motos, sobre cómo son las instalaciones. Lo primero que hicimos fue revisar las estaciones, todo lo administrativo. Hay unas actas de entrega de distrito, pero el comandante de distrito no responde por nada. Es de­ cir, responde en papeles, pero cada comandante de estación es dueño de su estación. Claro, si llega a haber algún problema, inicialmente responde el comandante del lu­gar y, por lógica, también el comandante de distrito, por no haber controlado la situación. Entonces disciplinaria­ mente lo pueden investigar a uno y hasta sancionar, por­ que el comandante no revisó que hacía falta tal cosa. A uno, como funcionario público, lo investigan por acción u omisión. Por ejemplo, el sargento tal de Angostura es el que tiene que responder por los fusiles, los cartuchos, por todo lo de intendencia, por escritorios, máquina de escribir, motos, instalaciones, ollas, colchones, camaro­ tes. Cada comandante es el que responde; mi responsa­ bilidad iba a ser recibir todo lo que los comandantes de todas las estaciones firman en un acta.

»Cuando el capitán Benavides me va haciendo la entrega, yo voy viendo que las firmas de los comandan­ tes sean verificables. Entonces, a cada comandante le di­ go: “Usted es responsable de esto y esto, fírmeme acá al ladito”. Yo lo que hago es que a cada comandante le paso revista para constatar que lo que él firmó esté ahí, y al final le firmo el acta de entrega al capitán Benavides.
»Ya cuando quedamos solos, es cuando Benavides empieza a profundizar sobre la problemática de la región: “Vea, por acá está el frente tal; por acá donde está esta otra estación, el frente tal”, y ya al final es que empieza a hablar del grupo, es cuando me frentea:
—Resulta que aquí hay un grupo de autodefensas que son los que están haciendo limpieza social.
—Mi capitán, ¿cómo así?
—Ellos son los que están haciendo limpieza, us­ ted lo que tiene es que colaborarles (sic). Vea, Meneses, el jefe de ese grupo es Santiago Uribe.
»Yo me sorprendí mucho.
—¿Cómo así? ¿Santiago Uribe, el hermano del doctor Álvaro Uribe, el candidato a la Gobernación de Antioquia?
—¿Usted es la primera vez que oye que existe eso?
—me responde Benavides.—Sí, sí.

»Benavides no lo podía creer. Es que ya en Antio­
quia eso era vox populi. Me explica:
—Sí, sí, Santiago es el jefe del grupo. Yo lo voy a llevar para que usted lo conozca, yo vengo trabajan­ do con él. Y usted, lo que tiene que hacer es colaborarles, con la sub sijín, que son los de confianza, entonces ahí es donde entran El Ruso, el cabo Rodríguez, Jimé­ nez (sic).
»Le pedí que me aclarara más el asunto. Él me ex­ plicó que ellos venían de la mano con un grupo conso­ lidado que tenía dos componentes, uno rural, cuyo jefe era Rodrigo.
—Y el otro, es el urbano. El jefe urbano es Pelo de Chonta. Ellos lo que hacen es recoger la información para saber quiénes son ladrones, atracadores, viciosos, extorsionistas, expendedores de vicio. La sijín ubica la in­ formación, pero también, cualquier información que le llegue a usted, se la pasa a ellos; ellos se la transmiten al grupo que pone a los sospechosos en la lista. Y Santiago es el que autoriza la operación para darlos de baja.
—¿La lista?
—Sí, hay un listado de personas a las que toca dar de baja, ese lo llevan ellos. La misión suya, Meneses, es seguirles colaborando a ellos, yo lo vengo haciendo des­ de hace un año que llegué a Yarumal. Yo, desde que me vine de Cañasgordas, vengo aquí trabajando con ellos (sic). Hemos trabajado de la mano, ellos le van a dar una platica mensual a usted.
—Entiendo. ¿Y como cuánto es?

»Me dijo que era como un millón; eso era mucha plata en esa época.

—Entre los ganaderos recogen para que usted les colabore, para que ellos puedan operar aquí sin problema.
»Ya en plena confianza, le expresé que el temor de uno que es que le vayan a hacer cagadas. Por ejemplo, que aparezcan los tipos borrachos, haciendo tiros. Que sí hagan sus cosas, lo que tengan que hacer, pero que no se mantengan aquí en el pueblo, ni que lo vayan a bole­ tear a uno, ni a relacionar con esas acciones al margen de la ley.
—No, Meneses, eso no hay ningún problema, San­ tiago sabe manejar muy bien eso, y el que no sirva, el que esté dando lora o esté “hablando paja”, lo van es matando de una vez, usted no se preocupe por eso.
—Ah, bueno, mi capitán, si es así, entonces lo que hay que hacer es colaborarles.
—El grupo aquí ya está conformado, el jefe es Santiago Uribe Vélez, hay apoyo de la gente de Caucasia y de gente muy poderosa de la región.
»La verdad es que la información sobre el hermano del político, del ex director de la Aeronáutica, del congre­ sista, me causó sorpresa. Aunque, tengo que reconocer, no sentí mayor inquietud. Era normal el funcionamiento de este tipo de núcleos, en momentos en que combatir a la guerrilla por esta vía era una opción que tenía bas­ tante aceptación regional.
»El capitán Benavides me da más detalles del asunto: “Yo les he colaborado mucho, lo que hago es que cada vez que ese grupo va a cometer un asesinato lo que tenemos que hacer es garantizar que la Policía no reaccione. Entonces, lo que tiene que hacer es tenerlos guarda­ dos, tenerlos bien ocupados, para que no puedan ir hasta el sitio de los hechos y se corra el riesgo de que capturen a los que cometen los asesinatos”.

