Desafíos del Trabajo Social: hacia un campo de investigación con identidad propia
Autor: Angie Tatiana Montealegre Pinto
Estudiante de 5º semestre de Trabajo Social
Facultad de Humanidades y Artes
Universidad Santiago de Cali (USC)
[email protected]
RESUMEN: El presente ensayo tiene como propósito impulsar un análisis epistemológico y deontológico sobre el Trabajo Social como disciplina que históricamente se ha construido a partir de los aportes de las Ciencias Sociales, olvidándose de sí misma como un campo de investigación que debe ir ganando autonomía propia. En el primer apartado se enuncian las causas de esa identidad difusa; posteriormente, se hace alusión a la escasa producción académica propia de los Trabajadores Sociales; y se concluye con los desafíos que tiene nuestra profesión, especialmente al vincular a individuos, grupos y comunidades como sujetos activos de procesos de investigación-acción participativa.
ABSTRACT: The aim of this essay is to promote an epistemological and deontological analysis of Social Work as a discipline that has historically been built from the contributions of the Social Sciences, forgetting itself as a field of research that must gain its own autonomy. In the first section, the causes of this diffuse identity are stated; subsequently, reference is made to the scarce academic production of Social Workers; and it concludes with the challenges that our profession has, especially when linking individuals, groups and communities as active subjects of participatory action research processes.
1. Introducción
La trabajadora social Rosa María Cifuentes (2018) afirma que “es importante escribir y que nos leamos, pues con ello contribuimos a visibilizar conocimientos y saberes construidos, a potenciar nuestra mirada femenina, profesional, académica, política, ética; también aportamos a consolidar nuestra autonomía profesional” (p. 13). Esto lo dice porque reconoce que la escritura es una herramienta que potencia la reflexión y la crítica sobre problemáticas, pensamientos, métodos y desafíos que enfrenta nuestra disciplina.
Y ese es justamente el foco del presente ensayo: disertar sobre la insuficiente construcción y visibilización del conocimiento que se produce en el campo del Trabajo Social, cuya producción se encuentra limitada por la influencia de otras disciplinas, y por lo que yo defino como “fanatismo” en relación con algunos enfoques y autores, lo que nos conduce a perder la oportunidad de expresarnos y compartir experiencias asociadas a saberes que quizás no se han aprovechado lo suficiente.
La escritura académica aporta no solo al aprendizaje, sino también a nuestro desarrollo profesional y personal. El campo del Trabajo Social lo necesita de forma especial, pues tiene el desafío de integrar lo teórico con lo práctico, y el compromiso de estar actualizado en relación con los fenómenos contemporáneos y los continuos cambios de la realidad social.
Por consiguiente, el reto que tiene el Trabajador Social en ejercicio es reflexionar y ser proactivo, partiendo de los conocimientos descubiertos en las comunidades y asumiendo a los sujetos que las integran como coequiperos en esa construcción de conocimiento. Me interesa hacer hincapié en ese tema y, como verán a continuación, me debo apoyar en autores que no hacen parte del Trabajo Social como disciplina, sino que le aportan desde sus respectivos campos, como la sociología, la ciencia política o la planeación social, lo cual me cuestiona como Trabajadora Social en formación y me anima a romper ese ciclo de repetición y ausencia de creación científica.
2. El Trabajo Social frente a las ciencias sociales
En primer lugar, se debe tener en cuenta que el Trabajo Social como disciplina ha crecido y se ha ido renovando a lo largo del tiempo (Bertollo, 2016); no obstante, presenta la falencia de utilizar mayoritariamente los enfoques, técnicas y métodos de investigación de otras áreas, con el propósito de comprender a mayor profundidad al individuo, el grupo y la comunidad, con sus respectivos fenómenos sociales, culturales, económicos y políticos. Es de manera especial una de las pocas profesiones que da primacía al punto de vista, la opinión y el sentir de los actores con quienes interviene.
