Un 20 de diciembre me admitieron en derecho, cumplía años y la noticia en vez de ser un regalo, me causó despecho. Era una carrera buena pero no hacía sentir plenas a mi esencia y a mi alma; lo único que lucía claro en mi mente, es que no era pana de ningún tipo de penas.


Por: VJ
Fotos: Johana Castillo

No me gustaban la ley ni la vergüenza, ellas no cabían en mi vida. Era un estilo fresco que desconocía afanes y ratos intensos. Por ello, decidí descansar en el tiempo y que éste me alcahueteara, o por el bien mío, me pellizcara. 

Estaba de caza en la calle, muy ocupado en el quehacer vagabundo. Mientras mataba tiempo con mis amigos, después de tomar la palabra un par de horas, ellos concluyeron unánimemente que mi talento era el habla y que me debía dedicar a reproducir labia. Así, un hermoso y desapercibido día, en un destello de luz, supe que hablaba más que conductor sin radio en el bus.
Razón por la cual, matriculé comunicación social; y de repente, al escribir, encontré la salsa que le daba sazón a mi esencia. Me gustaba relacionarme con el lápiz y las letras destilaban elegancia. La rima y yo de inmediato nos gustamos, fue un amor a primeras comas.


Dos semestres después, con inquietas noches encima, nació el infaltable “pero”, ese estorbo confianzudo que pone a los sueños en espera. Resultó pues, que mi estilo en comunicación no servía, porque debía hacer columnas y no canciones ni poesías.


“Deja tu guachafita con las letras, escribí serio y sin rimas”, exclamó el profe un tanto enfadado, ayudando a mi formación y aplacando mi vocación. Este consejo me alejó de mi estilo escrito, por adoptar un prototipo estándar en la comunicación y sus líneas. Por ello, me tocó volverme “serio” y terminarle a la rima, si del periodismo quería la cima.
Esto molestó mucho a mi identidad, que se quejó por yo no apoyarla y renunciar a la autenticidad. Valor sin el cual, no soy.

Pero con el pasar de los semestres, vi que había un vacío grande en el cajón de sueños; a mi formación le faltaba el volante de creación. Aquella chispa seguía viva y con ganas de ser conocida. Ello me obligó a buscar una relación entre mis dos pasiones

Pero mis allegados manifiestan que un comunicador no puede hacer canciones. Que escoja un rumbo y renuncie al otro. Pero la terquedad de mis sueños me tiene hoy escribiendo por ellos.
En la tarea de entrelazar mis dos pasiones, surgió la idea de informar y edificar por medio de canciones. Pues la música puede ser un arma letal para un soñado cambio social. Hoy la meta es informar con ritmo y para ello cuento con lápiz tola que nunca está sola, porque anda con una gorra llena de sueños y un cuadernito con pensamientos pequeños.