Carmen Jaramillo Gordillo, una norte vallecaucana de 75 años de edad, se ha caracterizado por ser una mujer luchadora. Creció en una finca rodeada de cultivos, flores y animales pero no pudo gozar de su niñez, debido a que desde muy pequeña tuvo que realizar diferentes labores, entre ellas lavar ropa, coger café y cortar leña.


Actualmente vive sola en Primavera, en el norte del Valle, ya que su esposo murió hace trece años y no cuenta con el apoyo económico de su familia. Por eso, se las ingenia para obtener el sustento diario. Sin embargo, afirma con optimismo que trabajar es un hobby que hace parte de su inspiración para sentirse viva.

Dadas las 8:00 enciende la radio y sintoniza su emisora favorita para escuchar música popular; al ritmo de la melodía arregla su casa dejándola en perfectas condiciones para salir a trabajar. Se levanta a las 6:00 de la mañana, le agradece a Dios por un nuevo día, prepara el café y se dirige a ver a sus ‘niños, como llama  los cerdos que cría; les lava la cochera y los alimenta. Después prepara su desayuno, y deja listo el almuerzo; cuando termina les da de comer a sus gatos.

Carmen Jaramillo en su trabajo

A las 9:00 llega donde su primera clienta, donde le es entregada la ropa para lavar a mano; allí se demora regularmente una hora. Entre la espuma del jabón y el recorrido del agua por cada una de las prendas,  Carmen extrae el mugre con la habilidad que solo pueden ofrecerle sus manos, que se resisten al uso de los guantes de caucho que utilizan ahora quienes lavan a mano. Un oficio que, dicho sea de paso, es cada vez menos común.

Aquí charlando con Cecilia, su mejor amiga.

Al terminar esa tanda, se dirige a otra casa de familia donde también realiza su labor y termina a las 12: 00 del día. Sus clientes, satisfechos, resaltan la limpieza que ninguna máquina podría garantizarles. La ropa, lavada a mano y secada al sol,  es el pasaporte de Carmen hacia una subsistencia, modesta pero feliz.

Cuando regresa a su vivienda está agotada; almuerza y tiene la fortuna de poder darse una siesta. Al fin y al cabo, la soledad tiene sus ventajas.

Cuando se levanta prende el televisor y ve las novelas que tanto le encantan, pero marcadas las 4: 00 debe de salir de nuevo. Ahora, es para recoger aguamasa, el alimento que otros desprecian pero es vital para la manutención de los cerdos). En ese vaivén, aprovecha para platicar con sus amigas y en medio de cuentos y risas, recuerda que ya es hora de regresar a casa.

Carmen disfruta cuidando de su jardín.

Al caer la tarde, de vuelta en su hogar, Carmen  alimenta nuevamente a los cerditos y deja preparada la comida para el siguiente día. Es cuando saca un poco de tiempo para consentir y regar su jardín.

A las 8:00, Carmen finaliza las labores y se da un baño para irse directamente a la cama; lo último que hace al cerrar sus ojos es orarle a Dios. Le agradece por su trabajo y porque él nunca la desampara.

Recogiendo las sobras para alimentar a los cerdos
  • DATOS
  • Según la Secretaría de Integración Social, cada día son abandonadas dos personas mayores de 60 años, lo que se traduce en que al año más de 730 abuelos son dejados en hospitales o calles por parte de sus propios familiares.
  • En el país existe el programa de solidaridad con el adulto mayor “Colombia Mayor”, implementado por el Gobierno, que busca proteger a las personas de la tercera edad que se encuentran desamparadas, no cuentan con una pensión o viven en la indigencia y/o en extrema pobreza. Sin embargo, la cobertura no ha llegado a Primavera.  

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Ana María Serna