»Me aseguró que el comandante de la Policía en Antioquia, coronel Alberto Rodríguez Camargo, estaba al tanto de la situación. Es que eso era una cultura en esa época, eso era normal, que los ricos se reunieran y apo­ yaran a algún grupo de limpieza social. Y Yarumal no era la excepción.
»Pero sucedía algo que después sirvió para una mala interpretación y para que las pesquisas nunca alcan­ zaran a Santiago. Resulta que allí había unos comercian­ tes que recogían plata entre varios negocios, en la ferre­ tería, en la droguería, la panadería, y había gente con un gran sentido de colaboración. Recuerdo a un viejito que se llamaba Donato Vargas, él era dueño de un almacen­ cito que vendía relojes, chucherías, que se llamaba La Economía. Había sido policía cívico y quería mucho a la Policía; ese viejito era un policía sin uniforme, se mon­ taba en las patrullas a patrullar, era un policía de tiempo completo y se hacía muy amigo de los comandantes. Be­ navides me lo presentó, me dijo: “Vea, este señor recoge los aportes de los comerciantes”. Eran cinco mil pesitos en esa época, quince mil, veinte mil el que más daba. Ese fondo era para ayudarle a la Policía, para gastos como pa­ pelería, elementos de aseo, jabón, traperos, escobas, ga­ solina, y él tenía soporte de todo lo que le daban.
»Cuando se destapó lo de Los Doce Apóstoles, di­jeron que eran los comerciantes los que apoyaban al grupo paramilitar, porque eran los que recogían plata para pa­ garles. Y los capturaron sin que se comprendiera que en realidad se trataba de dos grupos diferentes: la coopera­ tiva de los comerciantes que apoyaba a la Policía en sus actividades cotidianas, y el grupo de Santiago. En esa épo­ ca, Santiago nunca figuró y se dijo que los que estaban haciendo limpieza se financiaban con esa plata que reco­ gía Donato. La Fiscalía se enfocó en Donato y los captu­ ró, a él y a los otros comerciantes que aportaban, pero ellos no tenían nada qué ver, ellos no sabían nada. La Fiscalía se enredó, fue por ahí y nunca mencionaron a Santiago. Pero paralelo estaba Santiago, que era el que recogía plata entre los ganaderos, finqueros y ricos para pagar eso. No quisieron llegarle a Santiago.

»Se comentaba que eran los ricos del pueblo y los comerciantes los que financiaban al grupo paramilitar. Lo que sucedió fue que algunos ricos del pueblo sí le ayu­ daban a Donato, eran los dueños de almacenes grandes, distribuidores de alimentos, de comida para cerdos y ga­ nado y terminaron enredándolo, porque Santiago tenía a dos personas que eran de su confianza, a dos ricos que le daban plata a Santiago y a la vez a Donato. Eran el due­ ño del restaurante San Felipe, Álvaro Vásquez, y Emiro Pérez, un señor que tenía un negocio de alimento para cerdos, un rico al que le habían secuestrado el hijo. En­ tonces, ¿cuál fue el pecado de Donato? Recogerles plata al del restaurante San Felipe y a Emiro Pérez, que ellos sí eran del grupo de Santiago; hubo una mezcolanza ahí, ellos eran de Los Doce Apóstoles.
»La verdad es que todo se sabía: Donato sabía que
Álvaro y Emiro formaban parte del grupo que dirigía Santiago Uribe Vélez; los otros comerciantes que apor­ taban sabían del grupo, pero nadie quiso decir nunca que Santiago era el que lo dirigía, ellos nunca lo echaron al agua en los interrogatorios. Ellos sí decían, hay un gru­ po que mata, un grupo que hace limpieza, pero yo no tengo nada que ver, yo lo que le doy es la plata para la Policía.

»Además hay otra cosa, es que Santiago fue muy inteligente. Él nunca daba la cara en Yarumal, él nunca bajaba, todos en el pueblo sabían que tenía su finca, y que en la finca había un grupo de paramilitares.
»Regresemos al empalme. Al día siguiente, Bena­ vides coordinó para que Santiago estuviera en su finca, para que él me conociera. Entonces, fue más directo y me propuso:
—Vamos y le presento a Santiago.
»Llegamos a la hacienda La Carolina. Llamó mi atención la fuerte seguridad armada que ni siquiera disi­ mulaban. No eran soldados ni policías, eso se reconoce por el armamento y el vestuario. Seguimos a la sala don­ de él me esta esperando. Me siento un poco tensionado, por eso no observo bien los detalles de la sala. Sí recuerdo que la decoración es la típica de las haciendas campestres de Antioquia: muebles finos de madera en una estancia amplia, agradable. Al saludarme, aprieto su mano y no­ to de inmediato la deformidad. Me da el recibimiento; mientras escucho su acento típico de paisa, lo observo con cierta curiosidad: un tipo de sombrero, con botas, con poncho de los que usan los antioqueños en el campo.
—Mucho gusto, ya sé quién es usted, ya me lo han dibujado. Usted es un buen elemento. Bienvenido a Yarumal, teniente. A ver le cuento de nosotros; aquí tengo unos muchachos, tenemos un grupito, una gente­ cita, yo necesito que usted me ayude. Además, nosotros vamos a ser fundamentales para el trabajo suyo, vamos a apoyarlo en todo lo que usted necesite, pero de usted necesitamos el apoyo también. Aquí nos necesitamos los dos, yo voy para adelante con este grupo, el objetivo mío es acabar a las FArc y al eln en esta región; acabarlos o sacarlos, pero el objetivo mío es limpiar la zona.

—¿En qué consiste esa cooperación?
—Queremos que usted, lo que tenga de inteligen­ cia nos lo pase a nosotros y nosotros, lo que tengamos, se lo pasamos a usted. Yo tengo gente tanto en la zona rural como en la zona urbana, entiéndase con Rodrigo y con Pelo de Chonta, lo que necesite es con ellos (sic). Cuando usted requiera que yo le salga a usted, pídale el favor a Rodrigo. Rodrigo me llama por el radio y nos ve­ mos aquí en la finca, pero présteles toda la colaboración. Yo lo que quiero es que cuando ellos vayan a actuar, us­ tedes no salgan, ése es el favor que le pido yo a usted. Mensualmente le voy a dar una colaboración, lo mismo como veníamos trabajando con el capitán Benavides, así mismo quiero que siga con usted (sic).
—No hay problema.
—Vea, Meneses: nosotros venimos trabajando muy de la mano del capitán Benavides. El capitán nos ha sido muy útil, nos ha colaborado bastante, esperamos que usted, que llega nuevo, siga colaborándonos de la mis­ ma forma que lo ha hecho el capitán Benavides. Usted, teniente, no se preocupe, que tanto en Medellín como los mandos y gente de la clase política en Bogotá, saben que esto se está gestando, tienen conocimiento. Pero tam­ bién sepa que usted, nos ayude o no nos ayude, este trabajo lo vamos a seguir haciendo, entonces lo mejor es que haga como viene haciendo el capitán Benavides y nosotros le damos muy buena información (sic). Usted nos colabora y nosotros antes lo cuidamos.

