Pelo e’ coco al Volante.

Las carreteras de Colombia acogen en silencio y distorsión a millones de historias, con ansias de llegar seguras a su destino. Detrás de un volante se mueven lentamente pero con toda la precaución, un par de manos que aunque cansadas, siguen firmes su camino.

Por: Sara Inés Hoyos Riascos.
@sarahoymc

Gilberto Álvarez Hoyos es el tercero de cinco hermanos. De él dependen económicamente su esposa y sus tres hijos. Aunque no es camionero de profesión, toda la vida ha sido un luchador y ha trabajado en tantas cosas, que hoy en día se autodenomina un todero.

“Mis hermanos y yo siempre nos hemos dedicado a la mecánica. Arreglamos todo en cuestión de motores, más que todo en camiones. Desde muy pequeño he estado pegado a este oficio, pero no es tan rentable, así que cuando veo que las cosas están mal, me pongo a pegar ladrillos, vendo coladores o lo que salga”, explica en medio de risas, mientras sostiene un palillo de dientes en su mano derecha.
Gilberto es conocido: Pelo e’ coco; de hecho, todos sus hermanos son distinguidos con ese remoquete.

Los vehículos de carga, que representan el 4 por ciento del parque automotor del país, ocasionan el 16 por ciento de las muertes en accidentes de tránsito.

A sus 45 años, Pelo’ecoco conserva el puro néctar de la juventud; ríe mucho, no es víctima del flagelo de los achaques de la edad; aunque su seño ya está adornado con alguna arrugas, es principalmente por el sol. Asegura que a la mente se le puede engañar haciéndose el loco y tomando las cosas como vengan: “¿Uno pa’ qué se amarga?, las cosas, si no tienen solución, pues Dios verá. Yo nunca he sido de preocuparme o de ponerme de malas pulgas por cualquier pendejada. Mi mujer me hace feliz, como casi de todo, mis hijos van por buen camino y mi diabetes me da esperitas”.

Hace diez años padece de esta enfermedad, debido a los desmanes que tuvo con su alimentación desde que empezó a conducir camión. Es que la carretera ofrece un gran abanico de alimentos y así como existen los sanos, también están los perjudiciales, como las grasas. “Uno comía bien en la casa, pero cuando ya se está en la carretera toca comer lo que haya. Yo no me cuidaba ni con harinas, ni nada de eso. Un día caí como pollo y cuando me desperté ya estaba en el hospital. Me mandaron una dieta difícil, ni (aguardiente) antioqueño podía tomar”.

Agrega que “uno como conductor, siempre está saltando de camión en camión y eso le quita estabilidad a uno, y cuando hay paro… pero, desde hace seis meses estoy le estoy manejando el camión a mi tío. Así es más fácil, porque él sabe que uno tiene necesidades y la plata está segura”.