Martes de pan y agua de panela, día en que un grupo de voluntarios sale al centro de Cali a calmar el hambre de habitantes de los andenes y ‘ollas’ del sector.


Por Ana María Ramos y Lorena Vargas

@ana_0621 – @LoreenitaVargas

¿Hasta qué punto conocemos realmente a los habitantes de nuestra ciudad? No es fácil ver la realidad de quienes viven en las calles del centro de Cali, en condiciones infra humanas.
La fundación Samaritanos de la Calle´ nació en febrero de 1998. Es una entidad de la Arquidiócesis de Cali y está presidida por el Padre José González. Su función es resocializar, no solo rehabilitar a los habitantes de la calle, ya que no desintoxican el cuerpo, sino la mente y el alma.Todos los martes, los voluntarios de la Fundación hacen un recorrido para alimentar a quienes viven y transitan por las oscuras calles del centro de la ciudad.

UNA NOCHE CON LOS SAMARITANOS
El recorrido se inició después de una misa entretenida. Salimos con los voluntarios, en su mayoría de la tercera edad, que iban dispuestos a entregar el pan y el agua de panela a quienes, hacia las ocho de la noche, no tienen un solo bocado para sus estómagos ni los de sus familias.

En cuestión de segundos llegaron ansiosos por su alimento, muchas veces pidiendo más, “deme otra para llevar pa’ la casa”. Comían con desespero y conseguían botellas y bolsas para guardar más provisiones, seguramente para sus hijos y para aguantar hasta el martes siguiente.

Entre más cuadras pasábamos, el ambiente se tornaba más denso; el padre José González, director de la Fundación, intentaba amenizarlo con bromas y muestras de cariño hacia los habitantes de la calle.

“La Fundación Samaritanos de la Calle tiene varios servicios, entre ellos están: La escuela móvil, el ropero y el centro escucha”.

Las casas se veían vacías desde afuera y las personas permanecían sentadas en los andenes conversando y viendo pasar a los voluntarios; se podían ver las basuras, algunos acostados el suelo, los que se acercaban a pedir comida y los niños, que con tarro de Sacol en mano, interactuaban con el padre.

Llegamos a un sector aledaño al Palacio de Justicia. Frente a la fachada de la residencia El Fortín’ observamos que de su interior salían varios con la cabeza en Marte; esa es una de las tantas ‘ollas’ que comercializan y expenden las sustancias que hunden a muchos, que pueden ser taxistas, ejecutivos vestidos de saco y corbata, hasta personas que solo llevaban pantalones y costales.

Se veía mucha miseria, pero también la buena voluntad de quienes repartían amor además de comida. Es evidente que el trabajo de esta Fundación es desinteresado y beneficioso para la comunidad de las calles.

Los Samaritanos tienen un hogar de paso y varias casas en las que los habitantes de la calle reciben atención médica, alimentaria, psicológica, odontológica, hospedaje y también les brindan la posibilidad de bañarse, recibir educación y entretenerse en una sala de televisión.
Otras son las noches en las que cientos mendigos deben hurgar las basuras y mendigar para poder comer. Sus historias de vida quizás puedan enseñar a valorar la vida y lo que se tiene. Pero también son quienes inspiran a fundaciones como la de los Samaritanos, que cada martes se reúnen para ir a una cita con el mundo real.