»Yo pensé: “Entonces lo va es a cuidar a uno”. Y
le respondí:
—Bueno, sí señor. Si el capitán me lo presenta a usted y me relaciona con usted, es porque las cosas van a seguir igual que hasta ahora y si las cosas son así, si el comandante del departamento sabe, si el Ejército sabe, su hermano sabe y hay varios senadores que están al tan­ to de todo, bueno, sí señor Santiago.
—Usted no tenga ningún temor, porque esto lo conoce el comandante del departamento, lo conoce la brigada, lo conoce mi hermano que es político, y él tie­ ne muchos amigos. Tranquilo, usted no se preocupe que nosotros tenemos manejo a nivel nacional, si usted llega a tener algún problema nosotros lo ayudamos, si a usted le llega a ir bien con nosotros, después lo mandamos para una parte bien buena, nosotros tenemos muy buenas re­ laciones y si usted nos ayuda, nos ayudamos todos.
—Listo, don Santiago, no hay problema.
»Así fue como conocí a Santiago. Lo veía encegue­ cido contra las FArc, primero que todo, a él se le veía la rabia que tenía, no disimulaba su odio contra las FArc y tiene sus razones. Cuando las FArc mataron al papá, él estaba con él y también le pegaron unos tiros, resultó herido, creo que le pegaron un tiro en la espalda. Es un tipo que se mueve, es hiperactivo, el habladito paisa tí­ pico, es como más cachetoncito que el hermano. A él le veía como ese militar frustrado, o sea, han querido como ser eso (sic), integrantes del Ejército, tener poder militar. Tal vez viene de esas historias que conocí, que el papá fue muy drástico, el papá de los Uribe Vélez, en cuanto a la crianza de ellos; muy disciplinado, entonces ellos te­ nían como ese don, esa forma de mando y de querer que las cosas se hagan por encima de lo que sea.

»Entendí que era un grupo de limpieza social. Pa­ ra esa época, no se les conocía públicamente como Los Doce Apóstoles. Los Doce Apóstoles se empezaron a lla­ mar después de que yo salí de esa región. Todo se supo después de abril de 1994, cuando empezaron las inves­ tigaciones.
»La ayuda fue permanente. Santiago nos daba pla­ ta, pero no era para nuestros bolsillos, era dinero para que pudiéramos garantizar que el grupo pudiera actuar sin que la Policía los capturara. El mecanismo era el siguien­ te: por ejemplo, cuando las acciones que hacía el grupo de Rodrigo eran de importancia, antes de salir los sica­ rios, Santiago me llamaba, para que quedara claro que él era el que estaba dando la orden.
»La idea era que el grupo pudiera operar sin el acoso del Ejército y la Policía. El Ejército no tenía tanta incidencia en el pueblo, en lo urbano, pero en la parte rural sí. Entonces, Santiago mandaba a llamar al coman­ dante de turno en el Ejército y la respuesta siempre era: “Mire, lo que se le ofrezca, aquí estamos dispuestos, va­ mos a colaborarle”.

»Pero cuando no eran tan delicadas, se organiza­ ban por intermedio de la sijín, o directamente con Rodri­ go o Pelo de Chonta. Rodrigo personalmente me decía: “Vamos a hacer tal cosa”. Entonces yo lo que hacía era decirle a la sijín: “Coordine para que la Policía no vaya a llegar allá”. Entonces ellos se encargaban de cuidarlos para que cometieran el asesinato, sin que la Policía les llegara en ese momento, de eso se trataba.

»La asistencia era integral. Por decir algo, oíamos por radio que había unos disparos en algún lugar, enton­ ces los de la sijín –que eran los verdaderamente invo­ lucrados– nos decían: “No mande ninguna patrulla que nosotros vamos para allá”, pero se iban era a cuidar la salida, la huida del sicario del grupo de los que trabaja­ ban para Santiago.
»Santiago tenía una lista de personas, había jefes del eln, también colaboradores de las FArc, él sabía a quié­ nes había que darles. La idea de él era desvertebrar la parte urbana de esos grupos guerrilleros y, con la gente que tenía en el monte, pues caerles. El objetivo era aca­ bar a las FArc y al eln.
»Sobre el dinero, a mí los periodistas me pregun­ tan que si yo sabía si Santiago Uribe Vélez era narcotra­ ficante en esa época, yo les digo: “La verdad, yo nunca lo vi comercializando con coca, ni sabía que él tuviera laboratorio”. Lo cierto era que la guerrilla en esa época tenía cultivos y laboratorios de cocaína, fuertes, por toda esa región de Santa Rosa de Osos y Yarumal, lo que era Campamento, Angostura, Briceño, Valdivia, eso era una zona cocalera y de laboratorios fuerte. Que si Santiago Uribe Vélez era narcotraficante, la verdad, nunca lo vi, lo que sí escuché es que de Álvaro Vásquez, que era el jefe de finanzas, se decía que manejaba algunos labora­ torios de cocaína. A mí me llegó una vez una información, según la cual él, como era ganadero y también trabajaba con cerdos, tenía un laboratorio debajo de unas coche­ ras*, porque dizque el olor de la mierda del cerdo disi­ paba el olor del procesamiento de la coca. Esa informa­ ción me llegó, pero yo nunca la corroboré. Este señor manejaba mucho dinero, incluso decían que Álvaro Vás­ quez era el que manejaba a los jóvenes sicarios, era el que los financiaba, les ofrecía plata, hay un testigo que cuenta que Álvaro Vásquez fue el que gestionó un pasado judicial y unos salvoconductos ante el DAS. Yo, probablemente lo hubiera encubierto; o sea, el objetivo no era meterle mano a esas denuncias, usted estaba trabajando para ellos.

