El abuelo del Quindío, residencia de la palma de cera y nido del cóndor

Al llegar a estas hermosas tierras se siente que se visita al más amoroso viejito, a la gente no le falta la sonrisa enruanada por el frío, combinada con los aromas del café con agua de panela y canela, y todas las tradiciones que los octogenarios de la casa llevan en verbo y gracia.

Restaurante típico de Salento.

La historia relata que el primer asentamiento del Quindío fue Salento, por allá en 1842. Con 174 años, este municipio goza del apodo de “El Abuelo del Quindío”. Su gente sabe que el turismo es su gran fuente de trabajo, por lo cual atender bien al visitante es su prioridad. Pareciera que siempre están de buenas pulgas para recibir a los curiosos turistas, que por estos lados no solo son nacionales, pues abundan los extranjeros.

Subiendo al mirador en búsqueda de una copa carretillera de aguardiente Antioqueño para repelar el frío incesante de la noche, está una cantina tradicional. Con una sonrisa enmarcada en un enorme bigote, el propietario del lugar recibe a los turistas; al otro lado de la barra está Thu, una minúscula mujer de apariencia juvenil.

Thu, vietnamita, de turismo por el Eje Cafetero, con la periodista de Utópicos.

En el momento en que nos sentamos en los butacos de la barra, Thu nos pidió una fotografía, en su español indescifrable. Después del protocolo de acercamiento empecé una charla con la también turista; al son de aguardientes y cubas libres conseguimos un vínculo abierto entre nuestra realidad y la de un mundo aparte nacido en Vietnam y fundamentado en la moderna Alemania, mostrando así que todo puede suceder en Salento.

A la cantina llegan muchos turistas extranjeros, tal vez sean sus encendidos colores, sus mesas de billar, la música de la montaña o el encanto de la gente, pero es un lugar sumamente atractivo a ojos internacionales,

Thu es una vietnamita de treinta años, que aunque vive desde adolescente en Múnich, Alemania, trae en sus rasgados ojos todos los pesares que su tierra relata a través del tiempo. Un día, en su trabajo como asistente de computadoras ingresó en la red y se encontró con un colorido aviso que le hablaba de una tierra lejana de sabores, olores y visiones distintas a su realidad, Colombia.

 Thu relató con su raro español: “Vengo de Bogotá, ya me he montado en un sin número de flotas y en mi cámara guardo más de mil fotos de los hermosos paisajes que he descubierto y los rostros en los que encontré generosidad, felicidad y amabilidad”. 

Un rato después ingresó un grupo grande de amigos de Thu, entre ellos un mexicano, Mario, y una estadounidense, Kathy, quienes hablaron de sus planes de viajes, destinos y aventuras ya vividas.

No todo lo que brilla es oro

La adorable Salento esconde a pocos minutos una verdadera sorpresa llena de orgullo y belleza… El valle del Cocora. Desde los 1.300 hasta los 4.750 metros sobre el nivel del mar, este punto protegido por los organismos encargados de preservar el medio ambiente ofrece un increíble clima entre el frío y el páramo, con inalcanzables palmas de cera y nubes repletas de humedad.

Hace algunos días se encendieron las  alertas en todo el país por la posibilidad de otorgar una concesión minera al mega monstruo buscador de oro Anglo Gold Ashanti Limitada, poniendo en riesgo la cuna de la palma de cera y el hábitat del cóndor, ambos símbolos patrios.

Palmas de Cera, símbolo nacional.

Actualmente existen tres concesiones mineras en el municipio, que paradójicamente posee un amparo ambiental en un 98% de su territorio; por otro lado, el 87% de sus tierras están legalmente reconocidas como Distrito Regional de Manejo Integrado, pues hacen parte de una estrategia de la conservación sostenible de la biodiversidad.

 “Menos del 2% no tiene alguna declaratoria de protección ambiental. Salento provee de agua a Circasia en un 70%, también a Armenia, Calarcá, La Tebaida, y se surte así mismo, es decir, es un productor hídrico del departamento del Quindío”, esto fue lo que la personera del municipio, Yessica Herrera, declaró para el portal de internet Contagio Radio.

La presión de grupos ambientalistas y de pobladores locales forzaron a  esta mutinacional a renunciar a sus 13 títulos mineros en el Quindío, como lo revelaron diversos medios de comunicación el pasado mes de marzo.

Según el Diario del Quindío, versión online,  “la información la confirmó el delegado de la Anglo, Carlos Hernando Enciso, quien dijo que la petición de renuncia se había hecho de tiempo atrás, a sabiendas de la declaratoria de este departamento como Patrimonio de la Humanidad por su Paisaje Cultural Cafetero”.

Otros títulos mineros también fueron objeto de renuncia, según revela este diario que confirmó la Agencia Nacional de Minería. “De los 42 títulos mineros otorgados en los tres municipios de Salento, Córdoba y Pijao (Tolima), un 70% están en proceso de renuncia por parte de las empresas, todos ellos de oro, y ninguno actualmente en actividad (…). Todos los títulos otorgados en el área en mención fueron concedidos antes del 2011, cuando se constituyó la Agencia Nacional de Minería, y en Salento, exactamente son 17 títulos, 15 de ellos en renuncia”, añadieron en la comunicación”.

