Un día en la vida de Una mujer biónica que no se oxida

Aunque hoy en día, como ella dice, “me dedico a echar verbo” y a esperar la ciudadanía belga, Nidia Chicué de Nates fue la primer mujer en conducir un bus para transporte intermunicipal en el Valle del Cauca.


Por: Laura Núñez
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En los años 80 aún no había mujeres manejando vehículos públicos y no hay datos que lo refuten, y las empresas no lo permitían por el machismo que se vivía. Además, al ver una mujer al volante, los ciudadanos no se montaban o desconfiaban.

Así pues, nerviosa al tomar la decisión, cogió una gorra, se quitó los aretes, se puso la ropa de uno de sus hijos y se bajó de los tacones, para poder montarse en su bus y manejarlo cuidadosa de que no se enteraran quién lo conducía.

Esta mujer cambambera cambió su camioneta por una volqueta y ésta por un bus; en principio iba a construir una casa-carro con el armazón de ese antiguo Chevrolet e irse de aventura con sus -hasta entonces- siete hijos hacia el Brasil, pero las autoridades no lo permitieron por falta de condiciones del vehículo. Así que “volví a llenar el aparato con los asientos y me puse a manejarlo, porque mi marido no daba resultado”, resaltó.

Para lograrlo, consiguió su pase de décima categoría, permitida por el nuevo Secretario de tránsito municipal de Yumbo al conocer su historia, pues hacia un tiempo el antecesor de éste se la había negado por menospreciar las capacidades de una mujer.

Dispuesta a combatir la desigualdad, a borrar estereotipos y tumbar prejuicios, decidió mostrar que era ella quien había conducido el bus durante un tiempo. Al precederla su buen trabajo, la aceptaron en el gremio, aunque la molestaban por ser mujer, por el antiguo bus, por la lentitud al manejar pues no tenía bien los frenos, “tanto así que paraba con el freno de emergencia o rozaba las llantas con los andenes; arreglé el problema con troques artilleros para mejorar -dijo Chicué y hasta me apodaron ´La Mujer Biónica´”.

“A mí no me llamaban Nidia, doña Nidia o la vieja Nidia, me decían La Biónica”, tal cual como en la serie The Bionic Woman. Ella ha escuchado que su apodo se extendió por diversos lugares y aún hoy algunos le dicen así. “Hace poco que vine de Bruselas, me subí a la buseta y me dijeron biónica, yo no sé quién”, dice entre risas.
Aún es muy activa, se monta en sillas a limpiar la nevera o las ventanas, echa pala en el jardín y otras actividades que tal vez la edad no dejaría. Pero ella las logra, hace sus quehaceres con la misma entrega de hace años y guarda con cariño sus triunfos pasados.

Hoy, a sus 82 años, esta amante a la música de Frank Sinatra y con un gran amor hacia sus ocho hijos y nietos a los que levantó con tanto esfuerzo, sueña con su casa en el campo y un amplio jardín, después de haber conocido Holanda, España, EEUU, Venezuela y más. Llena de logros y capacidades, la mujer biónica -pero también la mujer de carne y hueso- a pesar del tiempo y sus estragos no se oxida.