*Porqueriza, sitio donde se crían cerdos.
»Le explico: aunque yo sí escuché que Álvaro Vás­ quez tenía vínculos con el narcotráfico, en la situación en la que me encontraba no estaba dispuesto a investi­ gar eso, pero además, en tres meses tampoco se puede hacer una labor de inteligencia tan fuerte como para lle­ gar a detectar algo así. Yo sí requisaba algunos carros que llegaban de Campamento, pero nunca encontré mayor cosa, lo que encontrábamos era mucha papeleta de dro­ ga, y sabíamos que el narcotráfico ahí lo manejaba era la guerrilla. Pero si usted tiene un fin, o sea, usted tiene su finca en Yarumal y empieza a combatir a la guerrilla, era obvio que los paramilitares no tenían realmente el objetivo de acabar a la guerrilla, sino que buscaban que­ darse con el negocio del narcotráfico.

Portada del libro “El Clan de los Doce Apóstoles” Tomada de www.las2orillas.com

»La guerrilla operaba en el departamento de An­tioquia, desde Urabá hacia el nordeste del departamento, donde están ubicados municipios como Yarumal, San­ ta Rosa de Osos y Anorí. Y luego bajaban a Caucasia y el departamento de Córdoba. Entonces, ¿Qué pasa? Los Uribe tienen fincas en Córdoba y arrancan con las auto­ defensas de allá para acá. Santiago me lo decía:
—Nosotros tenemos que limpiar esto, en Cauca­sia nuestra gente ya está fuerte, porque ha venido de Cór­doba hacia Antioquia.
»Yo lo escuchaba sorprendido de ver la capacidad de manejar una región tan vasta y conflictiva.
—Teniente, nosotros apenas estamos empezan­do; entonces, cuando usted necesite gente, yo se la con­ sigo. Ahora, por ejemplo, voy a traerme a unos amigos míos que cultivan papa. Son grandes cultivadores de pa­pa. Ellos se van a venir aquí y me van a dar la mano, me van a ayudar para empezar a barrer a la guerrilla de aquí para abajo, y si necesitamos gente, la mandamos a traer de Caucasia.
»Y no fueron sólo palabras; a los pocos días, de verdad llegaron. Era una gente de apellido Botero, unos duros de La Ceja, eran cultivadores y comerciantes de papa, pero también manejaban narcotráfico. En esa mez­cla entre lo legal y lo ilegal, hay que anotar que, incluso, tenían una pista de aterrizaje en Campamento por donde sacaban la droga. Pero ya estaba controladita la pista, la Policía no intervenía. Los cultivos de coca y los laboratorios para su procesamiento eran inmensos y la información era que de allá salía coca para la exportación. Realmente, el objetivo de Santiago al combatir la guerrilla, era quitar­ le el poder del narcotráfico, y usted mira que ya, en 1993,

1994 hasta 2002, las autodefensas se apoderaron de todo ese sector.
»Esa excusa de que el objetivo era acabar con la guerrilla, que porque “la guerrilla mató a mi papá”, no me parece argumento suficiente. Allí hay una conexión, eso está documentado en varias investigaciones: la muer­ te del papá de los Uribe se da por un problema entre el narcotráfico y las FArc, que también tenían negocios de narcotráfico».


En la primera parte del proceso, Santiago Uribe no fue mencionado, pero más adelante empezaron a aparecer testigos que aseguraban que él era el verdadero jefe de la agrupación paramilitar. La Fiscalía inició la primera in­ vestigación en su contra en 1995. Desde entonces, el pro­ ceso de Los Doce Apóstoles ha pasado por varias etapas y Santiago Uribe siempre ha podido salir beneficiado con autos inhibitorios. Lo logró en 1996 y en el año 2000. Sin embargo, el caso no ha sido cerrado en forma definitiva y el entonces fiscal general encargado, Guillermo Mendo­ za Diago, dijo después de las declaraciones de Meneses en Argentina que si surge una prueba nueva, el caso po­ dría ser reabierto. Podría ser, por ejemplo, la grabación de Meneses con el coronel Benavides en la que hacen memoria de todo lo ocurrido en Yarumal. Si esto suce­ de, Santiago Uribe Vélez será –sin duda– llamado a los estrados judiciales.

Navegando en mis adentros

Muchas personas me ven como uno de los más importantes y atrayentes sitios turísticos que tiene Colombia, en mí se pueden practicar gran variedad de deportes náuticos, dado que en el lugar que habito los vientos soplan tan fuerte durante todo el año que son los terceros más rápidos del mundo y los primeros del país; soy el sitio ideal para realizar con frecuencia campeonatos nacionales e internacionales. 


 El lago Calima, aguas que escoden historias

 Una antioqueña que para estos días me está haciendo visita dice que es una berraquera venir a disfrutar de mi compañía, que la familia está muy feliz y esperan venir más de seguido; aunque lo que pocos saben es que no soy tan bueno como parezco, en mi interior guardo secretos que poco a poco les iré revelando.

Vivo a aproximadamente dos horas y media de Cali, pertenezco al departamento del Valle del Cauca y estoy rodeado de paisajes, montañas, casas de campo, hoteles, restaurantes, zonas de camping y centros de recreación; algunas veces resido bajo el picante y radiante sol, pero en otras ocasiones es la neblina la que me cubre casi por completo.

 
Atractivos turísticos para la diversión acuática.


