Yessica Diuza

Cuando la vida tiene deparado algo para uno, así los sueños se vean oprimidos, lo único que queda es aceptarlo y seguir adelante.


Andrés Cardona es un caleño apasionado al fútbol. Desde joven tuvo el deseo de ser un grande, incluso jugó en un equipo y alcanzó gran desempeño en uno de los partidos.

Uno de sus tíos trabajaba en la Importadora de Granos Su Despensa y lo invitó a participar en un  torneo de la empresa. Andrés aceptó y cuando los jefes lo vieron jugar decidieron proponerle un trabajo con la opción de ser parte del equipo de fútbol; Andrés aceptó.

Estuvo cuatro años en la compañía, trabajando en despacho de camiones y tractomulas para nivel nacional y recibiendo la mercancía que llegaba.

Andrés, es su jornada laboral.

Un sábado a mediodía, una máquina empacadora se dañó y uno de sus compañeros le pidió arreglarla, ya que en otras ocasiones lo había hecho, pues Andrés es una persona curiosa y dispuesta a aprender.

La máquina tenía casi tres metros de altura y Andrés no siguió el protocolo de seguridad. Al subir a revisarla se resbaló y se golpeó en el parietal derecho del cráneo con una mesa de bordes  de acero, lo que le ocasionó trauma craneoencefálico.

Andrés está feliz y todos los días da gracias a Dios por todas las bendiciones y por esta nueva oportunidad para aprovechar la vida al máximo al lado de sus seres queridos

Fueron 53 días en coma y los médicos no daban esperanzas a su familia, señalando que lo único que lo podía despertar era un milagro y si pasaba, era probable que no tuviera memoria. El milagro sucedió y por fortuna, su memoria estaba intacta. Su brazo y pierna izquierdos estaban totalmente dormidos pero gracias a dos años de terapia física y ocupacional, hoy ha recuperado un 80% del movimiento.

Este logro fue también gracias a su familia: esposa, tres hijos, hermano y tíos, que siempre estuvieron pendientes y lo motivaron para superar todas las pruebas que la vida le puso en su camino.

Andrés, su esposa Sandra y su primer hijo, antes del accidente

Sin embargo, hubo ocasiones cuando entraba en depresión, ya que su sueño futbolístico no podía ser y por momentos llegó a pensar que no recuperaría la movilidad de sus extremidades. Esto fue un gancho para buscar de Dios y tenerlo más cerca de su vida pues, dice, a veces la vida tiene propósitos y está muy agradecido por seguir disfrutando de ella.

  • DATOS
  • Actualmente sus amigos y familiares lo llaman el Lázaro, trabaja en el taxi de una de sus tías, generando ingresos en su hogar, esa es otra de sus bendiciones, pues por su problema de movilidad no puede caminar mucho porque se cansa y este trabajo se adapta muy bien a su condición.

 Daniela Moreno Castillo

  @ElaMoreno96

“Nunca pedí que me alisaran”

“Nunca pedí que me alisaran”

Autor: Yessica Diuza.

Facultad de Humanidades y Artes

Cabello afro, un mundo por descubrir.
Javier Camilo Suárez Paz (23 años) es oriundo de Buenaventura. Es estudiante del programa de Comunicación social de la USC y vive hace más
de 13 años en Cali. Recientemente, participó en el XX encuentro de investigación formativa Soy Semilla 2023, en donde presento, con un póster,
su propuesta, enfocada en los estudiantes afro.

Para el cabello alisado se recomienda aceite de coco porque ayuda a recuperar la grasa natural y evita que salgan costras o caspa. También, usar crema de chontaduro para fortalecerlo.

Era la canción que le cantaban a Mariela en el colegio. Cuando cumplió 15 años se alisó y prometió que lo mismo haría con sus hijas. Las  mujeres cimarronas esclavizadas trenzaban con astucia en su cabello las rutas de escape, que memorizaban, para escabullirse de sus captores. En turbantes escondían semillas y frutas para sobrevivir en la selva.

Entonces, el cabello afro era símbolo de libertad; ahora es motivo de vergüenza, por lo que muchas mujeres negras deciden alisarse. A Samira Garcés la alisaron desde pequeña con una crema americana para niñas. “Venía con un CD,  mi mamá decía que tenía el cabello muy duro y que no se podía manejar. Ponía la canción en inglés, yo la cantaba mientras me la aplicaba. Para nosotras, el cuento del alisado es tradición de familia, para evitar burlas”, afirma. Pero ella decidió dejar de alisarse y hace cinco años lleva su cabello al natural.

A Ketty Perea la alisaron cuando tenía 11 años.

Ella se alisaba cada mes hasta que se cayó totalmente. “En ese momento decidí dejar de usar químicos, me hice trenzas corridas para que creciera y empecé a llevar mi cabello afro. Han pasado seis años, me siento libre y fue un cambio positivo”, comenta.