Como lo explicaba Fals-Borda (2009) cuando comenzaba a promover el enfoque de la investigación-participativa a finales de los años setenta, considerado “revolucionario” o poco convencional en aquella época, “nuestras herramientas especiales de trabajo han sido y son mayormente los marcos de referencia y las técnicas con las que sucesivas generaciones de científicos han intentado interpretar la realidad” (p. 253). Visto en perspectiva, pareciera el mismo caso del Trabajador Social hoy, no porque sea incapaz de construir conocimiento propio, sino porque se le ha limitado o circunscrito a la idea de someterse a las formas de pensamiento y visión del mundo de autores que pertenecen a otros campos de las Ciencias Sociales.
Entendiendo que el Trabajo Social no es una ciencia, sino una disciplina que se apoya en la sociología, la ciencia política, la educación, la psicología social, la antropología social, la geografía social, la economía, la historia y el derecho para desarrollarse como campo de conocimiento (1996), no pretendo con mi ensayo cuestionar epistemológicamente los conceptos, autores y métodos de otras Ciencias Sociales, sino evaluar la posibilidad de construir conocimientos propios, que nos sirvan para desbloquear la capacidad de escribir, imaginar, estimular la exploración y la investigación y, no menos importante, fomentar la lectura entre colegas.
3. Los desafíos de un Trabajador Social que produce conocimiento
Los Trabajadores Sociales enfrentan el desafío y compromiso de mantenerse actualizados con respecto a los cambios de la realidad social, ya que esta se encuentra en constante evolución. La misma sociedad se entiende como procesos dinámicos de formación y transformación; de ahí que “nuestra responsabilidad, como pertenecientes a una comunidad de científicos, es saber interpretar esta transformación y derivar datos adecuados para entenderla con el objeto de ayudar a construir el futuro” (Fals-Borda, 2009, p. 253). Es por esta razón que no podemos quedarnos estancados en la misma línea de pensamiento, porque eso limitaría o condicionaría, tanto a estudiantes como profesionales, a generar su propio conocimiento, haciendo difícil la construcción de bases académicas sólidas que inspiren a los demás.
El Trabajo Social como disciplina enfrenta un reto singular en comparación con otras áreas de las Ciencias Sociales: tiene la obligación de integrar la teoría y la práctica; sin embargo, “tratar de vincular el conocimiento y la acción —la teoría y la práctica—, como en el castigo de Sísifo, es un esfuerzo permanente e inacabado de comprensión, revisión y superación sobre una cuesta sin fin, difícil y llena de tropiezos” (Fals-Borda, 2009, p. 56).
Realizar un ejercicio de acompañamiento o intervención profesional nos exige, por una parte, estar pendientes y actualizados en relación con cualquier hallazgo o aporte desde la teoría; pero también demanda involucrarnos en la cotidianidad de las personas, con el propósito de comprender el impacto social, político y económico que genera nuestra actuación in situ. En ese orden de ideas, como lo plantea Fals Borda (2009), toda decisión se toma con base en una visión de responsabilidad social.
Sumado a lo anterior, también nos surge cierta desconfianza en relación con el tipo de conocimiento que producimos, lo cual viene siendo objeto de análisis por parte de la epistemología de las Ciencias Sociales (Briones, 1996): la dificultad para separar la subjetividad de la objetividad, la definición de enfoques a la hora de investigar, los niveles de análisis que planteamos y las teorías en las que nos apoyamos para explicar o interpretar un fenómeno. En otras palabras, y usando el término acuñado por Thomas Kuhn, el “paradigma” en el que nos situamos para avalar y que nos legitimen académicamente el conocimiento que generamos desde nuestra disciplina (Kuhn, 1962).