Lo que pasa es que algunas partes mi organismo están compuestas por arena movediza, mi piel tiene una enfermedad que sin quererlo atrae dentro de mí todo lo que roza las heridas que tengo en algunas partes. Además, algunos de mis vecinos, quienes viven en la misma zona de mi hogar, afirman que en mis adentros habita una bacteria tan grande que es capaz comerse un ser vivo por completo. Son pocas las personas que afirman haberla visto y la llaman el monstruo’, otras aseguran que son chismes de la gente para hacerme leyendas; en realidad nadie sabe qué tan cierto es, sólo hay rumores sin argumentos y sin fotografías, nada certifica su presencia dentro de mí.Hay gente que no me quiere, a quienes les traigo malos recuerdos y quienes día a día me reprochan por quitarles a sus seres queridos. Por ejemplo, el señor Francisco Guzmán asegura que le robé a sus dos hijos, María de 16 años y Oscar de 22, afirma que se los quité sin consentimiento, sin explicación y que aún tiene la esperanza de encontrarlos, después de un año espera recuperar los cuerpos para darles su cristiana sepultura. Algunas veces escucho cómo este hombre viene a las orillas a conversar conmigo, siento cómo sus gotas de lágrimas chocan con la humedad de mi cuerpo, pero aunque emito algunos sonidos se me hace imposible darle una explicación a este hombre.La parte superficial de mi cuerpo es de colores traslúcidos y es la única que permito mirar de simple vista a quienes vienen a saludarme, sin embargo no es la única con la que tienen contacto. Mi parte inferior es la más oculta de todas, nadie logra alcanzar mis pies, así que no conocen los zapatos que día a día andan conmigo. En mi parte central tengo un corazón diferente a los demá

s, el mío regularmente turbulento, en ocasiones se torna tan descontrolado que requiere de compañías que se encuentran navegando en mi superficie.

La elección de descanso para los turistas.
 

En cuanto a mis pies, quiero contarles que historiadores afirman que están rodeados de casas viejas pertenecientes a los primeros habitantes de la zona, árboles que nunca fueron destruidos y pilotes que conformaban un viejo puente. Según jóvenes scouts esta historia es bastante conocida, en sus fogatas y viajes dedican tiempo a contar relatos de la memoria del país y entre ellas siempre narran del supuesto pueblo que fue encubierto por las aguas que ahora conforman mi cuerpo.
Diariamente, muchos turistas vienen a disfrutar de mí y experimentan deportes tales como esquí náutico, velas, canotaje, kitesurf y buceo. Quienes no se divierten con las prácticas extremas deciden sumergirse en las orillas de mi cuerpo; sin ningún tipo de distinciones, niños, jóvenes, adultos y ancianos gozan de mis fluidos.
Permítanme invitarlos a disfrutar de mi compañía, pero no sin antes advertirles que la seguridad es importante en cualquier tipo de paseo. Según algunos visitantes, determinadas muertes presentadas han sido por no utilizar el equipaje adecuado y no medir las consecuencias de los actos.
– Mucho gusto, mi nombre es el Lago Calima. 

Un lugar de entretenimiento propio del Valle del Cauca.
  • Destacado
  • En el Lago Calima se pueden practicar gran variedad de deportes náuticos, dado que en el lugar los vientos soplan tan fuerte durante todo el año que son los terceros más rápidos del mundo y los primeros del país.
  • En el fondo del Lago Calima hay casas viejas pertenecientes a los primeros habitantes de la zona, árboles que nunca fueron destruidos y pilotes que conformaban un viejo puente.
Los turistas disfrutan del paisaje natural del Lago Calima.

Tatiana Ortiz González 

@tatiana_togo

Ciudad Juárez: la apuesta por la paz (Segunda entrega)

Utópicos en alianza con www.Lopolitico.com recorre las calles y las profundidades de una parte de la frontera mexicano-estadounidense, que renace de las cenizas, en una serie de cinco capítulos.



Capítulo 2
Los piquetes de El Mix

En el argot criminal, El Mix está curado, rezado, protegido, bendito, o simplemente tiene más vidas que un gato. La primera vez que la pandilla contraria intentó asesinarlo en una riña callejera a punta de pata y puño, logró escabullirse y refugiarse en los puentes de Ciudad Juárez —con una botella de tequila, la billetera llena y un celular, era más que suficiente—.
Sonríe, se acomoda la boina.

En 2008 era un pandillero de tez morena y mirada pícara que sonreía hasta en sus peores momentos, se tapaba la cabeza con una boina café y vestía como cholo: pantalones tres tallas más grandes, tenis desbordados, un saludo dibujando cuernos en los dedos de la mano derecha, que es capaz de sostener un arma sin titubeos.

La tercera es la vencida.
Desde entonces, El Mix no volvió a casa. Supuso que de hacerlo sus papás lo verían morir o que él los vería morir, ¿para qué arriesgarse, si a sus 18 años ya había dejado tanto al azar? Una noche se abrazó a la almohada de una amiga coqueta que pudo esconderlo; otra más, en casa de un cuate de la secundaria, donde vendían marihuana y crack al menudeo. Cuando era necesario, extorsionaba a los profesores de matemáticas e historia por una calificación superior y, el resto de las noches, caminaba intoxicado por alcohol hasta encontrar un puente alejado de los enemigos.

Se sintió tranquilo cuando logró que Diego, un compa de la escuela, le diera trabajo cuidando su casa. Tendría techo y comida como parte del pago. Habían pasado dos años de la última riña, comenzaba a ganarse la vida custodiando un bien ajeno, dormía caliente, pero era 10 de mayo de 2010 y a los 20 años todo es motivo para celebrar.

Día de la Madre
Agarró la fiesta desde temprano y a las dos de la mañana sonaron dos golpes a la puerta.

—Ha de ser tu hermano Diego, ¿le abres wey?— El Mix está soñoliento, con tufo de tequila.

El grito llegó minutos después, tiró a El Mix de un salto al piso. Diego recibió un cuchillo de frente en el esternón, quedó tendido en la puerta; iban por El Mix.


Lo que pasó con El Mix después de escuchar el último grito de su amigo es un guión de película aun no escrito por Tarantino. Un cuchillo cebollero le rebanaba el cuello mientras cinco hombres con el rostro visible le hacían 118 piquetes de los pies a la cabeza. Lo aventaron en un sofá moribundo. Los flashes de las cámaras fotográficas de los peritos y reporteros que lo daban por muerto fueron su último recuerdo. 11 de mayo, un titular de prensa de la ciudad más violenta del mundo, resumió su odisea:
“Día negro. Mueren nueve, sobrevive uno”.