En regiones como Chocó, Buenaventura y Cali, existe la tradición de alisar a las niñas al cumplir 15 años, porque el cabello liso pasa a ser un símbolo de belleza y madurez.  

La historia del alisado data del siglo pasado. En 1913, un sastre afroamericano, arreglando una de sus máquinas de coser dejó caer un producto que contenía lejía y vio cómo una prenda se estiraba; lo probó en su cabello y luego lo comercializó.

Para el cabello alisado se recomienda aceite de coco porque ayuda a recuperar la grasa natural y evita que salgan costras o caspa. También, usar crema de chontaduro para fortalecerlo.

El negocio de productos capilares mueve grandes sumas de dinero a nivel mundial. En Colombia se venden libremente, hay muy poca regulación y no se prevén los daños que pueden causar a la salud.

Diego Valencia Lucumí, cirujano plástico, realizó una investigación en la que descubrió los efectos que causan los químicos al ser aplicados directamente en el cuero cabelludo.

“Los que sirven para alisar tienen un PH alcalino y contienen soda caústica, formol y ácido sulfúrico. A algunas marcas les agregan otras sustancias como fórmula secreta para marcar la diferencia; lo que muy poca gente sabe es que esos productos se pueden absorber, llegan a la sangre y dañan las hormonas femeninas que son las más sensibles. Aparte, causan irritación, quemaduras, pérdida de sensibilidad y alopecia en el cuero cabelludo”, afirma Diego.

Jessica Bravo creó la línea de productos naturales Afronía: “La idea nació de una experiencia personal. Yo antes tenía el cabello alisado y una vez me quemaron el cuero cabelludo, en ese momento me  surgieron tantas preguntas, como cuál era la razón que me llevaba a hacerlo, si nunca me había gustado. Así empecé a buscar información”.

“A medida que el pelo iba creciendo me di cuenta que aquí en Colombia no había productos naturales para nuestro tipo de cabello, afro, fue entonces que empecé a vender la mascarilla capilar de manteca y el aceite de coco. A medida que iba teniendo más experiencia con las clientas desarrollé toda la línea completa”, explica.

Por su parte, para Samira, “el problema es que se crece creyendo que el cabello de uno es feo, malo y que es lo peor que se puede tener en el cuerpo. La alisadora es como la solución para mejorar. Eso tiene que ver mucho con lo que viene de atrás y no es culpa de mi mamá, porque a ella su mamá se lo enseño así y son tradiciones con las cuales hay que romper”.

Llevar el cabello alisado, afro, o con trenzas debe ser una decisión propia y no algo impuesto. Lo importante es aceptarse y no sentir vergüenza por lo que se es. El reto es concientizar a las comunidades negras para que se acepten tal cual  son y a las madres para que no pongan en riesgo la salud de sus hijas a temprana edad.

Llevar el cabello alisado, afro, o con trenzas debe ser una decisión propia y no algo impuesto. Lo importante es aceptarse y no sentir vergüenza por lo que se es. El reto es concientizar a las comunidades negras para que se acepten tal cual  son y a las madres para que no pongan en riesgo la salud de sus hijas a temprana edad.

Cuidados del cabello afro: Usar shampoo cada 15 días, desenredarlo en húmedo, trenzarlo, hacer los famosos bollitos (twist)

  • DATO
  • En regiones como el Chocó, Buenaventura y Cali, existe la tradición de alisar a las niñas al cumplir 15 años.

    En regiones como Chocó, Buenaventura y Cali, existe la tradición de alisar a las niñas al cumplir 15 años, porque el cabello liso pasa a ser un símbolo de belleza y madurez.

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    Cali Sonora: Tercera parte

    En Utópicos exploraremos los sonidos que han deambulado por nuestra ciudad conduciendo los relatos que determinan lo que somos. Cali Sonora es un nuevo espacio para remembrar y cantar nuestra propia identidad, en un recorrido rítmico y literario desde los años 20 y 30  hasta la actualidad, para aprender a disfrutar nuestra historia. Hoy presentamos la tercera parte.


    ¡Que viva la música!

    Detalle aerofotografía, 1957, IGAC, Bogotá, D.C.

    Escuchar canción

    Por la década del 65 se consolidó la generación de “la vieja guardia” vinculada culturalmente a la radio y a los nuevos sonidos cubanos que se venían escuchando en onda corta. Los discos nuevos de Guaracha y Mambo ya no respetaban el sonido tradicional cubano, tenían algo más, sonaban diferente. Ya no eran como Arsenio o la Sonora, adquirían una identidad propia que bautizaron Salsa.

    En esta nueva música sonaban los vibráfonos jazzísticos, las armonías en piano características del Latín Jazz y la percusión típicamente latina, al igual que las líneas de voz y la lírica. Se tocaba con un tempo más acelerado, se sentía más urbana, más barrial y se bailaba más alborotada.