En cuanto a la construcción del conocimiento, el Trabajador Social también se enfrenta a un ciclo vicioso a la hora de investigar, buscar y verificar la literatura de apoyo. Por un lado, se tiene un tiempo de obsolescencia como criterio de exclusión (si no es actual “no sirve”), lo que se puede considerar un menoscabo del pensamiento construido; y por el otro, la evaluación por pares, que hace que, buscando cierta “rigurosidad”, se termine aprobando solo lo que esos pares consideran adecuado, desde “su punto de vista”. Por eso, creo que producir desde la práctica es clave, como lo plantea Whittingham (2010), al referirse a temas como el ejercicio de la gobernanza en el mundo contemporáneo: “al revisar la literatura existente es posible concluir que, este es un espacio del conocimiento en construcción y que se requiere mucho más trabajo de investigación e incorporación de los aprendizajes derivados de la praxis” (p. 222).
Otro punto que también nos debemos cuestionar es la elección de los mismos autores de siempre, lo que nos puede llevar a un fanatismo (a veces lo definiría como autismo), dando como resultado una restricción “impuesta” desde la academia, lo que impide la reflexión desde enfoques, métodos o posturas alternativas. La acción de criticar no debe entenderse a partir de una connotación negativa, pues no estar de acuerdo con algo es totalmente válido y se convierte en una puerta que se abre para desarrollar el pensamiento crítico. En esa perspectiva, ningún escrito es perfecto ni posee la verdad absoluta; ni siquiera el mismo ensayo que estás leyendo en este momento.
4. Lo comunitario como fuente de conocimiento
Mi propuesta es construir conocimiento basado en lo social–popular, yendo directamente a las comunidades, descubriendo sus redes de relaciones, sus formas de vida, sus costumbres y su pensamiento social, no solo con el propósito de conocer, sino también de reconocer —sin excluir ni minimizar— esta fuente inagotable de saberes, necesarios tanto para la formación académico-literaria como profesional de un Trabajador Social.
Es importante resaltar que una comunidad organizada tiene más poder de lo que supone, aunque muchas veces no sea consciente de ese potencial ni de cómo utilizarlo. Siguiendo la línea de pensamiento planteada por Carlos Matus (2021), promotor del modelo de planeación estratégica situacional (PES), esto suele ocurrir porque la comunidad cree que los gobiernos, al contar con los recursos económicos y jurídicos, más los instrumentos políticos y técnicos, son los únicos encargados de resolver los problemas de la sociedad. Aún muchas personas están acostumbradas a ser catalogadas como “objetos de estudio”, obedientes para escuchar y realizar los pasos que el funcionario o investigador propone: al final, todo termina con un refrigerio, la firma del formato de asistencia y la “participación” resulta convirtiéndose en “ciudadanía de solo presencia”.
En este punto, y apelando nuevamente a Fals Borda (2009), se hace necesario cuestionar y eliminar ese pensamiento dicotómico que se ha creado entre observador y observado, asumiendo que están divididos por un muro, que les impide interactuar o comunicarse, a menos que sea necesario. De hecho, y ese es el foco de la Investigación-Acción Participativa (IAP), se busca disminuir el papel del intelectual, que monopoliza o controla la información científica, para que se convierta en un sujeto capaz de retroceder, abrirse mental y físicamente y permitirle al observado —las masas populares— tener el papel principal (Fals-Borda, 2009). Puesto que ambos se influyen de manera natural y recíproca, romper tal paradigma positivista de las ciencias naturales es vital, considerando que el observador no solo hace parte, sino también su sola presencia cambia aquel mundo donde se encuentra lo observado.
Y si de contribuir a transformar realidades se trata, el concepto de gobernanza juega un papel central. Pero, ¿qué tiene que ver el concepto de gobernanza (en ocasiones mal entendido como gobernabilidad) con el ejercicio de transformación de la investigación en las comunidades, al que se viene haciendo alusión en el presente ensayo? Es sencillo de decir, pero difícil de lograr: la gobernanza hace referencia a las relaciones de poder que involucran diferentes actores en el proceso de toma, ejecución y evaluación de las decisiones; un juego de poder que crea escenarios en los que coexisten la competencia y la cooperación (Whittingham, 2010). Es en esos escenarios donde las comunidades pueden comenzar a transformar su mentalidad de sumisión por otra de empoderamiento, a partir de la construcción colectiva de la realidad que les rodea y les afecta.