***


—Yo trabajaba en un circo ambulante antes de estar aquí, cuidaba un tigre bien grande, le daba de comer, lo ayudaba a bañar, pero un día el tigre se escapó y tenía que detenerlo, peleamos tanto que miren cómo me dejó, todo lleno de arañazos—muestra la cabeza a un público que no supera los ocho años de edad. El más chico está impresionado con la anécdota y toca el cráneo inclinado para sentir de cerca las garras del felino ancladas en El Mix.

La historia la inventó un año después de sobrevivir al “día que más miedo tuve en toda mi vida”, cuando aceptó ir a CASA, un Centro de Integración Juvenil que busca, a través de talleres de serigrafía, grafiti, música y actividad física, rescatar a niños y jóvenes de Ciudad Juárez en situación de riesgo.

Tomó un curso de rap, un poco de baile, clases de guitarra, aprendió a pintar camisas que podía vender, dibujó decenas de grafitis artísticos, dejó el alcohol, las armas, se casó, tiene dos hijos propios y cientos heredados. Se volvió el instructor de niños que él nunca tuvo.

Sólo entonces se vio obligado a buscar una respuesta para los curiosos que, con asombro, tocaban alguna de sus 116 cicatrices. ¿Cómo explicarles a unos niños que otro hombre lo quiso matar?

Es enero de 2016 y han pasado cinco años desde el día en que El Mix agonizaba en un hospital. También agonizaba Ciudad Juárez en 2010. 3057 asesinatos, 76 secuestros y 93 extorsiones ocurrieron en la ciudad fronteriza señalada internacionalmente como la más violenta del mundo.

Han pasado cinco años y El Mix ha ganado un par de kilos, juega fútbol con niños de cinco a catorce años en una cancha pavimentada, con salones naranja que son hoy su refugio. Menores en situación de calle, pobreza extrema, hijos de zonas marginales, de madres que se sumergen en una maquiladora para llevar el pan a la mesa, juarenses que han encontrado en El Mix un héroe de carne y hueso.
¿Supiste de tus agresores?

—Los volví a ver. Como eran menores de edad, todos salieron rápido de la cárcel. Eran seis, de todos me acuerdo perfecto porque cuando uno es del barrio, conoce a sus enemigos. A uno de ellos lo asesinó mi tío, y ahora él está en la cárcel con un policía que le ayudó, los otros cinco salieron libres y un día iba caminando por la calle con mi esposa, mis hijos y los vi, todos juntos otra vez, me miraron, los miré, tuve tanta ira, tantos deseos de ir con toda esa rabia contenida a partirles su madre, pero me contuve. Amigos míos me decían que me los agarraban a todos y que yo fuera a darles el tiro de gracia o me preguntaban que cómo quería que me los entregaran y eso me rondó muchas noches la cabeza, el corazón, el alma, pero yo ya no era ese Mix, ya soy otro y aprendí que una de las tantas maneras de ser feliz es cuando perdonas, yo los perdoné—; se vuelve acomodar la boina.

Jamás se pensaría que tiene 25 años, jurarían que rebasa los 40. Tampoco se daría crédito a la historia que guarda un cuerpo donde las huellas de tortura sobresalen por las manos, los tobillos, el cuello, la cabeza; El Mix ahora es Alejandro, un adolescente que cursa segundo semestre de docencia en la Universidad Pedagógica de Ciudad Juárez porque quiere ser maestro —pero no para dar clases en un salón encerrado, sino para ir al barrio, recorrer sus calles y sacar a chavos del riesgo de las drogas, las pandillas, el alcohol—.

Son las siete de la noche, la penumbra de la Colonia Azteca hace más notoria la polvareda de sus calles y avenidas, donde hoy se disputan la plaza del menudeo las pandillas de Los Aztecas contra Los Artistas Asesinos. Las llantas de los coches rechinan con las piedras y Javier, de escasos seis años, se abraza de la pierna de El Mix. Le pide que cuente otra vez el día que peleó con el tigre, le hala con insistencia el jean, lo mira hacia arriba. El Mix sonríe, se agacha, los niños corren a su regazo, el viento helado sopla.

—Yo trabajaba en un circo ambulante antes de estar aquí…

Por Margarita Solano

Jefa de Información de www.lopolitico.com
Corresponsal de www.utópicos.com.co en México 

Ciudad Juárez: la apuesta por la paz (Primera entrega)

A partir de hoy, www.utópicos.com.co, en alianza con www.Lopolitico.com recorre las calles y las profundidades de una parte de la frontera mexicano-estadounidense, que renace de las cenizas, en una serie de cinco capítulos.


Capítulo 1.
Juárez, ayer y hoy

A cinco años de ser considerada la ciudad más violenta del mundo, Juárez (México) pasa del miedo a la esperanza: 28 meses sin un secuestro, la extorsión fue erradicada y hubo 2 mil 700 asesinatos menos, comparados con el 2010. La fórmula está en el valor de su gente. 


Enero de 2016. —Estamos próximos aterrizar en el Aeropuerto Internacional Abraham González de Ciudad Juárez, Chihuahua. Son las 9:30 de una mañana de domingo en que el frío sopla con fuerza. Dice la azafata que se esperan temperaturas máximas de 15 grados y mínimas de seis. Juárez vive en medio de inclemencias. La violencia dejó más de 10 mil asesinatos entre 2009 y 2011, el clima en verano supera los 40 grados y las heladas del invierno registran cifras históricas de menos once grados, como las ciudades más frías de Canadá.


¿Me permite por favor su equipaje abierto sobre la mesa?

—Sí claro—

¿De dónde viene la señorita?

—Del Distrito Federal—

¿Por cuántos días?

—Cuatro—

¿A qué se dedica?

—Soy periodista—

Claro, vino a ver la visita del Papa Francisco, bienvenida a Ciudad Juárez.