    Hospital Universitario, 1960, Henry Velasco

    La Salsa nació en Nueva York en un contexto de convergencia de inmigrantes latinos asentados en barrios populares y obreros. La resiliencia de esta gente ausente de su patria se vio reflejada en días enteros de verbenas comunales donde se encontraban todas las culturas y músicas latinas. Como su padre, el jazz, la salsa nació entre la miseria, paria y mal vista por el conservatismo estadounidense que años antes había firmado la ley Jones, permitiendo la migración masiva de puertorriqueños que hacían de la música su bandera política.

    A esto sonaba la salsa de antaño: Reproducir

    El género construyó su propio público en Cali, se abrió caminos entre la memoria colectiva, concentró familias enteras en la sala de sus casas, generó nuevas danzas y espacios dónde ejecutarlas, tal vez por la similitud de realidades que reflejaba, como antaño lo habría hecho el son cubano refiriéndose a las plantaciones y la esclavitud, en una Cali obrera y emergente donde ya se distinguían clases populares y masivas migraciones desde todo el país.

    Piscina del hotel Aristi, 1960, Michael Cataño

    Y que tal esta otra canción

    De hecho, los primeros discos llegaron a Cali por el puerto de Buenaventura y fueron comprados y sonados de inmediato. El gobierno había dispuesto la zona entre el barrio Sucre y San Nicolás para griles, prostíbulos y bailaderos, donde se coleccionaban y disfrutaban durante todo el día, por eso ahí nacen los grandes bailarines de la vieja guardia.

    Durante las tardes se celebraban Aguelulos, que eran básicamente bailes de salsa para menores de edad donde se servían luladas, jugos y agua, por la prohibición de venta de licor para ellos. La primera referencia sobre el baile la traía el cine mexicano y los pasos se practicaban en cualquiera de esos establecimientos, pero pronto esta manera de bailar sería reemplazada por los movimientos caóticos del Bogaloo al que se le incrementaban las revoluciones y se simulaba el ritmo de los instrumentos, mas no el de la clave.

    Así se escuchaba en los Aguelulos

    Cali florecía con la salsa, veía reflejada su identidad en esta música y estableció un lazo tan fuerte con ella que pese a no pertenecerle, la instituyó, la escribió, la analizó, la bailó, la coleccionó, la reconstruyó y terminó apropiándose de ella.

    Dirigida por las hegemonías de siempre, pero renovada e incontenible. Así mutaba la ciudad después de los sesenta, atenta a los sucesos exteriores, abierta al universo, dispuesta a comerse al mundo. Esta era la hora de Cali para empezar a edificar su constructo reciente de identidad y disfrutar sus fiestas.

    “Noche de luna. Las nueve

    Han sonado ya en la iglesia

    De San Francisco. Silencio.

    Las calles todas desiertas

    ¡Hay  una paz inefable

    En los cielos y en la tierra!”

    Por esa misma razón, a la ciudad de los emergentes años setenta la empezaban a invadir otros sonidos más estruendosos traídos de afuera, de guitarras distorsionadas y quintas armonizadas, género distante a la salsa pero parido por la misma madre, el jazz.

    Restaurante El Bochinche, 1970.

    Fue el tiempo de cuestionar, de alinearse con esa contracultura global que no defendía particularidades, que padecía las secuelas de la guerra y militaba en las revoluciones.

                “Es que eso del Rock And Roll le mete a uno muchas cosas raras en la cabeza. Mucho chirrido, mucho coro bien cantado, mucha perfección técnica, y luego ese silencio y el encierro…” Sonaba así

    Restaurante El Bochinche, 1970.
    • Nota
    • Todas las canciones de este artículo son tomadas de la novela de Andrés. Grande, Andrés, por diseñar tal panorama sonoro diverso y hermoso de la época de tu ciudad, agradecemos tu inmensa capacidad de visionar y soñar

    Víctor Gil Nossa

    Cali Sonora: Segunda parte

    En Utópicos exploraremos los sonidos que han deambulado por nuestra ciudad conduciendo los relatos que determinan lo que somos. Cali Sonora es un nuevo espacio para remembrar y cantar nuestra propia identidad, en un recorrido rítmico y literario desde los años 20 y 30  hasta la actualidad, para aprender a disfrutar nuestra historia. Hoy presentamos la segunda parte.


    La Tragedia

    El padre Alfonso Hurtado Galvis cuenta espantado cómo el siete de agosto de 1956 un temblor, equivalente a magnitud 4 en la escala de Richter, sacudió a Cali despidiendo la medianoche. La ciudad quedó en tinieblas, la gente salía de sus casas en ropa de dormir preguntándose qué había sucedido mientras se escuchaba cómo un coro de oraciones inundaba el espectro.

