Ecos de un conversatorio

ROMPIENDO PARADIGMAS

El conversatorio empezó con algo diferente: se acomodaron sillas en forma de media luna para que los asistentes pudieran sentarse ahí, junto con los expositores. Al llegar el periodista invitado, Jorge Manrique, se dio inicio a la exposición en la que Olga Behar, periodista y docente de la Universidad Santiago de Cali, formuló una serie de preguntas a su colega, así como también él interrogó a su interlocutora, lográndose un ambiente de confraternidad y agradables relatos sobre las experiencias de ambos. 

Por: Viviana Quijano.

No faltaron las anécdotas y los ‘cacharros’ que, como siempre, suelen pasar en toda profesión y aún más en la labor de reportero.

Esta conversación realmente fue muy amena, tanto así que, entre risas, el periodista Jorge Manrique contó cómo le tocó viajar junto a la caja negra de un avión para comprobar qué podía captar este artefacto durante un viaje. Además de risas y elogios entre ellos haciendo mérito a las buenas labores como periodistas, también expusieron sus opiniones acerca de la ética de un periodista, tomando como ejemplo la catástrofe de Armero en la que unos periodistas filmaron la muerte de una niña, Omaira, y la publicaron en los medios.

Aquel tema sin lugar a duda puso en evidencia el dilema de la labor de un periodista, puesto que muchas veces se encuentra en la posición de decidir qué está primero, si el amarillismo para vender o si hace uso de su ética para lograr un buen periodismo, uno que maneje el contenido adecuadamente y en el que no se añadan falsedades ni tampoco se exagere la realidad.

Después de este diálogo, la moderadora, Liliana Marroquín (Directora del Programa de Comunicación Social de la USC) dio paso a los presentes para que pudieran aclarar sus dudas con los exponentes.

Y sorprendió una pregunta, proveniente, no de un estudiante sino de un profesor, quien cuestionó el subjetivismo en la labor periodística. En contraste con lo que tal vez el profesor esperaba escuchar, recibió esta respuesta de Olga Behar: “ El periodismo, ha cambiado, ahora se puede hablar en primera persona”. Jorge añadió que “antes el periodista no podía opinar, se manejaba un periodismo ‘objetivo’ pero ahora las cosas han cambiado y se puede dar el punto de vista”.

Explicaron que el reportero tiene que involucrarse con la comunidad, víctima de una crisis social y política, para poder conocer realmente su situación.

‘Oficio de Reportero’ nombre del nuevo libro de Jorge Manrique, reseña cómo no se trata de una labor de “calentar asiento” sino al contrario, es un oficio que exige estar alerta de las situaciones, no hay lugar para estar desparchado, porque siempre en esta profesión hay algo por hacer. Y, como le dijo Manrique, el periodista “nunca puede dejar la capacidad de asombrarse”.

OFICIO DE REPORTERO: CONVERSACIÓN CON JORGE MANRIQUE.

Por: Marco Páez.

Manizaleño, comunicador social-periodista con una maestría en tecnologías de la información aplicadas a la educación y especialización en informática para la docencia, Jorge Manrique es una biblia de la reportería.

Después de 24 años intensos en el periódico bogotano El Espectador y en el Canal Caracol, hoy transmite sus experiencias a estudiantes de Comunicación en la Universidad Javeriana (sede Cali).

Recientemente, lanzó en la Universidad Santiago de Cali su libro ‘Oficio de Reportero’ (Sello Editorial Javeriano Cali, 2015). Utópicos conversón con él.

U. ¿De dónde surge su idea de ser profesor universitario?

JM: Inicialmente, el tema de ser profesor no me llamaba mucho la atención, porque ya había estado en los medios, me había tocado recibir los estudiantes de periodismo y no les tenía mucha paciencia. Entonces, imaginarme yo, del otro lado, en la universidad, no me identificaba mucho. Sin embargo, también fue algo muy casual, me fui dando cuenta de que con los jóvenes, si usted sabe sembrar una buena semilla, puede construir potencialmente buenos reporteros. Y yo me precio, de verdad, de haber sido profesor de gente muy valiosa que hoy se encuentra en los medios.

U. Háblenos de su nuevo libro.

JM: Es una recopilación de 12 crónicas de mi autoría, en él se conjuga el oficio de reportero con el oficio del profesor, ya que el profesor de hoy interroga al reportero de hace 30 años y le pregunta por lo que salió bien, lo que no salió tan bien, por aquellas cosas que resolvió sobre la marcha.