El uniformado de café y manchas verdes no es policía; es un militar fornido, amable, que mira a los ojos. Hace cinco años, 5 mil soldados del Ejército Mexicano llegaron a esta ciudad fronteriza con los Estados Unidos, para hacerle frente a la delincuencia organizada que había convertido a Juárez en la ciudad más violenta del mundo, con 3.007 asesinatos en 2010. Pero no, ahora no hay ni cien, ni tanques de guerra con ametralladoras, ni soldados -uno detrás del otro custodiando un arma de largo alcance-. La fila para rentar autos en el aeropuerto supera las quince personas en una ciudad que alberga a millón 500 habitantes, la más grande de Chihuahua.

Algo ha cambiado
Por la Avenida de los Insurgentes una muchacha mueve las manos en el volante mientras espera que cambie el semáforo; escucha música. Del lado derecho, una camioneta deja la ventana abierta para que un perro saque la cabeza. Un joven ofrece a los conductores dulces, chicles, aguas. Esa escena resultaría normal de no ser porque hasta hace cinco años, en Ciudad Juárez ningún automovilista miraba a los ojos, ni se hubiera atrevido a observar en detalle lo que ocurría con el auto vecino, menos utilizaría el claxon para poder pasar. Mirar de frente sin fijarse en nadie, era una especie de código de protección en una ciudad que se desangraba por una guerra frontal entre los Carteles de Juárez y Sinaloa, en albores del 2010. Así, mirando al otro por el espejo retrovisor, pitando desesperado en una avenida o fijándose en el auto del lado, murieron cientos.

Ya en el centro, los locales de ropa, zapatos, artesanías, bisutería, restaurantes, carnicerías, papelería, sacan bocinas a la puerta, se escucha un reguetón, una canción de banda norteña, una salsa más allá. Parece una fiesta vecinal donde los microempresarios compiten con canciones pegajosas para avivar las ventas. De frente, un letrero de ‘Yo amo a Juárez’, el refugio de uno que otro indigente que se echa una siesta mientras otros se montan en las letras rojas, se toman la fotografía obligada con la catedral de fondo, la fuente en el parque.

Es el centro de la ciudad, el mismo que años atrás sumergió a decenas de jovencitas de de escasos recursos a la explotación a la esclavitud, explotación sexual, venta de drogas. Así lo detalla un expediente de la Red por las Mujeres de Juárez, que documentó cómo delincuentes coludidos con la policía municipal, sometieron a niñas para luego asesinarlas y tirarlas en un campo algodonero.

Un escenario distinto.

El congreso estatal de Chihuahua reformó el marco jurídico y los códigos penales, les cambió la jugada a los delincuentes. Desde hace dos años, todo aquél que secuestre o extorsione en Ciudad Juárez, tendrá prisión vitalicia. De octubre de 2010 a diciembre de 2015, capturaron a 37 secuestradores que no recobrarán la libertad, al igual que a 117 extorsionadores que cobraban derecho de piso empresarios.

Al fondo está Francisco I, sí, la imagen del Papa, próximo invitado especial de la ciudad. Llegará a Juárez dentro de trece días. En la silueta de cartón, cualquiera puede acercársele y ver como el santo pontífice te abraza. Dentro de una carpa blanca, un libro del mismo color espera el mensaje de la gente.

—Querido Papa Francisco, su visita alegrará los corazones de tantos fieles olvidados. Ciudad Juárez necesita su plegaria para sanar las heridas de una sociedad doliente —atentamente, Teresa.
11.035 fieles han puesto un mensaje como el de Teresa en tres libros que deambulan por el centro, las escuelas, oficinas y zonas marginales. Cuando Bergoglio se despida de la ciudad, llevará en su equipaje los libros blancos.

Pero hubo un día en el que nadie quería visitar Ciudad Juárez, parecía que allí el mundo giraba al revés. Las maestras tenían miedo de los alumnos, los alumnos eran los sicarios de hoy, los policías cuidaban los bares donde explotaban mujeres, las mujeres no regresaban a casa, la casa era un lugar donde mamá debía irse por más de doce horas a una maquiladora a ensamblar partes de un celular. Ese día fue un lunes, un sábado cualquiera del 2010 cuando ni el alcalde de la ciudad vivía en la población que gobernaba.

Al profe Alberto le mataron a su hermano, también profesor, por robarle la camioneta; dejó una viuda con dos hijos pequeños. A Cindy, una policía de 35 años, la delincuencia le quitó a una amiga, también policía municipal. Su cuerpo quedó tendido junto a la patrulla que hoy ella conduce. Ese mismo año, El Mix era un pandillero y se debatía entre la vida y la muerte después de 118 puñaladas mientras a la señora Lupe Cadena, le avisaban que su hijo, estudiante de la preparatoria, había sido masacrado en una fiesta junto a catorce jóvenes más.

En ese oscuro 2010 Juárez perdió… un hijo, un primo, un amigo. Un hermano.

—Más de mil 200 delincuentes que pusieron de rodillas a 5 millones de chihuahuenses, de ese tamaño era el calibre de perversidad de estos hombres que hoy están tras las rejas —reconoce César Omar Muñoz, Secretario de Seguridad Pública en una oficina donde San Judas Tadeo tiene un altar con dos velas, una manzana y un escapulario.

Muñoz está al frente de una corporación policiaca de 2 mil 500 uniformados, 30 por ciento mujeres. La Policía Federal y El Ejército Mexicano se han ido a otras ciudades con altos índices de violencia como Reynosa, Cuernavaca y Acapulco. Juárez ya no aparece en esa lista. Hoy, los municipales son quienes resguardan la ciudad natal del cantante Juan Gabriel.

Juárez sana sus heridas en tiempo récord. De 3.057 homicidios dolosos en 2010, el 2015 cerró con 311. De 76 secuestros se pasó a ninguno, sí, se erradicó el delito. De 93 extorsiones hace cinco años, ahora se registran cinco. Y así el robo con violencia, el de vehículo.

¿Qué pasó en estos cinco años?