    Titular de prensa, 1956, Diario El Colombiano, sobre la tragedia del 7 de agosto.

    En el cielo se postró un hongo gigante sobre el oriente de la ciudad atrayendo las miradas confundidas de los ciudadanos. Se trataba de una explosión, la masa de gases de baja densidad en el suelo provocado por la violencia del estallido era la causa de la figura en el cielo.

    Por ese año se estrenaba ‘Humo y Fuego’, del Conjunto Casino, la radio había popularizado el bolero de cuerdas y el flujo económico del que gozaba generaba nuevos géneros y fusiones como las orquestas tropicales, la ola del son, cha cha chá y mambo Escuche aquí

    La ciudad quedó entre humo y fuego, se veían cuerpos mutilados entre los escombros y la ceniza opacaba el aire. Pocas horas después se supo la causa: unos camiones del ejército cargados de dinamita habían sido trasladados desde el centro hasta la estación del ferrocarril y allí habían permanecido hasta la noche del siniestro. Se rumora que un borracho intentó penetrar en el lugar y el ejército abrió fuego en dirección equivocada, provocando la explosión.

    Esa noche se abrieron las tumbas en el cementerio, como profetizando la ola de muerte venidera. Cuenta el padre Galvis que al amanecer se enteraron de la magnitud de la catástrofe que dejó destrozadas por completo ocho manzanas y otras 28 circundantes irreversiblemente afectadas. Se encontraron miles de cráneos, más no sus cuerpos.

    Sobre los fallecidos hay aún cifras diferentes, pero ninguna de ellas baja de tres mil. El padre Galvis calcula que de 120 mil personas que habitaban la ciudad en la época, 10 mil murieron esa noche.

    El mayor impacto destructivo lo sufrieron el barrio San Nicolás y zonas aledañas, y la reconstrucción estructural trajo consigo fuentes de soda, amanecederos, hoteles baratos y talleres litográficos. Todos esos elementos confluyeron para que naciera en ese sector el movimiento musical afro cubano y posteriormente salsero que nos define hoy como caleños.

    Pocos años atrás de la tragedia, el maestro Lucho Bermúdez, creador de grandes éxitos de estrellas del nivel de Celia Cruz y Benny Moré, dirigió la orquesta de planta del Antiguo Club San Fernando, a la que le compuso la canción inmortalizada por la dulce voz de Matilde Díaz.

    El club, que se ubicaba al frente del hospital Universitario, fue convertido en una zona de atención prioritaria a los heridos. Los habitantes de la ciudad permanecían al lado del radio, la información se había convertido en parte fundamental del duelo y la audiencia se expandió notoriamente; se consolidó un vínculo más fuerte con la música cubana por su presencia en la cotidianidad.

    Se teoriza que el fenómeno caribeño tomó fuerza y se elevó en una región Andina en sus inicios, debido a la semejanza geográfica de Cali con Cuba y a sus similitudes de carácter histórico, Rafael Quintero. (2012). “Documental ‘Dengue Salsa en Cali’, de Tonio Hecker. “La relación de Cali con la radio y la música cubana fue tan íntima en ese entonces que a lo largo de los años recolectó conciertos, fiestas y discos que hasta hoy se consideran invaluables. Cuenta el investigador popular Rafael Quintero”. que al bar La Matraca, del Barrio Obrero, iban cubanos a escuchar toda la noche discos afro antillanos que no se conocían en su propio país, como los de Panchito Riset o la encendida Riverside.

    La popular Feria de Cali nació como un estímulo esperanzador para los caleños al año siguiente a la tragedia. Se necesitaba algo que pudiera reavivar la moral de los caleños y el nuevo boom musical fue el anfitrión de un evento que en principio se llamó La Feria de la Caña, ingeniado por los periodistas Alfonso Bonilla Aragón y Raúl Echevarría. Se realizó con el aval del gobierno el 6 de diciembre, mismo día de la inauguración de la Plaza de Toros.

    Para la época ya se popularizaban otros géneros centros americanos; entre 1958 y 1960 esta canción del intérprete Ángel Viloria hizo bailar a la ciudad: Escuchar aquí.

    También las cumbias y gaitas como la famosa Estereofónica

    El gran compositor colombiano Pacho Galán también tuvo su hit en la época, con un porro interpretado por Sarita Lascarro

    Lucho Bermúdez –aquí con Celia Cruz- fue un músico muy popular de la época

    En 1960 nace el himno de las ferias de Cali del momento, la Pollera Colorá

    En 1968, el evento se conforma definitivamente como una Feria musical y como patrimonio de todos los caleños. En las polvorientas casetas recientemente dispuestas se presentaban las eminencias de la descarga: Richie Ray y Bobby Cruz, fue cuando el lazo que une nuestra sangre con la salsa se volvió indestructible.

    Víctor Gil Nossa