Muchas veces se subestima el poder de la comunicación, arma ideológica que puede crear concepciones erradas de un país y sus habitantes. Existe una Colombia dibujada por las series de televisión y por la información mal trabajada desde salas de redacción.
La historia no tiene mucha diferencia con la que cuenta que supuestamente hace algunos años le quitó la corona de miss universo a Carolina Gómez: el narcotráfico sigue guardándose en la retina de los extranjeros.
Se hace difícil entablar una conversación donde uno de los mayores referentes no sea la importancia de la cocaína en Colombia, mucho de ello a causa de los productos mediáticos que se exportan a todo el mundo.
Es cuando el auge de un nuevo periodismo presenta la plaza de trabajo, aquella que muchos reclaman pero poco se interesan, es ser crítico para mostrar nuevos temas, dejar de lado la imagen explotada de un país pasado y reflejar las nuevas realidades.
Ya no existe el verde de la selva, el azul de los océanos y los colores de las tradiciones, atrás quedaron las rutas turísticas y los encantos de un país de tres culturas, ahora el mapa se pinta de blanco, de “un polvo mágico que hechiza” como lo describió don Omar en una de sus canciones hace ya algún tiempo.
La cocaína parece reinar en el imaginario social de una patria que se desangra no precisamente por la droga sino por los problemas sociales que existen como en cualquier país. Somos revolucionarios cibernéticos y amantes de amigos extranjeros en redes sociales, somos la valla publicitaria de una Colombia mal administrada.
La imagen extranjera es el resultado de un periodismo escaso, de la falta de investigación y la poca imaginación para considerar los medios como herramienta de reconstrucción identitaria; seguiremos siendo blancos mientras no nos demos cuenta de que poseemos una riqueza de grandes dimensiones, gente pujante dispuesta a salir cada día a prosperar.
Carlos Guiral.
Intercambio académico 2015 (México DF)
@carlosguiral