—Un gobierno decidido a poner las cosas en orden, a recoger ese clamor de la gente que requería paz y tranquilidad, un gobierno que modificó 220 leyes penales del Código Sustantivo, Penal y Procedimientos Penales para hacer posible que los delitos de alto impacto fueran elevados a la pena máxima. Se hicieron reformas importantes en el sistema penitenciario, que era el centro de operaciones de grupos delincuenciales, se inició una intensa actividad del gobierno y desde la misma sociedad en recuperar sus espacios públicos para que los niños salieran a jugar a los parques, se detuvieron varias bandas de secuestradores, asesinos, extorsiones— contó Javier González Mocken, antes de asumir como alcalde de Ciudad Juárez.
Su antecesor, Enrique Serrano Escobar —quien orquestó la mayoría de las transformaciones de la ciudad fronteriza desde que era Diputado Federal en el 2009— hoy quiere competir para ser el próximo gobernador de Chihuahua, una silla que en el 2010 era impensable para un edil que gobernaba la entonces ciudad más violenta del mundo.

Por Margarita Solano

Jefa de Información de www.lopolitico.com
Corresponsal de www.utópicos.com.co en México 

Ciudad Juárez: la apuesta por la paz (Tercera entrega)

En casa suele soltarse el cabello, pintarse los labios de rosa. Cuando sale a bailar con su esposo, prefiere los pantalones pegados, una falda, un vestido. Entonces usará tacones y con suerte medirá 1.67 metros. Entonces llegará la pregunta incómoda, esa que responde con una franca sonrisa, —Soy policía—.


Capítulo 3
Cindy: la mujer del rifle

El arma larga que sostiene Cindy con la mano derecha le rebasa la cintura casi a la altura del ombligo. Camina con temple, espalda erguida, sin doblegarse al peso de cargar un chaleco antibalas de tres kilos que junto con el rifle, la hacen pesar 58 kilos, seis más de lo habitual.

Cindy llega exaltada, las palpitaciones encuentran reposo cuando narra que viene de interponerse en una riña callejera donde esposó a dos hombres tendidos en el pavimento, de espaldas a su rostro y entre forcejeos, escuchó el clic del cerrojo para subirlos a la patrulla de la Policía Municipal que maneja en Ciudad Juárez. Cuando el agresor escuchó la voz de mujer ordenándole pararse del suelo, le pidió disculpas; antes había intentado escupirle sin atinarle.

La noche anterior había cocinado hamburguesas para sus dos hijos de cinco y doce años mientras veían una película. Vecinas imprudentes la han increpado sobre su profesión “poco femenina”, dicen. Que si le gustan los hombres aunque saben que está casada, que si sabe cocinar y del cuidado del hogar, que si es femenina o más bien machorra. Pero Cindy va más allá de un estereotipo milenario, que comenzó al ser la única mujer de cuatro hermanos y de quince primos

Tiene 35 años, de los que ha dedicado once a la policía de un municipio que navegó entre la sangre y el dolor en vísperas del 2010 cuando más de 3 mil personas fueron asesinadas en la ciudad fronteriza con El Paso, Texas, Estados Unidos. La lucha a muerte por la plaza entre el Cartel de Sinaloa y La Línea, brazo opresor del Cártel de Juárez, dejaron a miles sin hijos, primos, hermanos, mamás, amigos. Cindy perdió a una.

—Era mi amiga, una gran compañera, también policía. Conocía a su esposo, sus hijos, su barrio. Una mañana me tocaba patrullar y me avisaron de un tiroteo cerca, me acerqué a colaborar y allí estaba ella, en el suelo, muerta. Todas las mañanas pensaba en que quizás no iba a regresar, estaba embarazada de mi hijo menor, pero sabía que por él y por mi ciudad, teníamos que seguir dando la batalla.
— ¿Qué fue lo más difícil de ese 2010?
—Ver morir tanta gente y sentir el desprecio de la sociedad. La policía estaba desprestigiada, las miradas de los vecinos como reclamándote, los comentarios fuertes de la gente.
— ¿Qué te llegaron a decir?
—Que no servía para nada, que defendiera mi ciudad.

Cuando Cindy se embarazó, estuvo allí. Cuando su amiga murió, estuvo allí. Cuando la sociedad la increpó, ella también estuvo allí. Cuando Juárez fue la ciudad más violenta del mundo, ella estuvo allí. Ocho años al compás de una policía municipal que en 2010 tenía un diagnóstico desalentador: decenas de uniformados coludidos con la delincuencia.

En ese entonces, la mujer patrullaba las zonas marginales con el mismo rifle que hoy la acompaña a recorrer la Secretaría de Seguridad Pública de Ciudad Juárez. Perseguía asesinos, veía cuerpos destajados en bolsas plásticas, le hablaban microempresarios para reportar extorsiones o amenazas. Hoy, los robos a casas y vehículos son su principal dolor de cabeza.

Se ha enrollado el cabello ensortijado en un nudo a la altura de la nuca que descubre sus orejas puntiagudas. Su rutina arranca a las tres de la mañana cuando deja uniformes y loncheras listos porque una hora más tarde comienza a patrullar las calles de Juárez. Y antes de las tres de las tres, debe estar en la puerta de la escuela donde Joaquín cursa tercero de Kínder.

Cindy habla en clave con sus compañeros, los llama elementos; saluda con firmeza, las voces del radio que escucha a cada paso dicen cosas como “C4”, “confirmado”, “en camino”. Es una de las 523 policías mujeres que resguardan su ciudad como quien cuida de un rebaño de ovejas que a veces se descarrían. Era la única de un salón de clases que formaría a cientos de policías varones. Ahora la acompañan cientos de jovencitas o mujeres maduras a quienes no les tiembla nada cuando de combatir al crimen se trata. Está por concluir sus estudios en Criminología sin pagar un solo peso, la institución avala y modifica los turnos de policías que como ella, quieran obtener un título universitario.

—Esa es la clave, capacitación y cercanía con la comunidad— explica el hombre al frente de la Secretaría de Seguridad Pública, César Omar Muñoz Morales. —Anteriormente todos los elementos tenían apenas la secundaria; hoy, el 90 por ciento tiene preparatoria (bachillerato) y un 30 por ciento -como Cindy- está terminando sus estudios profesionales.

— ¿Las mujeres policías tienen un rol diferente en la institución?
— La policía es una sola corporación, somos dos mil 500 policías municipales hombres y mujeres.

Margarita Solano /Jefa de Información de www.lopolitico.com
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