Todos los días a las cinco de la mañana, María Córdoba, de 72 años, se levanta a orarle a José Gregorio Hernández. Es un ángel espiritual al que desde muy pequeña le ha tenido fe, debido a que –asegura- siempre la guía por buen camino, para que ese don que ella posee desde que nació sea utilizado en favor de todos los niños que tienen mal de ojo, ‘pujo’, o estén ‘empachados’ por las malas energías que transmiten algunas personas. 


Por: Héctor Fabio Grueso.

Su rutina de trabajo comienza a cuando termina de dar veinte vueltas al Parque Bolivariano, donde ella cura a los niños que desde muy tempranas horas comienzan a hacer fila junto a sus padres para ser atendidos por la curandera más reconocida del norte de Cali.

Cuando tenía 16 años, María fue internada por sus familiares en un convento en el Chocó, para que más adelante fuera monja. Desde ese momento, ella descubrió que tenía un don que era inexplicable, debido a que inconscientemente se sulfuraba y tenía el desespero de romper las almohadas, sacándoles todo el algodón para curar las cortadas de las compañeras que se lastimaban tejiendo las batas que utilizaban en el convento.

En ese entonces la gente la miraba raro, pensaban que estaba loca, pero lo que no sabían era que María Córdoba tenía un don que apenas estaba desarrollando, ese mismo don que ahora muchos le agradecen.  “Después de un tiempo me salí de ese convento porque me di cuenta que la religión nace, pero no se hace, eso no era para mí, no me nacía, a los tres meses de salir del internando me llegó el novio ideal y con el tiempo salí casada”, afirma.Desde que María se casó, comenzó a curar el mal de ojo de los niños (as) que le llevaban a la casa llorando y con una mirada aterrorizada mientras se retorcían de dolor sin explicación alguna.

En 1970, María decidió irse con su familia a vivir Cali y comenzar una nueva vida como curandera, dejando en su mente los bellos recuerdos del pueblito  de Condoto, en el Chocó, donde aprendió muchas de las técnicas que ahora aplica  para el bien de los niños de la ciudad.

Desde que llego al barrio Porvenir comenzó a destacarse como una de las curanderas más efectivas de niños afectados por el mal de ojo. 

“Cuando me traen niños graves, casi que agonizando, siento una energía pesada, me da tembladera y un frío irresistible en el cuello que tengo que afrontar para poder combatir contra ese mal de ojo; después de que le ponga la mano en la barriga y haga mis oraciones, el niño queda curado y garantizado”, asegura María.

Con más frecuencia, los clientes la visitan después de que les han hospitalizado al hijo y les han realizado varios de exámenes que arrojan  como resultado que no tienen ningún problema en el cuerpo, así sigan con síntomas inexplicables como vómito, mareo, diarrea y un llanto que no los deja dormir durante la noche.

“Los médicos vienen a traerme los hijos para que les cure del mal ojo, y yo aprovecho y les pregunto, doctor ustedes por qué no creen en el mal de ojo,  y me responden: María, de creer uno puede creer, pero si nosotros nos ponemos a decirle a la gente que crean en esto, entonces ¿para qué estudiamos tantos años una carrera en una universidad?”, comenta.

María no solicita pago por su labor, pero lo que sí pide después de curar a un niño es que los padres le prendan cinco velones al santo José Gregorio Hernández, que es el que le da las energías, después de Dios.

Los males de ojos más reconocidos son; Ojo seco, el reventador, la espina de pescado y el ojo cariñoso; este último es el único que puede curar la misma familia, abrazando al niño.

A su vez, el más peligroso es el que no tiene ningún síntoma, el niño se siente agotado, con el tiempo deja de comer y se adelgaza tanto que su cuerpo queda como un esqueleto.

“Hay personas que tienen energías fuertes, téngale miedo al mal de ojo y el descuajo, es cuando se caen y  les entra un aire al estómago.

“Estoy muy orgullosa de saber después de 23 años que la señora María me curo a mí cuando tenía tan solo seis meses de nacida. Y ahora curó del mal de ojo a mi hijo de dos años. Yo les recomiendo a todos, madres y padres, que le pongan una contra de color negro en el pie derecho para que no reciba ningún maleficio”, dice finalmente una de sus pacientes, Viviana Bustamante.