Así, turistas nacionales y extranjeros podrán disfrutar de una región libre de minería y con la garantía del respeto por el medio ambiente.

Planes en Salento

  • El canelazo de Salento tiene un je ne sais quoi que lo hace especial. Este néctar se puede encontrar en cualquier café de los alrededores de la plaza.
  • Paseo en caballo por el Valle del Cocora, es en este lugar con palmas de cera donde vive el cóndor.
  • La trucha abunda por las aguas de esta región, que es preparado en los restaurantes, frito con tostada de plátano verde y ensalada.
  • Al final de la calle principal está el mirador, donde se contempla el Valle del Cocora en todo su esplendor.   

Por: Sara Hoyos

  @SaraHoyDice 

INSPIRADOR VIAJERO

Es un peruano al que todos confunden como colombiano, de tez trigueña, con su cabello largo y su gran frente brillante. Va de botas Geox y pantalón gris de excursionista, camisa seria, manga larga, con una maleta armada de lentes, algunos lápices y una agenda.


A primera vista es un mundo lleno de diversidad, su mirada profunda habla de los tantos paisajes que retiene en sus recuerdos, su sonrisa enmarcada por un par de arrugas que no revelan más años que sus letras en cada viaje. Así conocemos a este viajero que hace historia en el tiempo.

El Rolly Valdivia Chávez nació en Lima, Perú; era un muchachito tímido y relajado, y para colmo de males, afanoso defensor de la ley del mínimo esfuerzo. Hasta que llegó a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, para encontrarse con el latido de su sangre apasionada por el periodismo.

En Cajamarca, fotografiando a los clarineros. Foto: cortesía Guido Carrascal.

Alguna vez fue oficinista y vendedor en una tienda, mientras tipeaba los trabajos de algunos de sus compañeros.

En un principio quería hacer periodismo deportivo, pero prefirió que esto fuera un hobbie en su vida; después se inclinó por el periodismo político, cuando empezó a trabajar como practicante (en el año 94) en una revista llamada Sí; se quedó año y medio, escalando hasta que llegó a ser el coordinador.

Allí vivió la que sería su experiencia definitiva en el periodismo: “Escribí, sin querer, mi primera crónica de viaje. Me enviaron a la selva a buscar unas ranas enanas que, según una denuncia, eran sacadas de contrabando a Alemania, donde eran cotizadas entre los coleccionistas. Estas ranitas eran diminutas y, al sentirse atacadas, segregaban una especie de veneno que entre sus componentes tenía alcaloides similares a la cocaína. Recuerdo que en la portada hicieron una llamada medio escandalosa, algo así como ranas enanas producen cocaína”.

Su siguiente trabajo fue en una revista de transportes que circulaba con un diario importante de Lima, llamado La República. De allí pasó por el que sería su último trabajo dentro de un medio: El Peruano, diario del Estado. El periodismo de viaje para ese medio significó sacarlo de la monotonía y Rolly siguió publicando crónicas de viaje hasta recibir la propuesta de un sitio web que quería enfocarse en los contenidos que el desarrollaba.

Maravilla del mundo, Machu Picchu. Imagen captada en 2012, durante la primera edición del Birding Rally Challenge.

Aunque hubo momentos críticos y este periodista no está de lleno en el proyecto web, aún sigue colaborando con sus crónicas como el freelance que es desde hace ya quince años.

El Rolly de hoy es un hombre de 43 años, totalmente convencido de su trabajo; a pesar de haber tenido dificultades como no saber cuánto cobrar por las piezas periodísticas, siempre ha creído en su trabajo y no necesitó mucho para seguir adelante con el periodismo de viaje, donde no se hace rico en dinero, sino en cultura, en hermosas imágenes y en verdaderas vivencias.

Nunca ha recibido quejas sobre sus piezas periodísticas; “suelen ser bien recibidas en los medios a los que me acerco a colaborar. Logré hacer lo que quería en mi vida profesional, lo que no ha sido impedimento para la sentimental, ya que el amor se da sus mañas”, asegura.

Se define como un cronista arriesgado, no porque exponga su vida o haga cosas raras, sino porque cuando redacta suele ser atrevido, trata de ir un poco más allá, de aventurarse un poco con las palabras y el planteamiento de sus textos, que le han dejado varios premios, como el segundo lugar en el Primer Concurso Nacional de Periodismo Talentos Anónimos Odebrecht Perú 2003, con el reportaje El Camino del Chasqui, que describe el andar infatigable de Felipe Varela -consultor e investigador de los caminos incaicos.

Para él, su mayor logro es seguir viajando para escribir y hacer fotografías, aprendiendo a manejar la incertidumbre según su relato.

En el II Encuentro de Periodismo Turístico Marino Martínez en Cali, Colombia. Foto: Yulieth Morales

Yulieth Morales Díaz 

 @Mdyuli