Y ahí el Trabajador Social desempeña un papel crucial, especialmente desde la planeación y la planificación social (Poggiese, 2011; Umbarila-Laiton, 2015; Bertollo, 2016), permitiendo que las comunidades sean realmente escuchadas y partícipes en la toma y ejecución de las decisiones. Por poner solo como referencia el Método Altadir de Planificación Popular, se logra “respetar la visión que la población tiene sobre los problemas locales que la afectan (…) favoreciendo un compromiso sólido” (Matus, 2021, p. 9); en otras palabras, la comunidad reconoce sus propios problemas, así como sus saberes, recursos y formas de adaptarse o afrontarlos.
El mismo Carlos Matus explica que el método no tiene aplicabilidad en el espacio macro, sino que se concentra en la base popular, lo cual debe ser motivo de reflexión para el Trabajador Social, porque eso indica que, al tener un acercamiento directo y profundo con los problemas locales o comunitarios, se puede leer y transformar la realidad desde los conocimientos o herramientas del Lebenswelt o mundo de la vida cotidiana.
Como se puede evidenciar, el Trabajador Social tiene ante sus ojos no solo retos, sino también grandes posibilidades de construcción de conocimiento, partiendo de las comunidades como sujetos, no como objetos acríticos de investigación; las comunidades como coequiperas de construcción colaborativa; las comunidades como fuentes de saberes válidos y valiosos en constante metamorfosis.
5. Conclusión
En este ensayo se han planteado los retos epistemológicos y deontológicos que tiene el Trabajo Social como disciplina que se enmarca en las Ciencias Sociales y la necesidad de contribuir al empoderamiento de las comunidades como sujetos de su propia historia. En la medida en que tomemos conciencia, podremos potenciar nuestra profesión o seremos responsables, inexorablemente, del declive de su calidad. Está en juego no solo el reconocimiento del Trabajador Social, sino también su compromiso ético con el desarrollo humano integral de los sujetos, grupos, organizaciones y comunidades en las que realiza diferentes tipos de intervención e investigación.
Si bien no se niega el valor de las Ciencias Sociales en la historia del Trabajo Social como disciplina (Guevara y Beltrán, 2018), es importante continuar avanzando en la definición propia del Trabajo Social como campo de investigación, enfocado en pensar la transformación de las realidades sociales a partir de enfoques, métodos, técnicas e instrumentos propios, que nos permitan construir marcos de referencia a partir de los cuales más investigadores puedan aportar a su crecimiento, fortalecimiento y expansión.
La construcción de ese campo deberá partir, como lo ilustra la Investigación-Acción Participativa (IAP), de la comprensión de los fenómenos contemporáneos, tal y como los piensan, sienten y comunican los individuos, los grupos y las comunidades, que se autorreconocen como sujetos de transformación de sus propias realidades. Esto nos estimulará a continuar investigando y escribiendo desde nuestro propio campo, inspirando a más investigadores a vincularse a él para enriquecerlo.
Actualmente, muchos estudiantes de Trabajo Social se adhieren a escuelas de pensamiento que provienen de la sociología, la antropología y la psicología social, por moda o por influencia de los docentes a los que escuchan, lo que hace que los discursos (las narrativas) comiencen a repetirse, muchas veces como cajas de resonancia. Y es aquí donde cobra sentido el adagio popular: ¿Para dónde va Vicente? Para donde va la gente…¿Cuál es mi propuesta? Invertir el refrán: ¿Para dónde van los Trabajadores Sociales? A construir un campo de investigación-acción con una identidad propia, abierto pero autónomo, que se convierta en referencia para los profesionales que le apuntan a la transformación social.

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