U. ¿Cuál es el trabajo periodístico que más lo enorgullece?

JM: El cubrimiento que marcó mi vida como reportero, sin duda alguna, fue el de la tragedia de Armero, la erupción del cráter Arenas del Volcán Nevado del Ruiz, el 13 de Noviembre de 1985. Fueron los días más intensos de toda mi existencia. Todavía ese acontecimiento me mueve bastante por la magnitud y, sobre todo, porque me mostró la dimensión humana que puede tener el periodismo. Se van a cumplir 30 años y estoy preparando un especial con mis estudiantes de la Universidad Javeriana de Bogotá para los medios de la universidad y también para el diario El Espectador de Bogotá.

MEMORIAS DEL PERIODISTA DICHAS DESDE ARMERO

El periodista Jorge Manrique Grisales relató sus más profundos pensamientos y recuerdos sobre su trasegar en Colombia, al presentar su nuevo libro Oficio de Reportero, donde expone historias que, se puede decir, son parte de su memoria, por la suspicacia, profundidad y estilo con el que nos lleva al lugar de los hechos con tan solo leer un párrafo.


Por: Laura Vanessa Angulo y Viky Andrade.

El foco central de este escrito resalta una historia que fue un gran hito en Colombia, la avalancha producida por el Volcán del Ruiz, conocida como la Tragedia de Armero, un suceso cargado de miedo, sufrimiento y tenacidad, que ocurrió en noviembre de 1985.

La docente Olga Behar -codirectora de Utópicos 2.0- realizó la entrevista a Jorge Manrique, en la que nos relató la forma como cubrió este insuceso y cómo la erupción del Ruiz era una tragedia anunciada: “Veinticinco mil personas perdieron la vida en las entrañas de una avalancha de lodo y piedras que se descuajó desde las nieves perpetuas del volcán nevado del Ruiz y bajó rauda por los cañones de los ríos que nacen en esa parte de la Cordillera Central”.

La erupción del volcán tomó por sorpresa a los pobladores cercanos; mientras tanto, los medios nacionales e internacionales exponían tal suceso de manera sensacionalista, presentando situaciones como el sufrimiento de la pequeña Omaira antes de su muerte. Por el contrario el periodista Manrique, paso a paso nos cuenta cómo la muerte acechó en cada esquina del municipio, sus lágrimas se reflejaban con la ceniza que caía poco a poco del cielo, cubriendo a los habitantes de esa región.

En su libro cuenta también la historia de Armero basándose en los escritos de un ex alumno de una expedición universitaria que terminó en tragedia el 13 de noviembre del 1985; este personaje es el hoy geólogo Víctor Hernán Cubillos, quien expone que esa noche “se sentía el crujir de las vigas y muros, el estallido de vidrios, el ruido de las latas aplastadas y el chasquido de los arboles cercenados”. 
Al otro día el dolor se hacía notar, pero en el hotel donde se habían hospedado los estudiantes de Geología de la Universidad de Caldas había pocas quejas; las pocas personas sobrevivientes estaban desfiguradas, les faltaban extremidades y unos pocos lograron curarse. Fue el caso de Cubillos, quien fue trasladado al Hospital Universitario de Caldas por principios de gangrena en un tobillo herido. Ahora cuenta la historia desde Ontario, Canadá, donde actualmente reside.

Leer el libro es aclarar el dolor e imaginar lo inigualable, esta crónica nos relata cada paso en la vida de un sobreviviente que cada 13 de noviembre recuerda tales hechos y llora por la muerte de sus conocidos.


Después de que se cumplieron los 25 años del desastre de Armero, Manrique se refiere estudios de cómo ha ido cambiando el volcán que consumió todo un pueblo, de la composición del nevado del Ruiz -situado a 4.885 metros sobre el nivel del mar-. Después de lo acontecido, las autoridades tomaron más precaución, dado que este fenómeno de la lluvia de ceniza causando actualmente problemas en el cauce de los ríos, así como acidez en sus aguas, lo cual afecta las plantaciones; Igualmente, se revisaron las medidas para prever acciones en caso de una erupción futura del volcán.
Colombia necesita un momento de dolor para actuar, con frecuencia analiza los hechos cuando hay muertos de por medio. Y así como pasó con Armero, pueden ocurrir otros acontecimientos sin que elabore un plan de contingencia.


Los medios nacionales e internacionales posaron sus miradas en Armero un día después de la tragedia; el dolor y las noticias del momento parecían pasabocas para los periodistas, y es aquí cuando este libro nos invita a recordar un momento que no debió pasar, pero que aunque le echen la culpa a la naturaleza, los entes gubernamentales permitieron que sucediera.